domingo

Lema Orante Semanal

 

UNA COMUNIÓN, UNA COMUNICACIÓN, UNA COMUNIDAD DE VIDA

13 de junio de 2022

 

Y las diferentes humanidades… transcurren con muy desiguales perspectivas.

Y todo ello debido a la voluntad… ¿inteligente? –habría que definir la palabra- de los que se hacen con el poder, establecen cuál es la gloria… y de los que asumen esa posición y obedecen por obligación, sufren sin devoción, se acostumbran por destino… y gravitan –como humanidades- entre quejas, miedos y ¿logros? –con interrogación lo de “logros”-.

 

Miedo al golpe, miedo a la crítica, miedo a perder, miedo a no lograr, miedo a castigos, miedo…

Como respuesta: quejas a unos, quejas a otros… y violencias sostenidas por unos lados y por otros.

Todo un panorama entretenido… de injustas sentencias, de sistemático “ver la paja en el ojo ajeno, y no ver en el ojo propio, la viga”. Pero la impunidad nos protege y permite que todo esto ocurra. Y así, las convivencias se inquietan, las promesas se debilitan y… los apoyos, las colaboraciones, las solidaridades se hacen ¡tan escasas!...

Y a pesar de saber –“saber”- que… todos dependemos de todos, en el amplio sentido de la vida, cada cual establece su consciencia operativa de “mando, ordeno, decido, actúo, impongo…”.

Pareciera que fuera un logro el que cada cual, con su criterio y consciencia, estableciera lo bueno, lo malo, lo normal, lo anormal…

El consenso se hace ¡tanto de esperar!…; se tiene tan poca condescendencia…; ¡se aspira a tan poca transcendencia!... que parece que es una humanidad que grita: “¡sálvese quien pueda!”, que es como decir “sálvese el que tenga poder”.

Los que creen, tienen esperanza, cultivan la fe, la perseverancia… –¡está bien!- son suficientemente pocos como para “inquietar”… el establecido dominio del poder de cada uno.

 

La Llamada Orante nos llama a conscienciarnos de todas estas situaciones que –en principio- se saben, se conocen, se entienden, pero no se incorporan… a la vigilia diaria del amanecer, del “buenos días”, de colaborar, de admirar…

 

Mientras que la vida continúa, el hombre –como humanidad- la da por limitada, la da por terminada, la da por culminada, la da por jubilada.

Y en esa medida, la gasta, la consume, la manipula…; la llena de dolores, angustias, ansiedades y desesperos.

 

Se olvida de que el sentido de la vida es ¡vivir!... Y se olvida, porque hace suya la vida. Y no le pertenece. Y se olvida porque cree que la posee y puede manejarla según su gusto: su cuerpo es suyo, su actividad es suya, sus logros son suyos…

 

 

El legado permanente de la vida en este lugar del Universo, dentro de su biodiversidad inagotable, nos debería enseñar que todo se hace en base a un consenso… en el que la ayuda o el aporte de uno es imprescindible para otro, y viceversa.

Una comunión, una comunicación, una comunidad de vida.

Cuando la estructura mental transita en esas dimensiones… y nos precisamos y necesitamos, y abandonamos el protagonismo crítico fácil, que habitualmente no aporta ejemplaridad, testimonio, entrega, creatividad, innovación… ¡Sí, puede ser que sean palabras!, pero antes de abrir la boca para establecer la crítica y la queja, hablarse en silencio por dentro, para ver si se cumplen los mínimos requisitos que el consenso, la comunidad, la vida, nos requiere.

No es válido quedarse en la queja personal, amparado en el carácter personal. Es tan sólo, eso, un ansia de poder, una necesidad de mandar, una imposición.

Y la vida “no la admite”.

Y en ese sentido, cuando el comportamiento es así, todo se produce en choques, en roces, en incomodidades, en multitudes que viven en base a las refriegas, a los éxitos y los fracasos, a una guerra establecida…; que olvida.

Sí. Que olvida su esencia progresiva, que olvida su evolución interminable, que desecha la creencia y la obediencia de vida… que implica solidarizarse, que implica darse cuenta de nuestra verdadera herencia, de nuestra auténtica procedencia, de la necesidad de un tránsito impecable.

 

La Llamada Orante es un faro que ilumina los oscuros grises de la porfía, de la vanidad, del orgullo, de la soberbia…

 

Nuestra posición de tránsito, en este lugar del Universo, se realiza merced a la referencia de la Fuerza Creadora, del Misterio Creador, sitúese donde se quiera situar: en paraísos, en estallidos, en… ¡da igual!

Y esa es la referencia que marca la posibilitancia de la vida. Y esa referencia debe mantenerse viva, porque es la que nos permite establecer la ruta y el camino que debemos recorrer. Es la que nos da el lenguaje de las huellas, de la tierra, de la planta, del animal, de nuestras palabras, de nuestros sueños…

La referencia, en realidad, nos abruma con… sus signos. Y en vez de estar en atención, se está en introspección para verse el ombligo.

Y así no se transita. Así no es el vivir.

 

Concederles, a nuestros sentidos, la capacidad de interpretar, a la hora de ver, olfatear, saborear, escuchar, tocar…

Que el imperio de los sentidos se haga trascendente.

 

Que, en base a la referencia, seamos capaces de limar, de ver y de transformar, lo destructivo, en creativo y constructor.

La queja, en proyecto renovador.

La individualidad, en compartir admiración.

 

Que el ser se corresponda con un estarliberador, no como palabra sino como ejercicio cotidiano de disposición, de ¡actitud!… que no juzga, que no condena, sino que escucha, aprueba, apoya, aclara.

 

Saber que la Piedad está ahí, que la Misericordia se derrama, que las posibilidades se hacen infinitas y eternas, y que nos aguardan y nos cuidan.

Corresponder con ello es situarse en la verdadera Vida de Eternidad.

 

 

 

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