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Lema Orante Semanal


LA VIDA: UN TRANSCURRIR DE LA CREACIÓN

22 de julio de 2019

 El ama-necer a la vida, quizás fue un transcurrir de la Creación; un transcurrir de la Creación, como una expresión más… de la Infinitud, de lo Eterno.

Cualquier teoría que se adentre a hablar o valorar o explicar la vida, suele hacer complicados mecanismos. Y si nos fijamos, casi siempre están todos bajo la óptica… –sería increíble, ¿no?, pero es creíble- bajo la óptica de la consciencia de humanidad; bajo la consciencia “sapiens”.

En consecuencia, la vida está acompañada de dificultades, problemas, organizaciones, desarrollos, posibilidades… Bueno, casi-casi… que, si no fuera por el esfuerzo de la propia vida, ésta no hubiera aparecido. Y el hecho de estar como tal, supone… ya sabemos: sangre, sudor, lágrimas, temor, desespero, angustia, celos, ¡rabias!…

Se hace difícil vivir, bajo estas perspectivas de consciencia. Y de hecho así ocurre, en la aparición de dolencias, carencias, abundancias… desproporciones que dificultan, dañan, razonan y obligan a la vida.



El Sentido Orante de hoy nos acerca a la posible consciencia –no humana, sino bajo el Sentido Orante, “Divina”- de la vida, del vivir: ese que se hace difícil, o “¡más difícil todavía!”, como si fuera un circo de permanentes obstáculos.

Pero resulta… –empezando por lo más concreto- pero resulta que, aún en las peores circunstancias –“peores” bajo la óptica de la consciencia humana-, como los polos helados, como las profundidades marinas, como los volcanes, resulta que “fácilmente” hay vida. Lo lógico sería pensar que, si ya en condiciones favorables es tan dura, tan difícil y tan complicada la vida, pues en condiciones ya extremas no habría vida. Y la hay. Por cierto, elegante, vistosa, sorprendente.

Esa sería la parte más física.

Y aliviando un poco lo físico, pero sin perderlo de vista, nos podemos dar cuenta de que, a pesar de la consciencia humana de sangre, sudor y lágrimas, resulta que las especies de vida proliferan por doquier, se multiplican, se defienden, se hacen cada vez más capaces…

Es más: cada vez más se descubre que todo el hervidero de la vida es una gran marmita a la que no le falta el fuego necesario ni los condimentos precisos. No obstante –no obstante-, evidentemente continúa la idea de que la vida es complicada, difícil. Y claro, se hace complicada, difícil, insoportable…

¡Insoportable…?

¿Y quién la hace insoportable? ¿La propia vida…? ¿O las consciencias de vida –en este caso, humanas- son las que transmiten la ‘insoportabilidad’ del ser?

Pero seguimos. Resulta que –sin perder el hilo, pero ya en otro nivel-, además de las incontables especies, resulta que la nuestra… sigue su creciente galopada de crecimiento, y duplica en nacimientos el número de personas fallecidas. Con lo cual, el incremento de la población se hace cada vez mayor.

Pero ¿no era muy difícil? ¿No era muy complicado? ¿No era muy…?

Oh, sí. Sí, sí. La idea de “complicado”, “difícil”, “duro”… ya se va cogiendo cada vez más aprecio en aquellos lugares donde hay abundancia, donde hay recursos           –aparentemente, al menos-. Y entonces, la vida es menos propicia, y hay que calcularla, hay que matematizarla.

Pero sigamos. En otro nivel…

.- ¡Otro!... ¿Otro?

.- Sí, otro.

En otro nivel, los que razonan sabiamente, sapiencialmente, que la vida es nacimiento, crecimiento, desarrollo y muerte, pues… pues ¡qué pena! Pues ¡es duro!, ¿no? ¡Es duro! ¡Difícil! Porque, cuando llegue el decrecimiento… ¡ufff!, te van abandonando lentamente, te van criticando ácidamente… Te van, te van, te van…

Es duro para el naturista-naturalista-materialista, el ver lo complicada y… ¿absurda? que resulta la vida; aunque, sin saber explicar por qué –en esa posición- ¡viven! Sí, viven y… Duramente, eso sí.

Bajo ese prisma –y en otros que vamos a ver enseguida-, la vida resulta un trauma diario, un dolor diario: por esto, por aquello, por lo otro… Es como si anduvieras y, en cada paso, chocaran tus dedos, con piedras.

¡Ah!, pero… ¡voilà, voilà, voilà, voilà, voilà!, en ese nivel de niveles, llegamos a los creyentes.

