EL SENTIDO ORANTE NOS RECLAMA NUESTRA IDENTIDAD UNITARIA
25
de enero de 2021
Y cada comienzo,
según cada cultura, costumbre o civilización, supone propuestas, promesas,
estrategias, expectativas… en base a lo que ha transcurrido, a cómo han
sucedido los aconteceres, en base a la calidad de vida que se ha seguido, en
base al compromiso de cada uno, etcétera. Pero sí hay propuestas e intenciones
de amplificar, cambiar, incorporar. Sin por ello perder un sentido, una
trayectoria.
El Sentido Orante nos
muestra una evidencia que es la característica con la que la humanidad se
encuentra en este tiempo. Una característica cargada de miedo, inseguridad, indecisión,
inquietud, desespero, angustia, ansiedad: en esa frecuencia, en esa onda de
neurosis –o quizás algo más- con tintes depresivos. Por poner un diagnóstico.
En esa situación, en
ese magma estamos todos. Si bien, ciertamente, unos lo evidencian más… –por sus
características, por su situación- más que otros. Y todos se preguntan, al
aparecer un nuevo ciclo, un nuevo comienzo, cómo remediar esa situación.
Si el diagnóstico es
correcto, ese estado de neurosis precisa ansiolíticos, sedantes, miorrelajantes…
Y si se asoman a lo depresivo, precisarían antidepresivos, en una gama más o
menos amplia. Y además del tratamiento farmacológico, se precisaría un
tratamiento de sicoterapia de grupo, o individual, o terapia analítica,
psicoanalítica, para aventurarse a ver qué elementos, qué comportamientos, qué
vivencias nos han llevado a vivir de esa forma, a estar en estas
circunstancias. Sin entrar en si son mejores o peores, pero que sí han creado,
y está, un estado de humanidad, preocupante.
La Llamada Orante nos
conmina a participar en los suficientes cambios como para que el paciente –la
humanidad- mejore. Es un llamamiento a todos, estemos más o menos afectados.
Evidentemente, cada
uno puede buscar su solución. Pero... sería insuficiente. Sí; porque terminaría
aislado. Y la humanidad es una entidad social inevitable. Porque la vida –el
vivir- no es ‘fracturable’, y cuando lo hace es deplorable.
Así que es una tarea
de todos. Al decir “todos” significa que cada ser asume sus recursos para su
mejora, pero no –de ninguna manera- se excluye de dar, de participar en el
entramado que da origen a la situación, para interceder y mejorar.
En muchas ocasiones,
el Sentido Orante nos recuerda la simultaneidad de las acciones particulares,
privadas y del entorno: no se pueden separar. No somos [1]“Juanes
Palomos” que nos guisamos y
nos comemos lo nuestro, sino que compartimos, colaboramos, consensuamos.
La comunidad humana
llamada “civilizada”, es indudable que controla, maneja y dispone de un estilo
de vivir, que lo hace cada vez más ‘extendible’ a todas las comunidades humanas
de este lugar del Universo. Los imperios, en el transcurrir de los tiempos,
fueron ampliando cada vez más sus fronteras, y hoy los imperios están “sin
límites”. Ya no se reducen a un espacio. Ya abarcan los espacios, y se los
disputan los más poderosos o... se ponen de acuerdo.
Estamos en tiempos de
recursos comunicativos: redes de capacidades ¡increíbles! Esto pudiera parecer
que es una trama con capacidad para mejorar y amplificar nuestras
comunicaciones. Y ciertamente, si estamos afinados, pulcros y sinceros, es muy
probable que esas redes sean de utilidad. Pero no hace falta demostrar que en
la era de las capacidades comunicativas, la incomunicación, o la comunicación falsa, se hace cada vez más
preponderante.
Los niveles
participativos se hacen cada vez más dificultosos, y los niveles de
justificación se hacen cada vez más amplios.
La espontánea
participación de ayuda, de colaboración, de decisión espontánea… es cada vez
más dificultosa. El ser, dada su sintomatología y diagnóstico, se encierra, y
da un aspecto equivocado de su verdadera situación. Y en su neurótica obsesión
depresiva, desconecta, y conecta a otra división de apariencias. La referencia
se hace en él mismo.
Bajo el Sentido
Orante, es perentorio que el ser se referencie en el Misterio. En el Misterio,
Misterio Creador, que se hace imprescindible. No ahora. Es… y somos, herencia
permanente y viva de Ello, de lo Eterno. Pero ahora que el ser se aparta, se
aleja… más, más importante es mantener, mantenerse en las evidencias creadoras
que posibilitan el milagro diario de la vida. ¡Y esto no es una frase, es una
evidencia! En ningún caso nadie podría afirmar y decir que sigue y está vivo
por sus propios recursos. Nada nos es propiedad,
pero sí tenemos el deber de cuidarlo: de cuidar lo que está bajo nuestras
capacidades, nuestros deberes.
Y sin perder esa
referencia, a nivel de operario, a nivel de participante, a nivel de elemento
solidario que aspira a mejorar su condición, que tiene expectativas renovadas,
novedosas… es imprescindible, dentro de cualquiera de las propuestas, incluir
claramente la sinceridad. ¡Claramente!
