LA MEMORIA ORANTE TIENE EL ALIENTO DE LA PALABRA
25
de abril de 2021
La memoria nos hace guardar… historias vividas y no vividas. Y es capaz de discernir unas y otras. Igualmente, la memoria nos trae al presente lo pendiente, lo que está por hacer, lo que se prometió, lo que quedó pero no se hizo…
Igualmente, la
memoria alberga experiencias que transformaron, cambiaron, modificaron nuestra
posición.
¡Son tantos los
influjos que se vehiculizan a través de la memoria, que, sin ella, evidentemente
“nos perdemos”.
Se suele decir: “Ha perdido la memoria. No sabe quién es”.
Realmente nunca lo supo. Nunca sabremos quiénes somos. Pero tenemos referencias
–mientras la memoria está-… tenemos referencias de hechos, de situaciones que
nos orientan. Y en base a ello reconocemos el amanecer, el anochecer, el
laborar, el viajar…
¿Qué es de la memoria
Orante?
¿Cómo… cómo se
comporta? ¿Es igual que otro tipo de memoria?
¿O más bien es una
referencia que nos… ¡toca!, porque nos llama a ver algo, a decirnos algo que no
estaba claro, o nuevo, o recordar algo ya repetido?
Pero, en cualquier
caso, la memoria Orante tiene unos trazos muy variables. No tiene sustento de
lo material. Tiene el aliento de LA PALABRA.
Como decían: “Y en el principio fue la Palabra, y todo se
hizo con ella, y la Palabra era Dios y Dios era la Palabra”.
¿Será –en
consecuencia- la oración, palabras que nos sitúan en nuestra verdadera
naturaleza?
Nuestro vibrar
original se pierde en el Misterio Creador. Nuestro recuerdo no llega a tanto.
Pero en la medida en que el Misterio Creador nos llama… ¡con palabras!…
encontramos en ellas, como oración, un filo… un filo de hilo que nos transporta
hacia lo desconocido. Nos diluye la forma y nos ensalza la consciencia.
Remontarnos… en
consciencia de sensación, a nuestras memorias no recordadas.
Sensaciones de brote, de algo que mana como manantial,
así es nuestra aparición en la existencia: un manantial, un brote de semilla… que aspira a vivir.
Y al sentirnos
manantial… humedecemos el entorno y reconocemos progresivamente todo lo que el
agua que mana va descubriendo, va tocando.
Agua de Vida…
El manantial se hace maná, y surte y nutre a necesidades que
encuentra.
Hagámonos esa
pregunta: ¿A quiénes nutrimos? ¿Cómo es nuestro manantial?
La calidad de nuestra
agua debe ser evaluada. Tanto es así que debe saciar la sed de “cualquier” sediento.
El manantial, la
fuente… no segrega y no elige quién bebe de él.
Así, si nos dejamos
fluir y emanamos en “la calidad” –es decir, virtudes que adornan nuestro ser-,
seremos manantiales, fuentes… ¡con
recuerdos vivos de que brotamos! No sabemos por qué. No pertenece a la
sapiencia. Es de consciencia.
Seguramente, nuestra
memoria se quedaba en un pequeño charco.
La Llamada Orante nos
lleva a una expansión ilimitada.
El manantial no
conoce fronteras. Y a la vez está cargado de sensibilidad, por su calidad para
nutrir… según qué necesidades.
Pareciera que somos
agua… sin más; manantiales que brotan iguales. Mas no es así.
Somos de calidades
precisas… y de capacidades transformadoras. Nunca volverás a beber el agua que
bebiste hoy.
Y ese manantial de
agua que somos, y que damos de beber, se conforma en cada instante según la
situación. A veces correrá vertiginosa, el agua; otras, se estancará. Unas
veces será muy cristalina; otras será muy turbulenta. Pero debemos recordar que
somos agua, manantial de vida que alimenta, que nutre.
Y así, en ese
recuerdo permanente, Orante, cada realización, cada actuación se hará
diferente. Y tendrá los matices de calidad que se precisa.
¡Parece difícil!,
pero no lo es. Parece difícil, por habernos convertido habitualmente en…
“costumbres”; y repetir una y otra vez, y tener una y otra vez la misma actitud…
Así nos “clasificamos”,
y decimos: “Éste tiene buen humor, éste
es inteligente, éste es cauto, éste es prudente…”. Y ahí el manantial deja
de brotar.
Somos una opción
permanente, y debemos recordar orantemente que estamos dispuestos, que nos han
dispuesto y posibilitado para ser alimento de vida… en virtudes cambiantes, en
actitudes precisas. De ahí la calidad,
que no es costumbre; que siempre se perfila buscando la exactitud, la finura,
la innovación, la sorpresa.
Buscamos, en la
sintonía del Mantra, esa consciencia de palabra Orante, de manantial y de
calidad de vida.
aAAAAAAAAmmmmmmmiiiiiiiiiiiii
Y cada palabra es un
borbotón de manantial. Y en cada una de ellas encontramos la calidad… de
promover, cuidar, ayudar, respetar, generar, innovar, creativizar.
Y de igual manera, al
escuchar, escuchamos borbotones de palabras, de… afanes de vida.
Si el hablar, si la
palabra se hace Orar, el vivir se hace Oración permanente.
Y, como expresiones
divinas, estamos continuamente orando. De ahí que si lo descubrimos de esta
forma, podamos depurar nuestra palabra, podamos escuchar la que se emite,
podamos dejar de juzgar, de condenar, de castigar con palabras.
Y hagamos que el
manantial que nos representa… esté siempre dispuesto y disponible, adaptable a
cada situación.
¡Sin perder ni un
ápice su identidad!...
Al igual que al agua
se la puede someter a infinitas formas, pero seguirá siendo agua. Pero su naturaleza se adaptará y
será… el alimento preciso.
No vale decir cualquier cosa.
Si cuando hablas,
oras, tu compromiso de Universo se acrecienta. Y a la vez, tu calidad se exige,
se descubre y se sorprende.
Así.
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