El cuidado del Misterio Creador
14 de octubre de 2019
El Misterio Creador da muestras –y debemos apercibirnos, en consciencia- de los cuidos que ejercita en el seno del Universo, preservando ese extraordinario fenómeno de la vida, y recreándose en las diferentes formas y modos, desde los seres más pequeños y microscópicos hasta los seres más complejos.
Cuando, en ese rango, aparece la humanidad, es fácil –fácil- darse cuenta de que los océanos permanecen en sus cuencas; los ríos transcurren, y se desbordan o se secan; las hormigas tienen sus costumbres –y las abejas, los tiburones, las ballenas-…; el reino vegetal se hace exuberante, generoso…
Pareciera –y seguramente es cierto- que todos los sistemas vivientes, gracias a los cuales se da el acontecer de vida del ser humano, estuvieran… ¡maduros!, ¡conscientes!, testimoniales, fieles…
Una flor no se vuelve contra otra de su misma estirpe. Un rebaño sigue buscando, en el grupo, su identidad. Una manada de pájaros establece la argucia de parecer un gran pájaro, y lo hace gracias a la unidad de pequeñas unidades.
Y así, al descubrir el comportamiento de lo viviente, nos damos cuenta de ese cuidado del Misterio Creador, para que se haga posible… la supervivencia de una especie como la nuestra.
Sin esas maduraciones, sin esas fidelidades, sin esas ofrendas, sin esas… “servidumbres” –en el sentido más respetuoso de la palabra-, el ser no… no sería capaz de existir; ni desde el punto de vista creacionista, ni desde el punto de vista evolucionista.
Todo parecería indicar que, gracias a esos cuidos, el ser que surgiría sería… ¡espléndido! Y quizás –por si queremos introducir el tiempo- ¡lo fue!, en ese lugar paradisiaco del que nos hablan las mitologías, religiones, etc., o al que vamos a ir –los que sean invitados, claro- cuando transcurra la estancia por estos lares… Si es que concluye.
Y he aquí que, bajo la óptica –sin duda- evolucionista y creacionista, el ser evoluciona o evolucionó, o al menos una partida de seres llamados “humanos” evolucionaron. Quizás otra partida evolucionó de otra forma –u otras partidas-, como nos están demostrando ahora los antropólogos, arqueólogos.
En cualquiera de los casos, llegados a estos momentos y haciendo un rapidísimo trascurrir, es fácil descubrir que, a diferencia de las abejas, perros, gatos, cocodrilos, adelfas, dinosaurios –bueno, ya no están-, a diferencia de todos ellos –desde los seres abisales de las profundidades, a 10000 metros de profundidad en la fosa de las Marianas, hasta los volcanes más intrépidos en que hierve la lava-… a diferencia de todos ellos, el ser humano no… está… maduro.
¡Bueno! Vamos a dejarlo así, suave.
Fíjense en algo muy llamativo: “no sirve a ninguna especie”.
Él no considera que la servidumbre es adecuada; y que el servicio tampoco, claro.
Por extrañas o misteriosas circunstancias, se autonombró “el Rey de la Creación”. Y lo que eran servidores y servidumbres, por ser rey, los convirtió en ¡esclavos!
Esclavizó a las bacterias, a los virus, a los helmintos, a los platelmintos, a la barrera de coral… a los pájaros… –los encerró en jaulas-…
¿Sabían que desde hace casi cincuenta años –hablando de los pájaros-… sabían que, entre América del Norte y Canadá –sólo en esos espacios-, en cincuenta años han desaparecido tres mil millones de pájaros? Evidentemente no ha sido un holocausto suicida, de los pájaros. No. Pesticidas, fungicidas, rotulación de terrenos, contaminación…
¡Tres mil millones! Sólo en Canadá y Estados Unidos.
Por equivalencias –aunque no está hecho el estudio-, Europa, que es el gran colonizador, debe de tener más o menos los mismos récords. Así que podríamos decir que, en cincuenta años, han desaparecido seis mil millones de pájaros. Con lo cual es posible, a este ritmo, que… que sea una fortuna mirar hacia arriba y ver un pájaro volar.
¡Sin duda!, esa muestra… –no hay que ser especulador, ni populista, no- esa muestra nos da una señal –¿no?- de que… no ya que no respetemos –¿respetar?- la vida –no ya eso-, sino algo más. O sea…
Parece que es tan abundante… ¡Claro! Como pueden suponer, a la pérdida de tantos millones de todas las especies –y curiosamente las más resistentes son las más dañadas, como los gorriones-… alguna especie ha mejorado, pero el desastre es… demoledor. Esto sin contar África, América del Sur… Y evidentemente, como sabemos, las aves emigran.