La costumbre de la
mentira piadosa, de la justificación constante, de lo que yo he hecho y tú no
has hecho, de lo que supone el enfrentamiento permanente de versiones
totalmente contradictorias… ese es uno de los “ítems” que no se hace operativo,
para cualquier planificación, si no se resuelve.
El derecho a la
mentira se ha convertido en un elemento de maniobra, en un elemento de… impresentable osadía.
Y lo más preocupante,
en esa insincera actitud –nos advierte el Sentido Orante- es que,
increíblemente, como decía el dicho: “Se
coge antes a un mentiroso que a un cojo”. Sí. Increíblemente, uno cuenta
una mentira a otro, y otro a otro, y otro a otro, con la confianza y la
credibilidad de que nadie se entera. ¡Increíble! Y al que se entera, no le
queda más remedio que poner cara de póker y hacerse el idiota o el tonto… para
no saltar y poner en evidencia.
Y ese es un detalle
que conviene tener en cuenta antes de camuflar la sinceridad. Tener en cuenta
que, quizás –como decía Mafalda-: “cuando
pregunta cuántos son dos más dos, me da la sensación de que la profesora sí lo
sabe”. Entonces, antes de
camuflar la sinceridad y convertirla en mentira piadosa, semi-piadosa, etc.,
piénsese que quizás el que lo escucha se va a dar cuenta.
En la medida en que
no hay engaño, es posible darse cuenta de la dimensión que tiene esa neurosis
depresiva. En la medida en que lo ocultamos, lo camuflamos, lo “aparentamos”
según el propio interés, la dimensión de la situación se desvanece… ¡y perdemos
la perspectiva! Y consecuentemente amplificamos más aún el problema.
Mientras la intención sincera se hace consciencia, la comunicación cambia. Sí, ya la ocultación, la versión A, B, C, D… no nos es útil.
Como comunidad con
características dedicadas al desarrollo personal, con intenciones claramente
sanadoras, tenemos –como Escuela- que aprender, enseñar… y hacerlo bajo la
óptica sincera, compartida, comunicativa.
Y como característica
de esa propuesta, el ánimo, el humor y la colaboración se hacen imprescindibles.
Las comunidades que
se aportan y aportan a la globalidad de la especie, deben hacerse pulcras,
claras, respetuosas entre sí… y con proyecciones de novedades, de revisiones. Y
todo ello bajo la referencia del Misterio Creador. Todo ello bajo ese dicho que
se decía: “Ora et labora”. Sí. La prioridad
referencial orante es el recurso que nos ¡impele!... a ser claros. A no ser ¡revanchistas!
A no apuntar los desagrados, sino tener en cuenta los agrados. Y si los agrados
se hacen sagrados, ¡mejor!
El ser de humanidad, por su intrínseca implicación –por el vivir- de estar en sintonía y en comunión con todo lo que le rodea, se establece en comunidades. Y como dice la propia palabra: “común-unión”. Una unión que pone en común un proyecto, un proceso, un servicio… del que se sirve, y sirve “a”.
El sentimiento
individualista, en el sentido restrictivo, perjudica enormemente al sentir
común.
Y se pone de
manifiesto, una vez más, esa incapacidad del ser de aunar su identidad, con su
comunión inevitable e imprescindible para su vivir. Para su vivir.
Y que entre en
conflicto lo individual con lo comunitario es… deterioro. ¡No puede entrar en
conflicto! Si entra en conflicto es porque no hay comunicación, porque no hay
claridad, porque no hay compromiso. Porque hay imposición, porque hay
obligación…
No debe haber
oposición entre lo individual y lo colectivo. Lo colectivo se hace en base al
aporte individual, con su faceta social. Y así, unos se nutren de otros. ¡Es
muy simple entenderlo!, pero resulta enormemente difícil ¡sentirlo! ¡Y en esa
posición se encuentra la especie!, y así se autoagrede, se vuelve violenta, se
inventa versiones, se acusan, se disputan…
El Sentido Orante nos
reclama nuestra identidad; nuestra identidad unitaria, que en apariencia tiene
dos factores pero que es uno solo, pero que se ha fracturado en base a la
mentira, y así poder utilizar unos, a otros. Y eso es lo que nos lleva a ese
estado de enfermedad.
Tenemos que volver
sobre nuestros pasos, identificar los orígenes y corregir las fracturas. Sólo
así podremos ver un horizonte con expectativas y con perspectivas luminosas.
Con la esperanza
puesta, permanente, con la confianza expuesta constantemente, y con la actitud
disponible permanentemente, estaremos en condiciones de… no solamente mejorar,
sino entrar en la resolución; entrar en el sentido unitario del ser.
Y así, abandonar lo
caduco, viejo y corrupto, y entrar en lo nuevo, renovado, amanecido y luminoso.
¡Ten Piedad!
***
[1] “Juan Palomo:
yo me lo guiso y yo me lo como”. Refrán que hace referencia a aquella situación
en la que una persona trabaja sin ayuda por conseguir algo, y luego lo disfruta
también en solitario sin compartirlo con los demás.