miércoles

Lema Orante Semanal


LA INFINITUD DE NUESTRAS POTENCIALIDADES
ESTÁ EN RAZÓN DIRECTA CON NUESTRA CREENCIA EN EL MISTERIO CREADOR

27 de mayo de 2019

 La Creación, desde su Misterio, ejerce incomprensiblemente… a los ojos de la consciencia habitual humana.

Podría decirse que, cuando el ser no era sapienscial –no era sapiens, no sabía- su “saber” –entre comillas- se debía a la relación, a la reacción que se producía según los aconteceres diarios.

Podríamos llamarlo “primitivo”, pero hay que tener cuidado con las palabras.

En la medida en que al ser se le otorgan las capacidades de “sapiencia”, es decir, de conocer, saber, interpretar, analizar, razonar… –pero, ¡ojo!, aquí viene un primer Llamado, significativo, Orante-, se le da esa capacitación, la empieza a desarrollar, la desarrolla, pero… llega “hasta un cierto punto”.

Es semejante a la historia que cuenta el Génesis, según la cual come del “Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal”… y es expulsado de ese estado de consciencia –y con él, la Ciencia del Bien y del Mal-, no vaya a ser que coma del árbol que está en el centro del Paraíso, que le hace inmortal.

El relato nos sirve como modelo, en la Llamada Orante de hoy, para ver cómo los seres de humanidad han ido fabricando el mundo según su sapiencia, que es limitada… porque no es una adquisición “propia”, sino que es una adquisición facilitada.

Pero no lo reconoce así, el ser.

Tenemos una dualidad muy clara que enseguida nos ayuda: el “Islam” habla de sumisión y significa “sumisión”. Todo está… sometido. No en el sentido de esclavo y en el sentido de castigo; está sometido “a”… la Creación Misteriosa.

En cambio, en el poderoso Cristianismo, todo está sometido al libre albedrío de la voluntad del hombre. Cristianismo-judaísmo, para aclarar más.

¿Y qué ocurre? Que, evidentemente, aquello de “poblarás la tierra y todos te obedecerán… y dominarás sobre todas las estirpes y –¡por supuesto!- dominarás sobre la mujer”… etc., ha creado el poder, el mando, la orden, la ley… y se ha globalizado hasta tal punto, que todo se rige por un nivel de consciencia científico, racional, lógico, con –obviamente- sus variables y excepciones.

No necesita el auxilio Creador, ni del Misterio. Aunque está, evidentemente. Si no, no estaríamos nosotros.

Pero a nivel de consciencia cotidiana no está. La capacidad cognitiva del ser ha sido tratada, manejada, manipulada, condicionada… por las generaciones receptoras. Y, hoy, cualquier acontecer que no esté en la horma del zapato de cada uno, o de cada grupo, o de cada cultura, o de cada continente… todo aquello que no esté, pues no, no… Porque se escapa al dominio. Se escapa a la importancia personal. Se escapa de la influencia. Y en consecuencia, todo acontecer que no esté en el criterio establecido, será mal visto, condenado, apartado…

Esto de una manera general, pero sobre todo cuando lo que transcurre y lo que acontece… –¡ay!- era imprevisto, era inesperado, era… un misterio.

¡Y he aquí que el ser… se hace fiel a sus preceptos!, pero es totalmente combativo contra… –no solamente los que no participan de sus preceptos, que eso más o menos puede arreglarlo- pero es totalmente combativo con los preceptos imprevistos, inesperados, propios de… El Misterio.

Esto ocurre fundamentalmente –claro está- con aquello que el intelecto, el raciocinio, la lógica… no puede cognitivamente con ello, véase dolor, sufrimiento, enfermedad, amor, fidelidad, ¡fe!… promesas, compromisos… ¡En esos factores! Cuando esos factores entran en juego. Y ¡claro!, en muchas ocasiones no coinciden con los planes personales, lógicos, racionales.

