LA CONSCIENCIA DE VIVIR NO DEPENDE DEL SER. ES DE LA CREACIÓN
10 de mayo de 2021
Y la resultante habitual
de los procesos conscientes es la… preocupación.
La vigilia cotidiana
está llena de precauciones, prevenciones, desconfianzas, miedos… Esa intensa
preocupación por cualquier detalle o motivo, se hace semejante a los días de
bruma, de tímida luz, en los que no asoma un claro amanecer.
¿Y dónde están –hay
que preguntarlo-… dónde están los momentos, las circunstancias, los sucesos que
podríamos tildar de “gratificantes”, “beneficiosos”, “alegres”…?
¡Sí! Probablemente,
preguntando y preguntándose se vean “algunos”. Pero ¿qué incidencia, qué
importancia tienen en la consciencia diaria de la preocupación?
Enseguida, como una sombra inquietante, aparece: “¿Y luego? ¿Y luego? ¿Y después de…? Sí, esto es… pero ¿y después?”.
El “después” siempre se hace penumbra y desasosiego.
El momento cotidiano
del detalle, de la mejora, de la privilegiada situación… en referencia a otras
situaciones, personas o acontecimientos, apenas si aparece.
Se van también –en
esa preocupación-… se van instaurando moldes de desespero, moldes de
insolucionables situaciones, moldes de desagrado, moldes de antipatía por el
vivir.
La continua exigencia
de que el mundo se haga a mi medida penetra por todos los lados. Y en alguna
medida, cada ser procura que así sea, y organiza su trama para que el mundo sea
visto bajo esa perspectiva: “Esto es así
y así y así y así”.
Y la horma-norma… se
hace ¡hormigón! Y bajo la defensa de que cada uno se desarrolla y ve el vivir
de una determinada forma, se termina –sí, globalmente- con una visión
desastrosa.
Y es así como
habitualmente se llega a la Llamada Orante: con la particularidad de que, aunque
no se pida nada en concreto, hay una queja soterrada de “por qué me pasa esto”, “por qué ocurre esto otro”, “por qué…”, ”y esto
qué significa… y por qué”. Pero siempre los “porqués” son a costa de las preocupaciones.
No, no son los “porqués” de: “¡Guau! Y
esto tan extraordinario que me ocurre…”, “esta detallada incidencia de… ¡uf!”…
y así sucesivamente; no es la carta habitual de presentación ante la Llamada
Orante.
Que llama para dar,
que llama para cuidar, que llama para aclarar, que llama para… “dignificar” la
vida. Que llama para modular la exigencia ego-idólatra de cada ser que ¡en
descontento vive habitualmente!; y que pocas gracias… pocas gracias y poca
gracia hace en su cotidiano proceder.
Incluso los más
animosos, enseguida encuentran el freno que les hace retraerse, contraerse,
ceñirse al guión de que todo está mal a menos que empeore.
La Llamada Orante nos
impele a recapitular los detalles,
momentos y cotidianeidades que se viven y que son motivo de sonrisa, de
ilusión. ¡Que también existe la fantasía, la imaginación!... Que no sólo existe
la crítica, el insulto, el agresivo proceder… por muy gratificante que sea.
La Bondad, la Piedad,
la Misericordia nos inundan, y son los ‘barridos’ que nos hacen y nos impulsan
a un cotidiano entusiasmo, no hacia una apática vivencia del desagrado; del
desagrado que se convierte en dogma, en “lo que hay”.
La consciencia de
vivir –de muy diferentes formas- no
depende del ser.
Pero sí, éste –éste,
el ser- tiene la capacidad y la posibilidad, dada por la consciencia de vivir,
de modular su manera de estar.
Y en vez de verlo
como una opción más dentro del vivir, el ser lo contempla y lo asume como un
poder que emana de su ser. Y de esa forma, elimina, mina o se distancia de esa
Misericordia, de esa Bondad, de esa Piedad.
La Llamada Orante nos
recuerda que la consciencia de vivir es de la Creación; que la opción de
regularla, de modularla, es parte de ese “don Creador”, pero en ningún caso
sustituye a la esencia de la vida procedente del Misterio Creador.
De ahí que la Oración
se haga recordando que nuestra opción ‘preocupatriz’, preocupadora, preocupante,
continuada y perseverante… deba al menos revisarse. Porque, ciertamente, debe estar llena –esa
opción- del Milagro mágico de mi presencia, de mi consciencia, de mis
capacidades, de mis recursos, de mis posibilidades de incidir, contemplar y
meditar el cotidiano regalo de amanecer.
Ocupemos, el espacio
de lo preocupante, con los dones, las posibilidades, los recursos, las
circunstancias, los momentos.
No
ocupemos lugares que no nos corresponden.
Hagamos en el sentido
de nuestros recursos, de las demandas de necesidades.
Esa preocupación
permanente nos lleva a morir a destiempo, en un Universo “sin límites”.
Desoladora posición.
Cabalgar en una sola
unidad entre el sentido de los sentires de los sentidos, con las razones de los
ordenamientos, para así darles, al conjunto, una creatividad y una aportación
clara… novedosa… entusiasta…
La “buena nueva” está
permanentemente presente. El estar atento a ello nos brinda un estado
libertario para recrearnos de una manera continuada…
Y que los
requerimientos de cualquier naturaleza, que surjan, se aborden con esa
expectativa Misericordiosa, Bondadosa y Piadosa que nos envuelve desde el
Misterio Creador.
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