AMPARARSE EN LA PIEDAD PARA ABRIRSE A LA GRANDEZA DE UN
AMAR SIN PRETENSIONES
8
de marzo de 2021
La Llamada Orante es
una llamada de Amor, una llamada de Bondad… con la intención de incidir en
nuestros sentires; con la intención de promover nuestras virtudes; hacer
evidentes nuestras bondades. Y como tal, sea cual sea la vertiente en la que la
Llamada Orante nos sugiere, nos susurra, nos advierte, es un cuidado de Amor…
sin pretensiones, pero con claridades, que nos habla a todos y a cada uno en
particular.
Y permanentemente nos
recuerda… –nos recuerda- nuestra vinculación con el Misterio Creador. Ese es un
latido de fondo, un latido preexistente, existente y eterno. Un latido que no
agobia, no impone, pero que siempre está presente. Y que el ser, con sus
hedonismos y sus particularismos, habitualmente no lo escucha, no lo tiene en
cuenta, no le parece presente. Y se inclina por sus elucubraciones de mente, de
saber, de conocimiento, y se religa consigo mismo, pero no… no viaja hacia las
regiones de su procedencia, de su inmanencia, de su conexión.
Y en ese sentido… nos
muestra cómo ha transcurrido y transcurre un tiempo de penumbra en la vivencia-convivencia
y en el estar humano. Un tiempo de MIEDO. El cual aparta más aún la
comunicación “con”…; o bien, el ser trata de unirse de forma desesperada, ¡exigente!
Un mensaje que rebota
en él mismo, y no encuentra alivio. Excepciones providenciales aparte.
Así podemos
apercibirnos de que si el Sentido Orante es un sentido de Amor, si tenemos en
cuenta –en consecuencia- que su llamada es una llamada amorosa, bondadosa,
llena de bendiciones, recojamos esos sentires y apliquémoslos en “el hoy de
cada día”, que aún permanece en penumbra, para que el miedo se haga dilución,
para que el temor se haga precaución, para que la sonrisa y la esperanza
afloren, y el ser recoja la confianza
que la vida da por la permanencia
Divina; y que la vida da en suspiros y en anhelos, para retoñar
permanentemente.
Y así, en nuestro
“hacer” de cada día, el tener presente esos recursos, y aplicarlos. Aplicarlos
en nuestra propia actividad, en nuestros miedos y en nuestras preocupaciones, y
en todas aquellas relaciones que son propias de nuestra naturaleza social: en
enseñanza, en industria, en trabajo, en… en ese “estar en el mundo”.
¡El “templo orante”
no es sólo el lugar en donde recogemos la palabra!
“Templo Orante” es
todo el proceso de vida… desde el instante de la Palabra Creadora, en el que,
como consecuencia, aflora la vida. Todo es un templo. Y todos somos templos y
habitamos en un gran templo…
Que sí, se ha ido
convirtiendo en mercado, en negocio, en inquina, en rabia, en guerra… y un
largo etcétera.
Pero así como
conocemos que nuestro lugar en el Universo está cubierto y protegido por
atmósferas, troposferas, estratosferas, etc., todo eso es gracias a la Gracia
del Misterio Creador. En cualquiera de las fases o estratos se encuentra el
Misterio.
Por ello, si hago de
mi ser un templo, en él convivo, a él acuden, y yo a su vez acudo a otros… y
encontramos el alivio, el consuelo, la creatividad, la búsqueda de la belleza…
–¡ay!-, el alivio del dolor y la consecución de… de una alegría…; de una
alegría de vivir que nos promueva… ¡a sentir!: a sentir el milagro de estar
vivos.
A sentir… que ese estar
vivo, ese sentirse vivo –por las ideas, por los sentidos, por los sentires-… es
gracias a la Gracia de un Misterio. Es gracias a la Gracia de un Misterio. Es
gracias a la Gracia de un Misterio.
Y eso… ¡y eso no
supone esclavitud!, como algunos piensan. ¡Eso no supone impedimento!
A veces no queda más remedio que descubrir que,
en la ego-idolatría del ser, cuando se ve bajo la cobertura de la Creación, se
sienta mandado, ordenado, premiado, castigado y, en consecuencia, privado de
libertades.
Cuando así ocurre –y
ocurre-, hay que darse cuenta de que cuando eso ocurre es que le estamos dando
la misma dimensión, la misma proporción, la misma estructura, pensamiento y
acción, a esa Fuerza de Creación, que a la nuestra. ¡La estamos comparando!
Nos preguntaban cómo
librarse de la esclavitud de lo Eterno, del Eterno, “porque puede constituir un impedimento”. Nuestra respuesta fue una
carcajada: era una expresión de piedad, de misericordia… ante una actitud de
pensamiento en la que se ponía en la misma tarima el Misterio Creador y nuestra
persona. Y entonces se tenía miedo: “No
vaya a ser que ese Misterio me controle, me esclavice. No puede estar todo el
día en mi cabeza”…
Y esta anécdota deja
de serlo cuando… es más común de lo que parece. O sin llegar a esa proporción,
hay una queja sutil por tener que invocar continuamente al Misterio.
