EL REFUGIO ORANTE
17 de septiembre de
2018
Y suele ser lo
habitual, que los seres de humanidad se debatan en sus consciencias con lo que
quisieran ser, con lo que quisieran hacer… y no hacen, con el debate de lo que
dicen y de lo que se entiende, el debate entre lo sentido, lo consentido…
Sin duda, es ese
contenido dual, pero también es producto de un contenido cultural, educativo,
formativo… de una filosofía de parámetros estancos, que pide, desde la óptica
humana, un patrón de comportamiento, de estancia…
Y claro, en la
medida en que el sujeto, desde la más tierna infancia hasta la adultez… y
continuando, se ve que no se encuadra en esos parámetros exigidos, duda. Duda
de su capacidad, de sus recursos, de su capacitación, y entra en ese debate de
lo que está bien, de lo que está mal, qué pensarán, por qué pensarán esto… si
yo creo que es lo otro…
En ocasiones, ante
este debate, muchos seres optan por –simplemente- imponerse sus criterios y
tratar de imponerlos. Seguramente chocarán con multitud de situaciones… entre
lo establecido y los que intentan establecerse pero no se establecen, etcétera.
A la hora de
preguntarnos por qué esta historia de consciencia, podemos encontrarnos con la
idea de que se ha perdido, o se ha diluido, o se ha ocultado nuestra referencia
con la Creación; que, aunque no es un manual de uso… con órdenes concretas, sí
suponía –¡y supone!- una referencia silenciosa que nos conduce a una
estabilidad, a una cordura, a una consciencia de convivencia; no a un debate
sobre la existencia.
El cómo se fue
desconectando esa fuente de vida, seguramente se gestó en el descubrir de cada
día –por parte del ser- de sus capacidades, sus recursos, sus deducciones,
pensando que eran suyas porque en él se encarnaban.
Así se fueron
gestando personalismos, personalidades –“máscaras”-… que iban actuando como
dioses hacia su entorno. Y así se sigue, con una insolencia ante la vida, sin
reparos.
Ésta es la
consciencia general que nos envuelve… y sobre la que el Sentido Orante de hoy
nos advierte que debemos estar atentos porque, sin duda, contamina; sin duda,
crea competitividad, crea protagonismos, crea creencias de dominio…
Y esas creencias de
dominio van a gestar territorios, lindes, barreras…
Competencias entre
dioses.
¡Es difícil!... o
muy difícil imaginar –bajo este aspecto- una solución.
El Sentido Orante
nos ofrece un refugio permanente. Pero un refugio. Como esperando que pase… esa
combativa presencia.
Un refugio en el
que es posible imaginar otras actitudes, otras posiciones, otros
comportamientos. Y luego, “sin que escampe”, salir del refugio y… testimoniar
lo encontrado, lo aprendido, lo sugerido…
Habitualmente,
pronto hay que recurrir al refugio.
El debate acosa,
rodea, requiere…
El Refugio Orante
es un matraz alkímico en el que es posible transformarse, convertirse,
transfigurarse.
Si así se percibe,
se concibe y se cree, es posible… que el ser se libere del adoctrinamiento de los dioses humanos.
Si no es así, y si
el refugio es un simple… estado de ‘guarecerse’ para no mojarse, por si llueve…
o porque está lloviendo, entonces estaremos en una situación… sin luces.
El Refugio Orante
guarda y aguarda… como un lugar de Universo en el que ¡es posible!... redimirse de tanto debate, y reconvertirse en lo
que el Misterio Creador diseñó.
Y así, bien podemos
decir que, si el Sentido Orante, la Llamada Orante es un refugio, los que a
ella acuden son refugiados… que huyen del conflicto, de la persecución, del
dolor, de la sospecha, del hambre, de la persecución, de la violencia, de la
prohibición.
Si la Llamada Orante
es así…, hay un lugar para refugiarse.
Un lugar en el que
no nos van a explotar, no nos van a especular, no nos van a comprar y vender,
no nos van a encerrar, no nos van a castigar, no nos van a encarcelar.
A diferencia de los
refugiados que día a día se producen… y que no encuentran consuelo, la Llamada Orante representa el refugio de acogida ¡real!, de consuelo ¡evidente!,
de alivio ¡inmediato!
Es la estancia en
la que el ser se siente.
Y el sentirse…
promueve el sentido.
Y ese sentido,
todos los que acuden a la Llamada Orante –los refugiados- tienen la ocasión,
tienen la oportunidad –¡excepcional!- de gestar una nueva humanidad… en un
espacio infinito; en un sin-tiempo… ¡eterno!
Sí. Podría decirse:
“Soy un refugiado orante. Soy un inmigrante de un
Misterio.
Estoy en lo que se llama “este mundo”, pero no soy de
aquí.
Como inmigrante, he encontrado… mi espacio; que ha dejado
de ser mío, para ser un espacio de convivencia, de encuentro, de
descubrimiento.
Y así, no echo de menos lo de antes. Estaba huido. ¡No
quiero volver!... Estaba equivocado. ¡Me habían equivocado!
Emigré por necesidad, por contradicciones permanentes. Y
me hice inmigrante… cuando me llamaron a orar. Y encontré mi espacio estelar…
que permanentemente me asiste… si estoy dispuesto a escuchar.
No me compra, ni me vende, ni me alquila, ni me devuelve.
Hoy es refugio, sí…
En el transcurrir será… la fusión, la identidad”.
Y cuando en el
refugio… se transfiguran nuestras capacidades, en el “estar”… el miedo se
diluye; la desconfianza carece de sentido; la ocasión se vive; la
excepcionalidad se da; los milagros se comparten…
Se es otra
identidad.
Una cobertura
amante, de Amor… tamiza las paredes del refugio –transparentes, cálidas-… de
múltiples colores.
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