CUANDO
FACCIONES DE VIDA OBLIGAN A OBEDIENCIAS…
8 de junio de
2020
No
sabemos… cómo exactamente, y de qué manera, surgió lo que llamamos “vida”.
Quizás, desde la óptica Orante, siempre estuvo ahí…, en eternidades acumuladas.
Bajo la óptica de nuestra razón, saber, lógica y ciencia, la situamos en un
margen de tiempo.
¡Ay!
Pero en cuanto ésta se hace evidente a los ojos de la humanidad, esta vida se
recrea diariamente; se rehace continuamente; se modula singularmente; se
configura especialmente. Y todo ello, no por su propia condición –sea cual sea el
tipo de vida al que nos refiramos- sino por… influencias, desde la óptica Orante,
del Misterio Creador; o, bajo otra óptica de ciencia y saber, por factores
diversos y múltiples que inciden por azar, por casualidad, por suerte, en un
punto concreto.
Lo
cierto es que ese vivir se expande, se adapta, crece… y crece. Y en su crecer
se hace… “conocer”. Y cada vivir vivencial se hace evidente, y la pluralidad se
hace ostensible. Y cada peculiaridad de vida está conectada directa o
indirectamente con otras y con otras y con otras: la trama de la vida; el
tejido viviente.
Podríamos
decir, como en otras ocasiones en relación a esa trama: no sabemos si toda ella
constituye “algo”… que sería realmente vida.
Es
como decir: existe el hueso, el músculo, el tendón, la sangre, la linfa… Pero
cuando todo ello se configura y se conecta, aparece… un ser de humanidad.
Y
en todo ese grandioso proceder, bajo la batuta de la Creación, no existen
límites. Cuando se habla de ellos, habla el hombre como… expresando sus
incapacidades.
Asumir
este proceso… de consciencia de vida, esta expansiva vitalidad, nos aparta,
evidentemente, de criterios de fracasos, límites, fronteras… Y aunque estos
aconteceres sucedan –¡y suceden!-, no constituyen… –fíjense bien- no
constituyen impedimentos para el progresivo avance vital.
No
depara en cantidades, sino que se fija en calidades. Y estas calidades se hacen
cada vez más recursivas, más ‘posibilitantes’, más obvias… en su consciencia
creadora.
Cuando
el ser se circunscribe a su perímetro de poder, cuenta bajas, cuenta altas,
cuenta ganancias, cuenta pérdidas, cuenta posesiones… Pero eso, y esas visiones,
son un secuestro: un secuestro conceptual, un secuestro interesado, un
secuestro ¡indigno!… de un saber, puesto que este saber se sitúa en lo
universal, se sitúa en lo desconocido; y, por tanto, no se aísla, no se hace
recesivo, receloso de su cuenco o de su manta, sino que contempla las formas y
maneras de que dispone… para ejercitar sus dones.
No
es nuevo. No es nuevo el empoderamiento de la especie… sobre todo y sobre la
propia especie.
Pero,
ciertamente, cada vez que ocurre, se tambalean las creencias, ilusiones,
fantasías, proyectos…; nos hacemos vulnerables a nosotros mismos, por desplazar nuestra verdadera naturaleza
y sustituirla por nuestro conceptual
espacio-tiempo –apariencia-.
La
vida no… obedece. La vida se expresa y se muestra en ese caos desobediente,
producto del Misterio Creador.
Cuando
facciones de vida obligan a obediencias, secuestrando así la naturaleza
intrínseca del vivir, se produce una desnaturalización de la expresión vital. Y
la violencia impuesta por los que obligan a obedecer, y la violencia generada
por los que en principio obedecen, es una violencia… desesperante.
Estamos
en uno de esos estadíos. Repetimos: ya ocurridos, ya experimentados, pero
olvidados, secuestrados, diluidos… Pero en cualquier marco en el que a la vida
se le obligue, se la secuestre, se le imponga y se le exija obediencia, en base
a un miedo al castigo, es una estrategia que conmociona… y sitúa a “el vivir”
en unas condiciones ¡inhóspitas!
De
ahí que tengamos que prestar atención a nuestra consciencia de vida…
Una
consciencia que permita la ¡certeza íntima!... de saberse perteneciente
a un Misterio Creador que potencia permanente y continuamente nuestro estar,
nuestro ser, ¡nuestro seguir!… sin límites.
En
la media en que ese criterio de consciencia se mantiene presente, no teórico sino
de realización, estaremos en condiciones de orientar, sugerir, proponer… y,
sobre todo, estaremos en condiciones de seguir…
La
serena calma que progresa inexorablemente es la garantía de certeza de que
cualquier apariencia dominadora, castigadora, secuestradora, será tan solo una
capa superficial…; algo que efímeramente ha intentado trastocar nuestra
naturaleza y convertirla en una agresión permanente, cuando resultaba –y
resulta- que la vida es consecuencia de una comunión constante.
No
es complacencia, la que se gesta en el desvarío del desespero.
No
es complacencia, la que surge… por la represión, por la imposición y por el
miedo.
No
es complacencia, la que “a duras penas” sobrevive…
Y,
curiosamente, lo hace… como ese hilo de araña que parece tenue, pero es fuerte.
Y lo hace, porque ese proceso de vida no está sujeto, no es de este mundo…
Vinimos
a expresarnos y mostrarnos “por aquí”, pero “no somos de aquí”.
Somos
expresión de un Misterio Creador, sin lugar ni sitio.
Sentirnos
así nos hace infinitos, eternos, complacientes de vivir. Y no secuestrados
empobrecidos, aguardando la muerte del desespero.
La
consciencia de este vivir debe expresarse con la calma serena que se sucede al
amanecer, y que acontece cuando anochece… pero ¡contundente!
La
contundente calma del acontecer… no se retira, no huye. ¡Sigue!
Corresponde
–clama el Sentido Orante con su llamada- ser testimonio vivo; vivo, no
imperativo, no dominante; sí dialogante, sí comunión, sí… convicción…
Con
ese argumento imperecedero que late… que late en la vida desde que siempre
existió.
***