HAGAMOS HONOR A LA VIDA
11 de enero de 2021
El evidente mandato
del miedo, socialmente instaurado –que es un plus más del que cotidianamente se
tenía-, se amplifica con el secuestro personal. Un secuestro que puede ser
desde estructural, casero, hasta un secuestro personal, individual, de
separación, de prejuicios…
Todo esto lleva al
ser a un desconcierto, puesto que si sigue dando cauce al amedrentamiento
producido por el miedo, si sigue secuestrado… y en consecuencia ya obediente y
fervoroso devoto del mando, del mandato, también puede provocar una huida hacia
cualquier lugar de la consciencia, en forma de ira, tristeza o desespero.
Evidentemente
también, sucede que, bajo esta característica, las tendencias personales de
preocupación, angustia, ansiedad, prejuicio, violencia… se ven aumentadas. El
sujeto busca la importancia personal, busca “su” importancia personal para justificar sus propuestas, a la vez
que se siente culpable. Pero también exige –exige- perdón o… lástima.
Se va haciendo un
conglomerado de humanidades que justifican la NO ESCUCHA de otras propuestas,
en base al salvamento personal.
Por supuesto, el
victimismo cotidiano se ve acrecentado ¡por cualquier circunstancia! Ya no
existen esas categorías de si esto es importante o esto es banal. No, no. Ahora
todo puede ser importantísimo. Y, de hecho, se va perdiendo precipitadamente el
afecto, el respeto, el cuidado… y cada ser se resguarda en su gueto ¡como si nada nunca hubiera escuchado!
Se constituye en
centro, y todo tiene que girar en torno a su desgracia, su preocupación, su
obsesión o su… ¡desgarro!
Incapaces se muestran
las humanidades, de resurgir, de reclamar al coraje, al valor, a la valentía, a
la aceptación, al reconocimiento… y, a partir de todo ello, un claro y
determinante deseo de cambio, de modificación.
Pero no. Entre los
victimismos de unos y las quejas de otros, se compone el juego de damas:
dispuestos a comerse, dispuestos a distanciarse.
El panorama no es –y
se queda mucho en el tintero-… el panorama no es navideño. No, no. No se hace
honor al nacer, no se hace honor al amanecer.
El Sentido Orante nos
describe hoy lo que transcurre, que probablemente a todos nos suene y nos
parezcan reacciones “normales”, lo cual indica ciertamente que hemos perdido,
que se han perdido las verdaderas reacciones: esas que se reponen ante
cualquier incomodad; esas que son capaces de “respetar” la reacción de otros, ante nuestra “aparente”
normalidad.
Se han ido perdiendo
esas reacciones ‘clarificantes’ que “hacen
y dejan hacer”. Y más bien aparecen esos paternalismos de gobierno y de Estado,
y el ser empieza a gestionarlo. Y ahí aparecen los policías de visillos y
balcones, que se extienden luego a los más cercanos.
¡Es urgente! –nos
demanda la Llamada Orante-, es urgente disolver todos esos elementos ¡y recoger
todas las semillas que se han plantado en nosotros! Re-escuchar lo que hemos vivido,
y que era capacitante, que era posibilitante, pero que se dejó ahí… como si
nada hubiera pasado. Y se atiende más bien a lo que ahora pasa. Pero lo que
ahora pasa… es una ínfima parte de lo que está por pasar.
Y para ello… hay que
tener las suficientes expectativas de recursos de lo que yo conozco de mí y de
lo que los demás conocen de mí.
La Providencia nos
sitúa en situaciones en las que nuestro criterio, nuestro punto de vista, puede
parecer hasta beatífico. Y seguramente lo es –o puede que lo sea-, pero
precisamente si así lo es, debe saber escuchar, ver el tipo de reacciones que
el entorno nos da. Como hemos dicho en multitud de ocasiones: el mundo no fue
hecho a nuestra medida; nosotros nos tenemos que amoldar a las medidas del
mundo.
¡Y nos han dado
capacidades y recursos para ello!
Y el Sentido Orante,
la Llamada Orante es nuestra principal garantía, nuestro fundamental recurso.
Es lo que nos
descubre, es lo que nos orienta, es lo que nos pone en evidencia la valentía
para que las justificaciones desaparezcan, y encarnemos el cada día, el cada
amanecer, con una nueva sonrisa, con una actitud renovadora, rehabilitadora.
Que ese orgullo,
seamos capaces de mostrarlo ante lo Eterno, ¡no ante los demás! Ante los demás ¡es
fácil! Y si presentamos nuestro orgullo y nuestra soberbia y nuestra
importancia personal, ante el Misterio Creador, probablemente terminemos –casi
antes de empezar- con disolverlo, con arrepentirnos, sintiendo el perdón de lo
Eterno.
