LLAMAN A ORAR HACIA LO
EXQUISITO, HACIA LO SENSIBLE
20 de enero de 2020
Sensibles a un
pensamiento…
Sensibles a un roce…
Sensibles a una
mirada…
Sensibles… a
palabras.
El vivir es
sensible. Y en su sensible percepción, configura imágenes, establece secretos,
guarda en escondites… recuerdos, y almacena posibles. Muchos posibles.
Sensible a su
orden, al orden que marca una idea, que dice que el año languidece. También que
el día amanece.
Se hace sensible a
las propias capacidades que establece el ser con su medio, con sus éxitos, con
sus fracasos… Y aunque sepa –inteligentemente- que todo ello es… ficticio, lo
mantiene como una forma de tener un
reino: el reino del año, el
reino del día, el reino del mes, el reino de la compra, el reino del descanso,
el reino de la vigilia…; el reino de “me gusta”, el reino “no me gusta”, el
reino del celo, el reino del recelo… ¡Ay!...
Si sensiblemente se
exige… bajo la perspectiva de la sensibilidad, nuestro reino –ciertamente-
no es de este mundo.
No es de “usar y
tirar”, de enredarse, desenredarse, deshilacharse y progresivamente arrugarse y…
probar y probar, como si así surgiera la suerte.
Pero parece ser que
no es tan fácil desprenderse de este
reino.
El Sentido Orante
nos muestra que, cuando acudimos a la llamada, nuestras sen-saciones, nuestra sen-sibilidad…
se desliga del reino posesivo, del reino exigente, del reino construido para
ser caduco; para ser pasión de una noche y obnubilación del día siguiente.
No se ha
manifestado, la Eternidad, para dislocarse en una frivolidad.
Mas bien es
terciopelo nevado de colores; mas bien es… ansias sin exigencias, pero deseosas
de amplificar sus sentires.
No se han gestado
las luminarias, para contarlas, para ver cómo recorren, cómo se escapan, cómo
se esconden. Mas bien están ahí de reclamo infinito, para que al sondear
nuestras sensibilidades ¡nos hagamos exquisitos!, ¡exigentemente universales!,
amorosamente ¡profundos!
No es de Misterio,
el deterioro que consume. No es… –no lo es- de naturaleza de Misteriosa Creación,
el amor o los amores del momento, que tan solo se cifran en el agotamiento.
¡Ay!...
Cada gota de
posible amor, desperdiciada, es un universo que se colapsa. Y eso es sentible. Eso
es sensiblemente perceptible.
Un beso al aire,
sin importancia… es una estrella menos.
Así, así exige lo
sensible. Así de pulcra es la sensibilidad que minuciosamente fue recreada por
el Gran Tejedor de Creaciones, minucioso en cada punzada que hacía transcurrir
el hilo, sin doler, para hacer una trama de sorpresas, permanente.
¡Ay! Y el gran
Tejedor fue… está… ¡y sigue!... incansable en sus pespuntes…
Sugiriendo caminos,
aclarando virtudes, aportando coincidencias, dando casualidades.
¡No! No se puede
herir tan sutil entramado. Y si la seda es el recuelo de la crisálida que gesta
el sueño de su vuelo, ¡ay!..., la trama del tejedor Divino es tan sutilmente
transparente… que tan solo se puede percibir con el aliento.
Sí: cuando nos
alentamos por la atracción de la belleza. Cuando nos alentamos por el suspiro
verdadero. “Verdadero”.
¡Sí! Estamos
envueltos, conectados; sí. Sensiblemente cuidados. Y es menester sentirlo,
percibirlo. Está ahí, en los umbrales del amanecer, del atardecer…; del canto
del gallo, del piar de los pájaros…
No, no se haga un secuestro
sensible, y se desconecte de… el Gran Tejido, y se haga retráctil y –¡ay!-
brusco y cansino.
Mas bien…, si se
evita la reprimenda de ¡dejar de ser rey!, descubriendo que este reino no es –“no
es”- nuestra sede… Que esta sede se ha fabricado en un secuestro vengativo, desafiante,
programado para nacer, crecer y morirse…
¡Mientras una Eternidad
reboza nuestra presencia!... el ser se empeña en consumirse. Y lo llama “desinhibirse”.
