SENTIRSE UN REGALO DE LA CREACIÓN
15
de marzo de 2021
Las peripecias con
las que se ha desarrollado la humanidad… nos hablan de periodos muy diversos –muchos
de los cuales son hipótesis o teorías-, en los que homínidos –Cromañón, Neanderthal,
etc.- convivían y compartían, cazaban, y recogían semillas y bulbos y frutos
con los que se alimentaban.
Pareciera que nos
contaran –los arqueólogos, los antropólogos, los paleontólogos- historias de
salvajes, entendiéndose como tal “un grupo de seres que tenían poca capacidad
de raciocinio, de lógica”.
Dicen –igualmente-
que así evolucionaron, sobre todo la raíz a la que pertenecemos: la de la
sapiencia. Y a partir de ella se gestaron actitudes éticas, estéticas, morales,
religiosas, el honor…: algo –o pinceladas, mejor sería decir- de otros niveles
no salvajes del ser humano, que denotaban… –quizás solamente por una mayor
capacidad craneana, mayor desarrollo del encéfalo; quizás sólo esa razón haya-…
pero sea como fuere aparecieron rasgos que podríamos decir “extra-materiales”.
Algún tipo de bondad,
afecto, atracción, cariño…
Depende de en qué
momento, vemos que determinados factores NO físicos se muestran. Y ya aparecen
en artes, como cantos, poesías, pinturas… y un largo etcétera. Sí, el “arte”
que podría llamarse… desde el rupestre hasta nuestros días.
Pareciera –pareciera-
que esta actividad extra-material le iba a dar, al ser, una naturaleza anímica,
espiritual... inspirada.
Y decimos que
“pareciera”, porque también, igual que se desarrollaban las artes y los
cultivos de belleza, enseguida –como para “por si acaso”- empezaba la
productividad, la era industrial, la explotación de recursos, las ganancias,
las posesiones… Y parece evidente que esos factores que nos despegaban de lo
estrictamente conformado empezaron a debilitarse.
Las religiones, que
eran los bastiones a partir de los cuales se conservaban los vínculos con la
Divinidad, sí, aún permanecen pero… cada vez más laxos, cada vez menos
operativos y más conflictivos. Porque ellos mismos se degradan y se deterioran
en base a decidirse por la renta y el beneficio, más que por la contemplación,
la oración o… o el abandonarse a las manos de la Creación.
Aparecieron y
aparecen diversas formas anímicas –no, “animistas”, que fueron ya abandonadas-.
Pero las formas de ánimo y de carácter y de posicionamiento se hacían siempre
con ánimo rentable.
La Llamada Orante nos
sitúa en el contexto actual del ser, en el que se debate poniendo en tela de
juicio cualquier posicionamiento.
Pero no da la
sensación… –no da la sensación, y desde luego no ocurre aún y no sabemos si
ocurrirá- no da la sensación de que es una catarsis de limpieza, de claridad…,
de un nuevo amanecer. No. Da más bien la sensación y la evidencia de que el
poder se hace más ostentoso, que la riqueza se hace más contraída, que la
pobreza se hace más extendida, que la guerra se hace más expansiva… a cualquier
nivel.
En cualquier momento,
cuando nos remitimos a la Llamada Orante, nos debemos situar en el espacio que
acabamos de describir; nos debemos situar en una expectativa de cómo se sitúan
las fuerzas de la vida, y así poder sensibilizarse ante la Llamada Orante, que
nos conmina a hacer, de nuestro estar, de nuestro marchar… una expectativa y
una vocación de eternidad.
¡Si me encuentro bajo
la evocación de lo Eterno!... tan
solo puedo estar entre eternidades. No puedo estar entre comienzos y finales.
Puedo recordar circunstancias que abrían la puerta hacia determinadas
experiencias, e incluso puedo observar puertas que se cerraban después del
trasiego. Pero en cualquier caso, sin principio ni fin: “transcurrir”… “transcender”...
“trans”… “transportarnos” hacia otras
realidades que nos posibilitan nuestros recursos anímicos, que nos lanzan hacia
un canto, hacia una danza, hacia… diversas vivencias que no rentan, que sí
complacen, que sí acrecientan nuestra… ¡Fe!,
y esta consciencia de eternidad ¡sin principio ni fin!, con el transcurrir que
se ejercita con ¡la Fe!... en
nuestro ánimo, en nuestra consciencia, en nuestro afecto.
