Y EN EL VIVIR… PARECE QUE SIEMPRE
FALTA
19
de abril de 2021
Y en el vivir… parece
que siempre falta: falta este detalle, falta por hacer esto, falta por completar
aquello…
Pareciera que el
transcurso de la vida fuera un permanente hacer en… “lo que queda por hacer”,
sin que se sepa cuál es la cantidad, la calidad o la demanda –en general- de
ese “que falta”; de eso que falta.
Si nos situamos en la
Creación –que es donde estamos- y exponemos nuestras cualidades, nuestras
“sapiencias” –tan arrogantes-... a poco que nos apercibamos de nuestro orbe de
acción, nos daremos cuenta de que hay todo un contingente inabordable… que
desconocemos; que no está en nuestra dimensión, pero que incide en nosotros.
¿Y cuál es la actitud
habitual del ser?
Querer abarcar todas
las posibilidades, con la sensación de que las tiene a su alcance. Y lo que
tiene a su alcance –en sensaciones- es que está en una inmensidad ¡infinita! Y
en vez de –“en vez de”- ir, hacer, estar… según la propia capacidad dicte, y el
Infinito permita, se asume o se adopta la posición arrogante de dominio, de
control, de capacidad. Siempre queda algo: la sensación de… “incompleto”; que
puede ser estimulante –puede ser estimulante- pero también puede ser
frustrante.
El Sentido y la Llamada
Orante nos sitúa en la perspectiva de sabernos una capacitación muy, muy, muy
pequeña, si tratamos de compararla con el asombro de donde nos situamos.
Eso nos debería dar
una actitud de humildad, de asombro y de ¡curiosidad! –por supuesto-, pero no
posesiva, no resolutiva.
Y no se trata de
sentirme “limitado”. ¡No! Si habito en un Universo ilimitado, también lo soy, pero en proporción.
El asumir la
proporción de pequeñez… en el Universo amplificado –¡que se amplifica además
permanentemente!, dentro del poco saber que tenemos-…
La consciencia de ‘ilimitud’… debe permanecer, pero no nos
debe propulsar a dominio, a control.
Nuestra consciencia
se fue configurando de una forma tal que, para vivir, tenía que ir ganando,
conquistando, teniendo, dominando. Y todo era poco, porque era evidente lo
exuberante que tenía a su alrededor, en su entorno.
De ahí que siempre
faltara, por la ambición de poseerlo ¡todo!
De ahí que se revuelvan los sabios, buscando una ley, “La ley del Todo”, que
explique todo, que nos haga capaces
de crear, destruir, desarrollar… lo que llamamos “vida”, en sus diferentes
formas.
Pero lo que
observamos con la visión de nuestras capacitaciones, de los logros adquiridos:
nos descubrimos en este gueto de Universo, con infinitud de especulaciones,
aspirando a anular el Misterio.
En vez de –ante lo
evidente de la falta y falta y falta- asumirse EN el Misterio, la pretensión
prepotente es hacerlo desaparecer… y
quedarse con la retahíla de: “Bueno, si
ahora no se sabe o ahora no se conoce… ya se conocerá, ya se sabrá”. Esa
actitud de conquista, de logro; sin duda, producto del magma en el que nos
encontramos: ilimitado, infinito. Pero en vez de sentirlo y vivirlo fundido con
él, el ser desafía; compite. Y establece un sistema de logros y adquisiciones…
que le va satisfaciendo por momentos, a la vez que le decepciona.
¿Podría ser –podría
ser- que esa insatisfacción permanente de logro y posesión, ante la
imposibilidad de recoger ¡todo!, gestara la muerte? Como un espacio,
como un instante de otra forma de vida, distinta a la ansiosa, ambiciosa y…
fracasadamente posesiva.
¿Será la consciencia,
en su forma de desarrollarse, la que conduce… –por la permanente insatisfacción
de lo que falta, pero a la vez con el orgullo de lo que logra-, la que induce a
otro estado de consciencia… desconocido totalmente, pero que sitúa la vida en “límite”;
la sitúa en un espacio limitado…?
Todo el impulso que
da el estar en lo Infinito, al descubrir que no es posible poseerlo…, la
consciencia se ve abatida y recurre a un límite. Cuando resulta que su posición
es ilimitada.
Y así se establece
que “todo tiene su principio y su fin”,
que “todo tiene su crecimiento y su
decrecimiento”… Así nos hacemos “Gauss” –como la curva vital de todos los
procesos-, “aunque”… aunque sepamos y veamos que así no funciona el Universo en
el que estamos, en el que las funciones y las actividades se transforman, se
convierten, se expanden, se transfiguran… pero permanecen; con distinta
configuración, lo cual nos da una muestra de su eternidad.
Pero no se contempla
así. No. Se contempla que tal estrella choca con tal, y se destruye y
desaparece, y aparece un agujero negro y…
Se le pone “fin”.
Y no hay tal “fin”. Hay una transfiguración
transformadora, una mutación sin proporciones, de un Misterio… insondable.
Pero el ser, en su
consciencia, para manejarse y manejar su ambiente y su medio, recurre a “lo
terminal” como un proceso inevitable.
El Sentido Orante nos
reclama la necesidad de configurar nuestra consciencia… y apartarle las
fronteras y los límites, para que realmente se sienta en el Misterio, participe
de él –porque es Misterio- y se creativice permanentemente.
Adentrémonos a vibrar
en esa inmortal consciencia de Misterio:
OOOOOMMMMMMMM
***