“TODO POR HACER” DESDE “LA NADA”, SIMULTÁNEAMENTE
23
de mayo de 2022
Contemplar la
humanidad bajo las ópticas de su transcurrir en este lugar del Universo –por
simplificar las evolucionistas y las creacionistas- es una historia de
trastornos continuados y permanentes.
Con esto sería
suficiente para arreglar algo. Pero… transcurre el trastorno, desde los
primeros momentos, como si algo –desde el principio- no estuviera debidamente
aquilatado.
En la Creacionista,
es fácil ver que el Edén, el Paraíso… ¡estaba bien, pero había que explorar
otras cosas! ¡No te vas a quedar ahí, como heterosexual, sin probar otras cosas!...
Entonces, bueno,
entre la desobediencia, el ocultamiento… Total: “trastornos”. Y a partir de ahí,
más. Más. Porque… empezaron con las experiencias, ¿verdad?, y tuvieron
descendencia. Y, para seguir experimentando, un descendiente mató al otro, para
ver qué ocurre cuando alguien se queda quieto y no se mueve.
Esto, contado así,
parece un chisme o un chiste, pero… es así. Es para darle un aire “des-trastornado”.
Claro, a partir de
ahí, “las tribus de Israel”, pues bueno… fue una debacle: “Y éste engendró a éste, y éste engendró al otro, y se peleó éste con
el otro…”. ¡Bueno, bueno! Hasta nuestros días, pasando por Babilonia, por
Egipto… y por el Tercer Reich.
Como ven, sintetizar
es cuestión de segundos, minutos… ¡breves! Entonces, lo que vemos en común en
todo ese trayecto es un trastorno. Por no llamarlo de otra forma. Porque cuando
hay trastorno hay posibilidad de corregir, de arreglar, de mejorar…
Dicen ahora, los
evolucionistas, que la evolución del ser humano está ya completada, que no
vamos a estropearlo más; o sea, que nos vamos a quedar como estamos. Eso lo
dicen en base a… a nada. Quiero decir que no hay sustento. Es como si eso se
dijera en tiempos de Neandertal: “Somos
Neandertales, y no hay más que hablar”. Pues no, pues había otros que
hablaban más. Y entre unos y otros se trastornaron.
Así visto, resulta un
poco… –¿cómo diríamos?- “desmotivador”; un poco decadente; un poco –o un mucho-
desarreglado.
La Llamada Orante nos
hace esta introducción, para que entremos, con ese preámbulo de trastorno…
También hay que tener
cuidado con esto, porque no puede ahora decir cada uno: “¡Estoy trastornao!”;
y el otro: “¡Estoy trastornao, estoy trastornao!”… Sí, ya, si
todos estamos trastornados, pero tampoco puedes ir por la calle, con la flor en
la boca, gritando: “¡Estoy trastornao!”.
Porque el trastorno
se identifica –y esto es importante- con algo… algo de la mente. La mente es un
lamento. Sí, ¿verdad? Bajo el trastorno, la mente es un lamento. Y el lamento
de la mente… ¡ufff!, hace un sentir ¡tan!, ¡tan!, ¡tan tan tan frágil!, que
entre el lamento de la mente y la fragilidad del sentir… más que un trastorno,
lo que hay es un drama, una tragedia, que puede empezar mañana, pasado, al otro…
Si nos remitimos –como
dicen los evolucionistas: que ya estamos totalmente evolucionados- a las
estadísticas, cuando nosotros estudiábamos estadística –en el siglo pasado, muy
atrás del siglo pasado-, que empezaba la estadística, era la gran arma –todo
son armas- la gran arma a favor de la medicina, de la tecnología. Por
estadísticas se sabía: “De cada cien, noventa
están trastornados, luego diez están bien”. Pero se lo comen los noventa
trastornados. O… bueno, cualquier proporción.
La estadística, como
decía el señor Winston Churchill: “La
buena estadística es aquella que yo manipulo; la que no puedo manipular… no. Eso
es… eso es ‘tolta’”. “Tolta” es una torta mal hecha.
