domingo

Lema Orante Semanal

SEAMOS COMO LA BUENA TIERRA QUE SE OFRECE A LA SEMILLA. LO RECEPTIVO

7 de diciembre de 2020

 

Y el ser de humanidad, en este tiempo de vértigo…

De vértigo por la pérdida de confianza, por la inseguridad, por la precipitación, por esa actitud de miedo generalizado que puntualmente se manifiesta en las relaciones, en las convivencias…

Ese desespero por lograr, alcanzar, tener, conseguir… ha sido un estilo que se ha ido fraguando con la progresiva materialización y posesión, y se ha convertido en una ansiosa necesidad de tener, consumir, controlar, saber…

Pareciera que se nos contagiara la velocidad in crescendo que lleva nuestra galaxia, nuestro mundo cercano conocido. Y seguramente, claro, estamos en él, y todas esas ondas gravitacionales y otros fenómenos poco precisos, pero evidentes, inciden sobre nuestro estar, nuestro sentir, nuestro hacer.

Pero si lo hacen, es sobre una estructura funcional que se anquilosa por una parte, y se desespera por otra. Se anquilosa aferrada a costumbres, a normas, a leyes… y no avanza, no se libra del peso de la imposición. Y por otra parte, parece querer hacerlo con la ansiosa necesidad de respuestas, de ¡seguridades!, de propuestas… propuestas que hagan variar, replantear, reconsiderar el rumbo que se lleva.

Y cualquier novedad que se sugiera o se muestre, o bien es absorbida de inmediato como consumo, o bien es rechazada como imposible.

 

Esa zozobra se instaura, y va consumiendo… sí, va consumiendo capacidades, recursos…

Y es así como el ser se precipita al desespero y a la intransigencia de comunicación y al mantenimiento de posturas enfrentadas. En definitiva, la falta de respeto por las admiraciones que cada uno pueda sentir.

 

Presos, además, de una globalizada estructura de poderes y esclavos, todos ellos… no vivencian la serenidad, no aprecian la simpatía, la amabilidad, la virtud de la no renta, la entrega complaciente o la escucha perseverante.

Cada uno aspira –eso parece- a querer que el mundo oscile a su alrededor…; que todo cambie en torno al sentir, al pensar y al hacer de cada uno: replica el modelo del señor y el esclavo.

 

Parece… parece que todos se dan cuenta de la crisis de autoestima y evaluación que cada uno vive porque el mundo no se acomoda a él.

Prejuicios, imposiciones, desprecios… y, sobre todo, exigencias… que entre unos y otros seres se plantean, con lo cual se establece como un pulso de fuerzas, continuo.

Es AGOTADOR.

Y con todo por hacer, resulta todavía –además de agotador- inquietantemente doloroso.

 

Y es así como la humanidad ha entrado en un círculo vicioso del que se siente incapaz de salir. En el que, por otra parte, tiene miedo de hacerlo. Más vale una corrupción controlada que una libertad permanente.

 

Es vivir el refrán de: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.

 

El Sentido Orante nos plantea este panorama, que de seguro que todos podrían afirmar que lo conocen, que saben de ello, que están en ello. Pero habitualmente no se percibe, no se integra en su totalidad, sino que se vive en instantes particulares. Y esto hace que las repeticiones de los mismos errores se cronifiquen.

 

El Sentido Orante nos clama, nos clama, nos clama hacia apercibirnos de toda esta realidad en la que nos movemos, en la que ejercitamos ese desenfreno en mayor o menor medida. Y, por supuesto, asumiendo excepciones. Pero las excepciones aún deben ser ¡más!… más atentas y alentadoras, ya que el cotidiano afán se repite en una angustiosa marcha de posesiones y seguridades.

 

El impulso y el afán inicial, al contemplar este desasosiego, es querer, desear cambiarlo todo de inmediato. No es imposible… pero sí excepcional.

Y aunque no debemos impedir esa posibilidad, sí podemos incorporar detalles de pulcritud, detalles de cortesía, detalles de escucha, detalles de calma, detalles de no enfrentamiento, detalles de “sin prejuicios”, detalles sin violencia; detalles de preguntas y respuestas por escuchas… que no pretendan defenderse ni atacar, sino alcanzar un consenso.

