LA VIDA NO SE INSTAURA PARA GANAR ALGO
15 de junio de 2020
Y simultáneamente,
mientras la hoja de otoño se mece hacia el suelo, en otra parte de este lugar
de este universo –simultáneamente, a la vez- brota… pareciera que la misma hoja
que cayó, que hubiera atravesado el interior de nuestras tierras hasta hacerse
nueva aquí, y luego volverse a caer por estos lares, y volver a reverdecer
allí.
Simultáneamente,
todo transcurre como si –quizás sea así- todos, todo llevara un mismo camino, y
nada se pudiera realizar sin el concurso del otro, de los otros.
Pero la humanidad,
en su desarrollo, ha ido trepando, ganando, recogiendo, almacenando… Y mientras
esto hacía, simultáneamente no cuidaba, no consolaba, no sonreía, no
descansaba, no aplaudía. Todo era el logro, la posesión, el dominio, el
control, el poder. Y simultáneamente, no había otra cosa. Había que sumar y
sumar, y enseguida multiplicar y multiplicar y multiplicar…
Una absolutismo
despavorido se precipitaba, como si desde el primer momento fuera el final del
mundo: “comamos antes de que se acabe”,
“lleguemos antes de salir”, “consigamos antes lo que aún no hace falta”,
“consumamos por si luego no hay más”…
Y lo simultáneo no
estaba. Y he aquí que cuando las cosas no eran lo que se esperaba, el ser
acudía al templo a suplicarle a los dioses sus logros –los que él había conseguido,
¡y más!-; a que le aliviaran los dramas y las tragedias.
¡Ay! Parecía que
era imposible llevar el templo a cuestas, como el caracol que se desliza, sin peso.
Porque, en proporción, no podría hacerlo.
¡Ay! Pero se eligió
la batuta de conseguir esto, luego aquello, luego lo otro, luego –si había
tiempo- aquello otro. Aunque nuestro ser reclamaba… –claro- reclamaba también,
a la vez, simultáneamente, sonidos, colores, sensaciones… Pero la prioridad de
los logros predominaba.
Y así fue avanzando,
avanzando… –¿avanzando?-. Así fue transcurriendo la humanidad: dándose cuenta
de lo que dejaba, sí, pero priorizando lo que interesaba; huyendo de lo
incómodo…
Lo importante era
–y son- las ganancias.
Hasta que… –¡ah!-
hasta que, de repente, como en una mala jugada de ruleta… todo se pierde.
Y aquí nos advierte
el Sentido Orante: y cuando todo se pierde… –todo-, la consciencia está; que es
la que nos advierte, no ya de que todo se pierde, nos advierte de que no hemos ganado, nunca, ¡nada! O mejor
dicho: no hemos ganado, nunca, “algo”.
Pero no. Al
despreciar lo simultáneo –con el afán de ganar- hemos deteriorado la montaña,
el valle, los ríos, el subsuelo, el aire… Hemos apagado el canto de los pájaros.
Hemos tiznado los pequeños brotes del verde. ¡Hemos ido quitando importancia e
importancia a tanto y tanto!... y nos hemos quedado con lo importante.
¿Y ahora? Y ahora,
cuando llega un momento en el que todo se ha perdido, ¿cuál es la respuesta?
El Sentido Orante
nos advierte, desde la consciencia, de que “nada, no”: nunca se ha ganado algo. Ha
sido un espejismo egoísta, soberbio y vanidoso.
La vida no se
instaura para ganar algo. Se instaura para transcurrir complacientemente en una
contemplación permanente, con una interacción gozosa, simultánea.
Parece muy difícil
de asumir.
Parece, hoy,
imposible de ejercitar. Pero precisamente hoy, viendo cómo la hoja de otoño se
hace primavera, y cómo la primavera se otoñiza, podría escucharse la Sugerencia
Orante de que “no hay algo que ganar”, “no hay algo que conseguir”, sino que,
al tomar consciencia de que “todo se perdió”, ¡el camino no es volver a repetir
la misma… se diría “hazaña”, ¿verdad? Pero no es hazaña ahora, como lo estamos
viviendo ahora mismo como Oración. No es hazaña. Sería, “repetir la misma
torpeza”.
Sin el proyecto de
ganar, sin el proyecto de tener, sin el proyecto de alcanzar, sino con la
consciencia de seguir, de estar, de ¡simultanear!…
¿Acaso el tamborero,
cuando percute su tambor, hace lo mismo con la mano derecha que con la
izquierda? No. Pero la izquierda sabe lo que hace la derecha; y la derecha, lo
que hace la izquierda. Mientras, siente y escucha a la vez.
