domingo

Lema Orante Semanal

 

LA VIDA RECLAMA LA DIVERSIDAD

12 de abril de 2021

 


Resulta evidente el comprobar –según qué faceta, da igual- la repetición de actitudes, de propuestas, de –admitamos- errores o éxitos… –son falacias, pero admitamos también momentáneamente ello-.

Y estas situaciones que se repiten, no dejan por menos que… preguntarse:

¿Es… es la naturaleza propia del vivir, el repetir incesantemente… errores, terrores, temores… y un largo etcétera?

Sí es cierto que para dominar ciertas actividades es imprescindible repetir y repetir el ejercicio, la dicción, la actitud, la postura… Y para tocar bien una melodía hay que repetir y repetir y repetir años y años. Y el día que no repites… se te nota.

Esto, por una parte, casi nos condena a la idea de que si no hay suficientes repeticiones, no hay suficientes calidades. Pero también puede interpretarse de otra forma, y es: el ser se rebela ante la repetición, y cuando ésta va más allá de lo “previsible” –entre comillas- produce minusvalía, menosprecio o error.

Si nos vamos a otro aspecto de las repeticiones, resulta que en nuestro genoma –en nuestro código genético-, las repeticiones más allá de lo estipulado por la ley “X” del genoma producen alteraciones graves en la composición global del ser: véase consciencia, movimiento, actitud…

Por otra parte –ya que se menciona lo genético-, cuando determinadas células deciden, por alguna extraña razón, mutarse y hacerse… ¿independientes? –es un decir- con respecto a la totalidad, y esta totalidad lo acepta, tenemos un problema.

Pareciera entonces que, si se repite demasiado, no está bien; si se repite muy poco, tampoco; si se repite desordenadamente, tampoco. Pareciera como si el equilibrio y la balanza estuvieran en otro plano.

 

Si nos fijamos –siguiendo con estos criterios- en nuestro entorno, sea mayor o menor, veremos que… iba a decir “es muy difícil”, no: es que no se encuentran fenómenos repetitivos. “Parecidos”. Ninguna primavera es igual que otra; ni ningún invierno, ni ningún otoño, ni ningún estío. Ni ningún amanecer es igual a otro, ni ningún atardecer. Se parecen, sí. Ninguna flor es idéntica a otra; ni su perfume. “Se parece”.

Eso que llamamos “biodiversidad” se extiende en infinitos matices.

Tanto es así que no encontramos un modelo igual… Ni siquiera una gota de lluvia es igual que otra.

Pareciera decirse que lo que percibimos, lo que notamos, lo que evaluamos, lo que valoramos, lo que opinamos es diverso; tan diverso que es… siempre nuevo.

 

Entonces, cabría preguntarse: ¿Qué hacen, repitiéndose y repitiéndose hechos y aconteceres, en un Universo que es cambiante, cambiante, cambiante, cambiante?

¿Qué es lo que impide que nuestro acontecer, nuestro vivir, nuestro estar diario… se haga nuevo, creativo, y no esté afanado en su razón, en su preocupación… así una vez y otra vez, y un año y otro año…?

La Llamada Orante nos pone en evidencia que, justamente, al ser –el ser de humanidad- una expresión Creadora del Misterio Creador, no es propio de nuestra naturaleza la posición repetitiva, racista, radical, impositiva, obsesiva, costumbrista.

 

Pero érase una vez –quizás-, que el ser de humanidad vio que podía arrancar una flor, absorber su perfume y… ¡plantar otra! Y la semilla obedeció, y una flor de nuevo apareció. Y he aquí que este ser, estos seres se creyeron creadores de flores, creadores de perfumes…, cuando simplemente eran ladrones.

Seguramente, cualquier equiparación –parecidas- sería válida. La introducción de “ladrones”… a lo mejor nos hace más efecto.