Todos estos “pequeños detalles” se nos presentan diariamente, permanentemente.

Es como el aviso puntual del Misterio Creador, que está ahí como advirtiéndonos, como reclamándonos, señalando dónde está el grano que nos alimenta: ese corpúsculo de Amor que se derrocha por la vida misma… y que está contenido en esa escucha, amabilidad, respeto, cuidado…

 

El Sentido Orante de hoy se hace alianza con el calendario oracular, en el que LO RECEPTIVO se hace pleno.

Y si estamos en el momento apropiado –porque el oráculo así nos lo sugiere- de ser receptivos, seamos receptivos en lo amable, en lo cortés, en lo servidor, en lo escuchante, en lo “sin prejuicio”.

 Seamos receptivos al discurso de los otros.

Seamos como la buena tierra que se ofrece a la semilla, pero no exijamos a esta tierra que se haga esclava del arado y la cosecha. Aguardemos su generosidad, que es innata en ella.

De igual manera, hagamos una ofrenda de confianza hacia ese Misterio Creador que nos contempla, ¡que nos alienta y nos alimenta!...

Hagamos ciertamente, de nuestro ser, un templo limpio, transparente, reluciente, acogedor.

 

El arte de vivir en el detalle, la custodia desde lo pequeño a lo grande, desde ese contemplarse como templo… sin la arrogancia del mejor y con la constancia de nuestra pequeñez. Pero ser un pulcro y honesto ideal que resuena y recoge la sinfonía de amores que hace posible esta… polisinfonía de colores, sonidos…; este aporte que continuamente nos ofrecen nuestros sentidos, que, cuando se hacen templarios, contemplan esa biodiversidad como un milagro. ¡Y lo es!

 

Se hace milagrosamente un arte, el vivir, en base a esos pequeños detalles. Y así, hacerse una excepción del cotidiano desasosiego y desesperanza y… ¡y violencia soterrada o claramente expresa!

 

Ese pasar de lo vulgar… encogido por leyes, costumbres, tradiciones y repeticiones insaciables con el deseo de imponer. Ese pasar, de ese mundo, a ese otro que acoge, que asume lo imprevisible, que confía en que lo necesario está; que sabe que la entrega incondicional recibe el aprecio de la Creación. Y con ello se insinúa la excepcionalidad, que no busca propaganda, que no trata de imponer, pero sí se sabe expresar.

 

Cuando está todo por hacer, y lo realizado ya es un desecho y un desespero y una repetición insaciable de egoísmos… es la hora de ser receptivos al Sentido Orante. Es la hora de ser receptivos al ánima espiritual. Es la hora de ser receptivos a un compartir complaciente, generoso, alegre.

 

Que no se cierre el día sin haber constatado la realización de un detalle; de un detalle de esos que hemos nombrado. Que se tenga “constancia”, en consciencia, de que eso ha ocurrido: que ha sido posible una escucha, o una cortesía, o una amabilidad o un sosiego…

Que en LO RECEPTIVO favorable en lo que estamos, recojamos esa mini cosecha.

 

Y estando pendiente de ello, tendremos multitud de oportunidades de variar las condicionantes respuestas, las condicionales actitudes, y poder dar otra versión… lo suficientemente clara y evidente como para motivar la sorpresa del otro o de los otros, y así gestar admiraciones que se extienden y se complacen.

 

Es gratis llegar al final del comienzo de una jornada, habiendo conseguido un grano pulcro de un detalle significativo; un grano que de seguro se plantará por la noche y dará su fruto al día siguiente.

Hagamos cosecha de la receptividad de la tierra con los detalles de ser semilla novedosa, con la excepción incluida, con la certeza de que lo Eterno está con nosotros, con la convicción de nuestra pobreza, pero a la vez con la evidencia de “la asistencia”: de la asistencia Amorosa del vivir, de la vida, de ese Misterio Creador.

Un detalle, “un solo detalle” hará que este día se haga inolvidable. ¡Y acumulemos días y días inolvidables!... que vayan transfigurando nuestro ser, y seamos un templo permanente donde cualquiera pueda acudir; pueda acudir en busca de la ayuda, en busca del alivio, en busca del consuelo, en busca de la cura, en busca del sanarse.

 

Amen… Amen… Amen…

 

 

 

 

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