LA LLAMADA ORANTE NOS IMPLICA EN UN CREER LIBERADOR
4
de abril de 2022
Y ahora vuelven los… ¿antiguos?...
–sería incorrecto tratar tan mal al tiempo, aunque no existe-, vuelven los
aires del “arte de la guerra”. ¡Que no se habían ido! Se habían alejado de una
fracción de confort y bienestar, que se había gestado en base a colonizar,
neocolonizar y abusar del resto.
En Historia, se
recuerda la guerra como, además de un arte, como… un sentido natural de una
manera de estar.
¡Que no es solamente
de los hombres! Ya los dioses… –recordamos- los dioses del Olimpo se encargaban
de batallas increíbles: Odiseas…
Cierto es que, poco a
poco, se fue –“aparentemente”- suavizando. Sí, “aparentemente”, porque cambió
el estilo de guerra.
Y ya se instauró la
competencia, la propaganda, la… –en definitiva- pelea por poseer… por asegurar… por controlar…
Mientras en otras
partes, “nunca” –entre comillas- se acabó la guerra, en la zona de confort
creada por los que crearon esas guerras, se vivía… por así decirlo… “al gusto”,
“al dente” –como la pasta-. Y ahora la pasta se ha vuelto dura, porque hay que
hacer un nuevo reparto. Y ahora la pasta rompe el dente. Desdentados nos vamos a quedar, como nos descuidemos un poco
más.
Y la querida
propaganda, que nos acompaña como el fantasma de la ópera, para hablar de
nuestras virtudes, de nuestros derechos, leyes y… ¡y eso!, está como intentando
demostrar que es algo inaudito que ocurra algo así…
El siglo pasado no
está tan lejos.
La Llamada Orante nos
recala en esta puntual situación, para advertirnos –por una parte- de que es LA
NORMAL consecuencia de un estilo de estar, que crea, obviamente, el competir, el
triunfar o perder…
Y si ya estaba
instaurada una guerra sutil por el sobrevivir, por el emigrar, por el
permanente competir… ahora se corre el riesgo de caer en la mentalidad… no ya
del miedo –quizás el miedo, ya, se hace monótono-, sino el estilo de… de
sentirse atacado, de sentirse sin recursos, de sentirse desamparado, de
sentirse sin medios, de sentirse desposeído.
¡No! ¡Todo eso
también estaba antes!, muy-muy-muy… soterrado.
Es una oportunidad el
estar en el tiempo presente, porque nos puede hacer ver todos estos vericuetos
que nos cuenta ahora la oración. Y podemos tener “la tentación de cambiar”.
.- ¿Cambiar?
.- Sí… No volver a almacenar, a parapetarse, a las
barricadas, a… ¡No!
Decididamente decir “¡basta!”… a la forma, manera y desarrollo
de vivir, como especie, en este planeta.
Y ese “¡basta!” debe partir de cada ser, que ha
de corregir, rectificar, replantear, rehabilitar, recomponerse… hacia la
creencia de que nuestro estar no es un diseño de guerra; de que nuestro estar
no es un diseño de angustia, de miedo, de acopio, de huida… De que nuestro
estar es la permanencia, conviviendo, compartiendo…; haciéndonos cómplices de
virtudes, de servirnos unos a otros, de alegrarnos en nuestras celebraciones,
de ahuyentar la envidia y la posesión.
Parece fácil decirlo…
pero ciertamente cuesta…
Y, ciertamente, es
difícil transfigurarse en otra perspectiva.
Y es difícil, porque…
el hombre se inculcó, se fue desarrollando, en consciencia, haciendo competencia a la Creación. Ahí está:
competir con la primavera, con el otoño, con el invierno…; con el águila, con
la orquídea… ¡Competir!, para dominarla, para controlarla, para manejarla, para
manipularla…
Para ser como la idea
que se gestó de Dios: ésa es la guerra.
Esa es, y ése es el
origen de todas ellas.
Guerra contra la
lluvia cuando hay inundaciones; guerra contra la lluvia porque hay sequía;
guerra…
Nunca estuvo a gusto,
la humanidad, en este lugar, con estos recursos, con estas características de
vida.
Siempre adoleciendo
de un poco más de fe, ¡de esperanza! –por supuesto-… y una exagerada creencia
en su poder. En el poder que se muestra destruyendo. Porque podría mostrarse “construyendo”,
pero no.
El que llega destruye,
construyendo algo encima de lo que ya había, y así sucesivamente, en términos
genéricos.
Y fue sin duda el
masculino, endiosado por sus capacidades, sus habilidades, sus trampas, sus mentiras,
el que fue engañando, colonizando, produciendo, almacenando, domesticando…
Insaciable. Y aún… –es
evidente- y aún queda por sacar beneficios, de esa envidia sin cuartel hacia el
Misterio Creador.
Aún queda mucha
crueldad por satisfacer.
Y muchísima
ignorancia por reconocer.
La Llamada Orante nos
implica en un creer… LIBE-RADOR.
En un creer de
creencias compartidas, conjugadas, conjuntadas, convivientes.
CON-Sagradas.
Sí. Darle, al estar y
al vivir, el tinte sagrado que implica el desprenderse del sentido del poder,
de su ejecutor brazo de la violencia… y de la urgente necesidad de la humilde
sumisión: esa que nos hace ser inocentes… expresivos… flexibles… y con una
actitud creativa permanente.
Bien podría ser, en la sugerencia orante, que su equiparación fuera con la primavera: con ese tiempo en el que la novedad del brote, de la manifestación, con sus matices distintos, con sus variables infinitas… nos diera ¡el tono! Sí. El tono de vibrar bajo otra consigna. Que ya la conocíamos de oídas, que ya la habíamos vivido de refilón, pero que cada vez que se tiene la oportunidad –como ahora- de volver a encontrarnos con ello, asumimos… –sí- asumimos como referencia ese tiempo estacional, que, sea cual sea nuestra función, nuestra responsabilidad, nuestro estar, implique... implique un sutil cambio. Un sutil cambio perceptible.
Sí; podemos recordar
las promesas que tantas veces se hacen en fines de año, en cumpleaños, en… Sí. Está
bien. Pero hoy no es suficiente.
Hoy, la Llamada Orante
¡nos impele!... a que implementemos nuestra disposición hacia una actitud de
brote, de crecimiento, de esplendor… con ese aroma de lo Sagrado que implica darle trascendencia a lo realizado,
sea lo que fuere.
Hacer sagrada cada
posición, disposición o actitud, no implica ninguna… especial solvencia.
Implica una rigurosa sinceridad. Supone un asumir… y trascender a los
imposibles. Supone el sentirse “milagro”.
Implica ese respeto
de escuchar… lo grande y lo pequeño.
Sentirnos en esa
transcendencia y en ese estar sagrado ante los imposibles y los milagros, como
nuevas herramientas que posibilitan el vivir excepcional diario.
En la vibración de
estar “en”:
(eEEEEEEEEENnnnnn)
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