EL SENTIDO ORANTE DE RESPUESTAS A ENCRUCIJADAS
17 de agosto de 2020
El Sentido Orante de respuestas a encrucijadas.
Encrucijadas que cada ser tiene en su despensa, y encrucijadas en las que la especie se encuentra inmersa.
Las alianzas de los poderes nos han estado presentando unas salidas a destiempo, y pareciendo que todo comenzaba como si nada hubiera ocurrido.
Y es fácil caer en la… cómoda sugerencia que nos marcan las teóricas ¿libertades?... que nos conceden.
Cuando se vive a expensas de la libertad que te pueden dar es señal inequívoca de que eres un esclavo.
Pero no caer, ni en la banalidad vulgar de lo que se propone –como si nada hubiera pasado, cuando resulta que ha quedado el poso de un miedo desesperado-, ni tampoco en los fáciles recursos que se puedan tener para mantener la cordura.
Más bien, el Sentido Orante nos reclama un cambio hacia lo liberador, hacia lo “nuevo sin conocer”, hacia lo Creativo por llegar; una exigencia, de inmediato.
Porque es fácil caer en los recursos que se propagan y se propagandan, para volver a ser lo de antes y volver a caer en lo pasado; o en lo que se acomoda a lo que haya y… no hay más.
Más bien, la llamada de la Creación nos relanza como “una época prodigiosa” el haberse apercibido de hasta dónde llegan los poderes de nuestra especie y los intereses de quién sabe… –corporaciones, comunidades de…-, pero que están ahí, que no son de otro mundo, son de éste, pero con ascendencia, ventaja, recursos y medios que distan mucho de lo que nosotros podamos alcanzar.
Pero no debemos caer en la desesperada actitud de que nada se puede hacer ante tal situación. Más bien por el contrario; sí: la fe –¡Fe!- en el recurso Creador que nos ampara “a todos”, incluso a los que tratan de sectorizar, eugenizar la especie –y otras formas de exterminio verbales, mentales, sociales-…
Humanos son todos esos procederes.
Y con cierta seguridad podemos afirmar que se basan en criterios de capacitaciones, recursos y logros de humanidad; que incluso también pueden atribuirse cualidades cuasi divinas…
Pero el resto del resto –y somos restos- no estamos dejados de la mano de lo Divino.
Nos llama a orar para darnos la mano, para sujetarnos, para que no caigamos en el fácil esclavismo o en la fácil actitud de “recuperar lo perdido”, cuando nada tuvimos.
Esa mano cargada de imprevistos, de inesperados, de sorpresas, de imprevisibles situaciones… y de acciones inesperadas que el ser muestra y enseña como calidades –“calidades”- que “no son –entre comillas- de este mundo”, pero que llegan y que anuncian.
Anuncian… renovaciones para dejar de ser y dejar de estar en el laberinto de lo imposible.
No amedrentarse ante la conmoción de nuestros sentires, ante la firme decisión de nuestros ‘haceres’.
No intimidarse por actitudes que, en convivencia, resultan castigadoras o enjuiciadoras o prejuiciadoras. Más bien aclararse, aclarar… y mostrarse en estado de Gracia.
Sí; en ese estado en el que cada ser reconoce su propuesta, su virtud…; en el que no tiene que ocultar su opinión por el mayor tono de voz de otro, o el gesto o el gusto de aquel que todo lo sabe y lo conoce.
También es momento para los callados, los tímidos, los que tratan de que todo esté bien, de que nada se perturbe. ¡Los que dan pie para que otros se aprovechen y manden y ordenen!, sabiendo que no habrá rebelión.
El viento, ciertamente transmite la voz de orden y mando, pero también remueve las cenizas… y con ellas ciega o calla a los que tienen supremacía.
Tenemos el deber vital –porque emana de la vida- de proclamar nuestra gracia, de mostrar nuestra disposición, posición y criterios.
¡No existe ninguna norma, regla o ley que tabule cuál es el sentir de Gracia humana!... El que lo afirme, tan solo recoge ideas de opresión, de esclavismo y de “regulación”, según los egoísmos personales reinantes: espirituales, sociales, culturales, políticos, económicos… Esas famosas “leyes de vida”.
¿La vida tiene leyes?
Resulta que… átomos perdidos o dioses olvidados deciden, sin orden ni concierto por nosotros conocido, recrearse en una muestra incomparable de diversidad insondable, en todos los sentidos.
¿Eso es un orden? ¿Eso es una norma?
¡Ahhhh! Pero la humanidad establece el derecho, y se crean los derechos. Y antes de preocuparse de los deberes, que son los que realmente promueven y realizan logros, antes de cumplir con ellos, se reclaman los derechos: esos torcidos y tramposos elementos que, en definitiva, esclavizan y someten. Porque cada vez que el que reclama el derecho obtiene el derecho, se hace dependiente del que se lo da.
En cambio, el que se realiza en su deber, está en el débito de sus capacidades, sus recursos, sus habilidades, sus gracias, su mensaje de Creación que ha de exponer. Y engloba misterios, sorpresas, imprevistos…
La encrucijada de humanidad es… enormemente enredada; complicadamente elaborada. Cualquier añadido en ese sentido hace que la posibilidad de un resplandor se haga imposible. Pero, a la vez, hemos de saber –y el orante ha de saberlo- que, con un detalle –“de-talle”- de gracia virtuosa –uno-, el enredo complicado se disuelve y la complejidad creativa se amplifica.
No temer a los avisos, a las advertencias, a… –¡uff!- a las premoniciones.
Las últimas decían que se acababa el mundo. Y quizás algunos mundos se hayan disuelto. Pero esto que llamamos “mundo”, no. Sigue. Continúa. Pero sí se pueden disolver aquellos micromundos que nos obstaculizan, que nos bloquean, que nos castigan con sus indiferencias, sus silencios, sus despegues… A los que les añaden insolencia y capacitación (sic).
Que ninguna autoridad ni orden defina nuestra posición y nuestras acciones.
Nos sabemos cubiertos por el Misterio Creador: esa mágica presencia que es nuestro Auxilio permanente. Pero ¡a su vez!… a su vez nos muestra la necesidad de expresar ese Auxilio en buscarlo, en darlo… a imagen y semejanza de como lo recibimos.
La autosuficiencia ególatra es una ofensa a la Creación y a los recursos que nos brindan. Es un desprecio al servicio que otros presentan.
En el fondo, es una insolidaria posición que exige y requiere, de los demás, un beneplácito.
Que este eterno comienzo de Gracia sea impulsor de palabras sentidas y medidas que perfilen nuestra vivencia, nuestra gracia de vivir…; que no se acobarde.
Que justamente amparado en el Misterio Creador, éste le da la venia para su deber de cumplir con sus recursos… ¡y aportar lo que se espera!
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