lunes

Lema Orante Semanal


A LA CONSCIENCIA ALMADA NO SE LA PUEDE ENCERRAR
29 de junio de 2020

Y nuestro estar en este Universo, nos transporta a un momento en el que la especie duda de su posición, de su estar, en la forma y manera. 
Y esa duda crea opiniones muy diversas, desde el catastrofismo finalista de una pandemia tras otra –hasta reducir drásticamente la especie-, hasta los más optimistas que auguran entre uno a dos años de precaución y cuidado.

Abunda muy, muy, muy poco, en los humanos que han de tomar decisiones para la salida del confinamiento, las ideas de novedad, de cambio. Más bien se busca el retomar todos los elementos que nos llevaron al momento actual. 
No parece ser ésta una actitud muy sapiencial.
Verán. Cuando un ser humano, en el seno de la comunidad humana, comete un delito, es juzgado y es confinado a prisión. Allí la función es reeducarlo, reprenderlo, privarle de libertad; enseñarle y… hacerle diferente: “rehabilitarlo”, para que cuando salga no vuelva a delinquir.
Pues bien, ese modelo es el que está viviendo ahora toda la especie. Para ser exactos, la mitad de la especie más o menos –en cuanto a número, cerca de 4000 millones-.
Ha cometido, como especie, el delito de menoscabar, menospreciar, imponer, domesticar, castigar, dañar, herir… a todo su entorno, incluidos los de su especie. Y él mismo, como especie, se ha encerrado en prisión para rehabilitarse, para regenerarse, para que cuando cumpla su pena… –a veces es un tiempo, otras veces otro- ya se ha instaurado la pena de muerte…
Y… ¿y cuando salga? ¿Volverá a reincidir? 

Es éste el ejemplo muy evidente que nos muestra el Sentido Orante: cómo hemos hecho una cárcel. Y bajo esta óptica, bien hecho. Pero… ¿quién nos reeduca? ¿Quién nos conmina a…? ¿O más bien nos encierran… y es, en vez de un encierro rehabilitador, una maniobra de control?
Sea como fuere, de momento es obvio que la rehabilitación es necesaria. Pero los carceleros no parece que nos propongan conductas o actitudes diferentes a las que nos llevaron a delinquir. 
“Carceleros”: gobiernos, autoridades, sabios, científicos..
Si seguimos este muestreo, podríamos decir que en la reclusión en la que estamos no hay suficientes medidas de rehabilitación. Falta la biblioteca, falta el psicólogo, falta el gimnasio, faltan las horas de patio, faltan las visitas… 
.- ¡Ah!, ¡las visitas, claro! Esas son muy importantes porque te animan, te traen el bocadillo, incluso te pueden dar una lima para el barrote…
¡Faltan las visitas!… Es posible no caer en ello, ¿verdad?, pero es extremadamente importante.

Entonces, en nuestro confinamiento carcelario sin recursos ni guías de referencia, cuando concluya la pena… –¡pena!- y se salga, todos saldrán con la condicional.
Sí. La condicional es la continuación del castigo, según el cual, estás ya fuera de la cárcel pero condicionado a que guardes una estricta y correctísima actuación durante un tiempo. No significa que después puedas hacer cualquier barbaridad, no. Es una medida de “seguridad plus”, pero que atemoriza, porque estando con la condicional, cualquier cosa puede ser suficiente delito para volver otra vez a la cárcel.
Sabios reconocidos nos auguran que el delito que se ha cometido es el primero; que vendrá el segundo, el tercero, el cuarto y el quinto. O sea que no nos va a valer de nada la condicional. Vamos a caer otra vez.

O bien, si es que no es éste el modelo de lo que está ocurriendo, y estamos siendo hábilmente manejados, manipulados, controlados, debidamente asustados por la condicional para que obedezcamos cualquier orden, sin medios ni recursos para protestar –o disentir, simplemente-, estaremos en un panorama diferente
Quizás los dos panoramas se estén dando a la vez.
Hace poco le preguntábamos a un experto en dolor cómo afrontar… o cómo afrontaba él, con sus métodos, “los dolores del alma”. Hizo un gesto de: “¡Bah! ¡Esoterismos! Lo que existe es sufrimiento, y ya”.
Verán. Es difícil, claro… –bueno, está mal planteada esa palabra-. No se puede demostrar que el alma exista o no. Y menos aún, invertir discusión en ello. Pero sí podemos estar de acuerdo en nuestra consciencia. Igual que nos engañamos diciendo que nos duele aquí y allá, y parece que hubiera una lesión aquí o allá y no hay tal lesión… Pero nuestra consciencia genera esa experiencia de dolor. 

¿Se ha equivocado? ¿Hay que rehabilitarla, reconducirla? ¿Y si nuestra consciencia se correspondiera… con el alma? Por ejemplo. Para no discutir.
Esto, bajo el Sentido Orante, tiene un significado llamativo. Sí. 
Si nuestra consciencia almada se sabe libre de la forma –“se sabe libre de la forma”, es decir, no hay lesión que justifique mi dolor-, si aplicáramos este criterio –y sin la idea de que nuestra consciencia se equivoca- con la idea de que nuestra consciencia almada no es subsidiaria del encierro corporal o material, cuando nos tocara estar presos o confinados o… –pónganle la palabra que quieran-, si nuestra consciencia almada se sabe en lo que es, los barrotes no importan, las penurias tampoco, las dificultades tampoco. Porque el Sentido Orante se hace llamada permanente, se hace evidente en la consciencia almada, y es nuestro Auxilio Liberador constante. 
Y puedo estar entre rejas, y puedo estar entre paredes, y puedo estar entre prohibiciones. Pero eso, eso que está confinado… no se corresponde con mi ser. Eso es un traje, una vestimenta. ¡Importante, sí, claro! Pero mi consciencia almada no está ahí.

