LA VIDA NO NECESITA QUE SE OCUPEN DE ELLA
7 de octubre de 2019
Y a través de los sucesivos
y progresivos poderes que el ser de humanidad fue, está, y previsiblemente
seguirá adquiriendo, sobre su propia especie y sobre todo lo viviente, eso le
hace gestar una consciencia permanentemente ocupada, pre-ocupada.
Es como una
invasión a lo que no es propio. Es la ocupación como una forma de “vivir
preocupado”. Hacer, de la vida, una preocupación.
Y obviamente, luego, una ocupación permanente.
Podría decirse
–exageradamente- que el hombre actual da por perdida la vida, y él la tiene que
salvar. Exageradamente.
Esa preocupación,
esa ocupación… invasiva, arrogante, no permite que la vida en sí muestre sus
recursos, sus medios, sus dotes.
Y en vez de emanar,
como fuentes, las diferentes posibilidades, éstas se ocupan, se pre-ocupan… por
el ejercicio constante de poder.
El famoso dicho “querer es poder”, encierra un querer de
posesión; de ocupar posiciones…, que no es la idea de superar con recursos
propios y descubiertos. No. Es la idea de ocupar y expandir el dominio, ya sea
de ideologías, ya sea de religiones, ya sea de opiniones….
Imaginarse por un
instante, en este Sentido Orante de hoy, que ¡de repente!, milagrosamente, no
tienen preocupaciones. Se ríen, ¿verdad? Porque es imposible. Perdería sentido
la vida. Si no estoy preocupado por algo, perdería sentido. Tengo que estar
ocupando, ocupándome de la vida, cuando la vida no necesita que se ocupen de
ella.
Es tal la
penetración del poder, que nos recuerdan permanentemente que tenemos que
preocuparnos de nuestra salud, preocuparnos de la inteligencia y el desarrollo
cognitivo de nuestros hijos, preocuparnos de si son disléxicos, ‘apréxicos’ o
anoréxicos, preocuparnos por… O sea… ¿hay algo de lo que no haya que ocuparse?
¿Hay algún territorio virgen que pueda permanecer sin ocuparse?
Da la sensación…
–sin saber por qué da esa sensación, pero da la sensación- de que, cuando
observamos o contemplamos cómo transcurren los aconteceres, cuando hacemos uso
de algún conocimiento sencillo de la actividad de una galaxia o el
comportamiento lumínico del sol, da la sensación –la sensación- de que todos
esos procesos… no están preocupados.
Parece como si
vivieran desocupadamente, las estrellas y la vía láctea…
Despreocupadamente,
la tierra gira y se traslada…
¡Sí!, será por
aquel Big Bang y aquella fuerza
inmensa que le hace girar y girar y girar y girar. ¿Se parará algún día? ¿Se
imaginan por un momento que la tierra se pare? Nos caeremos… ¡Ahhhhh!...
A lo mejor en ese instante nos damos cuenta de
la inutilidad de nuestro poder. Pero, mientras tanto, el ser de humanidad vive
secuestrado en su propia ansia de apoderarse y ocupar –a través de la
preocupación- los espacios vitales de todo lo que encuentra a su alrededor:
.- ¡Ay! Estoy preocupado por tu futuro
.- ¿Y por qué no te ocupas del tuyo? ¡Qué manía!, ¿no?
.- Es que me preocupa qué va a ser de ti lejos de casa.
.- Pues… preocúpate tú de llevar tu casa.
¡Es increíble!...
Eso se condimenta
con solidaridad, maternidad, paternidad, ‘hijastridad’… o sea, con el mejunje
familiar. Entonces, tienes derecho a ocuparte, preocuparte, a seguir las
huellas del oso cavernario que existió hace 5000 millones de años. Ni siquiera
a él le dejas tranquilo.
.- ¿Y qué comían los Neandertales?
.- ¡No sé! ¡Lo que encontraban!
.- No, es para saber por qué la alimentación ha
evolucionado hasta llegar a la lechuga.
.- Pues… sí… sí… Muy interesante. Muy preocupante.
Y así se ven
humanidades taciturnas, transitando por vías, estancias, aviones, trenes…
preocupadas, ¡ocupadas!
