EL SENTIDO ORANTE NOS CONMINA A NO DEJARNOS ATRAPAR POR LA CODICIA DEL
MIEDO
6 de abril de 2020
Abducidos por los
temores, los pánicos y los terrores, según las últimas de las ultimas noticias,
la globalización humana se estremece; y lo que parecía ser una hipótesis lejana
de la sexta extinción, se hace cada vez más pomposa, más sorprendente.
Y poco importa que…
–precisamente se buscan, ¿no?- que las convivencias, vivencias, desarrollos,
etcétera, se deterioren. Es más, hay previstas –por lo que se ve- vueltas de
tuerca.
Sí. Es decir, si
con tales y cuales presiones, prohibiciones, leyes, normas, conductas… no es
suficiente, hay todavía más.
Cuando parecía –“parecía”-
que, a pesar de tanto pesar, algunos se sentían… –¡algunos!- se sentían con ganas de proyectar,
hacer o aspirar “a”, rápidamente los equipos globalizantes dieron una pequeña
vuelta de tuerca más. Sí. En España, nos dicen que realmente no hay 56.000
contagiados, no. Han contado mal. Hay 500.000.
.- ¡Han contado mal…? ¡Qué horquilla!, ¿verdad? ¡Qué
horquilla tan…! ¡De 50.000 a 500.000!
.- Sí. Es que los periodistas manejan mal las
matemáticas.
.- ¡Ah! ¡Me habrán apuntado a mí también!, ¿no?
.- ¡Sí, sí! ¡Claro, claro!... Porque no sé si ustedes
sabrán, claro, que… mirándolo bien, ¿qué más da 50.000 que 500.000?
.- Pues la verdad es que ¡no da igual!
.- Pero esto es igual que pensar que estamos en verano,
cuando en realidad estamos en Navidad. Estamos en Navidad y… y es la misma
distancia que de 50.000 a 500.000.
.- ¡Ah!, pero…
.- Hace frío… Anuncian por todos los sitios que va a
nevar, que… no sé, que va a caer granizo, que si no es hoy será mañana, y si no
el lunes, y si no… ¡Por la Navidad!
.- ¡Ah!... Entonces, el verano…
.- ¡No! Eso era una vulgaridad: ¡verano! No. Lo bonito es
el invierno, que te obliga a estar en casa. Si ya lo decía el slogan: “Vuelve a
casa por Navidad”.
Es obvio que, ante
estas situaciones, se recurra a la plegaria, a la novena, a la octava…
Aunque, si nos
fijamos, no tanto como se esperaba. En vez de utilizar el templo para acudir a
orar, el templo se utiliza para acudir a dormir, a ingresarse, a intubarse o a…
simplemente encerrarse.
Hasta… –para
contemplarlo todavía mejor- hasta la Iglesia, en su pompa de Papado y Vaticanos
rutilantes, nos dice –en palabras de Francisco, alias Bergoglio-… nos dice que “Dios perdona siempre. El ser humano perdona
“a veces” –a veces-. La Naturaleza
nunca perdona” –a propósito de estas incomodidades globalizadas que están
ocurriendo-.
Como podemos ver,
se ha hecho un Burger, una hamburguesa, un Mac
Muc, según el cual, el bocadillo está formado por dos estructuras: Dios por
una parte, la naturaleza por otra, y en el medio está el jamón. Es decir –quiero
decir- el ser humano.
Uno perdona todo,
el otro no perdona nada, y el otro –¡puf!- perdona a veces.
Con lo cual se deduce
fácilmente que la Naturaleza se está vengando de las ofensas que desde… –aquí
valdría la palabra “siempre”- que desde siempre ha hecho el hombre sobre ella.
Y ha dicho: “¡Basta ya! De 50 pasamos a
500.000. No se hable más”.
Resulta curioso el
contemplar cómo los creyentes, las religiones, hasta han perdido su mínimo
sentido de recogimiento, de aliento, que no sea el material, contundente y
práctico. Evidentemente, Dios no cabe por ninguna parte.
Identificado el
enemigo, lo que hay que hacer es destruirlo.
El arte… –¿se
llamaba así?- “el arte de la guerra” vuelve a ponerse de moda.
Y claro, en la
guerra, los ancianos y los niños no cuentan; y las mujeres, a coser. Así era
antes, ¿no? Y parece que también vuelve a ser ahora.
Por supuesto, las
libertades… –¡ay!, ¿cómo eran antes?-, no. En la guerra no puede haber
libertades. Si no, ¿cómo vamos a constituir un ejército? El ejército se hace en
base a las órdenes, la obediencia y la capacidad violenta de ataque.
