EL INTERÉS
17 de mayo de 2021
“¡Qué… qué interesante!”. “¿Qué intereses?”. “¿Qué interés produce?”. “¿Por qué se interesan por…?”…
Los intereses podrían
ser actitudes interesantes ante el entorno en el que estamos. Y habría un compartir
de intereses.
Pero poco a poco los
intereses se fueron haciendo… “intereses”: tantos por ciento. Y… como decía el
refrán también: “Por el interés te quiero,
Andrés”, para indicar que... ¡bueno!, mostraba una cara, una actitud
afectiva, complaciente, gozosa, pero... “a
cambio de”… lo que a mí me interesaba.
El interés se fue
convirtiendo en un quantum de egoísmo. La importancia personal cada vez se fue
desarrollando más, tanto para los culminantes momentos como para las intensas
depresiones. Lo interesante se fue relegando como una expresión natural de “lo
nuevo”, “lo imprevisto”, lo “descubierto”, ”lo investigado… Y cada vez más, la
especie se inclina por un tipo de interés –“un tipo de interés”- que produzca beneficios.
Aquellos intereses
que no produzcan beneficios –personales
o grupales, depende- no son interesantes, simplemente, y se apartan.
Con lo cual –con lo
cual-, si eso es así, cada vez que… –podría ser- cada vez que vemos que alguien
se interesa por algo que una persona hace, la persona ha de pensar que su
interés es por el beneficio que le puede sacar.
Lo cual no deja de
ser incómodo, como mínimo. Sí; porque la... –¡ay, cómo decir- la vanidad de tal
actitud –sí, una actitud vanidosa- desvanece todo tipo de altruismo y todo tipo
de espontánea afectividad y sensibilidad, que es “porque sí”; no, no busca el beneficio, el interés, la renta.
Poco a poco –esto, si
nos fijamos, puede resultar exagerado decirlo, ¿no?-, cada ser se convierte en
un pequeño banquero. Entre los prejuicios habituales y... el manejo de
intereses, el ser se convierte en un
pequeño explotador, que es lo
mismo que decir “un pequeño dictador”.
Entonces, ¿podríamos
decir que no existe el interés claro y transparente que no busca la renta y el
beneficio?
Tanto como decir que
no existe… no. Tanto como decir eso, no. Pero que cada vez es menor, sí.
Estas consideraciones
–desde la óptica orante- deben situarse, debe recogerlas el ser con…
minuciosidad, y aplicárselas en sus actitudes cotidianas, no vaya a ser que,
sin darse cuenta, su interés sea puramente ventajoso, aventajado, rentista,
egoísta. Porque además, como esa posición va en aumento –¡bueno!, está en
aumento-, es fácil no darse cuenta porque el entorno actúa de esa forma.
Por supuesto, como se
puede deducir, los intereses varían según la renta y el beneficio que se obtenga:
se puede estar en un sentido un tiempo, pero luego aparece otra oportunidad…
.- ¡Ah! ¡Es parecido a la Bolsa!
.- Sí: banquero, banca, bolsa… Sí. Aparece un producto
más interesante, entonces deja de interesarte el que tenías, porque el que te
ofrecen o el que aparece o el que descubres… produce más beneficios.
¡Ay! ¡Qué malos
tiempos para la fidelidad! Suponiendo que sirviera para ¡algo! Porque, bajo el
punto de vista rentista, la fidelidad es un estorbo.
Malos tiempos para la
perseverancia; porque si el interés busca la renta y el beneficio, no está muy
dispuesto a permanecer ante las dificultades. Rápidamente busca el... beneficio.
Con temor, también
cabría decir que… ¡malos tiempos para los afectos! Si la relación no produce
beneficios de diferentes calidades, para unos o para otros, ¡mmm!...
Podríamos decir –bajo
una óptica así, más amplia- que la vida, bajo la óptica humana de un cotidiano
vulgar, se ha cuantificado. “Cantidad”.
Tiene cualidades, sí.
Podría haberse cualificado. Pero no.
