APOSTAR POR EL JUEGO ENAMORADO DE LA CREACIÓN, ES PRIORIDAD
1º de noviembre de 2021
Precipitadamente, con
prisas, se hacen juicios, condenas… y se establecen castigos. “Precipitadamente”.
Como un desbocado
desespero, el ansia de lograr, alcanzar, tener, poseer, culminar… se hace
personalismo integrista que se devora a sí mismo si no logra sus fines.
La especie vive en un
torbellino de apresuramientos… Y, como dice la palabra –“apres-uramientos”-,
apresados se quedan, y los proyectos, ideas, propuestas… fácilmente quedan
arrasados por… ¡por otros que vienen!, como si el tiempo fuera el devorador de
recursos.
La mínima calma no se
encuentra… Se pierde entre las rendijas de las prisas… Se escurre entre las
obsesiones de las demandas…
Se duerme en
cualquier esquina…
Y así, el ser se
consume como brasa… ¡ansiosa!, deseosa de terminar, de hacerse ceniza, y no ser
tronco ardiente latente, permanente, consecuente, ¡cálido!… y constantemente… ¡ardiente,
pasional y entregado!
En ese torbellino de
volcanes aireados, de huracanes furiosos que noticia tras noticia, propaganda
tras propaganda nos acosa, ¡nos acosamos nosotros mismos! Porque es la moneda
de valía, el conseguir en el menor tiempo la mayor rentabilidad y los mejores
recursos.
¿Hay lugar –en ese
torbellino de vientos, de huracanes-, hay lugar para… sentirse perdido,
perdidamente complacido en el Universo, en la Creación, en la contemplación del
pétalo inquieto de color evanescente, pero imposible de pintar…?
¿Hay lugar para la
caricia sosegada?, ¿para perderse en el tiempo…? Y así, descubrirse en un
entorno acogedor, de remanso, de ¡excepcionalidad!
Nos cuentan, los
entendidos –¡que tantos hay, de cualquier disciplina!-… nos cuentan que fuera
de aquí, de este lugar de Universo, el caos, las colisiones, los estallidos,
los vacíos, las extracciones, el... ¡el desespero cunde fuera de nuestros
límites!
Nos cuentan que somos
un privilegio, dentro de ese marasmo de fuerzas y combates entre estrellas,
galaxias y cometas.
Si en realidad es así…
el remanso de este lugar de Universo es el cálido refugio de la vida.
¿Estamos en el cálido
refugio de la vida, dentro del Universo… más o menos desconocido…? ¿O bien, la
especie humanidad ha gestado ese modelo de “sabios” que afirman que fuera está
el caos, el desorden, el drama… y, en consecuencia, la especie se comporta de
esa manera? En cuyo caso, no es el remanso de la complacencia de la Vida.
¿Será entonces que
estamos reproduciendo ese caos precipitado? ¿Y será que la Creación… se ha
equivocado con nosotros? O no: ha acertado, pero… ha gestado un acontecimiento
original llamado “vida”, pero con las mismas características de destrucción, de
guerrero, de enfrentarse, de precipitarse…
El Misterio Creador,
que se ciñe sobre cualquier teoría, sobre cualquier sabiduría y comportamiento
humano, nos llama a hacer, del vivir, una complaciente tarea. Pero no una tarea
de “tara”, de carga, de abuso… sino una tarea de uso, de complacida entrega, ¡tomando
consciencia y haciendo memoria activa!... de aquellos instantes, momentos,
tiempos… en los que el ser es regazo, caricia, alma almada y amada.
La queja, la queja
latente del sin-tiempo… es como un
torbellino que conduce a un desagüe.
Es la esclavitud del
productivismo, de la renta personal, del objetivo cumplido.
¿Será, será preciso
el creativizar un diseño de Misterio Creador que nos libere de la esclavitud
del rendimiento del tiempo…?
Y bien cierto es que,
cuando el ser atiende a orar, hay algo más que tiempo. ¡Hay la conjunción de
alientos!: el micro aliento personal de la necesidad de experienciar la
aventura de vivir, y el Gran Aliento… que nos empuja, nos levanta, nos inspira,
nos creativiza, ¡nos ilumina!
No hay razones que
explican el acudir a orar, el escuchar… el escuchar consentido; “escuchar consentido”, que es
aceptar la palabra, asumir su significado y sentirla como ¡propia! Porque la
palabra es de cada ser y de todos a la vez.
El intenso combate
por llegar a ¡todo!, por tenerlo todo, por ser omnipresente y omnipotente, no
solamente es agotador y termina siendo desmotivante, sino que ahuyenta la
esperanza de una pautada creatividad, sin logros ni objetivos ni alcances… Sino
de un estar compartido, entregado… y recursivo, que sabe priorizar las
responsabilidades. Y en consecuencia, si sabe priorizar las responsabilidades,
no hay pérdida por algo que no se ha hecho o por algo que no se ha conseguido…
Porque, en esa prioridad, el ser se entrega, se da, se compromete con su
entorno, con su ideal, con su oferta y demanda… que en consciencia vive
cotidianamente.
Quizás es por ello
que… sea cual sea la religiosidad, la espiritualidad, la filosofía, la
capacitación mental, animista, ¡sentida!, que genere el hombre como especie,
prioriza, prioriza, prioriza: “Y amarás a
lo Eterno con toda tu intención… pasión… y disposición”.