Vamos a juntarlos a todos: a todos aquellos que creen que la vida es un acontecer gestado por lo Divino.

.- ¿Y...?

Ehhh… Ahora vuelve a aparecer “sangre, sudor y lágrimas”. Bueno. No parece ser mucho mejor que el anterior nivel.

Sí, verán. Porque para los creyentes… vivir es un castigo. Quizás las personas no se dan cuenta, pero bajo el sistema creyente de cualquier tendencia –cristiano, judío, musulmán, hindú- vivir es un castigo; que luego, si te portas bien, te darán tu premio.

Pero surge una pregunta orante muy trascendente. Sí. ¿Qué necesidad –aunque, claro, no podemos saberlo, pero es válida la pregunta- qué necesidad tenía la Divinidad de crear la vida, para fastidiarla?

Crea la vida, te fastidia la vida, ¡te la hace dura!, difícil y… ¡bueno!, luego dicen que “te compensan”, pero en principio no lo ves claro. A lo mejor luego se ve muy claro, pero de entrada…

Así que podríamos pensar que la idea de la vida es una gestación malévola de la Divinidad. ¡Claro! Porque darte sangre, sudor, lágrimas, nacimiento, crecimiento, decrecimiento y muerte… ya da igual cuál sea el origen. Y mientras tanto se celebra la vida: “Porque la vida… Hay que ver la vida, cómo es la vida… Vamos a estudiar la vida…” y tal y cual…

Pero ¡si es una faena! ¡Pero si no hemos sido capaces de distribuir agua a los sedientos ni pan a los hambrientos! ¡Pero si la convivencia humana es un… desastre!



¿Qué interés –bajo esas premisas- tiene vivir? ¿Interesa vivir?

¿Qué ocurriría –como hipótesis- qué ocurriría si el ser no siguiera esos patrones que acabamos de describir? Y viera la vida como se dijo al principio: un transcurrir de la Creación… fácil, suave, creativo, novedoso, eterno. Eterno.

Quizás eso se corresponda más con la Divina Creación, que una Creación… ¿divina?, que ya trae el karma, ya trae una infinitud de… ¡defectos!... y que llega a un reducto de defectuosos, como son las sociedades –sea cual sea-.

¿Qué necesidad tenía la Creación, de crear algo defectuoso? En este caso nos estamos refiriendo específicamente al sapiens, a la especie humana.



Pareciera –a veces- que la vida es una pesada carga que hay que transportar, pasarla lo mejor posible, pero a sabiendas de que vendrá lo peor posible.



La vida, también –bajo el prisma cultural-social-, pasó a no valer nada, a valer algo, a tener un precio o a ser despreciable. Y sigue pasando por esos estadios, dependiendo, claro, de dónde esté el cambio. El cambio de concepción. ¡Depende!... de si nos planteamos la vida en Etiopía, en Sudán, en Groenlandia, en París o en New York.

En cualquier caso, hoy, en el siglo XXI, ya hay una consciencia –como la bruma de una contaminación- en la que la vida es difícil, difícil, difícil. Complicada, complicada, complicada.

Resulta curioso que, después de eso –de lo que acabamos de decir-, el slogan más utilizado en los aledaños más potentes, con más recursos, con más… Se dice: “Cada uno puede vivir la vida que quiera. ¡Vive como quieras!”.

¿Ah, sí? ¿Eso es cierto? ¡No, no, no, no, no! Sería divertido, pero no, no vivirás como quieres, no vivirás como sientes, no vivirás en lo que piensas. Vivirás según tu capacidad, recursos, medios, en torno a una efervescente tormenta de truenos, relámpagos y demás incidencias creadas por la propia especie. Que a su vez te da la esperanza… –no, es una palabra demasiado importante-, te da la posibilidad de que creas que “yo con mi cuerpo hago lo que quiero; yo voy y vengo a donde quiero”

¡No, no, no! ¡No, no, no, no!

Es semejante –y ahí se hace todo complicado- a unas falsas libertades. El Estado fabrica… –es un monopolio- fabrica tabaco, ¿verdad? Sí. Y tiene establecimientos oficiales –estancos- y vende tabaco, y avisa de que el tabaco produce cáncer. Es más, pone: “el tabaco mata”. Y luego crea centros para curar a los que se están matando. De paso, por supuesto, el Estado se hace rico.

Una cuestión simple: si se sabe que eso mata, y el Estado es el encargado de velar –¿velar?, sí- de velar por la salud, bienestar, confort… todo lo bueno, de los ciudadanos, ¿por qué les deja y les vende veneno?

