NOS LLAMAN PARA QUE SEAMOS TESTIGOS DE UN ETERNO ACTO DE
AMAR
29
de marzo de 2021
La pérdida de
evaluación de lo pasado nos da un presente imberbe, sin experiencia, con una
improvisación sin base.
Sólo la búsqueda de
la renta y del beneficio –de muy diversas calidades- son las que hoy mueven las
dinámicas de las relaciones humanas.
El Sentido Orante nos
recala y nos insiste en que cualquier transcurso del gran transcurrir debe
permanecer, debe tener saludable presencia para que lo que está por venir sea
recibido con claridad, sea tratado con pulcritud, sea vivido con dignidad y con
la novedad que merece.
Con esa actitud,
siempre estaremos en permanente ‘Renueva-ción’. No habrá sedentarismo estancado
ni precipitada huida del transeúnte.
Ha sido guiada,
promocionada y ensalzada por el Misterio Creador, toda la historia… mejor sería
decir “trayectoria” de la humanidad, y de cada ser humano.
Ese acontecer debería
conmovernos; porque no es algo que ha sucedido, sino que sigue sucediendo. Y
sin ello, no habría sucesos.
La historia –sucesos-
de… el ser, es una trascendencia entre nuestra naturaleza y el Misterio
Creador. Y en consecuencia es una historia de Amor. Pero una historia de Amor
–como hemos dicho- trascendente: que transciende a tiempo, espacio, lugar…
Es la imagen del
embudo, en el que la parte estrecha somos nosotros, ¡cada uno!, que se expande
progresivamente; en la medida en que vivimos esa experiencia amorosa, se
expande generosamente, ¡admirablemente!, hacia los estados de consciencia del
Misterio Creador, de lo Místico.
Así… así que, cuando
en amor sentimos vivencias de cotidiano acontecer, de largo recorrido o de
medio recorrido, si no entramos a formar parte de ese embudo trascendente, lo
que llamamos “amor” será una querencia, una costumbre, un hábito… carente de la
innovación, de la sorpresa, de lo novedoso, de lo entrañable, de lo Místico.
Sí. Porque cuando el
amor se convierte en un cotidiano tirar y aflojar, discutir y aprobar…, y ese
manejo dialéctico –en el mejor de los casos- de mentira-verdad, verdad-mentira,
estamos en un juego de intelecto, intelectual. La trascendencia se ha evaporado.
Insistir en ese mecanismo es asegurarse una sedentaria y persistente manía.
Sí, “manía”, porque
no se quiere reconocer lo que sucede y se tiene miedo a dar un paso hacia ese
Misterio.
Nos llaman para que
seamos testigos de ese Eterno… –vivencial y evidente- Acto de Amar. Y nuestro
testigo es el testimonio que demos, que hagamos en nuestro “Ama-Necer”
cotidiano.
Que seamos embudos
vivientes de dar trascendencia a cada sentir emocionado, a cada momento
enamorado.
Cualquier criatura,
cualquier criatura viviente, si bien nos fijamos, nos dará un testimonio de esa
vinculación trascendente, por su forma, por su actividad, por su color, por su
desarrollo, por su impronta… que en nosotros produzca: desde el transcurrir de
un río, pasando por la sencillez de una flor en una esquina o… o el fruto
generoso de un alimento… o la magnificencia del viento.
¿Acaso podemos
considerar –bajo el Sentido de la Llamada Orante- los aconteceres de nevadas,
aguas, vientos… como “simples fenómenos meteorológicos”? ¿Borrascas…?
¿O les daremos una
transcendencia, porque es una expresión de nuestro entorno, que aparece… con
independencia de nuestra intención de que ocurra? Aunque siempre se encontrarán
elementos que digan que, dada nuestra actividad, nuestra industria, nuestra
contaminación, etc., se producen… –etcétera-.
[1]El sonoro mensaje del viento, parece querer… –con la
querencia de la insistencia y la perseverancia del Misterio Creador- parece
querer llevarse lo que sobra, lo pesado, lo áspero… y hacernos partícipes del
vuelo.
Y así incorporamos, a
lo orante, lo aparentemente “simplemente meteorológico”. No negamos que… “vientos de componente norte han generado
una borrasca”: ese lenguaje de… “conocer”. Sí, ¡pero hay otro lenguaje!,
otro lenguaje creyente que es el que acabamos de insinuar.
Si queremos aspirar a
la invisible consciencia del amar permanente, ¡que nunca suena igual!, que
siempre se hace distinta y diferente, tenemos que pasar por el peldaño de ese
viento envolvente. ¡Es una señal!... para que nos hagamos sutiles ¡y a la vez fuertes!
Cualquier ave, desde
una gaviota hasta un gavilán o un cóndor, dejándose llevar por las corrientes
de aire, no teme por su capacidad. ¡No cae y se equivoca!, porque es certero su
vínculo con la Creación.
Un ligero gesto en
una pluma o en un alerón… modifica la subida, bajada o el desliz… de una manera
¡impecable!
Cuando nos
desprendemos de lo superfluo, de lo pesadamente consumidor, del reclamo de las
querencias… encaramos el Amar con todos los sentidos… y nada nos pesa.
En la medida en que tomamos
la trascendencia –por ejemplo- del viento, como el que transporta, como el que
nos lleva, como el que nos da el lenguaje sin forma, pero conmovedor, en esa
medida insertamos esa experiencia a nuestro cotidiano afecto. Que luego se
transformará en una suave caricia, en una palabra adecuada, en una actitud atenta,
en una agilidad precisa… o en un suspiro; en un suspiro de aliento: el que se
alienta a seguir la escucha de lo Eterno.
Nuestro silencio nos
permite escuchar el significado, el… impregnarnos de ese lenguaje, que hoy es
el viento, ¡que otro día será otra cosa!, y que cotidianamente está presente: ese
rapto enamorado del Misterio Creador con las criaturas, ¡con todas!, ¡con cada
una en particular!
Y así, de igual
forma, sin sentimientos de pérdida, ni dudas, ni indecisiones, la
transcendencia en el Amar, de cada ser, se va estableciendo con diferentes
categorías…; con prioridades que ¡reclaman!... nuestro testimonio.
Y así, bajo la
referencia clara del Misterio Creador, siendo testigos de ello, el trascurrir
de nuestra presencia se hará ventura, se hará una aventura de consciente
complacencia…; que, como el agua, no desdeña ningún espacio y se adapta a él,
pero no pierde su identidad.
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