SOMOS UNA MISTERIOSA SORPRESA
20
de diciembre de 2021
Los acomodos, con las
sugerentes comodidades, no son ánimos de vida. Son adquisición de posesiones,
retracción de expansiones, impedimentos a lo novedoso, pérdida paulatina de
escucha a lo que no se corresponde con lo que el aposentado tiene.
Y así, aposentado y
acomodado, el ser genera su… microsistema. Se aparta de su microcosmos, y sólo
la seguridad de sus logros y posesiones le mantiene atento.
Se desprende del Universo,
se hace ajeno a la Creación. Promueve sus propias ideas de credos, costumbres y
hábitos… que repite para mostrar su capacitación.
Es, sin duda, “estilo
de vivir” cada vez más frecuente, más sectario, más personalista…; difícilmente
compartible o sectariamente compartido.
¿Hay sitio en esa
acomodada comodidad para abrirse a lo imposible?, ¿a lo creativo?, ¿a lo
artístico?
Ciertamente, se hace
difícil que ante un acomodado pensamiento, sentimiento y acción, con las
comodidades pertinentes, pueda haber espacio para imprevistos, inesperados,
sorprendentes…; la curiosidad por el descubrir, el elaborar y el recrear cada
situación.
El Misterio Creador
es inquieto; no entiende de seguridades.
Por las trazas que
podemos percibir en nuestro vivir cotidiano –si queremos abrir los ojos, abrir
los oídos, la nariz, la boca y ¡la piel!-, nos daremos cuenta de que ese
Misterio Creador no es… no es cómodo, no es estable, no es seguro. Ninguna de
las cualidades que podamos acaparar, controlar y dominar, se corresponden con
el Misterio Creador.
Podemos decir:
insólito, imprevisto, inesperado, sorprendente… Sí.
Pero cuando no se
quiere ver, porque se tiende a ver solamente lo propio, y no se ven las
repercusiones que el acomodo, comodidad y seguridad ocasionan, es difícil que
sintamos La Presencia.
Se hace fuerte la
voluntad, la razón y la lógica. Y aunque puede resultar evidente y obvio que la
acción de uno repercute en todos, evidentemente no debe verse bajo el aspecto
moral o ético de la cultura dominante. Simplemente, saber que repercute. Eso es
obvio y evidente, ¿no?
Si sube el petróleo,
sube el transporte y sube la mercancía.
Es que a veces
resulta sorprendente cómo el ser actúa por su sentido particular libertario,
pensando que sus acciones no repercuten; o bueno, si repercuten, ¡da lo mismo!
Repercuten. Para unos
será beneficioso; para otros no. En cualquier caso, si quitamos las
consideraciones de valor y de moral y de ética –que son costras convencionales
que vienen bien para un entorno pequeño, pero que se quedan angostas en la
Creación- entonces lo que vemos es una interacción, una repercusión de unas
acciones sobre otras y una búsqueda de equilibrio. Eso es lo que ocurre.
¡No es bueno ni malo!...
La dualidad del
acomodo siempre está al acecho.
“Y si hago esto, pasará lo otro; y entonces, me vendrá bien,
no me vendrá bien, le vendrá mal a aquél, al otro…”.
¡Please! ¡Por
favor!
La vida es un
acontecer sorprendente de carambolas, que no somos capaces de verlas todas –ni
mucho menos-, pero podemos ver algunas.
Y las vemos y… no las
juzguemos; no las aplaudamos ni las condenemos. Nos pueden gustar más o menos,
pero hay algo por encima del gusto: el amor de ¡vivir!; el amor de estar y de
transcurrir, de sentirse unido con lo viviente, de dar gracias permanentes, de
despojarse de los miedos “residentes”.
Somos, como
humanidad, un diseño volador en el pensar e imaginar.
Y en base a ello,
sintonizamos con lo Creador.
El Sentido Orante nos
da el vuelo hacia otras dimensiones en las que los pasos y las huellas quedan ¡suspendidos!
¡No marcan la tierra! Es levitar con la consciencia Creadora. Es dejarse
despejar de los prejuicios y las condenas, los castigos y las penurias que se
viven como inevitables. Es abandonar la idea de que es preciso sufrir… para
luego poder creer, aprender y seguir. ¿Y si nos evitamos la fase sufriente…?
