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Lema Orante Semanal


LOS MEJORES ALIMENTOS… SON LOS MEJORES MOMENTOS
10 de junio de 2019

Los mejores alimentos… son los mejores momentos; entendiéndose por… “momentos”, aquellas vivencias que nos complacen y… ¡permanecen!...; de tal manera que, al evocarlos –los mejores momentos-, nos volvemos a alimentar de ellos.
En el ‘sin-tiempo’ de los recuerdos, cuando nos alimentamos de los momentos, nos preguntamos… inevitablemente:
“¿Qué tenían aquellos momentos… que han quedado indelebles, que han quedado marcados, que el evocarlos nos produce risa o llanto o…? ¿Qué tenían aquellos momentos, que otros –¡muchísimos más!- no? ¡Y que puedo recordarlos!, pero no... no me alimentan”.

O sea que hay momentos que alimentan, y otros que no. La mayoría de las veces, los que no alimentan son los que constituyen “el pan nuestro de cada día”.
O sea que no estamos bien alimentados. O si queremos afinar más, podremos decir que “el pan nuestro de cada día” es el alimento, y los “buenos momentos” son los nutrientes.
Esos momentos que no pasan son los que nos nutren, y el pan nuestro de cada día nos alimenta, nos… ¡bueno!, nos mantiene la forma –¡mmm!-...; nos disimula la “anemia… existencial”.
Y es… –siguiendo el hilo de la pregunta- y es significativo que esos momentos que nutren… ¿qué tenían? Si los comparo con otros, ¿qué tenían de especial?
Pues… así, como relato histórico, ¡nada de especial, comparados con otros!
¡Mmm!...
Luego eran momentos… que tienen encerrado un Misterio.
¿Por qué ese momento –¡similar a otros!-… nos nutre, y esos otros… tan solo nos alimentan? ¿Qué tenían…? ¿Qué tenían esos momentos?
O… en el Sentido Orante: ¿Qué les pusieron? ¿Qué les añadieron a esos momentos, para que quedaran permanentemente… y nos nutrieran?
Como hemos dicho antes, es un Misterio, y tendrá que ver con el Misterio Creador. Sí, ese misterio Creador que nos va ‘im-pregnando’ de momentos que nos nutren. Y nos nutren porque es “el nutriente… ¡Creador!”, no es el nutriente alimentario. Porque sabemos que ese momento… ¡sí!, lo podemos describir, pero tenía algo más: ese Misterio. Y ese “algo más” es… lo que lo diferencia del alimento y lo convierte en nutriente.

Ciertamente, la Creación va eligiendo –como si fuera el azar- los momentos que precisamos para nutrirnos.
Y lo que es más importante en este momento orante revelador: si ¡asumimos!… esa “evidencia” –permitamos la palabra-, estaremos constantemente nutridos. En cambio, si queda como una anécdota, o como una posibilidad, o como “bueno, no me acuerdo”… estaremos malnutridos; alimentados, sí.
Y es a través del Sentido Orante, a través de la Llamada Orante, como nos llaman para nutrirnos.
Importante criterio.
Cuando nos llaman, y acudimos, es que nos van ¡a nutrir! Nos van a nutrir revelándonos, mostrándonos, sugiriéndonos…
Y es así como empezamos a ¡ver!, el vivir, de otra manera. Porque ese nutriente nos abre los ojos a otra dimensión: nos abre el sabor, nos abre… a otros perfumes, a otros sonidos, a otros tactos.
Ciertamente, nuestros sentidos no están ahí para tocar, mirar, oler, saborear y oír. No. Están para… visionar; para… percibir el perfume, el aroma; para saborear la delicia; para acariciar lo intangible; para… ¡escuchar! –algo más que “oír”-.
No son, nuestros sentidos, meros… meros orificios de entrada. Están ahí para trascender. Para lo que se llama “iluminarse”, para el Satori, para el Samadi… –¡tantos nombres!-…
Por eso, cuando ¡nos nutrimos! a través del orar, nuestros sentidos, nuestros sentires… y ¡nuestro sentido!... se renueva, se rehace, se recompone.

El estar… en consciencia… dispuesto a percibir los nutrientes del Misterio, nos hará descubrir… un alimento, un nutriente constante. Dejará de ser algo ocasional o un momento, para empezar a ser… como la búsqueda diaria del verdadero nutriente.


Se nos presentan, bajo esa nutritiva experiencia, dimensiones del vivir que “antes” no habíamos percibido.
¡Y cada día se hace un momento!... “Cada día”. No es un momento que duró, que recuerdo. Sí, están, pero… cuando se despierta a esa otra realidad, es… todo el tiempo de vigilia, más los sueños que puedan aparecer.
Resulta demasiado increíble…

Pero “el que tenga ojos para ver, que vea”, como decía el Cristo.
El que los use sólo para mirar, se alimentará… de apariencias.
El que sea capaz de ver, de visionar, se nutrirá… de evidencias; aquellas que nos conmocionan, a veces nos conturban, a veces nos… nos parece que tambalean nuestras exigentes raíces.
Pero ni siquiera la planta, con sus raíces, está “ahí”. Su apariencia está ahí, sí, pero a través de sus raíces y de su polen, también está simultáneamente en otros lugares muy distantes.
Es decir, existe en otras dimensiones.

Si estamos en disposición, el Misterio nos… ¡raptará!... hacia sus dimensiones… y nos dará ese nutriente… ¡que a todos da!, pero que muy pocos saben apreciarlo, cultivarlo. Y, sobre todo, ¡muy pocos saben darse cuenta de dónde procede ese momento inolvidable!

En la medida en que lo hacemos consciente… en su origen y en su desarrollo, empezamos a “abrirnos”… hacia las otras infinitas dimensiones.



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