NOS RECLAMAN SER TESTIGOS DE UN ETERNO ACTO DE AMOR
13 de abril de 2020
Dadas la
condiciones de este tiempo de humanidad, se hace posible –a través de los
mecanismos que ha alcanzado la especie en cuanto al poder-… se hace posible el
que un acontecer ocupe toda la atención; toda la atención de la mayoría de la
especie.
Los niveles de
propaganda, marketing, medios de comunicación, la inmediatez de la opinión,
hacen posible que, con una debida premeditación, un hecho que tendría una
valoración de 3 o de 4 se convierta en un hecho que tenga una valoración de 20
o de 50. Ello supone que es factible el que la mayoría reaccione “según lo
previsto”.
Y ello nos enseña
que la evolución de la especie, a través del dominio de unos sobre otros, no ha
cesado a lo largo del tiempo. Y ese poder ha ido minando –por su preponderancia-…
ha ido minando el desarrollo y las capacidades de los que estaban subyugados. Y
así es posible asustarlos, manejarlos, controlarlos…
Y a poco que nos
demos cuenta de esta situación, nos apercibimos de que cada uno del “todo” –del
todo, como humanidad-, cada uno
tiene una participación en estos grandes aconteceres.
Quizás el más
exuberante vivido, hasta ahora, por la humanidad. Con lo cual, estamos en un
acontecer, no diríamos que novedoso, pero sí excepcional. Y eso debe motivar a
cada ser, a cada uno, a evaluar –¡evaluar!- su participación en esa
excepcionalidad.
Sí, porque esa
excepcionalidad se ha ido labrando poco a poco. Y, poco a poco, cada ser ha ido
cediendo en sus espacios de intimidad, de relación, de pensamiento, de
sentimiento, de aceptación, de humillación…
Es ahora la gran
oportunidad de sentirnos, ante lo humano, indefensos.
El grado de
corrupción generalizada a través de los poderes, va minando también a los que
no son poderes para que también se
deterioren, y no tengan ni fuerza ética, ni estética, ni moral, para reclamar,
para organizarse, para proponerse, para optar a otra perspectiva que no sea el
dominio, el control, la posesión.
El Sentido Orante nos
llama hacia ¡la responsabilidad de cada ser!, como partícipe, de una forma u
otra, de estos momentos excepcionales. ¡Que no son excepcionales porque sus
bondades lo digan!, sino por todo lo contrario: excepcionales por sus penares
desproporcionados que, hábilmente conjugados, nos dan un sentido de catástrofe.
Este nivel de
corrupción, manejo y utilización puede llevar, a estas generaciones, a un
estado de indefensión que subsiste por la tolerancia, la permisividad, el
criterio, el punto de vista… del que ostenta el poder.
Indefensión, sin
ningún recurso a donde acudir para que todos tengan “noticias” de otras perspectivas, de otras posibilidades. Y cuando
aparecen otras sensaciones y otras visiones, son simplemente ignoradas. No
encuentran cauce de expresión.
E igualmente, por
el individualismo exacerbado que condujo y conduce a la idea de que cada ser es
omnipotente, omnipresente, y que no precisamos de la concordia, de la
colaboración, de la solidaridad…, salvo cuando ésta se ejerce en pos del que
manda, del que ordena. Y que lo hace con una finalidad: preservar su
corrupción, instalarse en la posesión.
Incapaces de ver
que, el vivir, como experiencia creativa, se hace imprescindible cuando se
quiere desarrollar una colaboración solidaria con el entorno humano y con el
entorno global.
En la sobrevivencia
y supervivencia de la especie, está todo por hacer.
Y el Sentido Orante
nos pone en evidencia que, bajo la referencia del patrón humano, el dominio y
el control de unos pocos sobre todos –y sobre todo-, es inviable… para hacer de
la vida un acontecer complaciente.
Y el Sentido Orante
¡nos llama!, como una urgente necesidad de referenciarnos, no por el poder
propio –y menos aún el dominante-, sino referenciarnos por nuestra posición en “vida”,
que no depende –aunque en apariencia parezca- de otro, de otros humanos
aconteceres, sino que –como decía la exclamación religiosa- Nuestro
Auxilio es el Nombre “de”, para hacer referencia a que ahí está nuestra
verdadera… nuestra verdadera dimensión.
Como humanidad,
hemos confiado en nuestras manos, en nuestro poder muscular, en nuestras ideas,
en nuestras cazas, en nuestras trampas, en nuestros cultivos, en nuestras
bombas… Y esas confianzas, podemos ver –¡no solamente ahora!- que no, no eran
fiables.
No eran fiables. No
son fiables.
Y la consciencia
inmediata es de “sentirse ¡solos!”, sin recursos, sin lugar a donde acudir para
denunciar, protestar, exigir, decir, balbucear… Y, ante la ley, ¡sucumbir!
Los sucesivos
poderes, desde los más pequeños a los más grandes, han perseguido el control y
el dominio de la vida, con la amenaza de la muerte…
Como si supieran el
día y la hora previstas. Como si supieran… qué pelo del vello se moverá mañana,
en la esquina del codo… de algún brazo.
El acontecer –pequeño
o grande- que suceda, se hace por la disposición… ¡se hace por la disposición
del Misterio Creador!
¡Y el hombre usurpa
ese protagonismo!, y cree que su estar de una u otra forma depende de… ¡de él! Sus sentidos habitualmente
–y su consciencia- ¡no dan más de sí!
Han sido educados y creados para sentirse el centro del Universo. “Han sido
educados y creados para sentirse el centro de Universo”.
Mas… también “desde-desde-desde…”,
la voz que predica en el desierto, ¡la que se sabe llamada por el Misterio
Creador!, está ahí latiendo. Ha estado. Está. ¡Nunca ha desaparecido! A veces
sobrevive como reliquia, otras veces está como adorno, otras como pleitesía,
otras como entorno social.