Así que “trastorno”, “mente”,
“la mente”, “lamento” y “fragilidad emocional".
Esto es lo que
podríamos decirle a un extraterrestre –como se suele contar, aunque ya se
cuenta menos- si viniera a visitarnos.
¿O qué le íbamos a
decir? ¿Que hemos llegado a la luna, que hemos hecho bombas atómicas, que
tenemos un robot que opera, que corremos en las olimpiadas más que antes, que
ha ganado el Real Madrid la Liga…? No sé qué… qué otras cosas así, dignas de
decir: “¡Ole, ole, ole! Para una faena que sale alguna vez… ¡ole, ole, ole!”. A lo mejor los extraterrestres son
anti taurinos, encima, y entonces estás perdido.
Así que, en base a
toda esta “plantilla”, la organización humana se establece ‘la-mentablemente’ y
‘sentí-mentalmente’, emocionalmente, frágil; y para ello recurre –como remedio
para el ‘tras-torno’- a las reglas, a las normas, a las obligaciones, al
control, a la ley, al ¡orden!
No sabemos si eso fue
producto de una catarsis general humana, o… o la aparición del Poder como el
estigma que venía a arreglar todo el trastorno.
Y si se fijan, no
vamos muy desencaminados. Porque a lo largo también de las historias que
podemos contar y que nos cuentan… todo se ha ido “arreglando” (sic) con
revoluciones, guerras, tratados, pactos, ejércitos, políticos, dinero… Todo
buscando un control. Pero no… no incidiendo sobre el ‘tras-torno’ que hay
detrás del “torno”. Y por eso, a lo largo también de “el historial”, pues tal
país era así pero luego era asao…; tal norma era ésta, pero ahora ha cambiado y
ya no es ésa, es la otra…; antes había que lavarse los pies, ahora no, hay que
lavarse la nariz… No se sabe exactamente por qué, pero son “formas” –hasta
ahora ineficaces- para los trastornos como especie, como humanidad: en lamentos
de la mente y en fragilidad del sentir.
Se puede optar por un
sentido dual, nos dice la Llamada Orante: o no se hace nada –“hacer nada”-, o “queda
todo por hacer”.
Lo que se ha hecho
para mejorar el trastorno ha generado más y nuevos trastornos.
Fíjese en algo muy
curioso que ha trascurrido en breve tiempo, en brevísimo tiempo; que
normalmente tardaría más: se ha hecho un esfuerzo para mitigar una serie de
enfermedades infecto-contagiosas, y para mejorar y comer un poco más, abrigarse
un poco más, limpiar un poco más… y, gracias a eso –entre otras cosas-, la
humanidad vive más tiempo.
Y la tentación es
aplaudir: “¡Oh!, ¡qué bien!, lo que hemos
conseguido”. Pero ahora viene lo que les decía: que, en tan corto tiempo,
después de haber conseguido purificar las aguas, hacerlas potables, comer más
proteínas con sus correspondientes hidratos de carbono y grasas, y abrigarnos
un poco más, y un poquito de limpieza –¡un poquito, un poquito!-, canalizar las
aguas negras… con cuatro cositas, el trastornao
mejora en cuanto a tiempo de permanencia. Y en ese corto periodo de tiempo en
el que vamos a acotarlo, ahora lo que quiere la especie es acabar con ellos. ¡Je!
Tiene gracia, ¿no?
O sea, hacemos un
esfuerzo para que vivan los seres humanos, más, y cuando empiezan a vivir más… ¡claro!,
hay que mantenerlos porque ya no producen tanto, y entonces son un estorbo. Y
como decía el ministro japonés: “Muéranse,
por favor, que es una tara para el Estado”. Lo hemos visto recientemente en
las residencias, ¿no? Poner ejemplos más dramáticos que ésos… En este país. En
los demás, pues parecido.
