sábado

Lema Orante Semanal

 

NOS DEBEMOS A LA SÚPLICA ORANTE

15 de febrero de 2021

 Los acosos del susto y miedo, se hacen cada vez más universales. 

Lo que debería suponer un entusiasmo y alegría generalizada, la especie humanidad lo ha convertido en una desconfianza, en un prejuicio, en una abrumadora información tendenciosa; y, en los días de estas fechas –2021-, nos encontramos rodeados de penalizaciones, sospechas, privaciones de libertades –“suspendidas”-…

Acosados por el poder, el desespero se acrecienta.

Las referencias que mantenían las comunidades humanas en torno al progreso, al éxito, al triunfo… se ven totalmente mermadas.

Y así también se especula con la falsificación, la manipulación de la ignorancia, el engaño… La mentira institucional de “lo legal” es permanente.

Ante todo ello, la Llamada Orante nos hace la súplica de no... –de no, de no- caer en las especulaciones de combate, de huida, de rabia, de rencor.

Recogerse... recogerse –nos suplica la Llamada Orante- en la referencia de lo que la vida misma es: crecer, relacionarse, admirarse, asombrarse…; diluir y disolver todo el torbellino de acuciantes desesperos, que ¡buscan!… que los seres ¡supliquen! 

Fijémonos en la diferencia de la súplica orante de la Llamada Orante, y lo que persiguen los poderes que nos envuelven en la actualidad: ¡que supliquemos ayuda!, ¡que nos dobleguemos ante el miedo!, que prometamos obediencia ciega, que reconozcamos “los poderes” como los únicos salvadores de nuestra desesperada situación como humanidad.

Rodeados de prohibiciones, y con el temor permanente, es fácil caer en la súplica al poder. O enfrentarse a él, con el consiguiente fracaso.

¿A qué súplica nos debemos? ¿A suplicarle a los que –como nosotros: humanidad- nos rodean y nos someten? ¿O a la súplica orante… que proviene de la propia oración, como una vía más de cuidado, de advertencia, de Amor?

 Y con ello, modificar nuestra súplica a los poderes, y sintonizarnos con la súplica de la Llamada Orante. Y hacernos súplica con el Misterio Creador, hacernos referencia con ello, y saber asumir, ¡dejarse impregnar!... por la voluntad de lo Eterno, que nos promociona en nuestra fuerza, en nuestros ideales, en nuestra opinión, ¡en nuestras bondades!... Reconociendo… reconociendo como orantes nuestra herencia viva de la Creación. 

¡Que no nos trajo a este vivir, para someternos, para esclavizarnos, para perseguirnos, para castigarnos! 

Nos trajo a este vivir para asombrarnos, para maravillarnos, para que despertáramos a un ansia de amar, en todo nuestro hacer, en todo nuestro buscar, ¡en toda nuestra ignorancia!, en toda nuestra inocencia.

No es la voluntad de lo Eterno el avisarnos de sus castigos, el ordenarnos, el vigilarnos y... vengarse de nuestras insidias. ¡No! 

Es la voluntad de lo Eterno, el Misterio, el que nos hace transmitir paciencia, el que nos aguarda, el que nos recoge, el que NOS AMA.

Y no por ello abusamos. No por ello vamos a descender a los infiernos. 

Más bien… más bien, conscientes de nuestra especie y su deterioro, vivenciar esa ascendencia, ese “cuidado” que derrama sobre nosotros.

Imperativos de especie, por su soberbia y orgullo, precisan domesticar, esclavizar, dominar. Ya se hace con los reinos vivientes del entorno, en todas sus perspectivas: ríos, mares, vegetales, animales… domesticaciones…

Ahora, bajo ese reinado de control, toca el reinado de… los de la propia especie. 

A los que les corresponda esa soberbia vanidosa, también están bajo la benevolencia, la Bondad Superior de lo Eterno. Y cuesta, cuesta creerlo, pero en su inmensidad Misteriosa es así. Y en la medida en que asumimos todos –unos en consciencia, y otros sin ella- nuestra ascendencia divina, en esa medida estaremos descubriendo, cada día, actitudes, propuestas, gestos, intenciones, dedicaciones… que nos permitan un convivir liberador. Como está ocurriendo en este momento en el que se nos llama, se nos dice, se nos propone, se nos advierte, ¡se nos suplica!...

Y tenemos la posibilidad de escuchar la palabra…; ¡de sentir nuestro creer!

Otros muchos, muchos, muchos no tendrán esa opción, pero seguirán alentados por el ánima de la Creación

¡Es común!, entre lo viviente, estar cubiertos y protegidos por la Bondad Creadora. 

Y aunque todo apunte a que la comunidad humana se deteriora, ¡y cierto es!, no es menos cierto –o mejor sería decir, es “supra-cierto”- que la consciencia Creadora no nos abandona, no nos deja a nuestro “libre albedrío”. Esa frase de soberbia vanidosa todopoderosa, que se crea para justificar vencedores y vencidos… y para atribuirle a la Bondad Superior, castigos. Cuando, realmente, en las circunstancias en las que el ser se aparta de su sentido, por ese apartarse, se duele, se deteriora, se corrompe.

¡Aún así!, ahí está el Auxilio de la Palaba Creadora. No seamos jueces de los deterioros. No seamos cómplices de una defensa y de un ataque. ¡Seamos testimonios vivos de esperanza, de generosidad, de ayuda, de Amor!

Con esta súplica, nos sometemos, por sumisión –no por miedo, por sumisión- al Amor de lo Eterno, a ser vehículos con promesas de testimonio de un hacer impecable, de un servicio permanente, de una actitud solidaria… que busca santificar cada acción, cada movimiento.

Sí. Y nos puede parecer imposible o inabordable… esa santificación de las acciones, pero cuando la referencia es el Amor de lo Eterno, cada acción está teñida por esa influencia, esa esencia, esa transcendencia.

Y podremos ver cómo, efectivamente, al hacer… en el hacer sin renta, con la dedicación de lo necesario, estaremos santificando ese momento.

Sí. Porque somos la huella de una Creación. 

Sí. Porque tenemos la cobertura del Espíritu Creador.

Sí. Porque tenemos el ALMA QUE AMA, de la vida.

¡Sí! Porque… el haber llegado desde la Existencia a la Vida, se ha debido a un plan de Amor de Creación.

Eso es innegable; no, esclavizante. Al revés: ¡es promotor de nuestro recursos!; ¡de los que se nos han dado para cumplir y para sentirnos complacidos por hacerlo! 

¡Ahí está lo santificado!

Hagamos realmente, de nuestra configuración, un Templo… donde nos suplicamos. ¡Donde escuchamos el eco de la súplica del Eterno! ¡Donde santificamos nuestros proyectos!… Donde nuestra vacuidad se llena de Bondad.

 

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