DEDICARSE A LA VIDA
23 de septiembre de
2019
La Creación en su
Misterio, “entre otras cosas”, se dedica a mantener la VIDA.
Y dentro de nuestra
ignorancia a propósito de ella –puesto que somos capaces de describir aspectos,
pero la verdadera esencia de la vida no la conocemos porque su origen se pierde
en los confines del sin-tiempo-, ¿a qué dedicamos la vida? –que ya sabemos que
no es nuestra, que “no es mía”-.
¿A qué…?
Como cuando
preguntan… “¿A qué dedica usted el tiempo
libre? ¿A qué dedica usted la jornada?”... ¿Cuál es nuestra dedicación como
seres vivientes? Sin saber muy bien
qué es la vida –bueno, “muy bien”; sin saber qué es la vida-.
Pero ¡estamos vivos!
Al menos, ésa es la consciencia que tenemos… cuando estamos en vigilia –despiertos,
¡claro!-. Cuando estamos dormidos, otros testifican que estamos vivos.
¿A qué…? ¿A quién…?
Porque también podría ser una dedicatoria: “¿A
quién dedica usted su vida?”. Como el que escribe un libro: “Este libro se lo dedico a…”.
Y de hecho
preguntan: “¿A qué se dedica usted?” –como
vida-. “¿Cuál es su dedicación?” –a
propósito de su vida-.
Si nos fijamos un
poco en nuestras palabras –evidentemente, en otras habrá que fijarse en otros
aspectos-, DE es de “darse”, DI es de “decir”, y CARSE… podría ser la acción de
“hacer”.
Podríamos tener, en
esa palabra, una parte de la respuesta adecuada, a propósito de: “¿A
quién? ¿A qué? ¿De qué forma dedica usted la vida?”.
Así que podríamos
decir que, en el estado paradisiaco –algo así, desde el punto de vista orante,
implicado con kábala de palabras-… podríamos decir que a darme en cuanto a ofrecerme, en cuanto a servir; en emplear la
palabra o un lenguaje postural o gestual: darme
a conocer; y hacer. Hacer con
los recursos y medios de que dispongo, según mi creatividad, según mi
capacitación
Darse, ofrecerse, servir, expresarse, mostrarse, darse a
conocer… y hacer.
O sea que, con este
simple… pequeño rompecabezas, podríamos empezar, cada día –cada día o cada
cualquier momento del día-, a darnos: Dese
a lo que sea preciso de usted; a lo que se requiera, a lo que se pida de usted.
Exprésese, y
emplee la palabra como elemento de ayuda. Exprésese según la necesidad.
Y haga; haga en la medida en que se le
demanda, por activa o por pasiva, cualquier proceso.
Así que aquí
tendríamos ya, cuando alguien nos diga: “¡Ay!,
mire, no sé qué hacer con mi vida”… –y es frecuente que nos digan: “no sé, no sé qué hacer con la vida”-,
pues ya podemos decir:
.- ¡Ah! Pues yo sí sé qué se puede hacer con la vida.
.- ¿Sí?
.- Sí, sí: dedicarse
a ella.
¿Cómo dedicarse a
ella?
Pues dándose,
ofreciéndose, sirviendo… Por una parte.
Por otra parte,
dándose a conocer; empleando las palabras adecuadas y mostrando gestualmente,
en actitud, en sentir y en mente, quién soy, y lo que hago y lo que siento.
Y realizar, hacer…
en concreto; en presente de indicativo.
Porque de seguro
que muchas veces nos han dicho eso: “¡Es que
no sé qué hacer con mi vida!”.
Y nos hemos quedado
un poco callados, ¿no?:
.- Bueno… Con la vida no hay que hacer nada. Hay que
vivirla.
.- Ya, ya, pero ¿cómo la vivo? Algunas instrucciones.
Ahora tenemos tres
instrucciones.
Claro, la persona
que hace esa pregunta todavía pide más, o pone algún inconveniente a estas tres
facetas.
Pero lo que podemos
decir a continuación es que “la vida se
dedica a vivir”.
Bien. Aunque no
sepamos el origen, el desarrollo y la evolución de la vida, y tengamos algunos
criterios, pero siempre muy limitados, sí debemos tener claro que… un acontecer extraordinario dedicó, ¡y
dedica!... y se dedica a mantener la
vida.
Y en imagen y
semejanza a ello, nosotros tenemos que dedicar nuestra vida.
De ahí la importancia
de nuestro sentido de vida; de ahí la importancia de nuestra vocación; de ahí
la importancia de nuestra participación.
Con este pequeño
termómetro…
Y podemos
desarrollar otras capacidades más sutiles, pero, a ser posible, que no dejen de
cumplir estas tres facetas. Porque, además, estas tres facetas participan de la
vida en general… y, obviamente, de la vida particular de cada ser.
Si a estas tres
facetas les añadimos, no una cuarta sino una primera faceta: que hay una intención dedicada a que se mantenga la vida –vamos a
llamarlo así-… y si simultáneamente asumimos qué es dedicarse, y quién se
dedica a que nos podamos dedicar…, realmente no estaremos solos; no estaremos
en tristeza; no estaremos en abulia o en apatía; no estaremos en desespero.
Sentirnos
partícipes de una Dedicación Universal… es realmente asombroso: que un Misterio
inabordable nos dedique su atención para que estemos, y, encima, que nos
permita dedicarnos.
En otro nivel, contando
con lo ya hecho por la dedicación…, resulta verdaderamente sorprendente –¿no?-
que tengan, que tenga… –plural, singular, ¡puf!- ¡tanta confianza y tanta fe!,
entre otros, en nosotros, como para permitirnos dedicarnos ¡a vivir!... Y
nos den sugerencias de cómo hacerlo.
Ciertamente, se
puede entender fácilmente esa frase del Centurión: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, mas una palabra tuya
bastará…”.
Y nos dieron el don
de la palabra.
No, no, no podemos
defraudar… Mis palabras están avaladas por una dedicación; mis servicios, mis
“haceres”… ¡No puedo defraudar! No puedo ser ¡un fraude!
¡Es demasiada la
inversión que sobre cada uno de nosotros hace el Misterio Creador!
Así que, aquellos
que tienen la “fortuna” ¡de haber escuchado la palabra!, ¡de haberla sentido!...
desde los silencios, y tienen, en consecuencia, la imperiosa necesidad de ¡dedicarse
a la vida!… –y más ellos, por el privilegio que les adorna-, no, no pueden
defraudar.
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