NADA OCURRE SIN LA
PARTICIPACIÓN DE TODAS LAS PARTES
27 de enero de 2020
Y en la consciencia habitual a la que la humanidad ha llegado, es posible describir y analizar –bajo la óptica de razones, de efectos, de causas-… cualquier acontecer.
Y encontrar, obviamente, las causas, los responsables o los culpables… o los orígenes por los cuales tal política va mal, tal economía no florece, tal idea no es viable…
Y se habla, como si el mundo fuera de “otros”. Como si la responsabilidad de lo que transcurre fuera exclusivamente de aquellos o de los otros. El sujeto analizador se excluye: “Esto va mal, esto no debe ir así, esto no creo que sea lo más adecuado…”, y un largo etcétera. Pero ¿y qué participación tiene el analizador?
Cuando se produce la Llamada Orante, ésta nos reclama a cada ser, en su papel y en su proceso, como parte integrante de una consciencia grupal, colectiva, de país, de universo… –depende de cómo se quiera ver-. Pero es… –bajo el Sentido Orante- es evidente que cada uno tiene una participación en todo lo que transcurre.
Evidentemente, esa participación no significa que sea el causante. Puede ser el que evita que… o el que intenta evitar que pase esto o aquello. Pero lo más significativo es que debemos recuperar nuestro estar, nuestro hacer, como parte integrante… –y cada uno lo evaluará- como parte integrante de lo que transcurre, de lo que está ocurriendo. Que luego se evaluará como “bueno”, “malo”, “regular”…
El compromiso del ser, ante el vivir… no es excluyente, es incluyente; está incluido en lo que transcurre, en lo que sucede. Y en la medida en que dejamos de inculpar, y nos incluimos como sucesos, como aconteceres, realizando X funciones, además de no ser ajenos a lo que acontece, crecerá en el ser una consciencia de totalidad, de compromiso con lo vital.
Bajo el Sentido Orante nos preguntamos:
“¿Qué función me corresponde? ¿Qué función me hace partícipe en el vivir de mi comunidad, de mi grupo, de mi localidad, de mi país… etc.?”.
Porque en cada ser está incluido todo. Y el todo –que no llegamos a recoger- tiene nuestra parte, nuestra posición.
Y así, la resultante no será señalar culpables, sino señalarse como partícipe de lo que transcurre, en la función que sintamos que nos corresponde; que será a favor, que será en contra, que será indefinida, indecisa… pero no, excluyente.
Nada ocurre sin la participación de todas las partes.
Ni la más tenue brisa que hace moverse una hoja… se da sin la participación de todo.
No hay “algo” que suceda por su propia identidad…; aislado.
Todos los seres vivos se precisan. Y, a su vez, todo ello es producto de la confabulación de un Misterio.
Si hacemos consciencia de nuestra implicación, esta consciencia nos llevará a darnos cuenta de esa participación –por decir algo que no sabemos-, de esa presencia… de Misterio, de Providencia, de Bondad, de Misericordia, de Piedad, de Condescendencia, de Auxilio.
Reconocernos en nuestro hacer; vernos en la participación de lo que acontece; sentirnos en la inmersión en el Universo… y ¡ver!, amplificando nuestra consciencia, que el vivir no es consecuencia de los elementos que integran lo que llamamos “vida”, sino que es la expresión de una “influencia” –llamémoslo así- que hace posible el desarrollo de esos elementos y que los lleva hacia una función; el reconocer en nosotros los talentos y nuestras capacidades –y, con ello, la permisividad o no de que acontezca esto o aquello- nos dispone a empezar a leer ese… –permitamos la palabra- ese “Genoma Creador”, empezar a leer la intervención permanente… de ese lenguaje que se expresa esquivamente, para el grado de consciencia que tenemos.
Y, hablando de ese estado de consciencia, se nos pide –en el Sentido Orante- que acrecentemos la atención, la alerta, la alarma en ocasiones, cuando nos creemos protagonistas o excluyentes… para ver –sensitiva, emocional e inteligentemente, de forma humilde, honesta y sumisa- la mano Creadora, la mano Misteriosa que nos… sitúa.
En estos tiempos de ganancias, de pérdidas, de individualismos, radicalismos, cada partícula es responsable de esos aconteceres.
Y si cada partícula de vida, consciente de su participación, amplifica sus sentidos tratando de descifrar el porqué, estaremos –en esa medida de ejecución- en una consciencia verdaderamente liberadora.
Puesto que podríamos resumir diciendo: Todo transcurre con independencia de nuestro hacer. ¡Curioso!
Empezábamos por culpabilizar o responsabilizar a otros, excluyéndonos. Luego, reconociendo nuestra participación en lo que acontece. Luego, dándonos consciencia de que hay algo más: Misterio Creador. Y culminando liberadamente, sabiendo que todo lo anterior es cierto, pero que nada de lo anterior sucede sin la presencia del Misterio.
De no ser actor, a ser actor, a ser partícipe, a ser descubridor, a ser… nada.
Liberado.
Pero a la vez –y ahí está un reclamo orante-, ¡pero a la vez no puedo dejar de ser el que soy! Porque es parte de ese no-ser.
No es fácil de intelectualizar, y se presta a la polémica y a la disquisición racional, lógica, filosófica y… teológica, incluso.
Es más bien un estado de… podríamos llamar “supra-consciencia” –por seguir los parámetros de “más”, “menos”-… lo que nos lleva a la conclusión de que somos nada, pero somos. Y todo sucede por un Misterio Creador… inabordable e inabarcable por nuestro actual estado de consciencia. Pero que podemos sentirlo y percibirlo si nos abrimos “a”… Y en esa medida, liberarnos deso es
e ser la causa, el efecto, el culpable, el inocente…
Quizás, como expresión de resumen cotidiano, eso que se suele decir: “Que sea lo que Dios quiera”,debería acrecentarse con la palabra “sin duda”.
Sin duda será, es, lo que el Misterio crea.
“Del dicho al hecho hay un trecho”, se dice, ¿no? Y puedo decirlo como retahíla, como recurso dudoso y de azar… o puedo inmiscuirme. Inmiscuirme en ello.
Y ver, en todo lo que puedo percibir, el hacer invisible creador…; mágico.
Inmensa Gracia se percibe, cuando el ser se sabe, cuando nos sabemos… bajo la cobertura, bajo la complacencia Creadora.
Los obstáculos, dejan de serlo. Las angustias, los apegos, las reclamaciones, las exigencias, dejan de contar…
La confianza plena empieza a aflorar…
Y la sensación de que todo se gesta en Amar…
Y no saber lo que es, pero no precisar conocerlo, sino ¡sentirlo!
Qué distinto el sabernos consecuencia, y no ser la consecuencia.
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