sábado

Lema Orante Semanal

 

HAY ALGO MÁS QUE LA VIDA

22 de noviembre de 2021

 

Los pájaros vuelan porque los anima el aire.

Los peces nadan porque... los acaricia el agua.

Los humanos están y permanecen, porque el manto de la Providencia alienta; anima.

Y lo hace de tal forma y manera… que parezca que es un “logro” nuestro. Pero ahí dispone y propone, providencialmente, de los recursos, de los medios para lograr estar, para conseguir seguir, transcurrir.

Todo se configura según un Misterio Creador.

Y no es cuestión de creencia. Es cuestión de evidencia… De cómo acontecen las “casualidades”… y cómo se suceden las carencias y las opulencias.

 

¡Hay algo más… que la vida! Mucho más.

¡Y tampoco es cuestión de creencia! Es, simplemente, darse cuenta de los recuerdos… y de lo que cada uno imagina.

Y no se trata de desdeñar la creencia, ¡no! Se trata de purificarla, de que no sea una obsesiva actitud de premio o castigo, de bueno, de malo… En definitiva, que no se convierta en una posesión –¿creativa?- de lo humano. Que no se adapte a los gustos o a las tendencias. Menos aún a las imposiciones.

Como transcurren las religiones… Nos obligaron a creer según un credo humano, y nos impidieron ver lo evidente de lo Providencial.

¡Nos prometieron otra vida después de esta vida!… pero no es así. Hay algo más que la vida”. Es muy distinto.

En ese “algo más” está lo indescriptible, lo inaprehensible.

Un “algo” parecido a… ¡a un chispazo de Amor!, del mejor que conozcamos aquí.

Y no se trata de… –nos dice el Sentido Orante- infravalorarnos o ser pesimistas. O quizás –al contrario- hipervalorarnos, ser optimistas, visionarios… como últimamente unos premios Nobel de física nos decían: que habían descubierto un exoplaneta ¡que no debería estar ahí! ¡Así lo dicen! Y por ello, hace tiempo les dieron el premio Nobel.

“Un” exoplaneta. Hoy se describen cuatro mil quinientos aproximadamente

Pareciera que tenemos un recambio: este planeta viejo, por un exoplaneta nuevo. Está tan solo a 40 millones de años luz –¡psss!, ¡qué más da!-.

Pero el entusiasmo por haber descubierto un exoplaneta que “reproducía” –entre comillas- las condiciones del nuestro hace miles de millones de años –es decir, un volcán con lavas-, entusiasma, prioriza al ser como un clarividente viajero de universos.

 

En realidad, para no caer en el termómetro de “lo mejor”, “lo peor”, “lo bueno”, “lo malo”… estar en la Nada. Ahí no hay medidas, ni tiempo, ni agobios.

Es curioso: es tan evidente que no se cae en ello.

Sí. Es difícil definir la Nada, porque no tiene principio ni límites. En consecuencia, es indefinible.

El atragantado sistema racional –‘atragantante’ sistema racional- nos sepulta en el cráneo, en los huesos y en los músculos, cualquier posibilidad de imaginar, de… ¡dejarnos inspirar!

Dramático ¿verdad? ¡Oh!, ¡sí! A lo mejor no se ve dramático cuando se está inmerso en mi pantorrilla, mi amigo, mi futuro, mi trabajo…

¿Es que acaso –pero es cierto, es cierto- es que acaso es posible pensar que todo el acontecer en el que transcurrimos… es tan solo un cálculo matemático de algoritmos y fórmulas y productos?

Sí. En la cárcel del “saber”, es fácil poner las rejas y tapiar la puerta y las ventanas. Sentirse un único privilegiado en un Universo, en Universos, en Multiversos…

¡Qué ruindad, dejarse atrapar por uno mismo! Es el colmo del egocentrismo. Pero ¡ocurre! Ocurre, sí.

Ocurre, cuando la preocupación es la herencia, la cesta de la compra, el gasto público…

Ocurre cuando la seguridad es lo importante, ¡y hay que defenderse!… –atacando, claro-.

En cambio, si somos Nada, si estamos en la Nada, Nada precisamos para continuar.

Resulta raro, ¿verdad? Sí, resulta raro porque… todo el esfuerzo realizado para tener un pantalón, una casa, un coche, una nevera, un armario, en la Nada, de nada sirve.

¡En cambio!, en la posesión, lo es todo. Aunque no puedas soñar.

 

El ser se guía por sus logros, por sus conquistas…; esas que le hacen sentirse grande y, sobre todo, ¡importante! Se suben a la tribuna, y discuten y combaten… con una miserable dialéctica de insultos y despropósitos. Los líderes se hacen famosos. Y llevan al rebaño según sus gustos.

