miércoles

Lema Orante Semanal

 

UNA CONFABULACIÓN MISTERIOSA NOS OFRECE SUS SERVICIOS

24 de agosto de 2020

 

Educados, como humanidad, en las consciencias de nuestros poderes para cazar, cultivar, sumar, restar, pegar, golpear, correr, huir –capacitaciones que nos dan nuestra configuración y nuestro asiento en lo viviente-…, educados así, cualquier tarea que progresiva y paulatinamente se va desarrollando en la humanidad… se hace patrimonio de la capacidad de cada uno.

Siglos y siglos de condicionantes y acondicionamientos van borrando amaneceres, atardeceres, lluvias, brotes, frutos… Pareciera que… –pareciera- que todo el entorno ha sido creado por nosotros. Pareciera que cualquier suceso es previsible, calculable, controlable, dominable…

Y cuando así no lo es, la respuesta es: “Bueno, habrá que acostumbrarse a ello y… ¡Es parte de la vida!”.

 

Bajo la óptica del Sentido Orante, este “empoderamiento” –palabra cada vez más frecuente y poderosa- de cada ser, de cada grupo, se cifra y se centra en el ¡Poder! El único capaz de cambiar, poner, quitar, arreglar… Y depende de cada ser.

 

La situación de esta dimensión se hace cotidiana y… salvo que haya algún “toc, toc”, alguna llamada de atención –en este caso la Llamada Orante-, es fácil llenar todo hacer, toda responsabilidad, todo testimonio… en la capacidad, en los recursos, en los medios y en los educados y eruditos momentos que se tienen.

Puestas así las cosas, la resultante que se ve habitualmente es una confrontación de fuerzas poderosas. Poderes que se reparten según estofas –estofas, sí- sociales: medianos, bajos, miserables, pobres, medio-ricos, burgueses, burgués-rico, rico-burgués –pufff-…

 

Y no se suele dar más de sí. Cierto es que por los aportes de… ‘descubrires’, aplicaciones y demás juegos de entorno, pareciera que estamos en una posición de especie privilegiada. “Pareciera”. Pero ese “parecer” se derrumba –como ahora se vive- por… no se sabe muy bien qué cosa, pero digamos que sí: por un inocente virus que, seguramente, en su mente no había el plan, no tenía el plan; porque además se le considera una cosa que… que no funciona si no tiene cómplices.

¡Oh! ¡Ah!...

¡Aaahh! ¿Seremos nosotros los cómplices, que queremos desahuciar a la especie y reducirla, maniatarla, controlarla, dominarla…? ¡Es posible! Se busca un buen chivo expiatorio que obedezca, no diga nada… y nosotros manipulamos sus incidencias. ¿Por qué no?

Lo cierto es que a nivel general, y con el estruje estadístico cotidiano, ¡tanto poder!, ¡tanto poder!..., y el susto destroza al miedo y lo hace pánico, y lo encierra en su guarida.

¡Tanto poder! ¡Pero ¿el poder no era valiente?, ¿no era… descarado y superior?!

 

Pero no, no olvidemos que sí, el poder fue así –o es así-, pero tiene sus estrategias de “¡pobrecito!”, y sus camuflajes; y es capaz de eso: de establecer estrategias de incapacidades e imposibilidades, para lograr extrañas –o simples- reducciones y controles de la misma especie.

Y en todo este atragantado festín, si recurrimos –nos llaman a Orar y acudimos; bien-… si recurrimos a la Llamada Orante, ésta nos advierte, primero, de que está bien que cada uno se sienta poderoso y… hijo de papá, mamá… y de su país… y representante de los próceres de su tierra. Está bien. Está bien. Por algo hay que empezar, ¿no? Y después, que se sienta orgulloso de su educación, de su conocimiento, de su capacidad, de su… ¡uff! Pero todo eso reside en un lugar ‘mmmmmmuy’ pequeño del Universo. ¡Ah, sí! En un lugar que no ha fabricado el hombre; que él no ha diseñado. No. Se lo han puesto ahí para que esté.

.- ¿Quién?

.- ¡Ah! Lo mismo, el mismo o los mismos que pusieron los colgajos de las estrellas o las… ¡puff!- abrumadoras galaxias o… ¡quién sabe!