Sí, quizás sea una visión
un poco apocalíptica, pero lo cierto es que la ocupación, la intervención siempre
sistemática en asuntos que no nos competen –y esa preocupación se hace para ¡imponer!... nuestros criterios-
resulta, además de colonizadora, esclavista.
La resultante de
todos esos procesos… es que se ha conseguido una homogeneización. Y si no te
preocupas, es que te desocupas, y es que abandonas tus responsabilidades, etc.
No es cierto.
El asumir lo propio
que nos corresponde… es un deleite del vivir. Pero, al ser incapaz de ello, el
ser se lanza a la preocupación; a ocupar: a ocupar las posiciones de otros. ¡Y
nos ocupan!... ¡Y nos ocupan cada vez que queremos hacer algo! Y hay que darse
cuenta de ello, al menos para saber que me están domesticando.
Y que se está
haciendo en forma piramidal, directa, indirecta… y que, además, los mayores
domesticadores, también entre ellos se domestican, con lo cual parece que
estamos en un laberinto “sin salida”.
Así, el Sentido Orante
nos orienta hacia… otras consciencias, como la orante, que nos descubre nuestra
posición, que nos alerta de nuestra carencia, ¡cadencia!, y ¡costumbre!
Con el silencio…
aplacamos la incomodidad, y nos dejamos –quizás- llevar hasta… una indiferencia
de preocupaciones, ocupaciones, colonizaciones. Y nos abrimos a esa vía de
escape del laberinto, hacia las consciencias… ¡desconocidas!, sí; misteriosas,
sí. Pero creadoras. Sí.
Y es curioso sentir
–salvo preocupaciones, ¡puf!, radicales, religiosas, dogmáticas, etc.-, darse
cuenta de que… “hacia esas consciencias”.
Y las plurarizamos porque… son tan infinitas, que podría decirse que cada ser
tiene la suya; que tienen similitudes, pero… son diversas.
Por un instante, al
dejar de preocuparnos, al no someternos a las ocupaciones y preocupaciones
sobre nosotros –y al menos podemos pensarlo-, en la medida en que eso ocurre
entramos en otra percepción: esa que nos acoge sin prejuicios; esa que nos
acepta en nuestra aptitud; esa que nos recuerda nuestro misterioso origen; esa
que… sentimos ¡que verdaderamente nos ama!... Y que no podemos añadir ni un
ápice de nuestro amor –que es reflejo de esa Fuerza-, al amor necesario para
gestar la vida.
Diluir nuestras
dependencias para hacernos interpendientes… en el sentido de ¡sentirnos
cohesionados!, conjugados misteriosamente.
Buscamos y…
suplicamos, aunque está el Auxilio Creador… Y en esa búsqueda nos abrimos al
sonido mántrico que nos dispone hacia el Misterio, hacia des-ocuparnos de lo que nos ocupa, de lo que nos preocupa… y
permitirle a la vida vivir… sin los vínculos patológicos de los engarces de
poder que se establecen para poder, poder, poder, poder…
Escuchamos por tres
veces y luego seguimos:
SUAAAAAEEEEEEEIIIIIII
Y es bien recordar
esa cita evangélica que todos conocen, a propósito de la incertidumbre y la
inquietud de los apóstoles sobre qué iban a comer y cómo se iban a vestir. Y
ante esa inquietud, la respuesta fue muy simple:
“¿Por qué os preocupáis de qué vais a comer y cómo os
vais a vestir? ¿Acaso no os dais cuenta de cómo la Creación ha vestido a los
pájaros, con sus plumas; ha llenado la tierra de grano; ha culminado, con sus
mejores galas, las flores y su esplendor?
¿No creéis que vosotros también estáis dotados de esa
posibilidad?”.
¡Ciertamente! Mas…
el desarrollo inteligente hacia el poder, ha dejado de creer… y sólo se cree a
sí mismo o a otros que ostenten poder sobre uno.
Y es así como se
perpetúa el laberinto, se estructura la razón, se instaura la costumbre…
Se nubla la visión,
y ni siquiera permanece la preocupación por salir de esa tortura.
Ahondar… en los
recursos creativos.
Creer… en las
sensaciones de ¡amor!… que no son gestas de uno mismo, sino que son instancias
del auxilio de la Creación.
***