Y es así como el rebaño nunca volará. No. Nunca nadará. No. ¡Nunca será un suspiro! Nunca, realmente, ¡amará! Estará sujeto a sus apetencias, a sus gustos, a sus intereses, a su futuro lineal.

Hasta, como ganado, incapaz de ver que gracias al agua la hierba brota, y gracias a ello se puede masticar.

 

No pretende, el Sentido de la Llamada Orante, ‘minusvaliarnos’. No. Tan solo pretende mecernos en esa Nada Creativa a partir de la cual todo surge… increíblemente.

Pero para ello tenemos que despojarnos de las herraduras prejuiciosas del cansancio, del “no puedo”, de “esto sí”, “esto no”, “ya veremos”, “no sé”

¡Qué hastío!

Sí; se puede convertir, el vivir, en un hastío desesperado. Pero también –que en ese sentido está la vida- en un suspiro… desconocido. En un descubrir-se y descubrir… que soy parte –soy parte, ¡y no sé qué parte!- de esta Creación.

Descubrir que mi sapiencia es tan solo un corral que se abre o se cierra según necesidad. Una red que engaña al pez, moviéndose lentamente… y haciendo que se sienta libre, y alimentándolo para engordar, sin saber –el pez- que ya es una pesca… ¡inevitable!

Quizás, quizás sea así como el propio ser ha instrumentalizado su vida, ¡sin darse cuenta de que hay algo más que la vida! Y ésta es, sí, la que nos da pie a ese “algo más”. ¡Ese “algo más”, no después ni antes! ¡Ese algo más que está! Que, como no sabemos, ni podemos saber en estas condiciones, es… Nada.

¡Pero no!, no es la Nada posesiva del que dice: “Ahí no hay nada”. No. Es esa Nada de recursos infinitos.

Es… semejante a ese aire que permite al pájaro volar. No vuela porque tiene plumas exquisitas o porque tiene un diseño aerodinámico. No. Vuela porque el aire, el viento, lo invisible, la nada… le permite aletear. Y quizás sea ese invisible el que realmente aletee, y en apariencia nos parezca que son sus plumas las que se mueven.

 

 

Ha sido tan cruel la encarnadura de consciencia del ser, que ha hecho del vivir una amargura. ¡Globalmente hablando! Y cuando ha tenido la ocasión de tener una abundante ternura, ¡bah!, la ha atribuido a sus dones y a sus “buenas suertes”. La ha dejado para conseguir otras mejores.

 

No, no, no se deja llevar… No se deja llevar como el pájaro en el aire o como el pez en el agua. Y así, el humano consciente, se retrae, ¡se retuerce!… y se hace “problema”.

 

Se hace problema temeroso… angustioso… defensor y atacante a la vez. Así aparece la autoridad: esa pantomima que el rebaño le da al pastor.

 

Sí; como si la oveja no supiera dónde está el pasto verde, o no supiera buscar sus recursos.

La vida del hombre la convirtió en un eterno sacrificio.

Y así se establecen la autoridad y el sacrificio, como algo inevitable.

Si damos ocasión a la autoridad, ésta nos señala, nos amenaza, nos conturba, y no alcanzamos a ver que somos nosotros mismos los que hemos creado esa imagen, esa realidad que asusta, que esclaviza, que nos pone la campana al cuello para saber dónde estamos y qué hacemos. Y somos nosotros mismos.

Y nos hacemos, en vida, ¡sangre, sudor y lágrimas! La mejor receta para sobrevivir… ignorando cotidianamente que hay algo más que la vida. Y sin saber realmente lo que es vivir.

 

Buscar en nuestros adentros… Buscar y buscar, y darnos cuenta de que aparentemente estamos llenos, pero en realidad estamos vacíos. Igual que todo el vacío que nos rodea: ¡dispuesto, como Nada, a dar todo!

 

Esa chispa de Amor, surgida de la Nada –o no-, ¡claro!, es la bengala que nos ilumina hacia dónde se debe ir, hacia dónde nos debemos dejar llevar.

 

Si la dejamos apagar como si fuera nuestra; si la dejamos que se apague… por sujetarla; si la apagamos simplemente por ser una conquista, ciertamente, una estrella menos habrá en el firmamento.

Ciertamente.

Sí, hay tantas que no se notará. Ningún astrofísico se dará cuenta.

Pero el resplandor de ese Amar que surgió de la Nada… es la cobertura Providencial de nuestro vivir.

Y pide alerta para mantenerlo. Y pide ilusión para continuarlo. Y reclama, a la Nada, creatividad para… promoverlo. Para que, con su luz, nos lleve y nos dejemos llevar.

 

Abrirse a las puertas de algo más, nos sugiere el Llamado Orante de hoy. A mantener la luminaria del chispazo del Amar, ¡para que el Universo no se apague!

¿Se puede aspirar a algo más?

 

Ámen.

 

 

 

 

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