Ya, pero… para el hombre seguro del dominio de su entorno, fuera de ahí, nada parece importarle. No… no tiene la consciencia de que su seguro entorno no lo ha asegurado él, sino que se lo han asegurado. Pero, bien, esto es una metafísica deducción universalista que probablemente tenga poca incidencia en lo cotidiano.

Ahora bien, sin desdeñarlo –está ahí-… sin desdeñarlo, ocurre que, en el día a día, la persona se preocupa, se angustia, se deprime, se alegra… por momentos –pero no, no es el más frecuente de los sentires-, y cuando tiene que ejercitarse en relacionarse, en comprometerse, en asumir una posición destacada –porque toca así-, cuando eso ocurre, la persona, habitualmente, o bien se enorgullece y se ejercita como el dictador que lo sabe y lo conoce todo, o bien se asusta… y se retrae y desconfía, y se pliega hacia sí mismo como si fuera un calcetín fuera del pie.

A veces se confunde con un pañuelo…

¡Ah!

 

Tanto en el primer caso, de imponente capacidad, como en el caso de desesperado miedo y ganas de huir, podría tenerse en cuenta que, tanto en un extremo como en el otro, si incorporamos esos recursos creadores, creativos, inspirados, si incorporamos esa intuición, ese signo improvisado, ese dejarse llevar después de haber cumplido lo aconsejado o lo deducido…; es decir que si dejamos entrar en nuestro soberbio arsenal de superpoderoso o supermiedoso, si dejamos entrar un poco –un poco, ¿eh?- el Misterio Creador, el Capacitador de Sorpresas, el Descubridor de Emociones, el Propulsor de Amores, el… ¡ÉL!... quizás las situaciones cambien, y el poderoso reciente decida escuchar a los que va a mandar o dirigir, y el asignado para participar asuma su rol con dignidad, con originalidad, con espontaneidad, abandonando esas consignas de: “Yo no soy capaz, yo no puedo, yo no sé…”, o el otro que dice: “¡Lo que me echen!, ¡venga!, ¡lo hago todo! Soy heredero de la kriptonita de Superman. ¡Vamos, no hay quien se me resista!”. ¡Guao!

 

Parece, parece que resulta difícil incorporar el Misterio Creador a nuestro cotidiano acontecer. Y sí parece incorporarse en las ceremonias, en los ritos, en los… ‘bla’, en los… ‘bla’.

.- ¿En los qué?

.- ’Bla’. ‘Bla’ es... “blasula”. ¡Je! Un poco “basura”, dicho en chino: “blasula”.

Sí, en esos acontecimientos solemnes de trances, de ceremonias, de… de esas cosas que se organizan para luego: “¡Aaaagghh!”… gritar y tirar la gorra o salir corriendo o emborracharse o… O sea, esas cosas que no permanecen; que a lo mejor en ese momento suena el himno de su país y se lleva la mano al corazón, pero llegados veinte segundos cuatro décimas después, te dicen: “¿Qué? ¿Te fumas un porrito?”. Y la persona va como un corderito, y se lo fuma. Y dice:

.- ¡Bueno, ¿y tanta patria, tanta historia, tanto corazón y tanta…?!

.- ¡Pues ya ves! Ya ves, ya ves… Hemos sido educados así.

Las “grandes –llamadas- celebraciones”, y todo eso, pues queda bien. Incluso se ponen, se visten y desfilan, y todos se mueven –como cucarachas- de la misma forma. Y se vuelven y saludan, y besan el trapo este de la patria, y siguen, y “¡Ooohhh!”. Y además son capaces de ir a la guerra, matar y que los maten… Y ¡oye!, dices tú: “¡Oye, qué… qué cosa, ¿no?!”.

Hasta ahí llegamos.

Pero resulta que la mayoría, la mayoría de la mayoría del tiempo no estamos en esas ceremonias de… “¡Ooohhh!”, sino que estamos en: “Buenos días”, “Buenas tardes”, “Buenas noches”, “¿Qué tal?”, “¿Cómo estás?”, “¿Cómo te va?” tal…

Sí, estamos en eso. Y es en “eso” en donde incide hoy el Sentido Orante. Es en “eso”, en “el pan nuestro de cada día”: en el mini compromiso, en el mini estar, en el mini decidir, en el mini opinar, en el mini compartir. Ahí.