¿Quedará desierto alguna vez, de aves, el Coto de Doñana –ese paraíso para el tránsito de cientos de especies-…?
Es un ejemplo. Es un ejemplo de que, al no ser cadena… –sin que ello implique esclavitud- al no ser cadena de servicio a otras especies…
.- ¡Ah!, ¡ah! ¿No es cadena de servicio a otras especies? ¡Ah! Entonces, entre ellos –los humanos- ¡se servirán espléndidamente!
.- ¿Cómo?
.- ¡Sí! Si no hacen falta para nadie…
¡Que fuerte es esto!, ¿eh? O sea que tú te vas, ¿y no te echan de menos? Te vas, y el cocodrilo no empieza a llorar –¡con lo que se ha hablado de las lágrimas de cocodrilo!-. Te vas, y los pájaros no cantan “el Mesías de Haendel”, ni silban… ni silban a muerte, llanto y desespero. No.
Y si no estuviéramos, las hierbas crecerían ¡olímpicamente! ¡Guau! ¡Hierbas olímpicas! ¡Ahora no! Ahora ya se encargan los rastreadores de hierbas, los herbívoros humanos, de quemar, quitar, poner, arreglar…
Es como cuando vemos un jardín arreglado. Un jardín arreglado es un perifollo escaldado. Es difícil traducir esto de “un perifollo escaldado”, pero… pues no sé: un protagonismo… “Voy a hacer el árbol redondito…; le voy a cortar las puntitas…; le voy…”.
También pasamos por eso aquí, una vez, un tiempo, hasta que… alguien dijo: “¡Se acabó! Dejemos que… dejemos y sirvamos al jardín, según él quiera ser”.
Parecería –como hemos dicho- que entonces, al sentirse tan libres –porque más libres que eso, “que no se les precise”-, ¡tan libres!, y todos a su servicio, cabría esperar que esa especie, comunitariamente fuera por lo menos guay, guay, guay –tres veces guay-. O guau, guau, guau –tres perros distintos-. O miau, miau, miau…
Pero… va a ser que no. Va a ser que no.
Veamos cómo se interpreta este ejemplo. Verán. Existió un personaje inglés…
Que ahora están de moda, porque es United Kingdom; acuérdense de que “país”, como país-país, no existe: está Gales, Gales del Norte, Gales del Sur, los…. iba a decir los vikingos e indonesios, no, los irlandeses… O sea, todos se han juntado ahí, en United Kingdom. Eso. Sin duda, el mayor imperio dominante de la historia, en cuanto a influencia.
Pues existió –fíjense- un personaje curioso. Sí, curioso. Que todos habrán oído hablar alguna vez de él. Incluso hay una película de una parte de su vida. Nos referimos a Sir Winston Churchill. Así, de entrada, era un personaje esperpéntico donde los haya, desde el punto de vista simplemente humano. ¡Pero!, pero… hablando de especie y hablando de humanidad, resulta que esa casta…
¿Saben? Cuando Churchill visitó la India, entendió perfectamente su condición. Y afirmó que, efectivamente, las castas las habían inventado los ingleses.
Sí. Porque… –bueno, si no lo saben, se lo digo- hay una casta en Inglaterra, como las hay en todos los demás países, de los aristócratas, de los importantes… ¡Pues de esa casta era Churchill! Fíjense hasta qué punto se servía de todos que, cuando había una mosca –ponemos el ejemplo de la mosca porque tenemos mucha experiencia-, cuando había una mosca donde él estaba sentado o aposentado, ¡fíjense!, llamaba a un criado para que matara la mosca. O sea, él no cogía el matamoscas. ¡Jamás! Y tenía por orgullo el saber hacer un huevo cocido. ¡Aunque jamás lo hizo, pero vio cómo se hacía un huevo cocido! Diríamos aquí, en galego: “¡Manda carallo!”.
But, but, but… ¡Pero, pero, pero!… esa casta… ¡anda, que mandar que venga un criado para que te mate…! ¿Saben ustedes? Estuvo preso en Sudáfrica, y consiguió que la cárcel le permitiera tener un barbero para que le afeitara todos los días.
¡Vaya pájaro!, ¿eh? ¡Hablando de los pájaros!...
