miércoles

Lema Orante Semanal

 

RE-INICIARSE: HACERSE ECO DE LA NECESIDAD DE TRASCENDER

30 de agosto de 2021

 

Desde la infinita pequeñez del ser en el Universo, en su residencia se hace grande, importante, llamativo, exigente, depredador y... prepotente.

¿En verdad se sabe –o sabe el ser- dónde está? ¿En qué Misterio le han colocado? ¿En qué entramada red de casualidades, suertes, imprevistos e inesperados… está?

 

Y es así que la humanidad, lo humano, procede… ignorando, desconociendo –por supuesto- y al margen de su pequeñez infinita en el Universo, que es capaz fraccionadamente de contemplar. Y cuando lo hace, lo reseña como hazaña.

Es así que procede… ”realmente”, a ¿vivir?

Virtualmente. Ya que lo hace a espaldas del Universo en el que se encuentra.

Se quedó anclado en su conocer del sol y la luna, en sus lluvias, sequías y tormentas, y en su poder devastador, controlador y dominador… que le hizo ser autosuficiente, sin serlo.

Virtualidades”.

 

La Llamada Orante nos sitúa hoy en las expectativas que podría –¡y puede!- desarrollar el ser, si se sumerge en la idea de un Universo Creador… vivo; entendiendo por “vida” aquello que se expresa, se mueve, se cambia, permanece…

Si hace una apertura de consciencia más allá de sus quejas, sus versiones y sus particulares dificultades, probablemente su ejercicio de vivir se vería influenciado por el Misterio Creador, hasta tal punto… que, consciente de su infinita pequeñez y de la excepcionalidad de su presencia, modificaría sus respuestas en su cotidiano acontecer.

Dejaría de hacerse ¡mundos y mundos!... de cualquier situación, que hipertrofian realidades que, tan solo con serenarse, que tan solo con aplicarles una mínima transcendencia, dejarían de ser obstáculos: “mundos”.

Y todos esos mundos acontecen por vivir en esa virtualidad. En esa cápsula que… se incomoda al creer, le molesta el confiar, le da frío la fe…

Sólo confiando en su versión; solo aceptándose a sí mismo, “hasta cierto punto”.

 

Cuando contemplamos nuestro ser y estar, con la visión transcendente de la Creación –es decir, si nos acomodamos, si acomodamos el zoom y reevaluamos las situaciones-, nos abrimos a posiciones de suspiros, anhelos, fantasías… realizaciones y convivencias de abrigo, de consuelo, de cuidado.

 

Es una nota constante, que la Llamada Orante nos sitúe, nos haga reconsiderar nuestras diferentes posturas, actitudes, quejas...

 

El silencio cómplice nos permite decir que todo esto, todas estas advertencias y avisos, ¡el hombre ya los sabe!; ¡ya es consciente de ello! Pareciera que fuera una advertencia de repetición, una advertencia de antigüedades que ya no se usan. ¡Ahhhhh! ¡Eso es!: “que ya no se usan”. Se saben. ¡Bueno!… saber es un concepto tan amplio que nunca se sabe.

Y de hecho, cuando se trata de limar asperezas, de amplificar conceptos, de despreocupar problemas con el recurso de ideas orantes, de ideas creativas, de… el misterio de estar, de la valoración de recursos, etc., la respuesta a lo que “se sabe” no... no se ejercita. No hay una –digamos- posición de recuerdo, de: Es cierto, estoy enclaustrado, encapsulado, ¡y puedo abrir mi cápsula!”.

Pero es tal la herencia recibida, es tal la importancia de lo ganado o el deseo de llagar a tenerlo –lo que sea-, que en esa virtualidad se pasa por severas dificultades. Y se hace de la vida un aprendizaje en el sufrir, en el doler, en la protesta, en la queja, en el “es así”.

 

Re-iniciarse en el proceso de estar y desarrollarse, es una estrategia que sugiere la Llamada Orante, para no quedarse enclaustrado en los requeridos e impositivos momentos que establece uno mismo o le establece el entorno.

 

Es preciso un reclamo de Piedad…, un anuncio de claridad…, una sincera puesta en escena –“en escena”- de lo sentido, de lo apreciado, de lo entendido. Sin el temor del rechazo, sin la incomodidad de ser mal visto.

Reiniciarse con la expectativa de “lo ya fracasado”, de lo que fue inoperante, de lo que fue insensato e inadecuado, supone un nuevo nivel de percepción. Y con ello, una evaluación diferente de cada día, en donde pueda surgir el entusiasmo, la ¡valentía!, la sencilla y sentida humildad, con las palabras transparentes y claras que ahuyentan los dobles sentidos o los engaños camuflados de verdades.

 

Y sucede que… cuando una mayoría –véase entorno- ve la botella “medio vacía”, se produce un contagio de desespero, de rabia. Y la vida empieza a ser una repetitiva queja que no se agota, pero que termina agotando.

