viernes

Lema Orante Semanal

 

LAS CÁRCELES DEL ALMA

27 de diciembre de 2021

 

Se insinúa el Ama-necer, después de un anochecer solemne.

Y se insinúa manifestándose en la luz que nos hace, a la vida, germinar, brotar, crecer, dar frutos, semillas…; manifestarnos como inmortales.

Se insinúa el Ama-necer y se expresa en la luz. Y con ella, sus bondades para ver, para aclarar, para vislumbrar el sentido del ir.

 

Y en todo ello hay bondad, providencia, infinitas posibilidades.

¡No llega el amanecer, para asustarnos! No llega para amedrentarnos y mostrar el poder de la luz. No llega para castigarnos.

¿Y por qué, entonces –ante ese aparente simple hecho del amanecer-, la especie humanidad se asusta entre sí misma, se amedranta entre sí misma, se relaciona ¡con miedo!...? Y llega a considerarlo “natural”, “lógico”, “racional”.

¿En qué cárcel de consciencia se está? ¿En qué cárcel de martirio se vive? ¡Cuando resulta que la vida se da con alegría y con creatividad infinita, ante la llegada de la luz, y se hace solemne ante la llegada de la noche!

¿Qué gratuidad anquilosada, desavenida, desaboría… ha gestado la consciencia del llamado “humano miedo natural”?

¿Cómo se ha podido llegar a esa cárcel de… miseria?

Y se dice habitualmente que no se puede evitar, como si de condena eterna se tratara.

Sí. Probablemente –probablemente- tanta religión de miedo, tanto aviso de castigo, tanto infierno y purgatorio, haya tenido que ver y haya pospuesto la salvación a “después de vivir”.

¡Qué trampa de poder! ¡Qué barrotes de seguridad!

 

Y nos lo fueron contando como… la suprema verdad: “¡Al señor Tu Dios temerás y rendirás el culto!”.

¿Un culto al miedo… que borre cada amanecer?, ¿que deje sin solemnidad a la noche…? ¿Esa es la consciencia que se quiere gestar?

 

Así transcurre el cotidiano afán de propuestas, de violencias, de resoluciones, de exigencias.

 

Si en el germen de la vida estuviera el miedo, jamás hubiera brotado.

 

Sí. Pero ciertamente, basado en el miedo a la deidad, y en el transcurrir del “conoci-miento”, se fue instaurando el poder sustitutorio de lo divino, por el poder humano de la violencia, del disparo, de la daga, de la piedra, del insulto, del golpe, sustituto de los castigos de Dios, ¡como haciéndole un favor!, no fuera a cansarse. Pensando que castigos hay muchos, y necesarios para buscar la verdad.

Y se propagaron y se propagan continuamente miedos y miedos, con penas –si no hay obediencia- de castigos.

Y la humanidad los va aceptando, los va asumiendo. Y lo que es más preocupante: los va ejercitando; unos sobre otros, contra otros.

 

“No, no he llegado a vivir en base a cúmulos de miedo. He llegado a vivir por obra de Misericordia, de Bondad, de Generosidad.

¡Me han guardado un sitio!... en la mesa del alimento: El Amar.

Pero, ciertamente, me he encontrado con comensales que me amenazan, me desplazan, me ordenan, ¡me mandan!

Y casi sin darme cuenta, me convierto en uno de ellos y empiezo a mandar, a ordenar, a exigir…”.

 

 

“Las cárceles del alma”. Sí, sí. Como decían los místicos: esas en las que el alma se siente culpable, se siente merecedora de castigos, y acepta la intermediación de ¡otros humanos!, como representantes de lo Divino.

Cuando resulta que, a poca sensación, ¡a poca poquísima sensación que se tenga! de algo más que la vida –“hay algo más que la vida”- no se percibe, no, no se percibe ningún carcelario, no se percibe ningún sheriff o dominador.

Más bien, por el contrario –por el contrario-, en esos instantes, se percibe un fluir facilitador, generoso, ocasional, oportuno: el transmisor de suertes y casualidades… que no se expresa para castigarnos, se expresa para corregirnos, para adecuarnos, para sintonizarnos. Y lo hace ¡con cuidado!, ¡casi invisible! Lo hace con delicadeza, con suavidad. ¡Tanta!, que a veces pareciera que no estuviera. Pero está.

Está, porque nos llama para insinuarse, para sugerirnos, ¡para ofrecerse!…

¡Increíble!: para ¡ofrecerse!

¿No debería ser al revés: que nosotros nos ofrecemos?

¿Es que acaso… es que acaso “Ello” nos necesita?

 

 

El hombre como ayudante divino. ¿Se puede marcar más arrogancia?

 

La vida y el vivir es una adoración milagrosa, permanente, sonriente y generosa.