Por supuesto, además de eso, sus costumbres ante el entorno eran absolutamente personales y ponía de los nervios a todo el mundo. Pero fue un personaje clave, sin duda, en la Segunda Guerra Mundial. Era el personaje necesario.
Pero a lo que íbamos, no nos derivemos.
Verán. Esa casta privilegiada… –en este caso el ejemplo es inglés, y en este caso el ejemplo es Sir Winston Churchill- esa casta privilegiada sabía, tenía consciencia de que –pongamos en el caso de este señor- lo primero, lo único, lo primordial, lo absoluto y lo preponderante era servir a su comunidad, gracias a todos los servicios que recibía de ésta.
Primero, segundo tercero y cuarto: servir a Inglaterra, a su país, con decisión y con tal –aunque viviera una vida esperpéntica, gracias al servicio que les daba-.
Pero había una prioridad… ¡absoluta!, ¡indiscutible!, ¡no negociable!
¡Qué bueno!, ¿no?, si otros –en este caso, políticos- hicieran lo mismo. ¡Era prioritario! Como cuando alguien ama a alguien de verdad: es prioritario. No… “¿Pero existe…?”. “No, no, no. No existe nada más que eso. Bueno, existen más cosas, pero es prioritario… permanentemente”.
Y aquí viene la interpretación de esta referencia que hacemos: ¿sería prioritario, entonces, como especie privilegiada, que tuviéramos un sentido de la convivencia, de la relación, del afecto, de la colaboración, de la realización… ¡fantástico!? Sería lógico, ¿no?
Sí, sería lógico. Pero no lo es.
¿Y qué sistema ha establecido…? –sintéticamente, ¿eh?, sin pretender englobar a todos-… pero ¿qué sistema ha establecido entonces la especie humanidad, que no le da prioridad absoluta a su posición –como especie global- como una casta excepcional?
Ha seguido el criterio de prejuzgar, juzgar, condenar… e imponer una pena.
Ese es el resumen convivencial. En el prejuicio estarán obviamente todas las xenofobias, todos los racismos… por pensamiento, palabra, obra, color, equilibrio, armonía, belleza, sistemas, religiones... ¡Si habrá prejuicios!...
Jueces… ¡Ah! El gran fenómeno del miedo. ¿Por qué da miedo el juez? O mejor dicho, sería: ¿Por qué tiene que haber un juez? ¿Quién instauró el juicio? Un poderoso que se sintió superior a otro, y el otro no supo cómo librarse de…
Algo así debió de ser. Y así, poco a poco, cada uno se fue haciendo juez.
.- ¿Cada uno?
.- Sí, sí. Cada uno. No solamente existen los jueces –que existen, ¿no?-, sino que existen siete mil trescientos cincuenta y siete –y subiendo- millones de jueces. Millones.
.- ¿Siete mil?
.- Sí. Y todos, cada uno en su parcela, prejuzga, juzga, condena..
.- ¿Y se absuelve a alguien?
.- ¡Ohhhh! Bueno ¡Ohhhh!... Primero se le condena. Lo primero. Y luego, cuando cumpla la pena: “¡Bueno, ya veremos!”... O se le da el indulto para darle más miedo todavía y para hacerle más esclavo: “Porque gracias a mí te he indultado. Te he aceptado en el seno de mi familia. Me tienes que estar agradecido”.
¡Qué hipócrita especie!
Pero tenemos esa posibilidad que nos brinda el Sentido Orante, de hacernos ver ese derrotero que hemos seguido, gracias a las referencias de sistemas vivientes de los que nos servimos para vivir.
Y en cambio, al tener ¡todas esas referencias!, no cogemos ninguna. Fracciones, por momentos, “se parecen a”, pero no cogemos ¡ninguna!... sino que cada uno, en su estirpe y momento, exige sus leyes y sus normas. Y prejuzga, y se erige en juez. Y claro: “Si no haces lo que yo quiero, serás juzgado. Y, por supuesto, condenado. Condenado a mi silencio, condenado a mi falta de colaboración, condenado a castigarte, condenado a darte miedo”…
El miedo, el miedo, el miedo, el miedo está ahí revoloteando.
“¡Ah! Tú haces esto…”. Pero el pre-juez –el pre-juez, el prejuicio- te advierte: “Pero ¡ya verás, ya verás…!”.
¿Hay mayor miedo que la amenaza?
“¡Ah!, sigue así, pero ya verás…”.
¿Alguna vez la Creación nos ha hecho eso?
