lunes

Lema Orante Semanal


NUESTRA MISIÓN, COMO HUMANIDAD, ES PASAR DESAPERCIBIDOS
13 de mayo de 2019

Por el criterio ‘sapiens-cial’ de la especie, estamos abocados a preguntarnos, a indagar, a investigar, a buscar, a aprender. Seguramente porque, al contrario de lo que se piensa, no se identifica la especie en su función, en su acción, en su presencia.
La hormiga, el elefante, la mariposa, el abedul, el fresno… no se preguntan qué hago aquí, por qué estoy aquí y a dónde voy, sino que ya lo saben.
Y ese “ya lo saben” podemos decir que es así, puesto que su presencia y su constancia en el comportamiento es constante. Puede haber variables y, por supuesto, evoluciones, pero… no es –comparativamente- el disparate de un ser humano que hoy puede pensar en amapolas, y mañana comprarse una metralleta.
Este detalle es importante –y nos lo revela el Sentido Orante- para que seamos conscientes –en la humildad y en otra visión de la realidad-… seamos conscientes de que probablemente éste no sea nuestro espacio, pero sea un tránsito necesario. Y no decimos que “obligado”, pero sí un tránsito necesario para esta especie humanidad, a fin de que descubra cuál es su posición. Y además de dominar, controlar y mandar… además de eso, puede ser –o podría ser- que su naturaleza fuera otra. Aunque ha elegido –¿ha elegido?- o se ha ido decantando por ésta que vivimos ahora.
“Esta que vivimos ahora” que, sin duda, no para de buscar, de proponer, de interpretar, de generar una actividad incesante de control, de prejuicios y de seguridades que realmente, en alguna medida, asfixian nuestra naturaleza.
Pero eso puede ocurrir en algún momento, y en otros es al revés: a la persona le gratifica el poder saber, conocer y dominar. Sobre todo, lo último.
¡Ah! Y que sea de su agrado.

Si resulta que no somos los reyes de la Creación, si resulta que no estamos “a la cabeza de”, sino “a la cola de”… la vida, y eso lo asimilamos y lo asumimos, cuando nuestra naturaleza nos impele a buscar, a interpretar, a valorar… sería menester, en base a lo anterior, que el ser anduviera con cuidado a la hora de descubrir, aprender, investigar, saber, dominar, controlar, manejar…; no vaya a ser –como ocurre- que por su afán de saber, conocer, interpretar, valorar, evaluar, controlar, dominar, aprender     –no vaya a ser que por todas esas tendencias-, perturbe gravemente el vivir de su entorno.
Perturbe gravemente el vivir de su entorno.

No ha lugar el describir… –que ya no sirve, ¿verdad?- el describir las barbaries que la especie ha hecho en este lugar del Universo: contaminación, agresión, violación, etc. No. Ya, el saberlo y el evidenciarlo no sensibiliza. Es algo ya instaurado.
Pero el Sentido Orante nos pregunta: “Pero ¿hay que seguir así…?”.
Sabiendo que no somos cabeza de león, sino que más bien somos cola de ratón, ¿sería posible… –entramos en lo imposible, pero es el terreno de lo orante- sería posible que el ser satisficiera sus necesidades de búsqueda y aprendizaje, sin ¡violar!… el afecto, la amistad, la relación, el equilibrio, la homeostasis con el medio, el cuidado? ¿Es posible eso hoy, o son de las propuestas “imposibles” de las oraciones? ¿O es posible a nivel individual…? Que obviamente va a repercutir a nivel grupal.
No se entiende una acción individual que no repercuta en lo grupal. No vivimos aislados.
¿Es posible –en lo imposible- que el ser ‘res-pete’ los aconteceres de ese vivir que desconoce, que balbucea el querer entenderlo, comprenderlo, interpretarlo y… hacerse una idea?
¿Es posible el respeto en pensamiento, palabra y obra? O, en el nombre del saber, en el nombre de la verdad…
¿La verdad? ¿Qué verdad? Hay que tener cuidado con las palabras. Esa palabra no nos corresponde.
… Entonces podríamos decir:
“Que en honor al descubrir, a lo que “nos dejan descubrir” globalmente hablando, podamos interpretar con el respeto, ¡sin renunciar a nuestra búsqueda!, a nuestra llamada –en este caso orante-, que precisamente no nos aleja de la búsqueda, no nos aleja del saber, no nos aleja del interpretar; al revés: nos aporta visiones, perspectivas siempre diferentes, nuevas”.
En consecuencia –y esto es muy significativo-, cuando se plantea este respeto, no se está mutilando, no se está “en contra de”… saber, conocer, interpretar, conciliar, regular, aceptar. ¡No!

Es necesario hacer esta salvedad, puesto que el hábitat en el que se mueve la especie es: “Si voy por aquí es que estoy ‘en contra de’. Si pienso así es que estoy ‘a favor de’, pero ‘en contra de’”.
Ni siquiera se respetan las simpatías. Las empatías, menos aún.

Como seres orantes que acuden a la llamada, debemos testimoniar nuestra naturaleza para ir descubriendo cuál es nuestra verdadera posición, para ir aprendiendo respeto sin que ello signifique represión.
No se puede admitir ningún elemento que impida, dificulte u obstaculice la liberación.

Y cada ser está abocado, por ser vida, a liberarse. Pero el hacerlo no puede suponer arrasar, condenar, ‘prejuiciar’, enjuiciar, ¡castigar!...
¡De ninguna manera!
Podría parecer este planteamiento una contradicción, según las normas, las leyes, las razones y las lógicas imperantes. Según ellas, evidentemente se tienen todos los derechos para “doler”, y ningún deber para “aliviar”; se tienen todos los derechos para “condenar”, y ningún deber para “asumir”… no ya la presunción de inocencia, sino la inocencia en sí.


A la hora de escribir nuestra trascendencia, nuestra liberación, nuestro trascurso, a la hora de escribirlo, no debe quedar ni una gota en el tintero. Porque, si así fuera, siempre habría esa nostalgia de resquemor; ese temor de incomprensión.
Se debe asumir esa balanza de equilibrio que va de un extremo a otro; que su fidelidad es el respeto, y su movimiento es la liberación…; que sabe de su intimidad personal y de las intimidades compartidas.

Nuestra misión, como humanidad, es pasar desapercibidos, cosa que evidentemente no ocurre.
Nuestra sumisión, como vida, es trascurrir en el cuidado, en la atracción, en el afecto, en el descubrir la naturaleza del Amar…
El apercibirse de la belleza…
Y el ‘creativizarse’ en… hacerse arte y, en consecuencia, complacencia.

¡Sí! Todo esto parece muy lejos. Parecen campanas… o sonido de campanas, pero no sabemos dónde está el campanario. Este es el campanario: la Llamada Orante que nos catapulta hacia lo imposible, que busca anidar en los recursos de la Creación, ¡en vida!, para que nos identifiquemos; para que aclaremos nuestra posición.




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