EL DIVINO IGNORANTE
11 de octubre de 2021
Y en el transcurrir
de la acción, del hacer, del repetir, del innovar, del descubrir, del aprender…
el ser de humanidad va tomando progresivamente una consciencia de poder, por lo
que sabe, por lo que ha aprendido, por lo que interpreta, por lo que ha
descubierto.
Y en la medida en que
así sucede, se egolatriza, se idolatriza… y va gestando su mundo. Y cada cual va gestando su imperio o su dominio.
Ese es el patrón
común de la especie sapiens:
“No, esto ya lo conozco”. “No, esto ya lo sé, ya lo he
aprendido, ya…”.
No se da cuenta de lo
que ha olvidado, que lo tuvo aprendido en otro tiempo.
Y aquí, la Llamada
Orante nos advierte… de que ese progresivo avance que se va convirtiendo en
poder, que se va haciendo autosuficiente, que se va egolatrizando,
idolatrizando… esa progresión, le aleja; le aleja hacia los infinitos de la
consciencia ignorante.
Sí. La consciencia
del saber –nos advierte la Llamada Orante- nos convierte en universos
individuales, en poderes y sentencias y dictámenes, órdenes, reglas…
imperativas dominantes.
En la Llamada Orante,
al situarnos en el Universo Creador del Misterio, inmediatamente –no hace falta
pensar demasiado-… la consciencia ignorante nos abre un Universo insondable. Nos
abre hacia un camino sin fin.
El que lleno está de
saber, de erudición, de conocimientos… teme abrirse, procura reservarse, aspira
a guardar y tener ¡por si acaso algún día no tiene! Es esclavo de su erudición,
de su saber, de su aprendizaje. Y en su ego-idolatría no admite ignorancia. Se
ha hecho un universo y un mundo “a su imagen y semejanza” de su conocer, de su
conoci-miento. Y así crea una familia,
un grupo, una comunidad, un estado, un país, un continente.
Y se dispone a
defender sus derechos personales, familiares, sociales, culturales… Pero no
reivindica su ignorancia de vida, su ignorancia de Universo, su ignorancia de
Creación.
Así, como podemos suponer,
el orante sanador, el milagro, la iluminación, se hacen verdaderamente “difíciles”.
Aunque potencialmente se tengan.
El divino ignorante,
al abrirse al Misterio, está en la sorpresa permanente, ¡en la suerte
sorprendente!; en interpretar y reinterpretar una y otra vez… la misma frase,
que parecía repetida, pero vista en otro momento, en otras circunstancias y
bajo otra cuestión, se hace ¡tan diferente!...
Como cuando
consultamos el I-Ching y, según la pregunta, según la cuestión, su respuesta –de
ese hexagrama que hayamos leído varias veces- ya tiene otra naturaleza.
El divino… el divino
ignorante presta atención a todo lo que transcurre.
El divino ignorante
no tiene límites… y por eso se llena de bondad. Pero no la retiene; la expresa.
Y por eso se llena de misericordia. No hace propaganda de ella, sino que la
ejerce. Y por eso se llena –sin llenarse nunca-… de Amor. Y con él se ejercita.
No lo retiene; lo muestra.
Sabe lo fundamental
del Gran Ignorante Orante de consciencia: que no hay ninguna realidad que le
pertenezca.
Ahhhhh… “Nada” –podría
decirse-. Nada le pertenece. No hay “algo”
que le pertenezca –mejor es decirlo así-.
¡No!, no es fácil. Decirlo
puede ser entendible, puede ser razonable, pero vivirlo no es fácil. No, no. Ciertamente.
Puesto que… el amor que siento por “mi”
hijo, el amor que siento por “mi”
teoría, el amor que siento –por poner el tope en el amor; sin topes- por “mi” proyecto, por “mi” país, en el momento en que se posiciona como posesión, deja de
ser ignorante para ser propietario.
Y como propietario, cuida sus pertenencias y establece un límite. Pone una
verja… Busca una renta…
El reclamo
propietarista deja la ignorancia aparte y reclama su derecho.
Y como escuchamos, el
ignorante no ha renunciado a descubrir, a aprender, a releer, a retomar… No. Pero
descubre que poseer lo que descubre, lo que aprende, lo que desarrolla, y no
ponerlo “al servicio de”, supone una posesión; supone un poder.
Y ahí ya deja de ser
ignorante.
Si los nutrientes de
nuestro ser son divinos; si la oración es el principal… –por no decir el único-
vínculo que nos mantiene en consciencia de Universo, eso debe ser una
consciencia de sentir. Por eso no es
fácil, no. Por momentos se puede expresar y por momentos vivir, pero estamos en
terrenos –como vemos, como observamos- ¡terriblemente poderosos! Y el más
adepto, el más cercano, el más creyente… es tentado, y se cree sobresaliente. Se
siente… imprescindiblemente dominante, seguro de sus convicciones y capacitado
para cualquier labor.
Y así abandona
meditar, orar, contemplar, sentir sin renta. Y se vuelve un esclavo del saber,
del conocer, del manejar, del manipular…; de empoderarse como cultura, como
desarrollo, como especialidad de cualquier rama o dimensión.
La Creación ha dado
la flor de la vida… con un perfume inigualable. Y en su asombroso misterio, esa
flor… ofrece su perfume, pero es un misterio su procedencia.
Cuando nos
embriagamos del perfume orante… y nos declaramos solemnemente ignorantes, pero
abiertamente despiertos, luminosos, generosos, milagrosos, intermediarios
sanantes…; cuando esto ocurre, ¡y se mantiene ante los acechos y comentarios y
regalías que reclaman posiciones, posesiones!… ¡ay!, cuando todo eso queda
relegado –¡sin desprecio!, con respeto-, el peso es ligero. Diríase que no hay
peso. Y la opción y la posibilidad de que otros vean, otros contemplen, otros “se
den cuenta de”… y asuman la consciencia del supremo ignorante… Porque impresa
está, y evidentemente es obvia, pero cuando se llena de erudita capacidad de
conocer, no ve más. Rompe el vínculo con el Misterio. Se siente seguro con su
vacuna, con su remedio...
“Ni siquiera” –y esto
es de gran ayuda-, ni siquiera se reconoce como un misterio, él mismo.
¡Ahhh! ¡Qué
importante perla surge!
Si procedo del
Misterio, ¿qué soy? Un misterio.
Por eso, sin querer
queriendo, nos repetían una y otra vez: “Conócete
a ti mismo, conócete a ti mismo”. Y los sicoanalistas buscaban el “conocerse
a sí mismos”: “Conócete a ti mismo”.
Pero… ¡pero no!:
Renuncia a conocerte a ti mismo. Declárate ignorante de
tu ser, porque provienes del Misterio.
Sabrás –sin poseer-
tus dones… para servir. Y sabiendo que nada es tuyo, a nada has de aspirar.
Pero sí, a participar.
Así se obtiene, así
se descubre la consciencia de liberación.
Así se alcanzan… los
progresivos pasos de iluminación; que se ven, que se ejercitan, que se
practican.
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