Al decir “no está ahí” queremos decir que no está esclavizada ahí. Ante determinadas situaciones va a su Reino, al que le corresponde: al Misterio Creador. Y allí tiene el Edén, el Paraíso, el gozo y el disfrute de sentirse amado. 
Y es ahí, y es así, como su cuerpo encarnado no tendrá penar, pesar. Estará, sí, porque un fino hilo lo alienta y lo anima. Pero a la consciencia almada no se la puede encerrar cuando sabe, cuando ha vivido, cuando ha experimentado… ¡¡la consciencia almada de amar y de sentirse amado!! ¡Amado!
Como consciencia almada, puedo cantar en silencio, puedo viajar por los mares, puedo asentarme en las montañas, puedo habitar en los valles… 
Puedo andar… y hacer mi haima en el desierto, y escuchar los vientos que arrastran la arena; ¡escuchar luego el silencio!, dormir bajo las estrellas… y meditar largamente durante la vigilia.
Ese es el Sentido Orante que hoy nos lleva a saber que nuestro ser… no solamente no es de aquí, sino que está en otra dimensión.

Cierto es que… “a la vez”, transita por aquí.
Ya podemos aventurarnos científicamente a la simultaneidad de procesos. Pero si recogemos nuestros minúsculos componentes, que se hicieron complejos hasta gestar nuestra “perfomance”, nos tendremos que ir muy lejos: hasta los infinitos Misterios Creadores.
¡Y eso está ahí!, en simultáneo, en nuestro transcurrir. Por eso nos llaman: para que no perdamos la referencia.
Por eso nos llaman. Para que nuestro tránsito simultáneo “aquí”, no… no esté sujeto a leyes de confinamiento, no esté sujeto a los miedos de sufrir dolor y morir, no esté sujeto a “finitos”, sino que recuerde, en su transitar, su infinitud… su eternidad…
Y así, al encarnarnos en vida, con ese desarrollo de consciencia almada –o de conciencia almada-… cada vez que nuestro encarnado transitar se sienta amenazado, se sienta perseguido, vigilado, controlado, maldecido…, dé preponderancia, haga preponderar su consciencia almada de eternidad, ¡que nunca debe dejarse! ¡Es imposible dejarla!, porque es nuestra ¡herencia! Pero cierto es que en el deambular concretado… la consciencia almada puede quedar atrapada y no ver, ¡y dejar de sentir ese más allá!, esa estela del cometa… que nos lleva al origen de su manifestación.

El desarrollo de la consciencia almada, ¡idílica!, nos libera de los yugos de los que están confinados… y han hecho, de su consciencia almada, una razón, una explicación y una lógica.
¿Acaso… acaso la consciencia almada, idílica, que no sólo se referencia en la Eterna Oración, sino que evidentemente ‘almifica’ –permitamos la palabra- la estructura concreta, no le da un vuelo enamorado a nuestro tránsito con nuestro semejantes, con el entorno, con el paradisiaco espacio en el que momentáneamente se está..?
Y es así como el temor no tiene sentido. El miedo se ahuyenta. No puede habitar en una consciencia almada, enamorada, idílica, eterna. 
Es tan solo amargura de un día.
No temo al encierro porque no sólo estoy aquí; estoy mucho más allá.
No temo que me quieran domesticar, controlar y dominar, porque mi referencia no es este tránsito; está más allá del más allá, donde las eternidades se pierden.
Y es así que mis amares aquí, son reflejo de mis amores de allá. Y no tienen miedo a ser criticados, atacados, desprestigiados…. 

El “aquí” se ha hecho dictador. Se ha vuelto consciencia limitada. Ha establecido reglas, normas, edades, actividades… Es como si a un ave le cortaran las alas… y, como mucho, puede saltar.
¡Sí! Nuestro ser no es de aquí, aunque pase por aquí. Y para ser auténtico, al pasar por aquí debe ser un reflejo evidente de lo de “allí”: desde donde viene. Como el viajero que recibimos que “viene de”, y nos trae noticias, modos costumbres, alimentos, palabras, lenguajes… y nos nutre y nos amplifica eternidades.
Y es así que… el miedo al miedo se diluye…
Y el vuelo al vuelo se incrementa. ¡Y las alas cortadas vuelven a crecer! Y me podrás esposar, encerrar, castigar… y llevarme a una celda de aislamiento. Cuando me saques para comprobar mi deterioro, te regalaré una sonrisa… y haré un canto de alborozo.

Quizás me califiques de loco, pero cuenta te darás de que no me has deteriorado, de que mi consciencia almada, más liberada que nunca está, y que mi tránsito circunstancial puede tener llagas y heridas, pero seguirá siendo capaz de andar, seguir, hacer en la integridad de la materia. Y quizás, si compruebas todo ello, tu alma almada recapacite sobre sus castigos. 
Quizás.
Serán decisiones de lo Eterno, que me usa a mí como testigo, como tránsito, ¡como intermedio!
Así… así se vive en el Misterio. Así, dando testimonio de humildad, de escucha, ¡de recogimiento!, de afectos, de cuidados, de ternuras; sin envidias, sin celos, sin rencores, sin prejuicios…; con el aire tierno que envuelve a una pluma.

“Con el aire tierno que envuelve a una pluma”.


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