Se creativiza por la Creación, pero el vivir no depende de esa creatividad.

Se ha llegado a ese punto terrible, ¡terrible!, de dependencia del hombre hacia el hombre. Se ha cortado el vínculo, en la consciencia ordinaria, de la relación del ser con el Misterio Creador.

 

Y con ese corte… la humanidad se ha apoderado de su destino.

Así lo dice y así se expresa el humano proceder. Y la mayoría lo acepta: “Yo soy dueño de mi destino”. “Mi cuerpo me pertenece”. “Soy libre de hacer lo que me plazca”… y frases así, que sólo indican –además de una falacia, una arrogancia y una soberbia- sólo indican, sobre todo, una ignorancia ¡terrible!; una sordera desproporcionada; una visión sin miramientos… incapaz de visionar más allá del dedo que señala.

 

Se nos da la inspiración para creativizarnos. Y en ello reproducir –“y en ello reproducir”- la Creación. Seguir el sentido de lo invisible.

Y todo ello, no para castigarnos sino para festejarnos; para abrirnos a imaginaciones, a fantasías, ¡todas ellas válidas!, porque se corresponden con la Creación “fan-tástica”, que es tan evidente… cuando se viene de la noche solemne; es tan evidente, cuando nuestra mirada es capaz de perfilar y descubrir lo inabarcable que es vivir…

¿Cómo podemos, entonces, encerrar a esa Creación, sepultarla en nuestra consciencia, y creativizarnos y nombrarnos “creadores”?

Ciertamente, la esperanza Divina es insondable. Ciertamente, la Misericordia es inabarcable. Ciertamente, la Bondad de Amar es ilimitada, insondable.

Porque, evidentemente, nos deja hacer sin reprimenda, nos deja hacer sin castigos, nos deja hacer para que encontremos la ¡lápida viva!… del influjo Divino.

Pero curiosamente, la razón –ese barrote fundamental, esa cerradura de la cárcel- rápidamente nos contesta y nos dice: ¿Ves?, ¿ves? Depende de ti. Todo depende de ti. Si la infinita Bondad estuviera, ya te hubiera reprimido o castigado”.

 

Y luego, esos argumentos tan increíbles: “Si la Bondad Divina estuviera, no permitiría el hambre, las guerras…”.

Pero ¿quién ha organizado el hambre y las guerras? La soberbia humana.

Y ¡claro!, enseguida viene la pregunta: “¿Y por qué lo Divino ha permitido que el hombre se haga soberbio?”.

Para que descubra y LE descubra en su Infinita Bondad, cuando se vea al borde del exterminio.

 

Sin tiempo, la Creación permanece.

Sin tiempo, el Misterio Creador incide.

No se ha gestado el vivir, la vida, como una guerra sin cuartel y un miedo inabarcable.

Se ha gestado como una excepcionalidad, una singularidad dentro de una universalidad, que evidentemente vemos y descubrimos con nuestras primitivas armas.

“Armas”. Si fuera con nuestras primitivas “Amas” sería muy diferente.


 

Estamos asistiendo al deterioro de la creatividad humana, suplantadora de la Creación.

Cuando no es así, lo creativo se hace Divino, se hace reflejo, como la luna del sol que, oculto, la corteja.

Pero cuando lo creativo, la creatividad se hace suplantadora… se basa en el poder de la violencia, del miedo.

Y en ello se deteriora.

Y estamos, ahora, en tiempos de… “privilegio”. Sí; porque es posible visualizar el deterioro del creativo poder destructor y el generador de miedos sin fines.

Y en consecuencia, por la lejanía que ello supone del Misterio Creador, es posible balbucear, en nuestra consciencia, la existencia y la asistencia permanente del hálito divino.

¡Nuestro Auxilio es el Nombre!...

Y con ello, borramos fronteras, límites, barrotes, castigos y todo tipo de miedo.

Nos hacemos viento y vaivén, y no hay límite para nuestro soplo; no hay barrera que nos impida fluir, ni caja en la que se nos pueda encerrar.

Se podría decir como eslogan: ¡Dios es libre… y yo con Él!


 

Es el momento de confluir con los AMA-NECERES.

Es –¡y siempre ha sido!, pero ahora con especial significancia- el instante de sintonizar con la Bondad Superior.

 

En verdad, ponernos a servir en su servicio, similar y semejante al que nos ofrece, nos da, nos cuida…

Nuestra infinita y pequeñísima participación, pero en sintonía: en sintonía con lo liberador, con lo ¡brillante!, con lo adorable, con el AMAR INSONDABLE.

 

¡Sí! Son los momentos, ahora.

Sí. Son los instantes, ahora.

Antes eran imposibles. Ahora están. Luego será tarde.

 


***