TRANSITAR Y PERMANECER A LA VEZ. UNIVERSARIO DEL TRAZO CELESTE
4
de enero de 2021
Transitar… haciéndose
futuro, y permanecer a la vez, es una sintonía que ocurre de manera Providencial.
No es una línea recta.
Es una ondulante espiral que no tiene límites.
Vibrar a la vez en lo
transitable y lo permanente, nos hace separarnos del mundo dual.
Y hoy, el Sentido Orante
nos recuerda que estamos en un lugar de tránsito, como este espacio en el que
nos llama la Oración. Pero a la vez es un lugar permanente, que constantemente
nos acoge para que seamos capaces de ser un ETERNO FUTURO… transitando en el
presente y teniendo constancia del pasado.
Justo hoy, con la
noche más larga y el día más corto. Justo hoy, cuando en un lugar el invierno
tirita, y en otra posición el calor se hace sudor. Y a la vez, simultáneamente,
conviven, comparten.
Sin que sea “casual”,
además los astros nos dicen que los grandes gigantes de Júpiter y Saturno están
cerca. A millones de kilómetros, claro. Como si la sintonía fuera precisa y
necesaria para tener capacidad de esgrimir los recursos propios, y hacerse
sintonía con los demás, en consenso. En un consenso libertario, sin dudas, sin
imposiciones, sin miedos.
Y así fue como hace
29 celebraciones… se transitó por estos espacios, con la aparente idea de parar
y “ya seguiremos”. Pero la real idea
era “continuar” transitando hacia futuros, pero dejando la permanencia, la constancia…
que ahora –una vez más- nos acoge.
Y bajo la Llamada Orante,
pasados estos… ¿tiempos?, podemos asegurar… –los que gestamos
intermediariamente todo el proyecto- podemos asegurar que LA IMPRONTA
PROVIDENCIAL estuvo, ¡está!… con la idea, con su desarrollo, con su
evolución, con sus aportes, con sus novedades. Todo ello no exento de
dificultades, de incomodidades, de malos entendidos… Sí. He ahí una prueba Providencial:
a pesar de todos los inconvenientes que pesan…, el impulso de expansión, el
impulso de florecer continuamente está ahí misteriosamente.
Y a nuestro través se
ejercita, se muestra.
Nuestra participación
es… representativa, intermediaria.
Y eso nos conmueve,
nos asombra.
Y al decir orante,
nos impulsa a transmitir estas evidencias… para los que se incorporan, para los
que llegan: para que esta plasticidad misteriosa, providencial, cada ser la
incorpore a su vivir diario. Y sea presente, pasado y futuro a la vez. Y sienta
cómo, el dejar de ser el protagonista y pasar a ser equivalentes,
intermediarios, representantes… supone “liberación”. Supone desposeerse de esa
importancia personal que tanto se ejerce en el nombre de poseer verdades
diarias, cotidianas, pero que minan diariamente los procesos creativos.
De ahí que… sea, de
nuestra parte –como intermediarios, como representantes, como títeres del
Misterio Creador-, asumir esa presencia, sentirla y ejercitarla con ¡rigor! Un rigor que no castiga, que no
persigue, pero que está atento, ¡muy atento!, a que los dones de la Providencia
se respeten, ¡se noten!
Y así permanezcan las
consciencias, con la responsabilidad, con el cuido que nos tienen, pero
insisto, con el rigor de ser custodios de lo que llega sin pedirse, de lo que
aparece sin aguardarlo.
¡Ay!... Sí. ¡Ay! de
exclamación y “hay” de haber; de haber un sinfín de recursos, que en la medida
en que sabemos custodiarlos rigurosamente, nos vamos asombrando más, nos vamos
aspirando más, reforzando nuestras decisiones, ¡alertándonos de inmediato! ante
cualquier incidencia que, por pequeña, se solventa, pero que ¡si se deja!,
permanece y… medra y medra.
Esta Llamada Orante
nos recuerda, no como pasado ni como presente ni como futuro, sino como “inmanente”
–es decir, intrínsecamente en el área de la existencia y de la vida-, que somos
receptáculos de mensajes, de ideas, de proyectos. Que estamos en comunión con
lo viviente, en sintonía con los ideales y en consenso con los proyectos.
Y es así como podemos
–sin poder- transmitir lo revelado,
cultivar lo descubierto y dejarse llevar con la atención y la alerta. Para que
en los llamados “momentos difíciles, complejos o complicados”, tengamos nuestro
ser… ¡presto, dispuesto, activo, preciso, exacto!
Es la exigencia que
ahora, en este tránsito, se nos pide como intermediarios para custodiar esa Providencia;
para sentirse cada ser con la decisión clara de colaborar, ayudar, respetar y
aceptar complacientemente la diversidad de versiones, visiones… y así evitar el
arrogarse justicias, castigos o situaciones similares, gratuitamente.
La confianza, no
solamente en el deber servidor de cada uno, sino la confianza en “los otros”;
los otros que son semejantes, los otros como sistemas vivientes y, obviamente,
también los de nuestra estirpe de esta humanidad.
No suplantemos, de
ninguna manera, las capacidades, los recursos y las confianzas de otros.
¿Acaso castigamos al
niño cuando aún no sabe hablar, porque pronuncia mal?
¿Acaso nos
enfurecemos cuando el niño sube por primera vez a la bicicleta, y se cae?
