sábado

Lema Orante Semanal

 

SUSPIROS DEL ALMA QUE NOS RECOGEN Y NOS TRANSPORTAN A UN VIVIR PARADISÍACO

5 de abril de 2021

 

Entre tanta disconformidad, entre tanta consciencia de error… cabe perpetuarse en ello: en los errores, en los dramas y las tragedias.

Especial sensibilidad hacia ello, quizás por la fragilidad que muestran el hedonismo y la soberbia: que, a pesar de su poder, temen por la pérdida de su arrogancia.

¡Y mientras!... y mientras, amanece…

Y mientras, el oleaje del mar se acomoda…

Y mientras, aparentemente estable pero infinitamente dinámico, el Universo se nos presenta como nuestro misterio de sostén.

 

Pareciera por momentos que no importara nuestra presencia. Que fuera como una imposición azarosa, misteriosa –por supuesto-… con un gran componente de consciencia de no ser, este lugar del Universo, nuestra residencia.

Extraños nos hacemos cuando se guerrea por la tierra, por la cosecha, por el mando, por el dominio, por el logro… mientras las demás manifestaciones vivientes se ajustan, se amoldan a las estaciones, a los hielos, fríos… y, aunque aparentemente sufran, en muchos-muchos-tantos casos lo hacen por nuestra intervención.

El hormiguero se organiza. La colmena se equilibra. Las migraciones de aves y vivientes marinos se organizan.

Cabe preguntarse: ¿Hay… hay un lugar, una trayectoria o un espacio que sea propio… –no como propiedad, sino como hábitat- que sea propio de nuestra naturaleza de humanidad? ¡No!

Sí. Y la inmediata respuesta de “no” es porque hemos ocupado, hemos conquistado cualquier espacio, sin importarnos si pertenecía –no como posesión sino como vivencia- a otros seres.

Podría decirse que, a lo largo de “el estar”, hemos conquistado y dominado, pero no hemos intentado –salvo momentos puntuales, más de propaganda que de evidencia-, no hemos intentado compartir, convivir, congeniar. Y era inevitable que no se hiciera así, puesto que ocupábamos ¡todo!... Y “necesitábamos” –entre comillas- ¡de todo! ¡No había un planteamiento solidario entre lo viviente!

Quizás ahora, conscientes de esa dramática confrontación entre lo viviente que permanece y continúa “a pesar de”, y la guerra declarada en nuestra propia especia y a todas las demás, haga plantearse –¡plantearse!- tibiamente… otras actitudes.

 

El Sentido Orante nos avisa de que, casual-causal-mente, nuestra posición en este lugar del Universo es la intermediación, la adaptación complaciente, ¡la simbiosis con el medio!

Y de hecho, cuando “ocasionalmente” se abandona la guerra, la conquista, el poder y la violencia, pareciera que somos otros y… y la sonrisa vuelve a aparecer. El miedo se diluye y… el compartir se hace gozo.

Puede resultar –sí-, puede resultar un imposible el que la consciencia de humanidad modifique sus patrones de dominio, productividad, ganancia, renta beneficio…

Pero el Sentido Orante nos llama a modificar nuestra posición, desde cada uno. Y proponernos y disponernos a una adaptación sin combate, aportando nuestra ayuda, nuestra colaboración, y recogiendo –¡sin duda!- “mil por uno”, de lo que nos ofrece esa cosecha, esa germinación, esa actitud ¡disponible!… de todo el entorno.

Y entre nosotros –como especie- ¿es posible un voto de confianza, de confianza mutua… como actitud convivencial, renunciando a nuestras manías posesivas, maníacas y de comportamiento?

 

Sea como fuere nuestra presencia –evolutiva…, creacional…-, el caso es que se dan, se dieron las circunstancias para que nuestra especie estuviera y, por así decirlo, “misteriosamente” adoptara el rol del dominio y del poder.

Bajo la Llamada Orante –insistimos: sea cual sea la teoría que esgrimamos sobre nuestra presencia-, nuestro diseño desde la óptica Orante es… lo paradisíaco.

Sí. Puede parecer una extravagancia ante lo que se vive, ante lo que vivimos, pero ¿hay algo más extravagante que el Universo? ¿Algo más desconocido, algo más imprevisible…?

Quizás no sea la palabra exacta, “extravagante”, pero extraordinariamente imprevisible e inesperado, sí.

 

¿Es posible… –insiste la Llamada Orante- es posible concebir la idea paradisíaca? Entendiéndose por ella el sintonizar con todo lo viviente. “Sintonizar”. Y poder participar en esa sinfonía de color, olor, sabor, sonido… ¡sin desentonar! –como ocurre hoy en día-. Y que suene una melodía nueva, distinta, pero… sincronizada, atractiva, novedosa.

 

E insiste la Llamada Orante en que esto no consiste en “ser feliz”… y “alcanzar la felicidad”… No. No. Consiste en modificar nuestros patrones, para situarnos en la frecuencia paradisíaca. Que va más allá del logro de la paz, de la felicidad, de… “de”; porque sería un logro y una adquisición. En cambio, en la consciencia paradisíaca no es un logro y una posesión… del trabajo duro y abnegado. ¡No! Es… darnos cuenta, asumir, dentro del Misterio Creador, que nuestra posición verdadera –sin imposiciones- es lo paradisíaco.

¡No somos un diseño de sufrimiento, dolor, enfermedad, tragedia, drama!

Por una parte nos mostramos resistentes y capaces, pero caducos y dolientes. Nuestro diseño, que raya… -o sin rayar- en la perfección, ¡no nos indica que seamos más fuertes y más capaces! Nos indica que somos seres paradisíacos.

Cuando adoptamos los modelos de posesión guerreros y violentos, sólo producimos ¡dolor!... No parece que nuestro diseño sea muy propicio para esas lides.

Más bien se nos descubre un Universo con una impecabilidad asombrosa.

Quizá -“quizá”- por eso, el ser, sin tomar consciencia de esa impecabilidad asombrosa, asume su naturaleza como la más poderosa.

 

Y probablemente por esa actitud, nos culpamos, nos enfrentamos a todo aquello que no se corresponda con nuestra “necesidad” personal. Y más bien, si asumiéramos nuestra impecable naturaleza como algo paradisíaco, no habría necesidad de ese combate perpetuo.

 

Quizás… por un momento, cuando el alma suspira, nos encontramos en esa posición… de cobijo, de agrado, de entrega y de insuperable bienestar…

Suspiros del alma…

 

En la escucha de esta Llamada Orante, podemos tomar consciencia de esos suspiros del alma que nos recogen y nos transportan a ese vivir paradisíaco…

En el que sentir la vida es… sentir las estrellas.

En el que sentir la vida es… innovar permanentemente.

En el que sentir la vida es… una novedad permanente, cargada de descubrimientos, de asombros, ¡de motivos de alegría!

 

Y así –¡por ejemplo!- qué diferente sería ver a un doliente bajo la visión de terminal, crónico y… producto de lástima, a verlo bajo un Universo paradisíaco, posibilitante, ¡capaz!

 

Ver a ese doliente, con una percepción impecable… suspiradamente paradisíaca.

                                                                                                       

Si Nuestro Auxilio es El Nombre de lo Eterno, del Misterio Creador, en éste sólo cabe la permanente Perfección, la asombrosa Creación… y la sintonía con ella, creyendo y creativizándonos.


 

¡Ten Piedad!...

 

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