Ahí hay una ¡gran!... ¡gran, gran!... presentador. Sí. Un Gran, Gran Presentador, que es el Misterio Creador.

 

Imaginemos –para tener una idea- que cada vez que compartimos una charla o un… pues alrededor hay –como en los comics- un bocadillo enorme –¿no?- de Confabulación Misteriosa que nos ofrece “sus servicios”.

.- ¿Cómo?

.- Sí, nos ofrece sus servicios… para asesorarnos, para alentarnos, para iluminarnos, para estimularnos. Sólo consiste en aceptarla.

¡Ah! ¡Ahora bien!, si nos sentimos autosuficientes y autocapaces, el bocadillo –es decir, eso tan grande, tan grande, que está en conexión con nosotros- se va como un globo.

Quizás sea injusto decir que “se va”. Pero se queda ahí, inerte. Porque nuestra posición aún no es capaz de descubrir ese increíble ambiente cotidiano, diario, de cada paso, de cada palabra.

Si almacenamos un globo para cada acción, tendremos un universo a nuestra disposición.

Si nos llaman a Orar es porque se tienen recursos para ¡dar!, para ¡mostrar!, para enseñar, para que los tomemos.

Pero se está –cada uno- tan ensimismado en sus recursos, en sus medios, en sus pequeñas cárceles de resultados, que… como si no cupiera, como si fuera ¡muy grande! Y no. Es infinitamente grande, pero es infinitamente bondadoso, y sabe aliviar, consolar, acompañar, aligerar…

 

Y si cada vez que nos sintamos en la angustia, en la duda… si cada vez que eso ocurre, por un instante evocamos ese grandioso recurso que está ahí para que lo recojamos, a veces ÉL mismo abre la espita. Otras, no; aguarda a que nosotros despertemos. Quizás, Él nos despierta.

Sabemos ¡tan poco! Mejor dicho, no sabemos nada de ello. ¡Pero está!

 

Es curioso: el ser humano, sí, es capaz de reconocer ese aviso Orante; incluso lo sabe –o dice que lo sabe-, pero ¿por qué no lo practica? ¿Por qué todo lo cifra en su recurso? ¿Por qué no toma los recursos creadores… y los destila a través de su ser? ¿Por qué se hace víctima o protagonista de un acontecer?

 

Sin duda, quizás por toda esa evolución, nos toca hacer el papel que nos enseñaron, el estudio que nos obligaron, el ejercicio que nos propusieron. Sí. Y digo “quizás” porque, a lo mejor, si las cosas se hubieran desarrollado de otra manera no estaríamos en esta situación. Pero lo estamos. Así que toca seguir el guion de lo que, como especie, nosotros mismos nos impusimos… y que fuimos heredando.

.- ¡Ah…!

Y entonces, pues no quede más remedio, en principio, que leer, repasar, estudiar, aprender... Pero si todo eso lo hacemos –atención-… si todo eso lo hacemos contando con la “Providencia”, contando con ese inmenso caudal que está dispuesto a destilarse hacia nosotros; si lo hacemos contando con ello, las resoluciones, los aconteceres, serán muy diferentes.

Pero, ¡ojo!, al decir “diferentes” o “muy diferentes” no significa que serán ¡al gusto nuestro! ¡Ahhh, no, no! Puede ser que a veces sí; pero la mayoría de las veces, no. Porque estamos suficientemente contaminados por nosotros mismos que cualquier aportación, por muy destilada que esté, no nos va a llevar inevitablemente al éxito, al triunfo. No. A lo mejor nos lleva al fracaso –desde la óptica humana, claro-.

Y ése es otro de los factores por los que el ser no se fía –¡oh, oh, qué feo!-… No se fía de La Creación, no se fía del Misterio Creador, no vaya a ser que le dé alguna sugerencia o alguna cosa que no le haga… o que le haga quedar no lo bien que él quisiera.

Es curioso, nos hemos llevado hasta el punto de exigir y de pedir “a nuestro gusto”: “¡Dame lucidez ante la oscuridad de mi razón!”. “¡Dame esplendor ante mi actuación!”. “¡Concédeme el privilegio del arte espontáneo, creativo y sanador! ¡Pero ya!, por favor, porque mañana lo necesito”. –¡Guauu!-. “No te olvides de que en lo del claqué estoy un poco flojo. Si no te importa, me das un poquito de… ¿eh?, para que el espíritu de Fred Astaire se encarne en mí; y el de Judy Garland, por supuesto, porque también tiene ‘su aquél’”. ¡Oh!...