¡Pero la voz que
predica en el desierto, lo hace no por sus propias capacidades, sino por la
inspiración de la Creación! ¡De ese Misterioso acontecer que nos inspira, que
nos insufla!
¡No! ¡No estamos solos!
Podemos estar
abandonados por los que no comulgan con tu idea, con tu proyecto, con tu hacer.
Podemos estar separados, por que no sea que contagiemos o no sea que
convenzamos “a”. Podemos sentirnos, sí, sentir la soledad humana de los que
estaban pero no están, de los que creían pero ya no lo creen, de los que
amaban… -¿amaban?- pero ya no lo hacen, porque su madurez, su creación y su
importancia ya no precisa del vínculo de amar, sino que exige que se les ame.
¡Ah!...
“Me pusieron la luna, las estrellas, los mares, los ríos,
los pájaros…
Me adornaron todo el tamiz de la tierra emergente, con
recursos para servirme.
Y en vez de agradecer, ¡creí merecerlos!, e interpreté
que estaban ahí ¡para dominarlos, controlarlos!... y apoderarme de ellos. ¡Incluso
los de mi propia especie!”.
No entendió, ¡ni
entiende! –la especie- que eso fue, y eso es aún, el don precioso de una acción,
increíble, de una instancia que nos desborda, ¡pero que nos llama para
presentarse!, ¡que nos llama para advertirnos!, que nos usa para vociferar en
el desierto.
Parece… que llegan
las horas de descubrirse, de reconocer nuestras referencias, “nuestra
referencia”, que se diversifica en… multitud de ellas.
Parece que han
llegado las horas de reconocer dónde está nuestro auxilio, dónde está nuestra
compañía. Y, a partir de ello, sintonizar con todo lo viviente.
La Creación no se
hizo en base al miedo. ¡No! Se hizo en base a lo novedoso, a lo imprevisto, a
lo inesperado; al vivir de bacterias en el magma de volcanes; a habitar en 10.000,
15.000 profundidades marinas, con la elegancia de la luminiscencia.
¡No!, no se hizo
por miedo, ¡con miedo! Se hizo ¡con arte!, se hizo ¡con mimo!, se hizo con… Amor.
Se sostuvieron las
estrellas ahí, prendadas, y se hicieron ritmo, fantasías… y nos crearon
poesías. Mientras, los pájaros cantaban… no se sabe el qué, pero cantaban. ¡No
por miedo!, sino por complacencia.
Y las hierbas
brotaban en primavera, dándonos el verde exuberante, mientras salpicaban los
campos con la belleza sin igual de las flores. Y sus perfumes atraían ¡más vida
y vida!, para expandirla.
Nada se hizo por el
agobio del dominio, por el miedo de vivir, sino por el gozo de estar y de
sentir. Por la experiencia –¡única!- de amar… por haber sido gestado en el
matraz misterioso del Amante Creador.
Y ante ello…
¿podemos realmente reclamar? ¿Podemos realmente convertirnos en esclavos o en
señores? ¿No es suficiente muestra el ver cómo las estrellas parpadean y
permanecen, para que nosotros, como especie, sepamos recoger lo que nos dan, y
darnos en creatividad?
¡No somos expresión de miedo! ¡Somos expresión de dicha!
Quizás han llegado
las horas –sí, las horas-, con las olas del “Amar”, para reclamar a cada ser
–bajo el Auxilio del Nombre-… reclamar a cada ser su disposición, su posición,
su actitud hacia sus sentidos, hacia su sentir, hacia el sentido de su ir.
Hacia el sentido de su ir “a”, “hacia”.
Quizás han llegado
las horas de saber –¡sin conocer!- la procedencia, la inmanencia, la presencia
y el sostén de lo que llamamos “vida”, que no se encuentra allá o en la esquina
o aquí, sino que está en todo.
¡Y cuando nos llama
a orar!, no nos llama desde la estratosfera o desde aquel lugar extraño o
aquella estrella lejana. ¡También!
Pero también lo hace desde aquí, desde el suelo, desde el aire invisible, ¡desde
nuestra reacción!, desde nuestros sueños.
El Misterio Amante Esss… ¡Es!
Y todo lo demás está… porque ello Es. Y nada está y nada permanece, si no es por su anuencia, si no
es por su Es.
Podemos exclamar:
AMMAAAAAaaaAAAAA
Nos reclama, a
través de lo Eterno, nuestra historia de vida.
¡Nos reclama!...
hacia la virtud. ¡Nos reclama!... hacia el sentir del respeto, del cuidado, del
¡aprecio!
Nos reclama, la Fidelidad
a lo Revelado. Nos reclaman, en las horas de ¡ahora!, ser testigos de un Eterno
Acto de Amor.
Nos reclaman,
ahora, ser la pequeña llama que tintinea en un recipiente de aceite y agua…
aparentemente minúsculo, ¡sin reclamo de poder ni fuerza!, pero con presencia.
¡Nos reclaman las
bondades con las que hemos sido adornados! Adornos de entusiasmo, de sintonía,
de disposición.
¡Nos reclaman,
simplemente, lo que somos!
¡Nos reclaman nuestra
herencia de Universos!
Son las horas que
manipula el ser… y las quita y las pone. Una muestra más de la soberbia, ya
natural.
Atendamos al
reclamo de esa intimidad de Universos enamorados.
Atendamos a esos
reclamos de dispuestos hacedores de complacencias y de… ¡saber guardar honores!,
¡saber ser admiradores!
Saberse dar sin…
vergüenza.
Horas… horas son.
Horas están. Horas reclaman…
***