EL SER DEBE PERMANECER ATENTO Y ALERTA EN SU ESTANCIA
AQUÍ
18 de enero de 2021
Quizás por pasar por
aquí, por este lugar del Universo, y no ser específicamente “de aquí”, la
humanidad, el ser de humanidad, debe permanecer con toda su atención en su estancia en este tránsito.
En relación a sus ‘haceres’:
atención a sus haceres. Porque en la medida en que no está atento y alertado de
sus posiciones, estos haceres, estas realizaciones se debilitan rápidamente, se
cansan muy prontamente.
Quizás la volatilidad
de la especie… quizás sus aires de grandeza y de logro… y también, quizás, su
decaída y precipitada indolencia cuando no adquiere, consigue, logra o
establece un control y un dominio, cuando eso no ocurre, se deja llevar por...
”otros” y asume roles que no le corresponden.
Quizás, quizás la
especie humanidad pertenezca a una especie en tránsito; que, para que este sea
fructífero, debe permanecer atento y alerta en su estancia. Y así cumplir con
su presencia.
Y en ese “quizás” –que
nos deja en que “quizás sí” o “quizás no”-… para reforzar esta secuencia que
nos brinda la Llamada Orante, posiblemente sea suficiente con repasarse –re-pasarse- en los haceres,
los proyectos, las ideas, las posturas… que a lo largo del recorrido de cada
uno han tenido que cortarse, dejarse… y permanecen aquellas que reciben la
atención y la alerta.
Al hacerlo, es fácil
descubrir que atrás se han quedado, o permanecen, proyectos, intenciones,
haceres… que, con el mínimo descuido, se han quedado.
Si asumimos esa
recomendación orante, estaremos en disposición de recuperar algunas propuestas,
estaremos en condiciones de pulimentar algunas estancias, aclarar algunas
actitudes… y, en genérico, darse cuenta de si se está en lo que se está con el
interés de la estancia; con la atención y la alerta suficiente. Porque en la
medida en que así no ocurra, nuestra carencia, nuestra falta de participación,
repercutirá en nuestro entorno de tal forma que dificultará las labores de
otros.
Y aunque no se sea
tan importante, sí el deber de ser consecuente con lo que se siente, lo que se
piensa y lo que se hace… es menester que ocurra, porque así es posible que
brote la sinceridad, y con ello aparezca la claridad de los seres, la confianza
mutua y la solidaria participación.
En caso contrario,
aparecen sectores, tendencias, prejuicios, negaciones…; en definitiva, distorsiones en nuestro hacer y
distorsionantes actitudes que perjudican al entorno.
El Sentido Orante nos
advierte de nuestra fragilidad… y nos conduce a ser consecuentes con la
posición que nos corresponde. Y cada cual tiene una, dos o tres… No importa el
número: una posición. En la medida en que la cumple con atención y alerta, esta
permanecerá. Y no solamente permanecerá sino que continuará, se renovará… y
será referencia para otras actividades, circunstancias, futuros… etc.
En la medida en que
el ser da cumplimiento a su posición, se convierte en referencia para otros. Y
así nos podemos referenciar y, en consecuencia, darnos cuenta de la ligazón, de
la comunión de la vida.
Y después de
circunstancias y días diferentes, motivados por costumbres, normas, leyes… se vuelve,
en teoría –en teoría-, a lo previo a este ínterin que ha transcurrido.
Considerar eso es un error. Sí; porque… no somos los mismos.
Esa es la importancia
de sentirse transcurrir: saber que cada día somos diferentes, porque el
AMA-NECER nos aporta nuevas características, nuevas influencias. De ahí que al
volver –teóricamente, que no en realidad- a la teórica rutina –que no la hay,
si sabemos ama-necer-, debamos alertarnos y prestar atención a lo que la
demanda de nuestro ser, de nuestra comunidad, de nuestra convivencia, de
nuestro proyecto… nos pide.
Cada vez que un ser
se embarca –y siempre está embarcado-, pero cada vez que se embarca en
consciencia en un proyecto, como escuchábamos al principio, tiene que prestarle
una atención y una alerta a su hacer, continua, para poder navegar…
Sí, para poder
navegar sin error; con la guía clara, con el timón correcto.
