sábado

Lema Orante semanal


NO ES, LA VIDA, UNA CONDENA
29 de abril de 2019

El ser de humanidad, en la medida en que evolucionaba, se adaptaba y se asentaba en tierra firme… en muy diversos lugares, establecía –con cierta rapidez- normas, comportamientos, categorías...
Pareciera que su obsesiva y progresiva expansión debía “controlar”… todos los aconteceres.
Y así, interpretaba los eclipses, las tormentas, los temblores, los colores del arcoíris, las buenas o malas cosechas…
Su capacidad de control del medio y de sí mismo… fue una constante evolutiva, y lo es, aunque ya no se interpreten –en la mayoría de los casos- los aconteceres, desde la óptica de Universo, de Misterio, sino que todo se interpreta –casi siempre- desde la óptica de lo que se sabe, de lo que se controla, de lo que se entiende que es. A veces, al ir a escuchar… algunas escrituras o comentarios… parece como si la comunicación fuera en base a sentencias. Claro, la sentencia no te da pie para establecer un diálogo. ¡No! ¡Esta es la sentencia!
.- No, porque todos los hombres son iguales. No, porque todas las mujeres son iguales –por ejemplo-. A unos les puede el poder, y a otros les puede el control, la posesión.
.- ¡Espera, espera, espera, espera!...

Por una parte, el desarrollo de lo científico, tecnológico, “creativo” –vamos a llamarlo- va con vértigo. Pero, por otro lado, lo sensitivo, lo emocional, lo que realmente nos mueve –porque eso mismo va mover el descubrir, el deambular, el aprender-… eso está como sentenciado.

Y, ¡claro!, fácilmente, la consciencia de un ser se puede hacer con quince o veinte sentencias. No hace falta que piense más. Tampoco hace falta que sienta más. Y cualquier cosa que sienta entrará y será parte contratante de la primera parte –como decían los hermanos Marx-.
El Sentido nos advierte de que… eso es un yugo –¡yugo!-, eso es un juicio prematuro donde todos son culpables, cada uno con las sentencias de otros.
Por ejemplo, el reino de Brunei nos sorprendía estos días con nuevos reglamentos y sentencias de origen, dicen –interpretativo, claro-, “musulmán”. Entonces, los homosexuales eran reos de muerte “por decapitación”. Y los adúlteros, en general, también lo eran. Con lo cual la sentencia… –aparte de otras sentencias de cortarte un dedo, una mano, media cara o lo que sea, según el delito procedente-.
Sí, sí, pero ¡cuidado! No nos alarmemos y pensemos que eso es lo peor. Es ¡atroz!, sin duda. Pero si nos trasladamos a otras perspectivas, probablemente nos encontremos con sentencias más sibilinas: o sea, más de buena cara pero de malos hechos.
La sentencia y el castigo social, cultural, convivencial es… un impedimento constante para una convivencia.

Y lo curioso es que la convivencia social humana ha llegado a un nivel en el que cada uno juzga al otro –¡o a todos!- y, por supuesto, establece una sentencia y lo condena.
Ahora, por ejemplo, estamos aquí, en elecciones. ¿Y qué escuchamos… a los que van a dirigir las normas, leyes, costumbres, dictámenes, ¡sentencias!... de la comunidad ibérica española? ¿Qué escuchamos? Sentencias. Sentencias de ataques de unos partidos con otros, de condenas, de avisos, de ¡cuidados!…
“Votadme a mí, que yo os protegeré del terror del otro”.
El otro dice:
“¡Qué va! Yo soy una oveja. Votadme a mí, que aquél es un demonio”.

Evidentemente, además, el lenguaje es voraz; y de seguro que tiene un “efecto contagio”, ¿verdad? Y en lugares pequeños, se enfrentan en sentencias unos con otros.

¿Qué era eso de… “presunción de inocencia”? ¡No!... Eso ya… ¿existe? ¡Noooo! Siempre encontrarás a alguien que te condene.
“Por favor, ¿alguien me puede sentenciar y condenar?”.
No contesten ahora por favor. Lo habrán pensado, pero no contesten.

