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Lema Orante Semanal

 

EL CRITERIO LIBERADOR DE ORAR SUPONE UNA INNOVACIÓN PERMANENTE

24 de mayo de 2021

 

No atraviesa… lo que se diría “buenos tiempos”, el trayecto de la humanidad, la trayectoria de la humanidad.

Se podrían citar multitud de hechos que ocurren en cualquiera de los continentes.

Pero... resaltaríamos –a propósito de orar- lo que recientemente ocurrió en Jerusalén, en donde “la Noche del Destino”, la fiesta más… –“fiesta” entre comillas- más significativa del Islam, se tuvo que saldar con tropelías, persecuciones, golpes… en la mezquita de Al-Aqsa.

Sí, sabemos que es un conflicto que parece irreversible: judaísmo e Islam, con la indiferencia inoperante católica. Pero no se trata de juzgar ese hecho.

El Sentido Orante nos muestra cómo es significativamente necesario que este, este Sentido Orante asuma características de verdaderas vivencias personales que modifiquen este vertiginoso precipicio en el que la humanidad se arroga el derecho de mandar.

No muchos días antes –también con motivo orante, y en este caso, judaico- en una importante celebración ultra ortodoxa, perdieron la vida una serie de personas, aplastadas, mientras huían en desbandada por no se sabe qué incidente. Ahora todos se lamentan.

Que con motivo orante se gesten y se produzcan dolores de desespero, de angustia, de muerte, no dice mucho a propósito del motivo de esas reuniones orantes.

Se han quedado anquilosadas en mensajes que tuvieron seguramente su significado en su momento, incluso su sentido, pero… enseguida fueron estructurados, clasificados, ordenados, y ya se hicieron “leyes”.

Leyes que –a diferencia de las oraciones, ¿verdad?- ordenan, premian, castigan… Condenan. Y lo que era un vínculo –y es- entre el ser, en el seno de la Creación, se convierte en un legislativo legalista, combatiente e irreconciliable.

 

El criterio liberador de orar… supone una innovación permanente; una sorpresa inesperada.

Y cuando esto no ocurre, es que realmente no se está orando, se está divagando o se están perpetuando situaciones de poder –en definitiva-, “en el nombre de”… Lo Divino. ¡Increíble!

Igual, igual ocurre que “en el nombre de” –y ahí se ve todavía más grave la situación- “en el nombre de”, el gobierno, el 9 de Mayo… “¡Ya no hay estado de Alarma!”.

Y todo el mundo –entre comillas lo de “todos”- salen alborozados –y aquí sí que se puede decir “como rebaños”- a celebrar… a celebrar ¿el qué?

 

A golpe de calendario, se maneja una epidemia, pandemia… o endemia ya. ¡A golpe de calendario! Y las personas responden a ese calendario. Les castigaron, y aceptaron el castigo. Pocos protestaron. Mejor dicho: no hubo protestas. Les encerraron, y aceptaron el encierro. La posibilidad de rebelarse ante algo “ordenado por el poder”, en estas latitudes, es casi imposible. Dejamos lo de “casi” porque… siempre hay un resquicio o puede haberlo.

Entonces, a golpe de calendario, hay toque de queda –o no-, que lo decide un alcalde… no; un juez… sí. E igual que lo decide y deciden si la alarma continúa o no, los nuevos especialistas –los jueces pandémicos- se encargan de nuestra salud. De velar por nuestra salud. ¡Increíble!

Razón tenían los científicos cuando hablaban de “la inmunidad de rebaño”. Sí. Totalmente.

 

La voluntad, la creencia, el criterio de cada ser se ha globalizado de tal forma que depende exclusivamente de lo que le digan desde el poder.

Y esto, desde el Sentido Orante, debe ser un acicate para que esta situación nos reconduzca, en el seno del Universo, bajo el Misterio Creador.