Hay que salir de ese lugar, de esa perspectiva, porque la botella no está “casi vacía”. La botella está llena. Y no “medio llena”. Está llena.

 

Pero la manipulación continuada y evolutiva de poderes, deseos, posesiones, pertenencias, etc., de muy diferente nivel, se sitúa en esa franja de “medio vacía” o “medio llena”. Y está llena. ¡Estamos llenos de recursos! Estamos llenos de posibilidades, probabilidades, propuestas, sugerencias.

Si cada ser es una unidad insólita, excepcional, imprescindible y necesaria, no puede estar ni medio vacía, ni medio llena. Está… ¡llena! Porque es portador de un mensaje Creador, porque se le ha dotado de talentos plenos para que se ejercite en esa posición. Pero ocurre que, cuando las necesidades de poder… –de poder demostrarse a sí mismo, de poder demostrar a los demás, de poder conseguir, de poder atender, de poder…-, en ese caso, la botella está casi siempre “medio vacía”.

En vez de escuchar el Eterno Infinito, que nos reclama –orando, meditando, contemplando- que nos fijemos en nuestras capacitaciones, recursos, medios…, que descubramos cuál es la demanda que nos hace la Creación, por la cual nos han traído…

¡Sin imitar! “Sin imitar”. Buscando referencias de Universalidad que nos aparten de las obsesivas compulsiones que se generan ante demandas y demandas del medio, y demandas de las que el propio ser se hace eco y las incorpora a sí mismo.

 

 

Encogidos se presentan los ideales. O retorcidos y ocultos. O rodeados de prosopopeyas y adornos innecesarios… Y así van quedando como “reliquias”.

 

Si no se sueña, no se vive.

¿No es acaso cierto… que nuestro despertar consciente viene precedido de un sueño… de un sueño desconectado, pero a la vez, íntimamente ligado a la vigilia?

Sin sueños no se vive. Se transita en el tropiezo, en el dolor, en el inconveniente, en el prejuicio…

Se hace muy cara la alegría, el ánimo.

Pero existe, quizás por esa insistencia de desánimo, de media botella –“medio llena”-, existe como un... -¿cómo llamarlo?-… como un obcecado afán por caer en lo más duro, difícil, incómodo, y volver con la antorcha del triunfo de haberlo superado.

¿Qué pretende con ello demostrarse? ¿Qué realidad virtual más, innecesaria? –por no introducir algún pequeño insulto-.

Pero es evidente –no es que parezca, es evidente- que cada uno trata de triunfar como sea; pero se somete –claro- a las dificultades.

El no saber apreciar el estado de hacer, fluido; el no saber apreciar el aliento y el alimento de un vivir sin contradicciones, con la ilusión de cada día, y optar por el sufrir de cada momento, supone un deterioro. Supone un descaro tan impresentable, que cabría decir, evidentemente, que la conducta del humano es ¡desagradecida!

Parece como un dictamen inevitable el estar en sufridas y sufridos aconteceres que otros ya han pasado, y que generaciones también lo han vivido, pero hay que volver a repetirlo.

¿Dónde está la evolución complaciente…?

No. Es una involución ‘displacentera’, de la que se espera luego salir para… ¿para qué?

 

Pareciera que se ha bebido de una pócima de angustia, ansiedad y desespero. Y que es el alimento para conseguir, lograr y alcanzar. De nada sirve que generaciones, personas… hayan logrado o conseguido una posición ventajosa. No. Se tiende a –de nuevo- otra lucha. No se salta de plataforma en plataforma de… el logro, la consecución y la complacencia del compartir en el disfrute.

La humanidad está desmembrada. Cada individuo tiende a ejercitarse en su posición, y en general, los demás son un obstáculo; cuando, realmente, la vida sería… “sería”. Y los demás son imprescindibles, necesarios, fundamentales. No existe además un yo individual absoluto, y “los demás”. Somos una unidad entrelazada, conjugada, conjuntada, en unas condiciones especialísimas, en un lugar perdido del Universo.

 

Hacerse eco de la necesidad de trascender, de percibir la Piedad permanente, de asumir el ensueño, el sueño, como ideales transparentes, no como logros de sufrimientos, batallas y guerras de cualquier índole.

El ir a buscar la guerra, como referencia para un triunfo y para sentirse valioso, no parece ser el mejor recurso. Se carga de mentiras, de estrategias falsas, de supervivencias a cualquier coste.

 

Démosle, al menos, a la consciencia de vivir, la gratitud, las gracias por estar; que de seguro que, al menos, un sorbo de virtud se habrá probado. No solo hiel de acritud.

Ese sorbo de virtud es la referencia de trascendencia, de permanencia virtuosa que nos aparta de lo virtual.

 

La bebida está ahí. Nunca se agota.

 

PIEDAD…

 

 

 

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