ESTAMOS CONTEMPLADOS POR UNA CREACIÓN
10 de septiembre de
2018
La certera
oscuridad… es la garantía de un fruto luminoso.
Así, cada vivencia
que se configura… bajo oscuridades, dándoles a éstas un designio negativo,
verdaderamente es el regocijo de un fruto valioso…; de un amanecer generoso.
Ya por el hecho de
producirse, en la vivencia de nuestras consciencias, el alborozo de sentirse
¡vivo!, con recursos, con medios, con capacidades, se hace eternas gracias.
No tiene “peros”.
Tiene resoluciones.
Ya nos decía el dicho
que “la realidad es según con el ojo con
que se vea”. Así que, si sabemos “ojear” desde la oscuridad hacia la luz,
como una sola unidad, como lo es el fruto con respecto al árbol y a las raíces,
no nos abrumará el no ver, porque
sabemos que se prepara la Gran Visión.
Cuando el sueño…
cuando el sueño dormitante se hace generoso, ¿no es cierto acaso que el
despertar es gratificante? Y en cambio, cuando el sueño dormido se hace
convulso, inquieto… ¿no es cierto que el despertar se hace ansioso?
En consecuencia, no
tildemos de “oscuro”, de “negro”, de… ¡de “luto”!, cuando no vemos, cuando no
tocamos, cuando no… poseemos, sino más bien considerémoslo semillas de brotes,
de retoños, de flores, de frutos.
Al despejar la
dualidad, nuestro ser se hace uniforme: ¡una forma! Se hace Creación y, en
consecuencia, es creativo. Juega con ¡lo fantástico!, con lo imaginativo, con
lo improbable, con lo impensable, con lo inaccesible, con el Misterio Creador.
Es demasiado
frecuente en estos tiempos, por evidencias –sin duda- que justifican la
imposibilidad de que la semilla germine. Y así, todo parece… tinieblas.
Pero ¿acaso la
Creación se ha recreado en gestar tinieblas? ¿O más bien se ha dedicado a
proliferarse en distintas manifestaciones de vida?
¡Todo un Universo a
nuestros pies! ¡Y aún hay queja!...
¿Alguna vez… se
piensa así? ¿Podría ser un exceso de optimismo? ¿O lo que ocurre es que el
victimismo personal impide ver las semillas florecientes de… el Universo, y la
cabeza está permanentemente gacha… y sólo contempla nuestros pies?
Contemplamos
nuestras pisadas, las pasadas y las que vienen. Ahí reside nuestra sabiduría. Pero…
¿eso es sabiduría? ¿O más bien es una egolatría que se persigue a sí misma, que
se autocontempla en su desidia, en su ganancia, en su logro, en su posesión,
¡en su ineptitud!?
Parece que el ser
está poco interesado en darse cuenta de
que somos contemplados.
En la medida en que
despertamos a esa consciencia de ser contemplados, la obsesiva contemplación de
las acciones propias, personales, individuales, ¡posesivas!… empieza a carecer
de sentido.
¿Qué sentido tiene
contemplarme en mi desespero y agonía, si siento que me contemplan?
¡Qué vergüenza!
¡Qué hedonismo tan…
improductivo!, ¡tan condenado al fracaso!
Si nos contemplan –¡como
así es!- tenderemos a mimar nuestras huellas, a cuidar nuestro entorno, a
limpiar nuestra faz… como el niño cuando sabe que viene el padre o la madre y
procura mostrar su mejor cara.
Ese criterio se ha
ido perdiendo. Y la humanidad ha entrado en un vaivén de auto-contemplaciones e inter-contemplaciones…
que se degustan unas a otras en sus logros o en sus desesperos. Se compite por
las dolencias, a ver quién ha sufrido más; igual que por las ganancias, a ver
quién ha logrado más.
Y lejos queda la
consciencia de ser contemplados… ‘per-manentemente’.
Es preciso un
esfuerzo orante y meditativo… hacia esa consciencia de ser contemplados.
Es preciso
abandonar esa ruta hedonista de dramas y tragedias, que termina por desconocer
la sonrisa.
