LA LLAMADA ORANTE NOS ADVIERTE SOBRE EL ENSIMISMAMIENTO
14 de junio de 2021
Y con las “ansias” de alcanzar, lograr, conseguir… suelen ocurrir torpezas y se suelen contraer deudas.
Torpezas de relación,
de comunicación, de necesidades, de planteamientos…
Deudas de… afectos,
deudas de dedicación, deudas de intenciones, deudas de proyectos…
Lo cual, en un
principio, suele producir… como el adicto al juego: “A ver si me recupero”. Y se empeña en alguna apuesta arriesgada… que
normalmente no sale. Con lo cual, la situación pasa a ser de impotencia, de
incapacidad…; de una sensación de inutilidad. Y fíjense que todo empezó con
entusiasmo, con ansias de alcanzar, lograr, conseguir…
Y luego las torpezas,
las deudas…; luego el recuperarse… como sea; luego decaer…; y luego sentirse
inútil, incapaz.
Este es un ciclo que,
con intensa frecuencia, se desarrolla en los estilos de vida competitivos… ‘aspirativos’…
triunfalistas…
Y todo ello se centra
en la capacidad del “yo”, del “ego”, de los propios recursos…; de los consejos
sociales de muy diversa índole, desde amistades hasta intimistas posibilidades…
que aconsejan y que abruman los oídos del que sólo confía en sí mismo.
La Llamada Orante nos
advierte sobre el ensimismamiento.
El contemplarse sólo en
los logros, en los alcances… y en todo lo que ello conlleva, hace que el ser
ignore su microcosmos y, por supuesto, no conceda en realidad –aunque lo diga-,
“en realidad”, ninguna opción a ese milagro permanente que nos llama, a esa Oración
que nos ¡sorprende!, y nos advierte y nos orienta.
El ser se radicaliza
cada vez más en sus posiciones… –¡de cualquier tipo!- y se siente poseedor de
verdades “objetivas”. Y aunque en teoría entienda que todo es subjetivo, en la
práctica, la intransigencia y la crítica es la habitual confabulación.
Una crítica que
necesita de un radicalismo, y un radicalismo que necesita de una critica… para
mantener un “yoísmo”, un ensimismamiento de la personalidad, del carácter, de
la forma.
Y curiosamente, en
esa tendencia, en ese “yoísmo”, en esa prepotencia, es difícil –por no decir
dificilísimo- que el ser acepte o asuma alguna participación en errores, en
deudas, en compromisos… ¡No! Su radicalismo le sitúa por encima de cualquier
situación.
Y no hay razones ni
lógicas… para modificar esas posturas.
El Sentido Orante y
la Llamada Orante no razona, no explica, no…
¡Transmite!… Invoca… ¡Descubre!
¡No tiene pretensiones! Por ello es –sin duda, y sin radicalismos- el mejor
referencial para… verse.
Y en principio, no
afanarse en resolver las deudas. ¡No! Afanarse en no contraer otras nuevas. Y
en esa medida se resolverán las pendientes; las tibieces que quedaron atrás.
De igual forma, los
errores… –subjetivos todos ellos, por supuesto- deben referenciarse en torno a
nuestras capacidades; con lo cual, si ajusto mi capacidad a los requerimientos
propios y del entorno, la posibilidad del error es mínima.
Los
modelos referenciales que se toman habitualmente, de aquél, del otro o del otro,
para… cada uno en su posición, hacer lo mismo o lograr lo mismo… esos modelos
referenciales no son sinceros. No parten del auto-aprecio y el reconocimiento
de los dones propios, sino que se inclina, o se deja inclinar en exceso, por la
opinión ajena, el punto de vista del otro… En definitiva, un poco “una veleta
que cualquiera sopla y la desvía”. No se atreve a mantenerse fiel… a su función, ¡a su creencia!
En la medida en que
esto –todo ello- se descubre, que nos lo
descubre la Llamada Orante, debemos “futurizarnos” de manera inmediata.
Si esperamos a tener
todos los útiles y necesidades para iniciar la marcha, nunca se iniciará.
Ahora bien, si la
empezamos de nuevo cada día, bajo el auspicio, bajo la sombra de la Providencia,
bajo ese… –permitamos- amor incondicional que nos brinda el vivir, cada
día, entonces nos hacemos permanentes “futuros”, que es como anular el tiempo.
Es como decir: vivir lo que aún no se ha vivido, lo que aún no ha llegado.
Asumirnos como
viajeros de luz y, por tanto, peregrinos que reconocen sus tropiezos y sus
deudas… y no buscan rehabilitarse con un golpe de suerte, sino que se rehacen
porque aceptan la mano de la Creación, que levanta, que promueve, que ayuda.
Invertir en lo nuevo…
del futuro de cada día, bajo la referencia del Misterio Creador, nos hace
verdaderos intermediarios de ese Misterio.
Nos dota de la fuerza para... ajustarnos a nuestras “necesidades
reales”.
Cada Ama-necer supone un nuevo futuro.
Las deudas y las
torpezas a redimir… se irán resolviendo en la medida en que transcurre ese
futuro, bajo otras perspectivas, sin el ansia de llegar, alcanzar, lograr,
conseguir…
Si en cada amanecer
asumimos el amparo de “el Nombre…”, si asumimos “el Auxilio”, las iniciativas
de futuro se harán prestas, se harán frescas, se harán sin las rémoras ni los
condicionantes pasados… con la confianza de sentirse intermediarios.
Ámen.
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