Es decir que, ahora,
después de conseguir la longevidad, hay que acabar con ella, porque es un
trastoque, un trastorno, un nuevo trastorno. Porque, claro, hay que cuidarlos,
hay que atenderlos, porque determinadas funciones no pueden hacerlas…
¡Vaya, vaya, vaya,
vaya!…
¿Está la especie
trastornada, o no?
Es un ejemplo, es un
ejemplo, es un ejemplo. Pero ya de entrada, de entrada, a partir de cierta
fisionomía que puedas tener, cierto aspecto, ya te miran con cara de… trastornao completo. Sí. Y vas al
oftalmólogo u oftalmóloga y te pregunta:
.- ¡Ah!, ¿pero usted todavía conduce?
.- Pues, sí: se mete el embrague, luego se mueve la
palanca, entras en primera…; cuando ves que el coche se va a explotar, metes
otra vez el embrague, metes la segunda…
No dio tiempo a
explicarle todo eso, pero…
Antes se decía –en
otro tiempo, claro, como todo va cambiando-: “Por sus actos, por sus obras los conoceréis”. Ahora no, ahora no. Las
obras son… “sobras”. Las obras se convierten en “sobras”.
¡Ah!... O sea que
sobra el obrar de tal o cual forma, para mejorar tal y cual situación.
¿Que hay varios
millones que, entre este mes de Mayo –el mes de María- y el que viene, morirán
de hambre y sed…? –por ejemplo; qué cosa, ¿no?-.
Dicen que es por el
cambio climático. Fíjense el trastorno mental que hay –el lamento, ¿no?-. Y
dicen que, claro, por el cambio climático no ha llovido; y como no ha llovido,
pues no ha habido suficiente cosecha.
Pero además la culpa
la tiene Putin porque, como ha habido la guerra, todo ha subido mucho. Entonces,
esos pobres africanos no tienen dinero para pagar las semillas, para pagar los
cereales, para comprar el agua… No. ¡Pues tendrán que morirse! Pero la culpa la
tiene el cambio climático.
¡Ah!...
Resulta desolador.
Sí, el trastorno se hace desolador.
“Hacer Nada”, o “empezar
a hacer… de Nuevo”. Es dual.
No es novedad: la
dualidad nos ha enfrentado.
Pero… –un “pero”
favorable- pero el Sentido Orante nos reclama la fusión entre “todo está por
hacer” –y plantearlo en nuestro hacer cotidiano- y “contar con la Nada”.
.- ¡Ah! ¡Qué bien! Pero ¿cómo cuentas con la Nada?
.- ¡Hombre!, pero si ya se dice que “Todo está por
hacer”, es que “Nada está hecho”.
Buen juego de
palabras, ¿eh?
“Hacer nada” implica…
–y ya es conocido por el “instinto” (vamos a llamarlo así) taoísta- contemplar
cómo son los aconteceres. No intervenir en lo que es propio de un proceso; o –podríamos
decir- intervenir lo menos posible en la vida de los otros, por ejemplo.
Esa es una práctica
de la Nada: intervengo lo menos posible en tu
caminar. Puedo ir contigo, puedo acompañarte, podemos acompañarnos… Pero
¿intervenir? Ya significa modificar tu posición, tu actitud, tu desarrollo… ¡Ah!
No. Eso queda para “el hacerlo todo nuevo, porque no hay nada hecho”.
Entonces, si
empezamos a ir… –fíjense bien- si empezamos a ir sin intervenir en el otro, si empezamos a juntarnos, a transitar en
comunión, en comunidad, sin
herirnos, sin prejuiciarnos, sin prioridades de unos sobre otros, estaremos
en condiciones… –fíjense cómo se juntan las dos cosas- estaremos en condiciones
de hacer algo… nuevo. De lo que está
todo por hacer.