Pareciera –¿verdad?-
que al ser –en la forma así, más simple-, ¡le diera igual que saliera el sol, o
no!; que llegara la luna, o no; que viniera el arcoíris, o no; ¡que lloviera, o
no!…
Está bajo el
dominio de su neurosis obsesiva. Y
le parece que es un arreglo normal… el que amanezca, el que atardezca, el que
llegue el silencio…
Se ha olvidado de
la fuente que le mantiene vivo. Eso sí, se queja cuando llueve copiosamente o
cuando el viento silba… o cuando la tierra se despereza. Pero vuelve a ceñirse
en su tragedia.
Fructificados por
la oscuridad, con la belleza de sus flores y el aliento alimentario de sus
frutos, despertando a la consciencia de ser contemplados, nuestra importancia
personal se hace nimia. Y nos
volcamos a la convivencia solidaria, al respeto ¡común!, a… el agradecido estar… que nos permite pensar,
compartir; ¡el darnos cuenta de que no solamente no estamos solos!... entre
nosotros. Estamos contemplados por una Creación.
Hoy, que se hace un
drama de ella –y tiene su sentido-, y se la considera algo digno de mención ya
hasta científicamente, “la soledad”,
es el momento de reivindicar su… falsedad.
Pero, claro, cuando
el único aliado que se tiene es “el otro” que, como tú, sólo mira sus huellas,
la soledad está servida.
Decía –o dice- el
ex-presidente Múgica, que “después de la
pena de muerte, lo peor que hay es la soledad”.
Quizás no le falte
razón en cuanto al hedonismo humano, pero precisamente ahí es donde debe emanar…
una consciencia de introspección… que nos lleve a darnos cuenta –¡también por
evidencias!- de que no estamos solos.
¡Que bien es grato
que otro de nuestra naturaleza esté junto a nosotros!, que otros estén, ¡que
muchos estén! Pero el hecho de vivir, de que lo que nos contempla nos dé esa ocasión, esa oportunidad, nos hace
saltar de consciencia del drama de la soledad –al descubrir que nos contemplan-.
Veamos lo que
veamos, creado, desde las estrellas más lejanas, hasta los microorganismos más simplificados,
¿no es cierto que para que estén… necesitan compañía? ¿No es cierto que una
galaxia, cuando se aleja de otra, no es porque se sienta sola, sino porque hay
algo… de tierra fértil oscura… que las hace viajeras?, ¿que las empuja? ¡No
están solas!
La consciencia de
Mercurio, de Júpiter, de Marte, de Venus… –¡pongámosles consciencia!-… ¿Se
sienten solos? ¿O sienten la compañía del sol y de sus lunas? ¿O sienten la
consciencia de un sistema… que se cobija en una espiral grandiosa, como es una
galaxia?
Sí, ese ¡látigo que
golpea! –la soledad-, y que ahora
cada vez se hace más… prepotente, y que reclama ayuda horizontal; que hasta se
paga porque te acompañen, porque te den charlas…
¡Qué curtido pelaje
de consciencia ha labrado esta humanidad!...
Y es labor de
salud, de sanación, el promover ese movimiento de consciencia; que, aunque
resulte evidente, ¡evidentísimo!, cuando se está… en la introspección retorcida
hacia el propio vientre, no se ve otra cosa. Tan solo se contempla el agujero
negro del ombligo propio. Y se habla de “el pan, pan” y de “el vino, vino”, y
se recorta la realidad al esquema corporal de cada uno.
Eso no es “realidad”…
¡Eso es un secuestro de la vida!
El ser humano ¡ha
secuestrado la vida!, y la secuestra diariamente cuando reclama remedio a su
soledad.
¡Qué pocas gotas
generosas quedan!... que no son capaces de agradecer un salpicado de estrellas.
Si sabemos… que
somos contemplados, si sabemos que cada uno de “los otros” también lo es… ¿hay
lugar ahí para el enfrentamiento, para la tensión, para el desacuerdo…?
¿O más bien es un
lugar… de espacio de fusión, de congratulación, de cohesión vibrante, creativa?
No dejemos que
nuestras huellas… suplanten… las huellas de la Creación.
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