Después de esa
prioridad, vienen las coordenadas sociales, culturales, cotidianas, que… –fijarse
bien- ¡que no es que sean de menor grado!, no es que sean “des-priorizadas”, no;
son pequeñas prioridades que están, deben estar bajo el manto de la
prioridad de las prioridades.
Si la prioridad es
amar, y en ella me cultivo… no preciso preguntarme si puedo robar o no, si
puedo matar o no.
La prioridad es el
destilado del ser, de ser amante de la Creación vivida, ¡de la vida almada! que
se derrama sobre todas las demás actividades, sobre todas las demás posiciones.
Cuando en ello,
cuando en ello, cuando en ello estamos, las inconveniencias, divergencias,
disputas, prejuicios y precipitados desenlaces… dejan de ocurrir. Se modifica
la posición. Porque, en la prioridad… se prioriza la conjunción, la sintonía,
la colaboración, las empatías.
Pero ocurre –cierto
es-… que esta prioridad de primicia suele quedar en la teoría, y enseguida la
razón incisiva de serrucho entra –“la razón incisiva de serrucho entra”- y
dice: “Pero en la práctica… pero en la
práctica…”.
¿Qué somos en el vivir:
una práctica...? ¿Somos prácticos o poetas?
Si somos poetas, le
damos a la práctica una sintonía ligera, gozosa… ¡sin que ocupe preocupadamente
toda nuestra atención!, puesto que la prioridad está en ese Misterio Creador.
Se plantean los
haceres sin el halo del verso que se ve, que se contempla, que se inspira
inesperadamente. Y bajo esa situación, sólo la razón nos convence. Nos aleja
del verso, de la imaginación, de la fantasía… Nos impide el canto latente que
da gracias permanentes.
¿No se muestra acaso,
la semilla, de manera... inexistente? Como si fuera inerte. ¿Y no es certero,
que un tallo surge de repente? ¿No es evidente que la hoja se abre en señal de
gracias… y que la flor se hace una eterna juventud que augura frutos
permanentes? Y no tenemos tiempo para verlo: nos sorprende. Sin prisa…
Y se hace tallo y se
hace tronco… y se hace árbol y se hace sombra… y se hace “permanente”.
¿No es acaso cierto
que el vaivén de las olas es siempre diferente? ¿Que la llegada a la orilla es
siempre de espuma diversa, que recuerda a rizos de cabellos… celestes?
¿No es cierto que el
vaivén del oleaje se mantiene en su cuenca, y conserva –sin verse,
misteriosamente- en su interior una vida de increíbles, de insondables
variables, como si las estrellas se hubieran caído y se hubieran convertido en
calamares, en peces de colores, en algas…?
Y el vaivén del AMAR
se hace permanente. Y las tres cuartas partes de nuestro lugar de residencia
están permanentemente… –“permanentemente”- mecidas por el Amar del Amor
Creador. Y desde esa cuenca de mecer, el árbol también se mece por el viento
sutil o... vertiginoso.
¡Nos mecen sin darnos
cuenta, y es momento de advertirlo! “Nos mecen sin darnos cuenta y es momento
de advertirlo”, para sentirnos en el Regazo Creador, para sentirnos en un
permanente AMA-NECER, y así priorizar el Ser y el Estar… con la sonrisa del
recién nacido permanente. “Con la sonrisa del recién nacido permanente”.
No precisa del
tiempo, la marea, para subir y bajar. No cuenta con el tiempo, la semilla, para
brotar. No se hace el aire temporal, sino permanente… que nos despierta a
respirar.
¡No precisa de tiempo
precipitado!..., sino el ritmo adecuado. ¿¡Por qué jadear!, cuando se está en reposo? ¿Por qué acelerarse,
cuando aún se está sentado? ¿Por qué no aposentarse en el momento prioritario
dado, y hacer de él un Universo?… Un universo insólito que no tiene ni “antes”
ni “después”, que no piensa en lo poco que durará o lo mucho que será… sino que
saber estar, sabe culminar.
Pero, claro, cuando
la propuesta es voraz, rentable y productivista, no hay tiempo ni lugar. El
reino de la prisa se hace omnipotente. El ritmo de prioridades se desvanece.
Esa prioridad; esa prioridad que en la oración se
encarna a través de la palabra, y que nos descubre los orígenes y los
desarrollos de nuestras moradas, de nuestras estancias, que se han de cuidar
para que no se contaminen.
Porque el Amar es
especialmente sensible… y se puede contaminar con “sustitutos”… con
excipientes… y hacer como si un fármaco o un remedio pasara a segundo término
por los conservantes, preservantes… en definitiva, sustitutos de lo prioritario,
que se hace estéril, que se hace inoperante. Porque lo que le debe cuidar trata
de sustituirlo.
El Arte de Amar, en
el creativo estar y sentir, no admite competencias; no admite sustituciones ni
injerencias.
Si se las permite, entran
en permanente competencia… y anuncian el deterioro.
Apostar por el juego
enamorado de la Creación, del Misterio, sin la sometida –“sin la sometida”- y
sometedora prisa del “sin-tiempo”… es prioridad.
Si no, la velocidad
te consumirá. Serás partículas de desecho.
No es el Amar, una
conquista. Es… un reconocerse en una Creación que nos sostiene, que nos mece,
que nos ¡alienta! Y eso es prioridad en nuestra consciencia.
Y se derrama sobre
todo.
No se admiten
competencias.
Aaa-men.
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