¿Por qué? Muy fácil:
porque, hasta ahora, todos se han metido en la vida de todos. Hasta ahora, el
gobierno se ha metido en nuestra vida, la ley se ha metido en nuestra vida, mi
padre se ha metido en mi vida, mi hermano se ha metido en mi vida, mi hermana,
mi vecino… ¡todos! ¡Y nosotros –todos también, por supuesto- nos hemos metido
en la vida del otro, del otro, del otro y del otro! Y merced a todo eso, somos
un trastorno permanente.
Así que, si nos
posicionamos en la no intervención,
y bajo esa premisa planteamos el hacer…
y simultáneamente no intervenimos y hacemos –“simultáneamente”-, se darán las posibilidades
de ir desgastando el trastorno, y hacernos en verdad un “torno de referencia”, un
algo que gira –como el derviche en trance-; un algo que está como el torno del
alfarero, y que permite incrustar los dedos y modular un barro, hacerlo vasija,
hacerlo estandarte, hacerlo un adorno.
En ese estar de la
mente como lamento, y de emociones frágiles que se hacen tormento, el “no
intervenir” y el “proponer innovaciones”, nos lleva a entrar en un equilibrio –por
esa simultaneidad de actitudes- entre “Nada” y “Todo por hacer”.
Sería –por así
decirlo- una propuesta cuántica: no, “esto o esto”, sino las dos cosas a la
vez. Buscar la unicidad de ese “torno”.
Y en la Nada, y de
Ella, el Misterio Creador se inspira para… crear.
Simultáneamente es Nada y es Creación. ¿Ven? El modelo que ha sugerido la Oración
es el “comportamiento” –entre comillas- que intuimos y nos revela el Sentido Orante.
De La Nada, el
Misterio Creador crea. Pero es continuo. Igual que el Universo se expande y va
creando nuevos espacios que antes no estaban.
Sí. El Sentido Orante
nos llama a replicar en la onda de lo Divino. Nos llama a actuar como lo que
intuimos reveladoramente que es, en
nuestra minúscula capacidad de entender, de saber. Es una inspiración para que
el trastorno no nos lleve a la destrucción; y, en menor medida, al desánimo, al
descrédito, a la tristeza, a la apatía, a la abulia, al desespero, a…
“Un plan sin plan”,
si se fijan. Porque hemos dicho que, hasta ahora, ese trastorno se había
mantenido y se había gestado en base a imposiciones, a poderes. Pero la Llamada
Orante nos sugiere un plan sin plan. ¡No hay ningún poder!, porque estamos en la Nada. ¡Y no hay nada previamente
hecho, porque está Todo por Hacer!
Y se puede decir,
claro: “¿Y qué hacemos con lo hecho?”.
Ver –en lo hecho-,
contemplar –en lo hecho-, cómo está diseñado para un “desecho”.
Esta diseñado para un
“usar y tirar”, para seguir con la producción, para seguir con la ganancia y
con el irrespeto.
Y en la medida en que
contemplamos desde la Nada, sin intervenir, proponemos, porque sabemos dónde
está el trastorno… de esta pequeña cosa, de aquélla, de la otra…
Y al contemplar el
gasto y el estipendio –¡en general!- podemos plantearnos… “Nada”.
Y bajo ese epígrafe,
añadir: “¿Y qué hacer?”. Y surgirá la
propuesta nueva.
Y esto es aplicable a
cualquier situación.
Es, en consecuencia,
una Nada procreativa desde donde se
obtiene algo: ese algo que es intangible, que es vehiculizable… No como si
fuera otra entidad, es la misma, pero diversificada para entenderlo: el
Misterio Creador.
¿Acaso no nos respeta,
ese Misterio Creador, en nuestras acciones, en nuestros trastornos? Eso es “Nada”;
“la Nada”.
Pero ¿acaso no es
cierto, también, que aparece… milagrosamente, casualmente, circunstancialmente,
y nos subyuga, nos alienta...?
Nos recrea
diariamente. Nos hace nacer amorosamente. Nos renace.
“Todo por Hacer”
desde “la Nada”, simultáneamente:
El modelo de Lo
Eterno.
***