Pero he aquí que el ser orante –y ojalá, ¡oh-Alá!, los que hacen ahora el Rahmadán ahonden en ello-, los seres orantes, todos –pero a veces en especiales circunstancias como la que acabamos de citar-, deben apercibirse, darse cuenta de que nuestra capacidad cognitiva de conocer y de saber es un don… que tiene como objetivo admirar, impresionarse, ¡darse cuenta de que nos dejan descubrir… la increíble Creación!; que es un instrumento que nos han –por así decirlo- “prestado”, para que veamos y demos las gracias, y asumamos lo que no entendemos, lo que no comprendemos, lo que no aceptamos. Ahí entra la sumisión y el dejarse guiar por la fe. No lanzarse hacia el precipitado desespero de la voluntad.

Si, a poco… si a poco que nos demos cuenta, nos apercibimos de que llegamos hasta un cierto nivel de percepción, y enseguida el halo de Misterio nos rodea.

Llegamos hasta un cierto nivel de conocimiento del entorno y de nosotros mismos, y de nuevo un halo de Misterio nos envuelve.

¡El encarnizado afán… de hacer el mundo a nuestro gusto!…

El desesperado esfuerzo por ¡conseguir!… lo que otros proponen, las modas que se instauran, las sugerencias de los poderosos –o las propias-…

Recientemente, una joven sometió a votación la característica de su ser. Y votaron unos a favor de que se suicidara, y otros a favor de que no. Ganó la votación el suicidio, y la joven se suicidó.

Ahora, ciertos comentarios justicieros afirman que habrá que enjuiciar a los que votaron a favor de su suicidio.

¿En qué… en qué nivel se coloca a la vida?

Sin duda es un caso… ¿aislado?

Cuando escuchamos tantas veces: “No, es que las circunstancias me llevaron a…”. “No, es que aquello que me pasó me llevó a…”. “No, es que como aquello que me ocurrió me causó tal…”. “No, es que…”.

Las justificaciones para no asumir… los proyectos celestes; en genérico, incompresibles, contradictorios. Y el ser se empeña en que, por su sapiencia, ya lo Divino debería hablar más claro y, sobre todo, debería pensar como un hombre.

Es eso lo que se dice, en el fondo.

Con lo cual, salvo excepciones excepcionales, la mayoría –por supuesto- abandona cualquier tipo de fe, de esperanza, de creencia… bajo la óptica de su sapiencia. “No la necesita”. Sólo necesita controlar y dominar lo que sabe. Aquello que no domina, no lo quiere.

Y a pesar de que el Misterio Creador se pliega, se adapta, nos sorprende con las casualidades, con los signos… parece que el hombre está ¡sordo!, ¡ciego!, ¡mudo! El olfato… ¡ufff!, ¿qué será de él? Y tacto, ninguno.

El Sentido Orante nos advierte que los sentidos están para darnos sentido. Están para congratularnos. Están para saber conjugar nuestro estar, con los misterios que nos rodean, nos conducen, nos llevan.

Es un reclamo orante el que nos requiere… hacia el seguimiento de nuestros dones, ¡dados!; hacia el seguimiento de nuestros ideales; hacia la aceptación complaciente de lo que transcurre, de lo que sucede.

Que no sea una excepción excepcional la que vibre en esa frecuencia, sino que sea un compromiso comunal el que atienda a esas premisas. Y eso no nos va a quitar capacitación, razonamiento, lógica… ¡pero sí las vamos a adaptar!, sí las vamos a condicionar “a” el Misterio Creador. Y entonces, esas potencialidades que sentíamos nuestras se convertirán en servidoras. Y en consecuencia, nuestros “descubrimientos” alcanzarán –ahora sí- cotas ilimitadas.

Si habitamos en un Universo ilimitado, infinito –por mucho que los astrónomos quieran cercarlo-, la infinitud de nuestras potencialidades está en razón directa con nuestra creencia en el Misterio Creador.




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