La tendencia obvia y evidente es la cuantificación de “tanto tienes, tanto vales”, “tu
productividad”, “tu rentabilidad”,
“por si acaso”, “tu seguridad”...
Son términos que ya… incluso
“engrandecen” a quienes los practican.
Lo solidario, lo adaptable,
lo austero… ¿humildad?... No. No se recuerda mucho eso.
Los intereses, también
–por supuesto- llegan a lo “cualificado”; para hacerlo cuantificado, claro. Entonces,
en las áreas espirituales, religiosas, meditativas, etc., es normal encontrar
la conversación de la renta y el beneficio que me aporta tal o cual práctica, y
la hago y la frecuento porque me interesa; por lo que de beneficio me da.
Esto, ¡puede sonar
muy egoísta!
Lo es.
Evidentemente hay
proporciones.
Todo está tan
desproporcionado…
Y no es lo mismo que
se divorcien José y María, y se repartan un apartamento de 50 metros cuadrados,
y se declaren la guerra porque no están de acuerdo en pagar la calefacción –por
ejemplo- o cualquier otra cosa, que el divorcio de “Bill Gates y Melinda” –¡qué
linda!, ¿verdad?-, al decir de la prensa mundial, “la asociación amorosa más
filantrópica del mundo –¡increíble!- por todo lo que aporta y da a la sociedad,
etc., etc., etc.”.
Y uno podría pensar que lo de José y María,
pues se entiende que… no dan más de sí, y se pelean por el piso de los 50
metros cuadrados y ver quién se hace cargo de… Pero ¿que ellos se repartan
miles de millones? Queda feo, ¿no? Era el modelo ideal de matri-monio. ¿O
patrimonio? ¡Ah!, a lo mejor estaban las dos cosas. A lo mejor el matrimonio es
un patrimonio.
En cualquier caso, el
Sentido Orante nos pone, en pregunta y en advertencia, la... intención de
nuestros intereses.
Al llegar –como iniciábamos
hace un instante- a cuantificar lo
cualificable, como lo afectivo, lo emocional, lo espiritual –a lo que
también se le busca la renta, el beneficio-… el ser debe pararse por un
instante en su voracidad de acaparar, tener, recoger y… poseer todos los
recursos, y hacerse ante lo espiritual ¡Orante!… un humilde servidor, un humilde obediente, un humilde… sumiso a lo
que descubre, cuando a orar acude.
Pero no se trata de
una humildad al uso cotidiano. ¡No, no!, es otra. Otra en la que… el ser se
muestra en un grado de sumisión en el que no tiene nada que opinar, nada
que decir, nada que aportar, nada que pueda poseer.
Es como decir –en
otros términos más entendibles-: ante el Mensaje Orante, ante la Llamada Orante…
nadie
es algo.
Porque también ocurre
que... en base a la importancia personal, los seres se acopian de la oración, y
se la incorporan. No solamente por su interés, sino por su posesión.
El Sentido Orante es...
una chispa clarividente; un momento único e irrepetible que pretende iluminar
las oscuridades del egoísmo, de la vanidad, de la soberbia. Que busca
amplificar al ser en el infinito Universo, liberarle de los yugos de sus
“intereses”… y que se permita, ¡se atreva!, ¡tenga el valor!… de sincerarse, de mostrarse y de adecuarse.
El sutil aroma de un
sentir sin renta…
El mostrar la
cualidad… de lo afectuoso, sin esperar, lograr o alcanzar.
Adentrarse en el
Amar, como el que lo hace en alta mar… sin referencias de la costa, con… tan
solo… los infinitos niveles que cada vez se alejan más.
El hacer del vivir un
poema que… no aspira; que ¡suspira!
Hacerse ilusión…
hacia lo que se realiza, e ilusionarse con lo que se visualiza.
¡Entusiasmarse sin
ganancias!...
¡Aaay! Y darse y
recibir… sin esperar.
Todo ello son
sugerencias orantes ante la incesante tendencia del interés rentable, rentista,
impositor, ganador.
Que el viento mueva
nuestras alas. No pretendamos aletear para generar el viento.
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