Así es como se abre y pide, el ser. Entonces, claro, ante eso, como que ese Misterio Creador se hace remiso, se hace un poco… como que no; como que “va a ser que no”.

Claro, y ante eso, pues el orante, al ver que sus “peticiones del oyente” no las ha escuchado El Bienaventurado, pues… deja de orar, deja de encomendarse. Porque ha visto que no ha habido resultado: era torpe hablando, y ese día fue más; era bastante corriente danzando, y ese día se cayó.

.- ¿En dónde?

.- Se cayó… en el sitio donde tenía que danzar.

.- ¡Aah!

.- Y quedó ¡muy feo!

 

Sí, queda feo cuando tratas de mostrar tu habilidad corporal, y te caes. ¡Qué feo!

Sí, claro. Por supuesto, la ternura del público aplaudirá tu rápido levantamiento y tu sonrisa de “aquí no ha pasado nada”. ¡Pues claro que ha pasado! ¡¿Cómo que no ha pasado nada?! ¡Guau! ¡El suelo llora de pasión! ¿No ha pasado nada...? ¡Claro que ha pasado!

Pero el mundo, la vida –esas palabras- aguantan mucho. Mucho, mucho. Los escenarios están repletos de fracasos. ¡Ojo!, fracasos que se fraguaron por la vanidad de los intérpretes.

En cambio, si el escenario es un lugar de inspiración, un lugar de acogida donde puedo recoger, entonces es muy diferente nuestro proceder.

Quizás no salga a nuestro gusto o al gusto del espectador; pero lo que sí es cierto es que lo que salga será auténtico, será valioso, llenará el corazón y acariciará el alma.

De ahí que, sin menospreciar nuestras preparaciones –sin menospreciarlas, pero sabiendo en cada momento de esas premisas-, que el clamor hacia la Grandeza no se olvide; y cuando vaya a elegir una actitud, una decisión, que la invocación esté ahí presente. Entonces, seguramente… ¡seguro! que la elección y la ejecución serán las que debían ser.

El más mínimo detalle con el que podamos contar a la hora de ejercitarnos; la más mínima atención de percibir cuándo nos están… llevando, inspirando, sugiriendo; el más mínimo instante de reconocernos que no somos nosotros los que hemos abierto la puerta o los que hemos dicho o hemos propuesto; el hecho –que seguro a todo el mundo le ha pasado- de decir algo o comentar algo o proponer algo, y no reconocerse en eso; crear sorpresa en el entorno, y no saber muy bien por qué eso ha acontecido…

Pero no solamente ya en eso cotidiano, sino en el propio monólogo interno, sin voz: en esos pensares, en esos sentires; ahí, en ese interior que se cuece en la oscuridad; en ese interior hermético pero, a la vez, recursivo almacén de creatividades.

¿No nos hemos sorprendido acaso –multitud de veces- pensando esto o aquello, o sintiendo esto o lo otro? ¿Acaso creemos que eso ha sido una reacción neuroquímica de nuestra dopamina, serotonina o acetilcolina? O simplemente, la mayoría de las veces no le prestamos atención; nos parece un… “Mira lo que se me ha ocurrido”.

“Mira lo que se me ha ocurrido”. Pero no se suele decir: “Mira lo que me han inspirado. Mira lo que ha surgido sin saber cómo ha aparecido”.

¿Será la huella de la Creación? ¿Será la llamada interna permanente y cotidiana de quien nos sostiene, nos mantiene, nos entretiene, nos promueve, nos alienta… ¡la vida!?... ¿Será?

Esa sola pregunta puede ser una opción.

En vez de decir: “¡¡Es!!”, se suele decir: “¿Será que…?”.

 

Ante lo decididamente riguroso de La Creación, que se transforma en subjetivo en nuestra realización, el ser impone enseguida la duda o el “pero”…

Asumiendo la Llamada Orante nos hacemos eco de lo que emerge desde el interior, desde lo que casualmente acontece en el exterior, y así somos capaces de sentir. Que luego podemos transformarlo en pensar –si queremos-, pero “sentir” ese otro lenguaje de Amor de Eternidades, que se derrocha a raudales y que… parece ser estéril.

 

 

 

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