Ahí es donde hay que
presentar la soberbia de la vanidad. Ahí: en ese estrado de la Creación. ¡No en
el estrado cotidiano! Ahí siempre se encontrarán víctimas. Siempre.
En cambio, cuando esa
prepotencia se muestra ante lo Orante, ante el Misterio Creador… primero hay
que “ser capaz” –y es importante serlo- y después vendrá… ¡vendrá!, ¡viene!...
el desenlace de nuestra prepotencia, convertido en un lago en calma –“convertido
en un lago en calma”-, en una serenidad… ¡embadurnados con ternura!
No se puede ceder a
la inclinación costumbrista y a las justificaciones para mantener posturas de
ostracismo, de sectarismo; en definitiva, posturas reaccionarias que no
favorecen la convivencia, que no ayudan al compartir.
Este momento de
humanidad requiere EL ESFUERZO: el que reconozcamos nuestra
fuerza; nuestra fuerza de Amor. Sí, esa que sabemos que hemos vivido, que hemos
compartido. Esa fuerza amorosa que nos hace ser corderos, y no lobos. Esa
fuerza amorosa que cree, cree en los
demás, que confía en los demás…
aunque luego la resultante no sea la que se espere: ¡da igual! La confianza no puede ser condicional. La confianza es
perseverante… y moldeable.
¿Acaso no damos esa
pequeña confianza al niño, cuando quiere ayudar? ¿Acaso no damos otro poco de
confianza? ¿Desconfiamos acaso cuando rompe la taza o cuando esconde algo que
debería expresar? No. Nos amoldamos. Sí; nos amoldamos, pero a la vez delegamos
responsabilidad.
La confianza, en
ningún caso puede ser un lazo que cobije y que inutilice los recursos de los
demás.
La confianza es liberadora, porque nos hace
sentirnos que otros creen en
nosotros, ¡pero que no nos obligan a creer lo que ellos creen, claro!
Salir de la
encrucijada con las expectativas de soltar el lastre de todo lo que hemos
comentado, es la respuesta que nos da la Oración, es la implosión que nos
recomienda para dar un salto cualitativo en CALIDADES.
En muestra de nuestra
escucha orante, y en consecuencia nuestra atención a incorporar lo que nos
corresponda de esta llamada de atención… podemos exclamar:
¡TEN
PIEDAD! ¡TEN PIEDAD!
(Lo
repetimos)
¡Sí! Ten piedad, Misterio
Creador, en base a tu Llamada Orante, con todos los que acudan a tu Misterio. Sabemos
que no hace falta pedirla; que se emana de Ti cuando nosotros nos abrimos.
Pero es menester
recordarlo, y no avergonzarnos por pedir. Porque no se trata de pedir, se trata
de recordarnos a nosotros que la Piedad del Eterno está ahí dispuesta. Pero
debemos acudir a mostrarnos, a decirnos, a decir-LE, lo que ya sabe. Pero, con ello, escucharnos a nosotros mismos.
Y es el esfuerzo
cotidiano de cada detalle, de cada momento, de cada oportunidad. No se trata
del gran cambio, de la gran estrategia… del mando militar que
ordena que se haga así o asao. ¡No! Eso son de nuevo vanidades y soberbias.
.- ¿Y qué puedo hacer ante la mentira?
.- ¡Pues no mientas!
.- Es que… –¡qué
frase!: es que- es que los demás mienten.
.- ¡Ah! Será responsabilidad de ellos.
No por eso voy a
perderles la confianza. Yo sé voluntariamente no mentir.
Tanta soberbia y
vanidad para muchas cosas, y para las pequeñas diarias: “es que no sé”, “es que no puedo”…
Hay que atreverse a
dar testimonio de lo que somos como especie, como humanidad… e ir abandonando
diariamente todo ese vestigio colonial y colonialista de posturas que buscan el
agradecimiento, pero que por otra parte atacan a los que no son de su bando.
Penoso. “Penoso”.
Si nos han traído a
la vida es porque la confianza del Eterno es evidente. Si nos han traído a la
vida es porque nos han dado recursos para ser un ejemplo de equilibrio, de
armonía. ¡Si nos han traído y nos permiten la vida!... es porque esperan que
expandamos nuestros medios, nuestros ¡talentos!
Hagamos honor a la
vida, a “el vivir” de cada día.
Cada jornada que pase
sin redimir, es un nuevo peso para seguir…
¡Por favor!...
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