DESDE UNA POSICIÓN DE HUMILDAD SE ENCUENTRA LA VÍA DE REALIZACIÓN
6 de julio de 2020
Y dadas las
posibilidades –al menos teóricas-, y dadas las tecnologías que impresionan, y
dadas las ciencias que imponen, y dados los movimientos sociales, políticos,
económicos que nos envuelven, y dados los comunicados, comunicaciones,
informaciones… informaciones e informaciones –todo ello a lo que estamos
sometidos- el ser busca una posición de desahogo. Se está ahogado.
Porque se quiere… –porque
las demandas así lo piden- se quiere responder a todo eso: a la tecnología, a
la ciencia, a los movimientos sociales, a las economías, a la cultura, a la
formación, a la… ¿Qué más? Podemos añadir el yudo, el karate, el Jiu-Jitsu,
inspiración sentimental, orografía del sinsentido… No sé, hay cursos para todo.
.- ¿Orografía del sinsentido? Ese es nuevo.
Y orantemente nos
podemos preguntar: ¿ese despilfarro de opciones, posibilidades, acciones,
actuaciones…? Que por otra parte tiene el contrapeso –bueno, al menos está ahí
aunque no se le tenga en cuenta- del hambre, la tragedia, la persecución, la
ignorancia, la enfermedad, el analfabetismo, las aguas corruptas… y un largo,
desastroso etcétera.
Algunos se inclinan
por ayudar a los que en miseria están. La miseria continuará… en proporciones
teóricamente mejores, pero proporcionalmente iguales o peores, porque las
condiciones que la han creado continúan.
Y son esas mismas
condiciones las que crean la mala conciencia, para que el sujeto se convierta
en Robin Hood o en Cyrano de Bergerac para resolver el hambre del mundo.
Así se tiene una
buena coartada espiritual.
Pero en el mundo
posibilitante, de posibilidades teóricamente –y decimos “teóricamente” porque
no están al alcance de todos ni muchísimo menos, pero son representativas de
una especie-, el ser tiende a querer abrazarlas todas.
Consecuencia: como
dice el refrán, “el que mucho abarca poco aprieta”.
Consecuencia: las
realizaciones, actualizaciones se hacen entre mediocres y vulgares, porque no
se ha apretado lo suficiente.
Consecuencia:
desespero, rabia y tristeza; consciencia de no valer para nada o… o claro, si
me comparo con Menganito y Zutanito… Pero, a su vez, Menganito y Zutanito se
comparan con otros y les pasa lo mismo.
El Sentido Orante
advierte que esa posición está muy alejada de la humildad.
“Humildad”: esa
condición que se hace imprescindible a la hora de orar y, consecuentemente, a
la hora de convivir .
Al carecer de
suficiente humildad, el ser se hace ‘suprepotente’.
Se hace, se muestra, se comporta. Luego, como hemos visto, la resultante es
entre mediocre, vulgar o… con poco contenido.
El Sentido Orante
nos recuerda algo que se debe tener muy en cuenta y que teóricamente se sabe, y
es que cada ser está dotado de recursos, de medios para ejercitar y cumplir un
sentido en el estar de la vida.
Y eso le posiciona
en una condición excelente para hacer lo que debe hacer, lo que le corresponde
hacer, de una manera impecable, remarcable. Lo que ocurre es que, si no se ciñe
humildemente a esa posición, y aspira a ser lo que no es, se desborda, se
deprime, se desespera, se angustia, se ahoga.
Pero como la
demanda social, cultural, medioambiental, etcétera, es prepotente, es
demandante… –y cada una en su plano-, hace que el desasosiego se imponga como
“natural”.
El saberse recoger
en la humildad, sabiendo que se está en la Eternidad de lo siempre posible, en
la grandeza de lo inabarcable… es la mejor respuesta que, en general, retoma el
orante ahora, y de manera genérica. Y hacemos hincapié en el “ahora”, porque se
quiere controlar y dominar todo –sin saber qué es el Todo, claro-… todo lo que
va apareciendo.
“Maestrillo de
todo, ignorante de cualquier cosa”.
Y a poco, a poco
que el ser asuma esa posición de humildad, esa posición de evaluar sus talentos
y recursos, encontrará la vía de realización; con dificultades, con necesidades
de organizarse, con estrategias a desarrollar, ¡claro! ¡No va a ser fácil,
cuando todo apunta hacia otro sentido!
Un disposición de
servicio contempla la humildad del hacer. Y es así como sentimos o podemos
llegar a sentir la grandiosidad de lo Eterno, el cuidado del Misterio. Porque
estamos ejercitándonos en lo que somos, y hay un espacio inmenso para que
habite el eco del Misterio Creador… y que lo sintamos, ¡y que lo vivamos! Si
todo el espacio lo ocupamos en nuestra progresiva dominancia… ¿qué queda para
el Misterio? ¿Qué queda para lo imprevisible, lo extraordinario, lo excepcional?
¿Qué queda? ¿Queda algo?
Salir de cualquier
encrucijada supone la asunción de la humildad del pequeño camino, dentro del
infinito posibilitante.
El más pequeño de
los haceres que correspondan a cada ser repercute en todos los demás infinitos
haceres.
En consecuencia,
ante cualquier hacer, también nos llegan y estamos rodeados de esos otros
“infinitos haceres”. ¡Y lo que nos puede parecer pequeño o escaso, que hagamos!,
se hace grande en verdad porque es preciso y necesario.
Es así como la humildad
sumisa se hace grandiosa, sin pretenderlo, por acción de la Creación: que
unifica, que nos pone y dispone en una Creación permanente, en una necesidad –para
que la vida se dé en su plenitud- de los elementos que la componen.
Desde la
perspectiva de la humildad sumisa…
gestada por la escucha orante, se posibilita la sensibilidad despierta de
sabernos providencialmente custodiados, cuidados…
Y a la vez –paradójicamente-
que se está en esa turbulencia ansiosa, a la vez es el mejor reclamo para
apercibirse de que no se debe caer en ese torbellino. A la vez, es la mejor
forma de darse cuenta de que por ahí no van los senderos, que por ahí van los
ciclones, las tormentas, los volcanes…
No hay momento malo
en la Creación. La Bondad, la Misericordia y la Complacencia de lo Eterno lo
impiden. Pero sí es fácil, en el hedonismo personal, caer en el abarcar, en el
dominar, en el controlar…
Y vibramos en el
sentir de la identidad de nuestra naturaleza, buscando esa sintonía que nos
haga mostrar nuestra Herencia Celeste.
OHMMMM
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