 

Sí. El Sentido Orante, la Llamada Orante, nos advierte de que nos convertimos en ladrones cuando dejamos de ser creativos, cuando dejamos de escuchar, cuando dejamos de aprender, cuando dejamos de adaptarnos, cuando nos obligamos a mandar, cuando imponemos nuestras normas…

Robamos… la esencia de nuestra naturaleza. Nos hacemos ladrones de nuestras posibilidades. Nos robamos a nosotros mismos. Nos robamos ese verso que queríamos haber dicho, nos robamos esa ilusión que queríamos haber expresado…

Nos robamos… ¡tantas cosas!... que, quizás por ese fiasco personal, el ser se amplifica en su robo, y roba a la tierra, roba al aire,  roba… a todo lo que encuentra, para poseerlo, controlarlo, dominarlo, manejarlo…

 

Porque además, ha convertido el ser, sus robos, en ¡logros! Increíble ¿no?: “El ladrón que convierte su robo, en logro”. De delito a ¡virtud!

Y claro, puestos así, difícil le resulta rectificar. Y si él mismo descubre que, cada cinco personas, una fallecerá prematuramente por la contaminación, y que en general produce unos ocho millones de fallecidos al año –eso, tirando por lo bajo-…, no parece perturbar el normal ¿”funcionamiento”?... de la dinámica de la vida. ¡No!

.- ¡A ver!: ¿quién?, ¿dónde…?

.- Sí, oiga. Es que esto se ha comprobado y…. y no es una noticia de última hora –aunque siempre tiene actualidad, claro-, sino que es algo evidente.

.- ¡Ya!, pero… ¡eso no es de repente!

 

Y sí: efectivamente, el hábito repetitivo de robar lo propio, lo natural, lo equilibrado, lo disponible… se hace norma.

.- Sí… Habrá que hacer algo.

 

Y, para despistar, se crea alguna particularidad: ¡Bueno! Pues han muerto más de dos millones por una… ¿pandemia? –¿sí?, ¡oh!-, y todo el mundo está ¡revuelto!, ¡desesperado!

.- Oiga, pero es que… se han muerto ocho millones…

.- ¡Bueno, bueno! No me distraiga con tonterías, por favor. Estos son ¡dos millones!

.- Ya, pero… ¿y los otros ocho, qué?

.- No, pues son… efectos colaterales de la era industrial… Son cosas naturales…

.- ¡Ah!...

Encima de ladrones, ¡cínicos!

 

Eso, por poner una comparación; que no admite discusión: es una evidencia.

 

Nos urge, la Llamada Orante, a que esa diversidad –que es obvia en nosotros mismos… y evidente en todo nuestro entorno- la interpretemos como la muestra… la muestra Creadora del Misterio, que se llama “vida”.

Que deparemos por un instante en nuestra individualidad, ¡honestamente! Que nos veamos en nuestra diversidad. ¡Que reclamemos esa diversidad en nuestra ejecución, en nuestro ejercicio! Que dejemos de amedrentarnos entre nosotros mismos.

Ese miedo por “que no se entere”, por “que no sepa”“¡uf!, ¡cuidado!”

Esa norma, esa ley intocable…

El hacernos diversos; el dejar de ser ladrones de nuestra historia, ladrones de nuestro entorno; dejar de ser hipócritas especuladores de ganancias y pérdidas, por el mero y evidente hecho de que somos diversos, distintos.

¡Y la vida reclama esa diversidad! Y la vida, como expresión del Misterio Creador, desde la Existencia, se manifiesta con un contundente y contumaz cambio permanente.

Y pareciera como si el ser humano se empeñara en frenar y frenar, y dejar que las cosas se quedaran igual.

 

Es posible ver la flor sin arrancarla. Es posible aspirar su aroma sin… sin guardarlo, sin poseerlo.

 

Busquemos vibrar en esa naturaleza intrínseca de nuestra diversidad, en sintonía con la decisión de lo Innombrable, que deposita sobre lo viviente la Bondad permanente.

 

EEEEEEEEYYYYYYYYYiiiiiii

 

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