¿Recuerdan aquella frase del Cristo?: “¿Quién, si su hijo le reclama comida, en vez de darle ésta, le diera la cola de una serpiente?”. No, ¿verdad? ¡O le diera piedras! No. Lo normal –¿normal?-, bueno, lo propio es que, si el niño reclama alimento, se le dé alimento, no se le dé veneno. Ni se le pregunte: “¿Quiere usted veneno o alimento?”.

Claro, ése es un ejemplo. Podemos poner miles más. No ya sólo del Estado, sino del convivir, del que te prohíbe, de la costumbre que te obliga, de la ley que te condena… y un largo etcétera. La vida se hace muy difícil. Vivir se hace ¡muy difícil!

Y era fásilfásil, sí, con “s” parece más fácil-. Era un transcurrir. Vamos a hacerlo fásil.

.- ¿A ti qué te gusta: el arroz? Come arroz. A mí me gusta el chocolate.

.- ¡No! Come arroz, como yo.

.- ¡Ahhh!

Empiezan pequeños problemas.

El menú siempre es discutible. ¡Increíble!

Así que, si el menú siempre es discutible, ¡puf!, lo Divino es… ¿qué es?

Si se ha diversificado lo Divino, hasta convertirse en menú… y se hace de Él un problema, obviamente, cuando se mira el origen de la Creación, en el Misterio, entonces ya no solamente es un problema, sino que es algo… problemático.

De ahí que el ser se refugie en su sapiencia y en su consciencia y… declare la guerra a la vida.

.- ¿Cómo?

Sí. La conclusión y la culminación de todo este proceso es declararle la guerra a la vida, e intentar acabar con ella porque es mala. ¡Es un invento malo… que perjudica, que daña, que hiere, que te hace sufrir!... Así que habrá que declararle la guerra y acabar con ella.

Ya se está haciendo, ¿verdad? Sí. Ya el hombre se está encargando de eso. Poco a poco, claro. O a veces alguien protesta y dice: “Nooo”. Pero se queda en eso: una pequeña protesta. Pero alguien grita: “No, pero is a wonderful world!!”. “¡No, no, la vida es maravillosa!”. Y otro despectivamente mira, y dice: “¡Está idiota!”.

¿Quién se lleva el gato al agua? –como expresión-. ¿Quién se lleva la ganancia? El desesperado, el torturador, el maltratador. El que te maltrata hoy, mañana y pasado, pero al otro… te acaricia, es afable, es condescendiente… ¡Ah!…

Hace unos días la vida era terrible, pero hoy es maravillosa. Ese es el prototipo del maltrato, en el que se establece el deterioro en tal nivel, que se establece el acabar con la vida –¡declaremos la guerra a la vida!- de forma intermitente. Sólo aceptaremos aquella forma, manera y modo de vida que a mí me interesa. El que no sea así, se rechazará. En consecuencia, habrá guerra.



Sí. Es curioso. El ser humano puede declararle la guerra a la vida, pero no puede animar la vida. Se anima sola. ¡Sola! ¡Algo la anima!

¿Sería posible –como posibilidad, claro- que por un momento se pensara y ¡se sintiera!... que la vida es ese transcurrir en el Universo? Que no está sujeta a si es buena, mala, regular… No. No, no, no, no. No está en esos niveles. La vida no puede ser un castigo divino.

¿Acaso nos dieron las oraciones para consolarnos por el castigo? ¿O nos llaman a orar para que nos liberemos ¡del castigo que infringimos diariamente a la vida!?



Sí. Nos llaman a orar para que cada ser descubra los castigos, la guerra que cada uno declara a la vida; a la que le toca custodiar y con la que se relaciona.

Y para eso, la Creación dio esa pócima mágica del Amor, que realmente se ha contaminado tanto que se ha convertido, en muchísimos… bueno, en incontables casos, es un veneno mortal.

Como la guerra.

Así que se podría decir que “por amor a la vida, acabo con ella”.

Pero si, por un instante, recogemos el Sentido Orante de que nos llaman para que hagamos una conversión de la guerra, en el sencillo transcurrir de la Creación Misteriosa, en base a la dinámica del Amar…

Sí. Intelectualmente se sabe, se conoce, claro. En la práctica, no.

El Sentido Orante nos llama a la práctica, a vivenciar todas estas cuestiones. Porque, con todas ellas, es posible una conversión.

Una conversión amante… que deje de juzgar, prejuzgar, condenar, castigar…

Deje de ser guerra contra la vida… y se haga comunión con el Misterio Creador.



  

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