La razón y la lógica
nos dirán que es inevitable. Pero la imaginación creativa, el Sentido Orante,
nos recuerda que no es paso obligado sufrir, maltratarse, deteriorarse,
recuperarse, rehacerse.
Somos, en principio,
un diseño ¡limpio!, un diseño ¡creativo!… que tiene los suficientes recursos
para transitar artísticamente en el vivir, sin someterse al martirio previo
para aprender.
Pero, claro, esa idea
se introdujo en base a la creación de poderes,
de estratos, de pirámides de ascensión que suponían sangre, sudor y lágrimas para llegar a esa posición y, obviamente,
establecer que nadie más pudiera llegar si no pasaba por ese ¡suplicio!
Y por así decir, se
confundió “preparación, descubrimiento, asombro, conocimiento”, con
sufrimiento, dolor, llanto… Lo cual hizo al ser más y más terrestre, más
esclavo de sus gustos, los cuales ya eran domesticados desde la temprana
infancia.
Nos llaman
orantemente, no para incomodarnos, no para despojarnos de nuestras… comodidades.
Nos llaman orantemente para advertirnos de que la comodidad acomodada es un
obstáculo resistente, educativamente impuesto como logro personal, que
incapacita escuchar, ver, olfatear, saborear…; que se hace peso –el acomodo y
la comodidad- porque hay que asegurarse de ello. Y para ello hay que poseer,
hay que combatir, hay que disentir y… y dejar de convivir.
Sí. Porque el
convivir supone esa aventura de vivir en la que intercambiamos, en la que
comprendemos, en la que asimilamos, en la que aprendemos los unos de los otros…
Pero, evidentemente,
cuando las posiciones de exigencias personales y comodidades y acomodos
reclaman su poder, la convivencia se hace im-posible.
Y así, cada uno vaga ¡con
su triunfo! Y así, cada uno se aísla… con su trofeo, habiendo recuperado
comodidad, posición, carácter, seguridad…
Así, en esas
posiciones, difícil se hace el vivir; y se conceptualiza –claro- como un logro
y una lucha continua y permanente, cuando debería ser una convivencia
solidaria, creativa y novedosa, continuada. ¡Qué diferencia!
Nos llaman a orar
para sentirnos parte integrante del Misterio, para descubrirnos creativos,
imaginativos y artistas del viento… que cincela con su sonido la mejor melodía.
Y el transcurrir continúa con las veleidades cotidianas.
“Veleidades”, sí;
porque ese cotidiano hacer de costumbre, de imposición, de obligación, no es lo
que gestualmente corresponde al ser.
Nos inventaron, y
todavía no sabemos qué clase de invento somos. ¡Tiene gracia!
Y a poco que
descubramos nuestro invento –ese invento en que cada uno es diferente a otros-,
descubriremos que todos nos necesitamos, pero a la vez, que cada uno es una
insólita experiencia. Y que cada hacer es una necesidad idealista, novedosa…
Y si indagamos más y
más en nuestro invento… descubriremos que somos realmente una Misteriosa
sorpresa.
Sí: somos una
Misteriosa sorpresa.
Y en la medida en que
lo incorporamos, el barniz y la capa educativa, cultural, costumbrista,
“acomodaticia”, se hace porosa… y percibimos otros aromas. Y hacemos augurios
de otras perspectivas. Dejamos de ser un miedo andante, preocupado y obstinado
por sus quehaceres; y más bien, dedicado e inspirado en un estar y en un hacer
dichoso, gozoso… que nos dará la satisfacción de continuar en ese enarbolado
clima de imaginación, que no pierde contacto con la huella, sino que más bien
señala senderos y caminos por los que se puede recorrer, ¡y aprender del otro!
Humildad sí se
precisa. Y hoy –en este tiempo- esfuerzo inevitable. Pero el esfuerzo no es
sacrificio, no es dolor. El es-fuerzo es una muestra de la Fuerza, que
nos descubre como inventores, como seres inventados…; como caricaturas que
forman un increíble cuento.
Sí: constituimos un
cuento infinito… que habita en lo ilimitado…
Que se sostiene por
lo ¡insuperable!, por lo inaudito.
AaaaAAAAAaaMMMenn
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