.- Sí, ahora estás contento, ¡pero ya verás cuando… cuando tengas que llorar! ¡Ya verás!…
.- ¡Pero déjame estar contento un rato!, ¿no?
.- No, ¡ya verás! ¡Eso se pasa, eso se pasa!… Ahora haces surf, pero ¿y cuando no puedas hacer surf, qué? ¿Qué será de tu vida? Si no eres surfista, ¿qué será de tu vida?
.- ¡Hombre!, hay más cosas.
.- ¡Ya! Pero piensa en ello, cuando te caigas de la tabla.
¡Joder! ¡Hombre! Pero es que eso te lo dicen por arriba, por abajo… Y da igual que seas surfista, carpintero, ebanista, fontanero…
“¡Ya verás cuando se te reviente una tubería en la cara! ¡Ay!... Te destrozará. ¡Ya verás!… ¡Qué profesión más mala tienes! ¡Ahhhh!... ¿Médico, médico? ¡Lagarto, lagarto, lagarto! Serás drogadicto. Ya verás, ya verás, ya verás… Ya verás cuando te guste el vino, serás alcohólico. Ya verás, ya verás, ya verás, ya verás”.
Y así, “ya verás, ya verás, ya verás”, llave con llave, con llave con llave, pues candado con candado. La amenaza constante. Permanente. El juez, el prejuez. Y el miedo, ¡claro! Te amenazan tanto y te advierten ¡tanto!, que finalmente dices: “¿A ver si tienen razón? ¿A ver si va a ser verdad?”… Y claro, mientras ves, dejas de ver. Y al dejar de ver, pues no te mueves, y haces lo que otros dicen.
“Otros” pueden ser: amigos, padre, madre, hermano, tíos, sobrinos, vecinos…
.- ¿Y tú que vas a hacer?
.- Yo, lo que me digan.
.- ¿Quién?
.- No sé, el que más mande.
.- ¿No parece que…? –a manera de conclusión-. ¿No parece que es un poco imberbe esta especie, comparada con…? O sea, ¿no da la sensación de que es un poco… inestable?
.- “Inestable”.
.- Sí… Narcisista?
.- Narcisista.
.- Prepotente…?
.- Pre… prepotente.
.- Ignorante…?
.- ¡Noooo! ¡Somos sapiens-sapiens!
Y es curioso: basamos nuestros consejos y nuestras formas de amedrentar, en las antiguas formas de esclavitud. ¡Es curioso! Salvo escasos ejemplos, los que te amedrantan, te amenazan, te auguran, se basan para ello en lo que pasó, terrible y duro. ¡No aportan nada nuevo!
“No. Es que ya se sabe que esto pasa así. Ya se sabe…”.
Pero estamos aquí para que pasen los designios de la Creación, a nuestro través. No estamos aquí para repetir la misma canción de cantina, arrepentida.
¡Ay!...
¿Y si, bajo el sentido de no amedrentar, y si bajo el sentido solidario, y si bajo el sentido sin prejuicios de no sentirse superior, y si bajo el sentido de no juzgar –y lo que se sepa se comparta, se compagine-, y si bajo el sentido de “no condena”, y si se sabe apreciar el valor de cada ser y se sabe ver en él sus virtudes, sin estar en la crítica y en el punto de vista, y si se sabe no condenar… ¡no condenar ninguna información!, ninguna formación, sino saber amplificar nuestro sentido perceptivo, ¡y saber evaluar lo que nos ofrecen!; saber apreciar lo que somos capaces de mostrar, descubrir, aprender…; y si no es la pena lo que clama por no haber logrado o conseguido esto o aquello…; si eso no es, sino que, por el contrario, es el amoldarse, el adaptarse ¡y el aportar… sugerencias, ideas, proyectos!… todo ello encaminado hacia otra humanidad, en una Escuela de Vida…?
¡Y si resulta que nos toca a nosotros aportar esa gota?... Esa gota sin prejuicios, sin juicios, sin condenas, sin penas… y, en consecuencia, con convivencias, con adaptaciones, con solidaridades, con simpatías, con empatías, con… con el gozo del descubrir, con la alegría del aportar.
¿Y si como comunidad humana –y toda la humanidad es una comunidad-, pero como muestra de comunidad humana, en este tiempo manifestado, asumimos este Sentido Orante como una referencia de espiritualidad, como una referencia “almada”..?
¿Y podamos, en consecuencia, evolucionar… y reseñar lo que virtuosamente se da, gracias a las dádivas de cada uno…?
Es posible.
Es posible.
Sí.
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