Con el insistir –“con
el insistir”- en esos aspectos, y tenerlos presentes… nos hace y nos permite el
estar, el ser… creativos, ¡novedosos como el sonido del viento!, entusiastas
como las primeras flores de la primavera, esperanzados como el amanecer ¡decidido!...
iluminado como la noche de estrellas.
Si a la hora de “faenar”
en lo físico, en lo práctico, en lo productivo, nos ponemos el traje del
“transcurrir”, de lo “Eterno”, ¡de la Fe!, de esa consciencia de afecto, ese
animismo “dedicado”… que no se
plantea soluciones, sino que transcurre y se ejercita…
Pudiera parecer
irresponsable, pero cuando el afecto se hace enamorado sentir, amada entrega a
la fantasía idealista…; cuando cada ser reconoce su pequeñez, pero su aporte,
en la medida en que se hace eco y transcurre en lo que piensa, en lo que siente,
en lo que hace, es posible convertir en un arte el asearse, el limpiarse, el
acomodarse, el disponer, el recoger…
Sí, un arte en el que
cada transcurrir nos conmina a esforzarnos en el detalle, en el toque de
distinción, ¡en el punto de bondad!
Situarnos en la
ilusión… en la ilusión efervescente del que ama reconocidamente. Y ésa es su
referencia: Amar reconocidamente. Esa es su referencia para tildar y
transformar cada instante, cada hacer, cada posición, cada actitud… en una
sutil elegancia. ¡En una sutil elegancia!... Aunque el atropello del hacer
diga: “Aquí no pega esto”. Sí, sí
pega. Y pega tanto que, cuando se ejercita bajo esa “sutil elegancia”, la
consciencia experimental se hace gozosa, a la vez que el entorno disfruta.
El sabernos
partícipes de lo gozoso y del disfrute, por habernos sentido eternidades y Fe
en el Misterio Creador que nos asiste y nos ¡conmueve!… nos abre a un vivir… que, en su creativa actitud, nos
despega de lo productivista, de lo rentable, del acopio, del acomodo.
Y nos abre a lo
imprevisto, lo sorprendente…; lo que se aguarda ¡sin saber qué es!
El Misterio Creador,
en su infinito Amar… que nos hace nacer cada mañana, nos trae las sorpresas y
los imprevistos momentos. Y eso es como si… –y ahí viene un punto importante-
es como si estuviéramos regalados continuamente; como si diariamente nos dieran
un regalo. Con lo que supone ese regalo: que no lo conozco; que no sé cuál es;
que lo voy abriendo para encontrar; que se abre solo para mostrarme; que me
hace sentirme ¡regalado!
¡Y a su vez, yo me
regalo como tal!
Sentirse un regalo de
la Creación. Y sentir, con esa vibración, en estos niveles, cómo te regalan:
esos detalles que no tienen razón, que están sin lógica, que no tienen
antecedentes pero que aparecen y están. Y que los percibes en la medida en que
tu fe y tu dedicación está sintonizada en esa Universalidad.
Y transcurre también
el silencio; que nos permite, en su remanso, escuchar el lenguaje del viento,
la batida de la lluvia, el anuncio de un amanecer brumoso… –quizás preámbulos
incipientes de primaveras-.
Justo los momentos
más adecuados para mostrar lo descubierto, lo aprendido, lo novedoso, lo ¡idealista!
Y en la medida en que
nos adentramos en ese transcurrir de eternidades, nuestro ¡afán y dedicación
por lo que transcurra en ese momento!, y sentirlo como regalo, nos permitirá “convertir”
–sí, convertir como alquimista- lo aparentemente
incómodo, desagradable, malo… y esas cualidades que nos hacen rechazar nuestras
actuaciones, convertirlo, bajo el manto de esas eternidades de fe en el
Misterio Creador, convertirlo en momentos de regalo, significativos; de
disfrute y de congratulación por lo que se aporta… bajo el área de lo
inmaterial. Que luego va tener un equivalente material, sí, pero tildado y sombreado
–por así decirlo- por la idea que ha movido al ser a sus acciones.
Dejar que el
transcurso, el transcurso nos informe, nos forme, nos sitúe en la custodia de
lo Eterno… para que nuestra sintonía sea realmente ¡enamorada!, ¡entregada!…; un
suspiro de aliento… DESDE, POR Y HACIA LO ETERNO.
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