Recuperar la consciencia de que cada amanecer nacemos por amor Creador… y pensar y sentir en ese sentido, nos promulga a una relación, a unas relaciones compatibles con… convivencia, con colaboración, con solidaridad… sin los prejuicios habituales.

Descubrirnos en nuestro “feudo”: sí, como lugar en donde debemos realizar, por nuestras capacidades, nuestros ideales. Y si bien tenemos que sentirnos en el seno de esa Creación incesante, ¡a la vez!... tenemos que testimoniar lo que “en consciencia” sentimos, amamos y vibramos.

A veces parece una contradicción. Y de hecho, más que “parecer”, ocurren contradicciones. Y las personas están a medio… –como decía el tango: “Y todo a media luz”-… pues sí, están “a medio”… Por una parte, sí: “Creo que éste es el sentido… creo que éste, creo, pero… ¡Ay!, los Alpes suizos. ¡Ay!, ¡la caridad hacia los pobres! ¡Ay!, la ayuda hacia el tercer mundo. ¡Ay!, ¡la alegría de New York! ¡Ay!, ¡qué bien tener 10 niños! ¡Ay!, ¡qué bien no tener ninguno! ¡Ay!...”...

Es una queja, así, “soterrada” –¿verdad?-. Una queja soterrada en la que no se acaba de conjugar la universalidad con la individualidad. Parece que están reñidas.

Y siempre hay un “¡Ay!” que le da ese “toquecito amargo” a la vocación, a la acción… Y ese detalle hace que precisamente la oración, por muy llamativa que sea, ¡no llegue a calar!... en la consciencia de creación, en la consciencia de creatividad, en la consciencia de sinceridad… sino que la vida se vuelve deshilachada: “Sí, pero... no. No, pero… sí”.

El miedo al compromiso, el miedo a la entrega, el miedo a que: “¿Y si…?”

Como el que nada mar adentro, y lo hace pensando en qué reservas tendrá si tiene que volver. Nunca llegará mar adentro.

La cultura de la seguridad, de la verdad a medias, de la sinceridad entrecortada, no escucha lo Orante. Se entrecorta el mensaje. No se acaba de integrar en la labor personal que cada uno realiza, que es… no ya parte de la totalidad, sino que no se da la totalidad, en su versión auténtica, si no es con el aporte individual.

Muchas… –no digamos todas- pero muchas de las quejas que cada uno esgrime son producto del incumplimiento personal. Es decir que, si el ser se integra en su vocación, en su dedicación, a sabiendas de que está en una universalización… la queja, más que queja, se convierte en hacer hincapié más aún sobre nuestra función. En cambio, cuando la queja se hace persistente, es porque hemos dejado de cumplir nuestra participación. Y eso ha repercutido; repercute en la totalidad.

Claro, enseguida cualquiera diría:

.- ¡No! ¿Me va a decir usted ahora que porque yo no cumpla con “mi deber”…     –entre comillas, sin que esto sea una imposición- porque yo no cumpla con mi deber, va a ir mal la fábrica de yesos Pérez?

.- Sí… Sí. Usted tiene una participación en eso. Porque directa o indirectamente, lo vea o no lo vea, su acción incide ahí. Ahí y en todos los lugares.

Es semejante a decir que no existe tal lugar porque yo no he estado. Como yo no he estado, no existe. Como no he estado en Somalia, no existe Somalia.

Pues es semejante a eso, pensar que no existe incidencia de mi sentir, de mi hacer, sobre todos los aspectos de esto que llamamos “vida”.

El Sentido Orante nos hace hincapié en esta importantísima simbiosis entre lo individual… y lo Universal.

Debería ser fácil para nosotros ese concepto, puesto que muy tempranamente se estudia el microcosmos y el macrocosmos: uno es un modelo grande, y otro es un modelo pequeño, pero es el mismo modelo. Luego todo lo que haga en el modelo pequeño repercute en el modelo grande.


 


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