Pero se encuentra dificultoso para desinhibirse de los anclajes que él mismo
crea, por sus prejuicios, sus normas…
¡La Misteriosa
Creación es valiente! ¡No es una
cobarde retracción de sensaciones! La Creación de lo viviente es aventura; es
aventura de ¡la Buena Ventura!… en la que siempre amanece.
¡Ay!... Qué
desventura la de aquel, la de aquellos que se agotan en su cordura; en su
cordura que ata, que anuda, ¡mientras late sin cesar!... la desinhibida
realidad Creadora, ¡que te pide valentía!… en base a la sensibilidad que te han
donado. En base a las palabras que te han creado. En base al Universo infinito
en el que estás continuamente gestado.
Y esa sensibilidad
hace del ser un SÍ. Un Sí de habilidades creativas, un Sí de habilidades sinceras; que sabe… –que
sabe, no por sapiencia sino por sentires- no caerse atrapado en los dominios de
días, de momentos, de recuerdos o de propiedades.
¡Ay! ¡Y qué terror,
ante la sensibilidad Creadora, el prestarse a sensibilizarse en el agotado afán
de poseer, de experimentar en base a la sapiencia y a la ocasión, como si la
vida estuviera de rebajas, y hubiera… ¡y hubiera muchas prisas por consumir, no
vaya a ser que se agote!
¿Acaso la
sensibilidad Creadora se agota?
Su valentía es
inagotable. Su sublime tejido es indestructible. Y a la vez es ¡tan suave!...
que cuando el ser se aferra a sus posiciones, cuando clasifica su vida por
rentas, por ocasiones, por rebajas, por oportunidades, esa sutil fragancia se
hace lejana.
Ya… ya lo dice el
refrán: que “más vale pájaro en mano, que ciento volando”. ¡Más vale la
propiedad, el acopio, el asalto, el tener, el conseguir, el lograr!, que ver y
sentir a los pájaros volar.
Pareciera que el
ser no quiere… –claro, no quiere porque sabe que no es “querencia”- lo que le
demanda la Creación: le demanda el reflejo del Amor Infinito que le da para
vivir.
¡Claro! No quiere. ¡No
quiere!, porque no puede poseerlo. Y prefiere el ser recogerse… y, en aparente
liberación, querer –¿libremente?- lo que es “una ocasión”, y tenerlo como
trofeo, como “legitima posesión”.
¡Ay!... Pero el Tejido
Creador, de sutil transparencia invisible, no se presta a esa maniobra.
Y quizás el ser, al
no ver seguro ese “pájaro en la mano”, no se atreve a volar con los que pasan y
prefiere reptar en sus instintos, que no sabe sublimar, por su exigencia.
Llaman, llaman a
orar hacia lo exquisito.
Llaman a orar hacia
lo sensible. Para que lo sensual se haga espiral, ¡tan sensible!, que en un
rapto de instante se despegue de su aferrado y mortecino poder, y aspire a
volar… en la sutil fragancia del cielo infinito.
Hacerse plumaje
sensible que sólo se deja acariciar por el aire; que sólo se deja adornar por
la nube que no impide.
Y hacia ese sentido
sensible… nos atrevemos a la valentía de vivir, sin posesiones pero entregados,
sabiéndonos tejido de Creación.
SHENSHEN-SEHNNNNNNNN
El eco nos hace
vuelo… y se imprime en nuestra alma. Para que cada vez que se trate de
renunciar al vuelo, el eco nos reclame… y no nos deje aferrarnos a las
querencias. Y nos haga sutiles enamorados del Amante Eterno. Y así, poder
replicar en el vuelo bajo y sutil, como el pelícano, que apenas… apenas si
rozan sus plumas el agua. Sabe que ahí está su alimento, mas su aliento está en
el aire.
Su aliento de vida
no está en su zambullida. Su aliento de vida está en la brisa que le acoge. Y
con un suave aletear, retirarse, subir, bajar… diluirse en la tarde… para
festejar las estrellas.
***