No. Claro que no. Confiamos.
Y cuando ya mantiene su equilibrio, confiamos más. Y así respetamos. Y así no
nos hacemos nunca muleta de nadie.
Pero a la vez, “pero
a la vez” –simultáneamente- nos cuidamos, nos hacemos “interpendientes”. Con la
idea de que cada ser ¡sienta!… sienta que en el otro y en el otro y en el otro,
habrá acogida complaciente ante una necesidad. “Habrá acogida complaciente ante
una necesidad”.
Así que ¡no está
reñido!... la confianza de cada ser en sí mismo y el respeto mutuo para que
cada ser ejercite su Providencia… no
está reñido con sentirnos unidos y saber, ¡con certeza!, que vamos a ser
acogidos cuando la necesidad nos demande.
Y es así que, estando
transitando ahora en una humanidad con desespero, debemos aportar, con nuestra
presencia, con el rigor del cultivo de la Providencia, tenemos que aportar esa
CONFIANZA PLENA en nuestros ideales, en nuestros proyectos. Saber adaptarse sin
renunciar. Apartar el enfrentamiento –ese que hace temblar-.
A cada ser de
humanidad se le demanda en razón a los talentos que la Creación le ha otorgado.
Nunca se le pide más. Pero esa consciencia de que nunca nos van a pedir más de
lo que podemos dar, es la consciencia Providencial. Pero si nos quedamos en la
consciencia humana, y no nos ligamos a la creatividad, al cuidado, a la evidencia
del Misterio Creador, si lo apartamos y “hedonizamos” nuestra función, claro,
entonces… el más cercano, el más lejano, el más próximo… nos exigirá, nos
pedirá, ¡nos obligará! a dar más de lo que somos o tenemos.
Y es fácil caer en la
trampa del dominante, del dominador, y entonces sentirnos inválidos, sentirnos
estúpidos, porque aquel, el otro o aquel nos critica, nos persigue, nos exige, ¡nos
impone!…
Y resulta que estamos
aquí, en la Existencia, en la Vida, providencialmente dotados, y no nos exigen más
de lo que somos. En consecuencia: no nos
exigen, nos dejan fluir; bajo la referencia de la Creación, claro.
¿Vamos a permitir que
alguien suplante esa referencia?
De
ninguna manera.
Nuestro Auxilio es el
Nombre del Misterio Creador, y bajo él –nos dicta la Llamada Orante- nos
referenciamos, nos aliamos. Pero cuando alguien nos quiere aferrar a nuestro
protagonismo, a nuestras bondades, a nuestras maldades, a nuestras envidias, a
nuestras rabias, a nuestros prejuicios… debemos decir no. No.
Si el Misterio
Creador no me castiga, no me persigue, me respeta –misteriosamente, sí-, ¿con
qué derecho alguien usurpa esa posición –burdamente, claro- y nos hace
debilitar el vínculo con lo Eterno, y caer en la justicia de lo cotidiano?
“Esto se puede, esto no se puede, esto está bien, esto
está mal…”.
Mantener ese vínculo
de referencia nos permitirá decir “NO” a la potencia que nos exige, que nos
acusa y nos castiga. Decir “no”.
Y decir “no” a
nuestras propias posiciones, que con frecuencia caen en el victimismo o en el
protagonismo cotidiano.
Y decir “no” a la
preponderancia del hombre sobre el hombre, es decir “sí” a la Providencia del
Misterio, a la evidencia de su asistencia, a la constancia de su influencia, de
su cuido, de su ¡AMOR!
Y, por supuesto, esa
posición no está desligada –como pudiera pensarse en una crítica fácil-… de nuestra
búsqueda, de nuestro interés, de nuestro descubrir, de nuestro discrepar, de
nuestro buscar, de nuestro aprender… ¡No! Es parte del calor Providencial.
La alegría… Sí, la
alegría de sentirse amparado por algo que no podemos controlar, por algo que no
podemos dominar, por algo que no podemos ¡exigir!…, esa alegría es enorme.
Sí. Porque cuando el
ser de humanidad se arroga “funciones –permitamos la palabra- divinas”, sin
conocerlas, y se erige en “juez y parte”, y otras cosas, genera este mundo en
el que nos movemos diariamente. Genera ¡esas brechas bestiales de hambres y
abundancias!, esas brechas ¡increíbles! entre masculinos y femeninos, esas
brechas ¡terribles!... de cultura, de salud, de recursos.
Y aunque estemos en
ese terrible y dramático panorama, nuestra alegría providencial debe permanecer.
Y saberse… intermediario de un mensaje liberador, de un proyecto de vida
meditado, orado y contemplado, que anime a nuestra participación, que promueva
entusiasmo… y disponibilidad servicial ¡que no pasa factura!, sino que está ahí
dispuesta y disponible… sin permitir abusos, sin satisfacer egoísmos, sin
justificar verdades.
Sintámonos partícipes corporales, tangibles… de la Llamada Orante de hoy. Que nos implique… como seres de presencia.
Recurrimos al mantra
como expresión vibrante de aceptación, de implicación, de ser osmóticos seres
que incorporan, y no dejan pasar que las cosas, que las palabras, que los
actos… no se incorporen.
AAAAAaaAAAAEEEEIIIIII
PIEDAD
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