El Sentido Orante nos pone permanentemente en el filo, en el canto. No es cara ni es cruz. Busca que rodemos. Busca que estemos en permanente descubrimiento.
Y a la hora de interpretar los aconteceres diarios, la pregunta que sugiere la oración, al orante, es:
¿Cómo… cómo se las maravilla usted para no sentenciar, no condenar, no castigar con su indiferencia o con sus palabras, algo… o situaciones o aconteceres que no le agradan, que no le cuadran, que no le gustan… [1]que no le, que no le, que no le, que no le…?
Y resulta que cada uno tiene “las Tablas de la ley”. ¡Voilà! Todos son ‘Moiseses’ y ‘Moisesas’. Han subido al monte y a la cumbre, y el señor Dios, Yahvé, les ha dado sus tablas. Y cada uno tiene una tabla, que empieza por el 1 y termina con el 15, con el 30 o con el 12, depende.
Y entonces, todo lo que ocurra a su alrededor, si no coincide con la tabla, ¡le rompe la tabla en la cabeza! Así. Un ejemplo muy fácil, ¿no? Imposible de olvidar.
“A ver, ¿tú qué haces? A ver, ¿tú cómo te comportas? A ver. Voy a ver mi tabla”.
Ves tu tabla. Dices:
“Pues no. Pues aquí dice que no. Entonces, ¿cómo quieres…? ¿Te rompo la tabla así y agachas la cabeza, o te persigo para romperte la tabla?“.
¡Ozú!
Parece un poco de “el quitapiedras”, ¿no? De la época del “Endoceno” –no sé qué época será ésa, pero debe de ser una época terrible, ¿no?-.
Sí. Pero, si ustedes se fijan, es fácil que todo se vaya sucediendo en base… a tablas, tablones, tablillas o tabletas.

Porque, claro, cuando ya le has roto las tablas a otro en la cabeza –porque no coincide con tus… estos-, tienes que volver a por otras tablas. Seguramente te van a dar las mismas tablas –o parecidas-…; porque no te has parado a interpretar, a evaluar, a considerar qué significaban esas tablas. Y tampoco –por supuesto, ¡eso no!- le has preguntado al otro: “Oye, ¿cómo son tus tablas?”.
Así, evidentemente tenemos –en base a tablones, tablas, tabletas, tablillas- la muy diversa interpretación de un mismísimo hecho… en un sitio, en un lugar o en otro.

Miren, hay una cosa como de los grandes números, ¿verdad? Gracias a la poligamia, la especie se ha podido reproducir hasta unos niveles como los actuales, de 7.300 o 400 o 500 –por ahí va- millones. Para echar las cuentas, se puede decir así, globalmente: 100 millones de personas nuevas –sin llegar a 100- se incorporan al planeta, y se van unos 57-58 –que se incorporan a otro nivel de realidad-. Total, unos 50 millones nuevos; que evidentemente no son de la monogamia, porque si no, no da tiempo, no puede ser.
Un ejemplo tan brusco, tan burdo. En el kilómetro 537-A, a partir de ahí, los monógamos pueden ser lo único que existe, la única tabla. Y como sean medio monógamos, polivisuales…
.- ¿Eso qué es?
.- No sé, pero imagínenselo.
… entonces ya han cometido pecado, y tal.
Pero unos kilómetros más allá –kilómetros, ¿eh?, ¡pero no muchos kilómetros!-… unos kilómetros más allá, pues resulta que no –resulta que no-.

