miércoles

Lema Orante Semanal

 

SABERSE INMERSO EN UNA CREACIÓN INFINITA ES LA MEJOR GARANTÍA LIBERADORA

8 de noviembre de 2021

 

Y en el vivir… y en el vivir de forma triunfadora, la falta de poder es un pesado fardo; una pesada carga.

El movimiento de humanidad… se serpentea por las ganancias. Ganar en saber, en tener, en alcanzar, en poseer…

Cuando esto no sucede a la manera del gusto del ser, acontece la consciencia de fracaso, de pérdida, de merma, de falta de poder. De no poder, en dos sentidos: de “no poder”, por no tener el poder para conseguir o para lograr, y de “no poder”, en el sentido de no sentirse capacitado para alcanzar esas cotas ganadoras, triunfadoras.

Es un modelo impuesto por el hombre cazador, el hombre conquistador, el hombre colonial… bajo el signo de “especie triunfadora”; que, luego, cuando su entorno decide actuar de otra forma, se la nota como una especie muy… muy… discapacitada.

La cuestión es que bajo ese triunfalismo está la guía de que la especie tiene su referencia en ella misma. Y al ser “la vara de medir”, cada uno con la suya, los triunfalismos –que luego se comparan- resultan fallidos. Y de ahí viene la tristeza, la angustia, la ansiedad, el desconsuelo…

“Esa no es la actitud”.

Porque es una actitud que conduce a… lo poderoso y lo perdedor; lo ganador y lo incapacitado: el dualismo de “lo bueno” y de “lo malo”, que conlleva una herrumbre de fracasados, y unos pocos –alternándose- de “alcanzados”; “logrados”.

Aparecen dependencias, domesticaciones, miedos…

 

El sistema está muy, muy instalado. Y como además tiene graduaciones de muy diversos niveles, cada cual puede encontrar su triunfo, su ganancia, desde una ventanilla, desde un despacho, desde una siembra, pasando por una barra de bar o… o un maltrato a alguien.

Todos parecen tener su “cuota de triunfo”. Y así, la rebelión se hace imposible. La envidia, sí, se instala como un referencial, ciertamente; un modelo a seguir: éste, aquél, el otro… Y luego, el modelo se recorta… y se ajusta al potencial de cada uno. Pero es el mismo.

La actitud de arrogancia del que sabe picar mejor que otro, es la misma del arrogante que aspira a un yate nuevo, a una casa nueva, y que trabajará y laborará hasta conseguir el contrato que…

 

Toda esta configuración, que parte del modelo de la referencia de “la vara” –la vara, el palo, el tronco- de uno mismo, se constituye y genera fracasos que se acumulan, se guardan, se esconden, se callan…

Los síntomas de desespero y de callejón sin salida… aparecen en base a que la auto referencia no se cumple; el auto modelo no funciona. En un primer momento era un caballo brioso y soberbio. Pronto descubre que no puede saltar lo que quiere.

 

¡Por cierto! Nos despertamos al amanecer; nos dormimos al anochecer; comemos, por el hambre; descansamos, por el cansancio; corremos, por la premura… Y así, un largo referencial en el que nosotros no somos la medida.

 

La referencia del ser no está en sí mismo.

El ser es una entidad insólita, extraordinaria, “singular”… que se referencia por la Creación…, por el Universo en el que se encuentra…, por la belleza que le rodea…, por el Misterio que le acoge…, por la Providencia que le suministra…, por el ánimo que le llega…, por la Misericordia que le envuelve…

Si en actitud referencial se está en esa dimensión, no hay triunfo, no hay ganancia; no hay ganador, no hay perdedor. Eso es una trampa. Una trampa de soberbias acumuladas…; de capacidades sobrevaloradas.

La autodefinición de “sapiens sapiens” es como un signo… aparentemente curioso, pero que envuelve una preponderancia de sabiduría, inexistente. Pero, como dice el refrán: En el país de los ciegos, el tuerto es el rey”.

Y así, se desenvuelve con supremacía, que le hace ir acabando con todo lo que precisa.

 

¡Claro! Ese estilo de posicionarse en el propio barómetro… termina mustio y sin medida, porque se ampara en el logro, en la adquisición.

No le da ni una oportunidad a los imprevistos, a los inesperados, a los descubrimientos, a las casualidades, a las suertes… ¡No! Lo quiere tener todo controlado.

Se hace ruina. Se hace desasosiego. Pero no es ni ruina ni desasosiego. Es la actitud con la que ha abordado su estar y es la actitud que ha aprendido. No ha tenido tampoco la oportunidad de vislumbrar otros aprendizajes… o los que, en otra dimensión, las religiones han intentado. Han sido tan fraudulentas, que hasta el espíritu mismo lo han hecho fracasado.

Y han gestado dioses violentos, castigadores, premiadores, ‘logradores’, adquisidores…

Otra vez, una deidad al gusto, a imagen y semejanza del hombre.

Se dijo todo lo contrario: “Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”. Pero… el hombre, en la medida en que descubría y aprendía, descubrió que la cosa era al revés: que él creaba sus tótems, sus dólmenes, sus imágenes, “a su imagen y semejanza”.