Esto nos lleva –en
nuestra atención, en nuestra alerta- a propuestas, a promesas de nuevas
coordenadas dentro de ese “navegar”, de esa bitácora de navegante que se tiene,
hacia donde se va.
Y se va hacia la
consciencia plena. Y se va hacia la integración contemplativa. Y se va hacia la
inmortalidad consciente. Y se va hacia la liberación de los apegos. Y se va
hacia el descubrir permanente. Y se va hacia la consciencia de Amor. Y se va
hacia la fusión con lo Eterno. O sea que
sí, que sí se sabe hacia dónde se va.
Y eso hay que tenerlo
presente. Y se va hacia todas esas características e infinitas más. Y se va…
cuando la atención y la alerta están conscientes, están en ejercicio.
Que no es algo nuevo,
no. Eso es lo que ha permitido que la especie transite por este lugar del Universo:
ha prestado atención a su entorno, ha descubierto, se ha alertado de los pros y
los contras… y así ha permanecido y ha evolucionado, gestando recursos y medios
para hacer sus proyectos.
Pero también, en esa
evolución, se ha cargado de soberbia, de orgullo, de vanidad, y ha esclavizado
y se esclaviza… con su entorno y con lo conseguido.
Es necesario, en
consecuencia, renovarse en esa atención, puesto que la virulencia de la
comodidad, la virulencia de “la seguridad” –entre comillas-, la virulencia de
la propiedad… está viva. Y tiende a
adherirnos, a hacernos costra y a impedir nuestra navegación.
Ahora bien, si
sabemos custodiar con la atención y la alerta adecuadas, construiremos
diariamente una visión amplificada, nueva… que nos dará la consciencia
liberadora y el hacer cotidiano impecable.
Cuando se hace costra
la estancia, el transcurrir se hace casi imposible.
Las ansias de
seguridad y apego aparecen preponderantes.
El miedo susurra
mentiras para aquietarse…
Y en esa medida no
hay renovación. Las expectativas quedan lejanas. Dejan de ser proyecto de “hoy”.
Y así es fácil ver
los deterioros reinantes, a los que –curiosamente- poco a poco la mayoría se
acostumbra: se adapta a vivir en el basurero.
Y es fácil caer en
buscar en los residuos… y casi olvidarse de las materias primas: esas que en
algún momento nos hicieron soñar, fantasear…
Y que muchas de esas
ensoñaciones y fantasías eran simples propagandas del entorno, para
manipularnos. Y otras que no lo eran, las que amanecían repentina e inesperadamente,
rápidamente se abolían por lo estable,
por lo ordenado, por lo vulgarmente y cotidianamente ejercitado.
Sí. “La perseverancia
–atenta y alertada- trae ventura”.
Pero si no se la
cuida, si se la descuida, si se la altera por… justificaciones y justificaciones
y más justificaciones… con ellas se justifica estar en la basura, tratando de
encontrar algún vestigio.
Unas posiciones de
reconocer, de aprender, de cambiar… nos capacitan para incentivar esa atención
y esa alerta. Nos apartan de radicalismos, de imposiciones, de ¡malentendidos!…
y nos abren los espacios a las admiraciones, a lo solidario, a lo compartido. ¡Sin
comparaciones!
Dejarnos moldear por
las evidencias, asumir las sinceridades, promover el desarrollo propio y ajeno,
sin ataques, sin ¡demandas!, con ayudas, cuidados y ¡entregas!..., todo ello
está encuadrado en una revolución del
espíritu.
En una revolución de nuestra Fe hacia el Misterio
Creador.
En una Revolución hacia nuestro latido de Amor.
En un acondicionamiento nuevo en torno a nuestra
comunidad entre los seres, nuestra solidaridad.
Y en una adecuación de nuestro aliento espiritual
sensible, a las adaptaciones que en cada caso se produzcan, con el claro
objetivo –sea cual sea la posición- de que esa energía sutil nos conduce a elevar y amplificar nuestra capacidad de
amar, nuestra capacidad de entrega. Hacer, de nuestros sentidos, sentires
trascendentes… que no se quedan en lo posesivo; que alientan lo vaporoso.
La Creación rebosa
piedad… sobre la vida.
Saber recogerla… es
engrandecer nuestro estar… y situarlo en un transitar brillante, decoroso,
bello, artístico.
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