Es lo mismo que ahora –como en otro tiempo- la Tierra es plana para unos, y para otros es redonda. La verdad es que nos puede dar exactamente lo mismo, por eso la llamamos “terraplén”. O sea, vivimos en un terraplén.
Y decimos que “lo mismo” porque, bueno, estamos ahí colgados…
¿De verdad… de verdad el ser humano cree, por sus sentencias… –una sentencia es una cosa judicial, se entiende, ¿no?; sí; vale- por sus sentencias –no de inocencia sino de culpabilidad-, de verdad que cree… –por decirlo así, en términos de piedras que estamos ahora- cree que Dios se equivocó, que lo hizo todo mal…?
¡Qué labor tan dura del hombre, tener que arreglar la planilla a Dios! ¡Cómo pudo Dios hacer un hombre y una mujer que, que… que ¡hala!, que ¡hala!…? ¿Cómo se le ocurrió?
Entonces, tiene el hombre que –con su inteligencia- arreglar a la mujer y arreglar al hombre. Y en unos sitios los arregla de una forma, y en otros sitios los arregla de otra.
Por ejemplo, si te vas a Galicia, las mujeres están arregladas de una forma: todas de negro y todas de luto porque siempre hay alguien que se te ha muerto. En cambio, si te vas a Andalucía, pues… pues no están arregladas así; están arregladas… pues esperando que llegue la feria de Abril para ponerse los faralaes y otras cosas… flores, y montar a caballo y… Bueno, tampoco están así todos los días.
¡Ahhh!... Por eso viene eso tan frecuente en muchas religiones –al menos en la judeocristiana sí- de que “hay que ayudar a Dios”.
.- ¿Ayudar?
.- Sí. Porque él tuvo que crear tanto que cometió errores. ¿Entiendes?
Es como el genoma: el genoma, cuanto más se reproduce y más se reproduce, con el tiempo comete errores: hace copias que no son las adecuadas, empieza a escribir cosas que no son… para niños, ¿entiendes? Entonces, claro, menos mal que el hombre como especie está atenta… y sabe lo que le conviene. Si no, ¿qué sería de Dios?
.- ¡Guau!

Sí. Las religiones son perrunas. Sí. Como hemos dicho “guau”… Son perrunas, perrunas, perrunas. Sí, porque todas arreglan, con sentencias de Dios, a los hombres. Y los hombres tratan de cumplir esas sentencias… ¡o no!
La resultante es que… todos son culpables. Y lo que es más –lo que es más-… en el peor de los casos se decía: “Todo el mundo es inocente”. Pero eso era en la estratosfera. Se decía: “Todo el mundo es inocente mientras no se demuestre lo contrario”. Pero en cuanto te enseñen la tabla, te van a dar. Ya verás.
Entonces, en la vida cotidiana es: “Todo el mundo es culpable mientras no demuestre lo contrario” –mientras el culpable no demuestre que ¡no es! culpable-.
Pero ya avanzados en nuestra civilización del siglo XXI, la sentencia es: “Todo el mundo es culpable y no tiene que demostrar nada”.
Es ¡culpable! Porque seguro que contraviene alguna ley, alguna sentencia.
Entonces, deduzcan: si todo el mundo es culpable, todo el mundo está sentenciado. Si todo el mundo está sentenciado, todo el mundo tiene una… una pena.
¡Ay, qué pena!, ¡ay qué pena!, ¡ay qué pena, qué pena, qué pena!
¡Es verdad! Y tú vas viendo, y éste tiene una pena por esto, y el otro tiene una pena por lo otro, y el otro tiene otra pena por lo otro… Pero ¡por favor! ¡Ay, pena, penita, pena…!

.- ¡Ahhhh! Por eso es tanta-tanta la pena, ¿no?
.- Sí. Porque todos están condenados. Ha habido sentencia… Bueno, primero ha habido un prejuicio, luego ha habido un juicio, luego ha habido una sentencia y luego ha habido una condena. Entonces, pues así estás: preso.

¡Ah! El Sentido Orante nos dice que, bueno, eso es una forma en la que el ser humano se ha organizado, pero nada tiene que ver con la Creación. En la Creación no hay nada que esté preso, no hay nada sentenciado, no hay nada ¡condenado!, no hay nada prejuiciado.
Los cometas se mueven en sus sentidos; los planetas se adornan con sus guirnaldas de satélites; las nebulosas se confabulan en sus polvos estelares… Todo parece fluir de una manera mágica, y no precisa, para su Misterio, de ninguna ley, norma, prejuicio, juicio, sentencia, condena.
Si lo hubiera… “si lo hubiera precisado, no se hubiera gestado la vida”.