Como el enemigo es
invisible –en condiciones normales, ¿verdad?-, pero habita en cuerpos, lo mejor
es atacar a los cuerpos y así acabamos con el enemigo. ¡Hombre! Como daños
colaterales acabamos también con el cuerpo, pero, ¡vamos!, tampoco es una cosa…
¡psss!…
Resulta entre
chistoso y dramático. Entre creíble o increíble. Y el Sentido Orante nos conduce
a un estado de contemplar la violencia inusual a la que se ha llegado, por un
extraño consenso, para domesticar aún
más, dominar aún más, controlar aún más y… culminantemente, lograr una
esclavitud provechosa.
Decían los textos
llamados “sagrados”: “Y en el principio,
Dios creó el cielo y la tierra”.
¿Y cómo es que Él
perdona todo, y la tierra no perdona nada? ¡Qué transcripción! Es igual de salto
que entre 50.000 y 500.000.
Y en esa propuesta
a otra perspectiva, el Sentido Orante nos conmina a no dejarnos atrapar por la
codicia del miedo.
Si nos sentimos
universos; si nos aliamos con las nubes; si respiramos con los alientos; si nos
hacemos amanecer, de nacer y hacer en cada intento; si sabemos que… –y como
creyentes inmiscuidos en ese Misterio Creador- si sabemos que el día y la hora
no nos pertenecen; si sentimos la Piedad, y de ella y con ella, la Misericordia,
no habrá motivo de contagio de miedo; no habrá temor de huida, ni prejuicio de
cercanía.
La agonía del miedo
es espantosa. No se corresponde con el verdor de la primavera, con la
transparencia del amanecer o el asombro del anochecer.
Quizás… quizás fue
la envidia del ser de humanidad, al ver que no era capaz de gestar un universo ¡brillante!
Y en consecuencia, algunos se lanzaron a conquistar universos humanos… a los
que se pudiera engañar, mentir, ocultar.
Y así –probablemente
como un factor- se fue gestando esa animadversión dentro de la especie. Y
consecuentemente, el afán dominador de todo el entorno.
Salvo
circunstancias, ocasiones y seres, el asumir un papel teóricamente secundario
en la Creación no cabía en la sapiencia del ser. Intentó por todos los medios, interpretando
escrituras, mensajes, revelaciones… nombrarse y pro-nombrarse el centro de la
Creación. Pero sin mucha dificultad comprobaba que, cuando él no estaba, la
Creación seguía, el verdor de la primavera se agrandaba, el canto de los
pájaros se exacerbaba.
¡Ay!… El silencio
Creador clama desde sus autismos. Y el ser de humanidad se llena de sus
aullidos, de sus protestas, de sus quejas. No hay… no hay lapsus de contemplar.
El planteamiento se hace como un desenlace.
Más guerra.
La Misericordia
contempla las miserias. Llama a la concordia. Susurra a la poesía para que se
establezca un vínculo, en lo Creador, que diluya y deje las miserias para que éstas
se reconviertan.
Y en ese ‘misericordiar’, el ser se abandona.
Porque no sabe ni la hora ni la fecha. Porque El Único que la puede fijar… en
su mansión… no lejana, íntima, aquí, y a la vez envolventemente infinita, no
considera el tiempo. Decide en cada momento.
¡Ay! En esa piedad
misericordiosa, no cabe el acecho del miedo, el escondite secreto, la mentira
piadosa. Sólo cabe la entrega, la disposición, la actitud disponible, el
percibir la Providencia… que continuamente habla desde el silencio de los
aconteceres, desde las casualidades, las sorpresas, las suertes.
¡Ay! Desplegar
nuestra naturaleza, como expresión de Universo, no como expresión posesiva de
mi ser, de mi carácter, de mi manera…
¡Nada me pertenece!
¿Por qué he de reclamarlo?
Más bien, al
sentirme amado, y replicar en esa frecuencia, la Piedad serán mis pasos. La Misericordia
será mi purificación. El silencio ¡casual!... será la fusión con la algarabía
de lo creado.
Ante el secuestro
globalizante, amparado con el miedo acuciante, la Llamada Orante nos reclama
nuestra consciencia universal, ¡nuestra consciencia de verso!, de vernos
amantes, de ¡sentirnos amados!... y corresponder en esa disposición de
necesidades sensibles.
Y aún en las peores
condiciones, saberse heredero del Cielo, saberse herencia de Universo.
La presencia orante
en cada posición, nos dará esa opinión, esa calma, ¡ese entusiasmo!, esa
capacidad de regenerarnos. Porque creados somos cada amanecer. Porque nos hacen
después del sueño, y nos ‘oportunizan’
una y otra vez.
¡Ay! Sentirse sin
razones. Sentidos sin opiniones. “Senti-sientos” sin… pecados.
Emociones al viento,
sin parapetos, sin obstáculos….
Limpios…
***