Se dice, en
consecuencia: “¡No me pueden obligar a
amar con todo mi ser, con toda mi alma y con todo mi conocimiento, a la
Creación, al Misterio Creador!”.
Puesto así, es como
si fuera un gobierno o un dictador que nos…
Sin pretender –porque
sería absurdo- conocer la naturaleza del Misterio Creador, sí al menos tener la
humildad, y desarrollarla en nuestro hacer, de ver, de sentir y de apercibirnos
de las diferentes señales; las diferentes señales, signos, casualidades,
coincidencias… Todo aquello que constituye nuestro convivir diario.
El Amor que se
derrama en bondades y bendiciones sobre la vida, sobre cada uno de nosotros, no
es ninguna esclavitud.
No pretende… –aunque
se interprete como castigador, como perseguidor- no pretende anularnos,
suplantarnos. Su pretensión, en el Sentido Orante, es amplificarnos.
Es una proporción desproporcionadamente
tan inconmensurable, que no… no tiene cabida en nuestra consciencia. Y que tan
solo un ligero gesto de su Presencia es una inmensidad de Amor en nuestra
consciencia, y una liberación suave, permanente.
Sí. Puede decirse que
esto es una forma de creer, una actitud, una manera de hacerlo –sí, sí-,
diferente a la que contempla a un padre dictador que nos ordena, que nos
persigue, que nos castiga, que nos premia… Sí.
No somos de ese
mundo.
Más bien somos los
que escuchamos que todo lo que acontece está bajo su tutela de Infinito Amor y,
en consecuencia, de infinitas posibilidades de hacernos infinitos, hacernos
eternos, hacernos… ¡testimonio vivo de cada amanecer, cada atardecer y cada
anochecer! De ser un ejemplo fiel de la alegría de vivir y del compartir, del
solidarizase y de ocuparse y de preocuparse, ¡y de cuidarse y de cuidar!...
Es el Gran Enseñante
sin límites. Es el Gran Enseñante que no precisa cursos, que no necesita
castigos ni premios… para abrirnos las posibilidades, ¡para hacernos ver!...
–con su Sentido Orante- nuestras capacidades, nuestros recursos. Dotados por ÉL: por ese Misterio de Oración,
por ese Misterio Creador.
Sí: que esos talentos
que tenemos, no nos vienen dados por esa combinación aleatoria de tripletas o
genomas o… Demasiado casual, ¿verdad? Demasiada lotería. Más bien procede de
una gran conflagración de multitudes de Universos que gravitan sobre nosotros. ¡Y
sobre otros! No somos únicos.
Se hace increíble, sí;
se hace un mundo, sí, pensar que con nuestra actitud, nuestra pequeña posición,
podemos influir en nuestro vivir de humanidad. Pues bien, ese “parece
imposible” es semejante a que “parece imposible” que un Misterio Creador Infinito
gravite sobre nosotros. Pero lo hace. Pero ocurre. Pero no le vemos la faz. En
este estado de consciencia, no. Pero sí sentimos sus efectos, sus alivios, sus
caricias, cuando estamos despiertos en consciencia, sin prejuicios, sin
ego-idolatrías.
Y es así que podemos
confiarnos en que esa pequeñez que hagamos, esa pequeñez de actitud en la que
modifiquemos y nos pongamos en sintonía con lo Eterno, va a incidir en todo. No lo veremos, en la mayoría de la mayoría de
la mayoría de los casos. Sí podemos ver alguna pequeña reacción… en alguien
cercano o lejano.
En esta proporción
tenemos que estar. Y es la gran confianza. Es la gran ocasión. Es la auténtica
creencia: la que hace de nuestro vivir un sentido, la que le da a nuestra
presencia ¡un motivo!… para seguir, para perseverar, para engrandecer nuestra
consciencia de vida.
Nuestro Universo se
hace infinito cuando actuamos en el sentido de la bondad, cuando nos sentimos benditos,
y a su vez replicamos en nuestras insignificantes bendiciones…
Y descubrimos, enamorados,
que nos aman. Y nos deslumbramos al ver que somos capaces de hacer, de amar; con
limitadas condiciones, por nuestro afán posesivo, controlador, manipulador. Pero
en la medida en que nos desprendemos de esas garras de hedonismo personal, nos
hacemos dignos de ser amantes de la vida; de ser amantes de minúsculas experiencias,
o grandiosas, según la intensidad del Milagro de Amar. Porque despertar a ese
estado es ¡milagroso!, es mágicamente fantasioso.
Es así como somos, en
verdad. Cuando así no lo somos, entramos en el conflicto, en los intereses, en
los miedos, en las tragedias y en los dramas.
Acogernos a la Piedad,
como ese remedio que ahuyenta nuestras vanidades, nuestras exigencias…
Ampararse en la
Piedad para abrirse a la grandeza de un AMAR sin pretensiones, pero que es
reflejo de Creaciones. Y así, hacernos creativos en el estar, respetuosos,
admiradores de lo ajeno, y humildes servidores en nuestro hacer.
“Y humildes
servidores en nuestro hacer”.
¡Ten Piedad!
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