¿Se imaginan a un alacrán teniendo envidia de un elefante, porque no tiene trompa y sólo tiene aguijón? No, ¿verdad? Seguramente los alacranes siguen su trayectoria, y los elefantes la suya. Pero es difícil imaginarse a un ser humano conviviendo, compartiendo, que no tenga un prejuicio, juicio, sentencia y condena sobre un entorno relativamente cercano, ¡o lejano!
Ahora tenemos a Trump. Y ya está sentenciado, enjuiciado, condenado… ¡vamos!, ¡cadena perpetua! –por ejemplo-. Y si no gusta ése, se le aplica a Putin. O… ¡bueno!, depende de cuál sea la tendencia de cada uno, ¿no?
¿Ven qué fácil es? Eso a gran escala. A pequeña escala lo haces con tu amigo, con tu amiga, con tu conocido, con tu… contú-contú. Contú-contú y contigo mismo.

Y además, además existe –increíble, ¿no?- el chantaje.
.- ¿Qué significa eso?
.- Sí, sí. El chantaje es que, como eres culpable y estás condenado, estás preso, pues chantajeas a tus guardias, a los que te han encerrado –que a su vez han sido encerrados por otros, ¿verdad?-. Los condenas al decir:
“Oye, no me vayas a cambiar la dieta, no me vayas a cambiar el día de salida, que me enfado, ¿eh? Que me vas a dar un disgusto enorme si no dejas que mi mujer me traiga el bocadillo de arroz integral que le he pedido”.

Así que, entre penas y penas y penas y penas… –claro, producidas por la prisión, prisión, prisión, prisión-… ¿es posible ver, entre barrotes, la luz del amanecer? ¿Es posible ver, entre barrotes, las estrellas… parpadear? Cuando resulta que la ventana de tu celda da a una pared.

Es… –es difícil encontrar la palabra- es como “perentorio” –porque lo de “urgente” ya no funciona- establecer un “comité de fuga”.
¿De fuga?
Sí, ¡de fugarse de esa cárcel!; de desbridarse de esa pena, de esa sentencia, de esa condena, de ese prejuicio, de ese juicio. Todo ello ha sido manipulado.

Comité de fuga… que nos permita, al menos, contemplar ese amanecer, eso que nace producto del amar, y ese anochecer que nos abstrae al sueño divino de una iniciación, para que podamos, en la vigilia siguiente, poder ejercitarnos en nuestras ilusiones, en nuestras fantasías, en nuestras novedades.

No es, la vida, una condena.
No es, ¡el vivir!, una cárcel cargadas de condenas.
No es, el estar, una pena tras otra, con un pecado entre medias que alivia el suspiro.
No es, el vivir, una desconfianza y sospecha permanente.
No es, el vivir, el perder el respeto… y el desoír las sensaciones.
No es, el vivir, una cadena de eslabones… que arrastra una bola inmensa que apenas si nos deja avanzar.

El Sentido Orante nos lleva a el amar, como el signo clarividente de un estar y un vibrar sin prejuicios, sin condenas, sin sentencias.
Porque cada vez que ese Amar se gesta, se muestra, aparece…, cuando tiene las características de “imprevisible”, “inesperado”, “increíble”, y cuando con ello somos capaces de convivir y de disolver la pena, es ahí donde el ser ha de interpretar…          –interpretar ¡como intérprete!- ese misterio: el Misterio de Amar; que en definitiva es el Misterio de Vivir. A veces utilizamos palabras para separar unas cosas de otras, y no, es una sola palabra: vida.
Algo Misterioso Vio y se Dio, y la Vida apareció.

Y habitualmente –como se aprecia, como se ve- la pena es ¡tan grande!, que suena a cadena perpetua. Y cualquier atisbo de suavizar los eslabones con los alientos de amores, es rápidamente… condenado; tanto, que aumenta la pena.

Hemos –como humanidad- detenido el amor en vida, de la vida del Misterio Eterno. Lo hemos detenido y lo hemos condenado; lo hemos escriturado. Lo hemos encerrado, aún a sabiendas de que eso le costaría la vida… y pondríamos en su lugar un dios de paja o un dios de carne y hueso que fuera como nosotros.
¡Especie cruel!
Pero, ¡ay!... –ese “pero” es de aliento- lo Eterno Creador no… no nos ha abandonado. Nos retiene con sus oraciones, con sus meditaciones, con sus contemplaciones.
Insiste una y otra vez en llevarnos a otros planos… sin sentencia, sin condena.
Nos ama… sin condiciones.



***


[1] Cantando