La seguridad se ha hecho tan especializada que no sabe cuidar
28 de octubre del 2019
Y en la medida en que la humanidad ganaba, conquistaba, tenía, ¡poseía!… fue simultáneamente creando los cuidados de sus posiciones, posesiones, con fronteras, con barreras, con murallas… Defendiéndose, a la vez que buscaba ampliar nuevas parcelas.
Es así que se fue haciendo cada vez más necesario el establecer medidas de seguridad.
La consciencia no daba para más, y había que asegurar lo obtenido, lo ¡propio!, lo ganado, lo logrado, lo conseguido.
Una seguridad, con una ¡buena! defensa. Una seguridad, con abundantes sobrantes… insolidarios. Una garantizada seguridad, con los más avanzados recursos. Tanto así, que había que producir para asegurar; asegurarse la producción que pudiera asegurarnos.
La aventura, la viajera imprevisible, la acampada libre del ser en donde quisiera… ¡hasta la huida!, tenía que estar garantizada. Y asegurada.
Todo se vuelve, en la humanidad, ¡un recelo!, una desconfianza, un envolverse en las ‘auto-creencias’… que no se referencian; tan solo en sí mismas.
Y se está… se está en tiempos ¡tan seguros!, que se teme… por la llegada de una gran inseguridad. Era de prever: cuanto más trata de asegurar, más preocupación por carencias o imprevisibles se van a crear. ¡Y las seguridades de uno!..., provocan a las seguridades de otro.
Y así podríamos aventurar –bajo el Sentido Orante-, predecir que, como especie, nos acercamos a un punto crítico.
Las seguridades de unos empiezan a rozar las seguridades de otros, y ya no tengo mecanismos solamente para defenderme, sino que ya tengo que tener previsto atacar.
Punto crítico en el que, perdidas las seguridades, es como… quedarse desnudo sin pretenderlo. Es ponerse a que te desnuden, a que te despojen, a que unos y otros se depreden hasta… desesperarse…
Y con la sensación de la proximidad de ese punto crítico, es como si se volviera a repetir la teoría de ese Big Bang, enmarcado en una especie: que llega un momento en el que sus seguridades se hacen prietas, y ¡estallan!
Si mantenemos esa posición que acabamos de decir, bien podríamos aventurar cuál, qué sistema de seguridades tenemos en este planeta, que está en el seno de una galaxia, y que ésta se precipita atraída por un misterio oscuro.
Es curioso contemplar la poca sabiduría que se tiene del Universo. Y con ello, darse cuenta de que las formaciones, las diferentes estructuras se conjugan, se relacionan, se intercambian, se mutan, se transmutan… No precisan de seguridad.
Y ante un modelo… grandioso, cabe preguntarse: ¿Por qué, por qué, por qué, con un modelo minúsculo como el de una especie, se ansíe, se desee, se busque y se inquiete cada ser, cada corpúsculo, por la necesidad de tener seguro lo que tiene?
¿Será que el tener, poseer… es de tal forma adherente, ¡dependiente!, que se llena de miedo –como si no le correspondiera-, y por ello hay que protegerlo?
Del cuidado –ese ‘cui-dado’ que es signo de suavidad, de respeto, de compromiso-, de ese cuidado se ha pasado a un contingente de defensa… que realmente deja de cuidar.
La seguridad, el criterio de seguridad se ha hecho tan especializado, que no sabe cuidar.
La desconfianza es tan expansiva –¡tan expansiva!- que… cualquier proximidad, cercanía o proyecto común es motivo de preocupación.
¡Ay!... Si así actuaran las grandezas de la Creación, nunca hubiéramos existido.
¡Ay!... ¿Por qué la especie… no se referencia en lo Creado, y prefiere engullirse en lo pensado?
Sería casi como decir… que es incapaz de amar algo, a alguien, que no sea él mismo.
Es como negar el satélite, el asteroide, el cometa, las estrellas…
Es como negarle al mar su oleaje; al viento, su fluidez; a… el agua, su transparencia.
El Misterio oscuro nos desplaza…
Nos llevan hacia un viaje absolutamente desconocido. Y nada podemos hacer para evitarlo. Es tal la proporción de ese peregrinaje, que tan solo podemos –sin Poder- CONTEMPLARLO.
Y CONTEMPLO CÓMO ME LLEVAN, CÓMO ME TRAEN, CÓMO ME COLOCAN, CÓMO ME SORPRENDEN, CÓMO ES DE INÚTIL MI... “SEGURO”…
La imprevisible y la inesperada excepción, dicen que “confirma la regla”.
Y si nos fijamos, las excepciones están… correteando continuamente. Y el hombre, en su seguridad, busca la regla. Y cuando cree haberla tenido, aparece otra excepción. Y, en realidad, cualquier regla que haga es un cúmulo de excepciones imprevisibles, inesperadas…
Pero si se cierra a todo ese acontecer, entonces es ¡como si se negara el agua! Es semejante a negarse a comer, a dormir, a jugar…
“Un atraco a la vida”.
El Sentido Orante nos incita ¡con vehemencia!... a que saltemos de esa concentración engullida, y cambiemos de sentido, para hacernos espiral expansiva.
De concentración engullida, cambiar de sentido para hacer espiral expansiva. Que es seguir la referencia de… en dónde estamos.
El sentirse peregrino hacia el Misterio Creador, en el Misterio Creador… es descubrirse cuidado, desde la más pequeña intimidad de nuestros átomos –que regulan sus movimientos, sus dinámicas- hasta las grandes imaginaciones, que nos pueden llevar a hacernos sentir en el seno de la Nada.
¡Parece un vértigo!, pero simultáneamente coexisten, certeros, pulcros, exactos. No, no, no hay espacio para la desconfianza.
El átomo de hidrógeno se siente seguro con su electrón. No demanda seguridades para garantizar su identidad. Está dispuesto a lo que se precise. Tan pronto es combustible, como es agua de vida.
Del plegamiento interior, al despliegue hacia nuevos espacios… conlleva sentirse en la plenitud de identificarse con el gran peregrinaje que, bajo el Sentido Orante, nos lleva a la culminante y Eterna Contemplación.
El Misterio se desplaza ¡como un gran teatro!… que, con muestras instantáneas, nos advierte de la ¡Gran Función!: ésa en la que todos contemplaremos la Gran Creación.
Podemos expresar y expresarnos en ese acontecer… exclamando:
AIIIIAIAIIIIIII… AIIIIAIIAIIIIIIIIIIII… AIIIIAIIAIIIIIIIIIIIIIII
La seguridad es una falacia ególatra de un plegamiento absurdo, que no sabe contemplar su viaje de vida; que olvida el auténtico cuidado.
Solo cuida, el Amar. Solo cuida… el ser amado que no aspira a poseer; que no busca el destruir; que se guía por la atracción, por la necesidad mutua, por la admiración.
Y con la consciencia de una espiral expansiva ahuyentamos, desde nuestra identidad, el caer en ese punto crítico ¡de estallar!, ¡de desespero!, de desintegrarse…
Que el Complaciente Auxilio Creador –que es permanente y constante- se nos haga permeable…; lo incorporemos a consciencia en nuestra consciencia.
Que el peregrinaje sea de complacencia… ¡necesitada!, como necesitada está, la vida, de aspirar sus esencias inmortales.
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