Se alejó ¡tanto!... de la imagen –¡cuál sería!- y la semejanza –¡cuál sería!- de su referencia Creadora, que ahora deambula, y ante cualquier inquietud del entorno se descompone, se desasosiega, se… se derrite.

¡Se dijo –¡y bien!- “Nuestro Auxilio es el Nombre de”! Se dijo, y bien. Pero se escuchó poco, muy poco. Porque la práctica es: nuestro auxilio es… nuestra capacidad, nuestros recursos, nuestra voluntad, nuestro esfuerzo, nuestra dedicación, nuestra…

¡Ehhhh!, ¡ehhhhh!… ¡Tanta posesión!...  

 

“Hare, estaré y ejercitaré según lo que la Inspiración Creadora me sugiera”.

Es otra actitud.

“Alertaré y atenderé a no caer, ni en la tentación de esperar la Divina inspiración permanente –porque ¡me la merezco!-, ni en la referencia de “mi mismidad” como poder soberano.

Sabré de mis capacidades, de mis recursos; descubriré mis dotaciones y buscaré mis lugares. Pero orientados y referenciados por una Creación. Orientados y referenciados según ¡el vivir!, sin la pesada e insoportable carga de ser el rey de mi reino.

¡Soy el servidor de lo Eterno!..., y con ello me congratulo.

Soy el servidor que busca servir, porque a eso ha llegado, para eso ha venido: para cumplir misiones, para descubrir objetivos; los que estén previstos por la Creación, no los que se consigan por mi ambición. Esos tendrán caducidad”.

 

Pero… –¡ay, el “pero”!- pero, claro, “el pan nuestro de cada día”, de diferentes formas, el ser se lo plantea como “algo a conquistarse”. Y sí, él es el protagonista –¡sí!, sí-, pero no es el director, no es el que escribió el libreto.

Y eso se olvida.

 

Y en vez de encontrarse con la fe y la esperanza de que en el hacer de lo que se sabe, de lo que se entiende, de lo que se conoce, se gestará ese “pan nuestro de cada día”… mágicamente, casualmente…

Que es, ¡sin duda!, la actitud más aventurera que pueda haber, puesto que desconozco los planes de lo Eterno, del Misterio Creador.

¡Es la mejor posición para sentirse liberado!

¡La carga del poder no libera; esclaviza! La carga del “querer es poder” no libera; ¡ahoga!

 

 

El saberse inmerso en una Creación infinita, en una Eternidad permanente, es la mejor garantía libertaria y liberadora que podamos encontrar.

Y hemos dicho “que podamos encontrar”, como si fuera algo que podemos –como “poder”- lograr.

No. No es algo que emane de nuestro voluntarioso poder… Es algo que se descubre, que nos permiten descubrir, en el orar, en el meditar, en el contemplar.

Y se nos permite, en la medida en que nos ejercitamos con la creencia, con el “yo creo”. Pero no con el “yo creo que…“. ¡No! ¡Con el creer!… Que no es el querer; que es el creer, que nos creativiza, que nos da la pauta de la improvisación, de la espontaneidad amorosa que recibimos, gracias a la cual ¡vivimos!

 

La vida no se dio por nuestras voluntades y capacidades. La vida no está… y no se mantiene en el ser, por sus logros.

No es difícil darse cuenta de eso.

 

Nos gestaron… desde Los Infinitos. No sabíamos que estábamos. “No sabíamos que estábamos”.

Permanecíamos en la Creación inaudita. No sabíamos que estábamos.

Y ésta se fue haciendo… en infinitos espacios. Y no sabíamos que estábamos, pero estábamos.

Y cuando –poco a poco, y de repente a la vez- llegábamos, lo hacíamos sin recordar… que desde siempre estábamos. ¡Sin saber qué era “siempre”!

Y al deambular con los saberes y poderes, no era difícil descubrir que el Universo no era nuestro. No era difícil darse cuenta de que no es mi voluntad la que logra y consigue, sino lo que me deja lograr y conseguir esa Creación Misteriosa en la que estaba, y no lo sabía; en la que estuve y estoy, y no lo sé.

Pero ahora puedo cimbrearme en el Misterio, sin la angustia de querer desvelarlo, de querer manejarlo o manipularlo. Descubrirme como expresión… de esa mágica y misteriosa Creación.

 

Más que peticionarios, exclamadores de… ser servidores.

Esa sería la posición para el verdadero crecimiento. Ese sería el verdadero bagaje para el viaje.

 

Podríamos exclamar:

¡Ayyyy… Piedad!…

 

¡Ay!, de suspiro.

¡Ay!, de alegría.

¡Ay!, de pena.

“¡Hay!”, de “haber”… Piedad: ese paso, ese pie que se da, para darse. Esa posición que no pide, que se ofrece.

Esa “Edad” de la Pi-Edad, que no se agota…; que se percibe… en cada momento de nuestras vanidades.

¡Ay, Piedad!...

 

¡TEN, ten, ten… Piedad!


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