Los ejemplos pueden
ser interminables. Lo sorprendente es que, ante tantos ejemplos, se haya optado
por el logro, el adquirir, el poseer; el no saber servir; el no saber servirse
de lo que surge, de lo que aparece. Porque simultáneamente hay que servir y
dejarse servir.
Y es así como
aprendemos a transcurrir. Un aprender que ya está escrito, porque a la vez que
respiramos y nuestro corazón late, simultáneamente masticamos; y cuando paramos
podemos hablar, y a la vez sentimos, y simultáneamente pensamos.
Nuestra naturaleza
física no descansa.
Su objetivo no es
descansar, es permanecer, ¡amplificarse!, expandirse indefinidamente.
Pero no en pos del logro, sino por la propia naturaleza. ¡Por la propia
necesidad que muestra el Universo!, en permanente expansión.
Y así podemos
contemplar –desde el obligado confinamiento- la gran oportunidad de, al ver
todo perdido y nada ganado, hacer el equilibrio de consciencia de descubrirse
en la dimensión simultánea de “un servidor complaciente” y –simultáneamente- de
“un aceptador de servicio”, como la primavera y el otoño simultáneos.
Y es así como la
consciencia hará de guía de transcurso, de guía de simultánea disposición…
capaz de disolver la esclavitud del tiempo, y escuchar el eco Orante –“y
escuchar el eco Orante”- que nos reclama otra disposición; otra, que es la que es naturaleza del ser: que nada
desdeña, que todo prioriza. Y se sabe disponible, y sabe asumir con ahínco
necesidades, pero no por ello descuida su sonrisa, su oración, su consciencia
de permanencia por la Gracia de la Creación.
¡Y sentirse
agraciado a la hora de hacer! –que es como nacer-. Y sentirse congratulado en
el instante de dar… ¡o de recibir!
Esta encrucijada
nos reclama ese salto. Y a lo largo del transcurrir de la especie ha habido
varios reclamos, ¡quizás muchos!, parciales, pequeños, grandes, medianos… Y el
hombre ha vuelto a repetir la reconstrucción, ha vuelto a repetir la Bolsa, los
cambios, la productividad, y se ha vuelto a sentir orgulloso de alcanzar lo de
antes, o más.
Y los avisos se han
repetido en forma de guerras, pestes, cóleras, terremotos, tsunamis, erupciones
volcánicas… Todo, desde el Sentido Orante, como un aviso, como una llamada,
como una nueva oportunidad. Y quizás por eso se repite y se repite el
cataclismo parcial o total, como si el Universo reclamara nuestra verdadera
identidad, que ha quedado solapada por el egoísmo personal.
Si el gozo del
brote de primavera no anula el ocre de la hoja de otoño, recogeremos a la vez
el copo de nieve de invierno y el sudor gratificante del verano.
Y en esa simultánea
percepción, podremos establecer una complacencia en cada transcurso; sabiendo,
cada vez… –¡que ha de ser continuo!- cada vez que en consciencia nos
complacemos, sabiendo que ha sido “una Gracia”. Sentir que la Gracia nos
acompaña.
El hilo del Gran
Titiritero… se mueve. El Misterio Creador alienta y nos lleva hacia su Presencia.
Pero, aunque
pudiera parecer que es un viaje al que se llegará, nos advierte, ¡precisamente
por existir la Oración, que estamos ante su presencia.
Pero el despertar
hacia ello se hace complejo, porque reclaman las raíces de la potencia, de la
habilidad, del conocimiento. Y de nuevo aparece el fantasma del llegar,
alcanzar, lograr, conseguir.
Cada vez que nos
llaman a orar, ahí está la presencia; ahí está el momento de contemplar; ahí
hemos llegado. Pero a la vez seguimos, porque no hay llegada, hay permanencia.
Y así, en la medida
en que contemplamos todos los aconteceres, desde los más pequeños detalles
hasta los que consideramos grandes, resulta que no hay pequeños ni grandes,
sino que hay simultáneos detalles que nos llevan “en andas”…, como volando: haciéndonos
reclamos, las flores, cuando pasamos a su alrededor; las ramas, cuando las eludimos;
la arena, cuando la pisamos; el azul, cuando contemplamos.
Todo es un reclamo
simultáneo para sentirnos consciencia de
Universo… en viaje hacia la contemplación infinita ¡en la que ya estamos!
Pero en consciencia
no se apercibe, porque no se valora lo que hay; porque el ser se derrumba en
sus críticas, en sus protestas, en sus desagrados, en sus recogidos ¡reclamos!…
y no acaba de ver que es viento, es aliento…
Le contemplan y
contempla.
Estar en esa
vibración, en esta vibración Orante, nos dará el impulso de las consciencias ¡que
ya están!, pero… reprimidas, abolidas y escondidas se encuentran, porque una se
hizo preponderante.
Hay… una
oportunidad más… para entenderlo.
Sí.
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