LA LLAMADA ORANTE SE HACE REFUGIO Y REMANSO DE CONSCIENCIAS
18 de febrero de 2019
Semejante al viento que transcurre… y que esboza sus
palabras, con prisa, así la especie humanidad atraviesa ahora este tiempo de
agitación, de consumismo, de poderes que se ejercitan descaradamente en la violencia,
trampas, mentiras…
Toda una complicada red difícil de desenredar, porque su
eficacia está en el enredo.
Incitan, los diferentes grupos de especie –por sus
intereses, sus perspectivas-, a dominios parciales o totales y, en
consecuencia, a juicios: a la idea de juzgar; no a la evidencia de lo que
transcurre.
Es más, ante las evidencias, según interese, éstas son válidas
o… o se niegan simplemente.
Y
así, la generalidad de los seres se inclina a juzgar, a condenar, a castigar.
Cabe
preguntarse: ¿es ésa una característica de humanidad? ¿Acaso… acaso, como tal
humanidad, se nos juzga…? –desde la Creación, desde el Universo, desde otras
estancias-.
Si
así fuera –“si así fuera”-, la especie, hace tiempo que estaría condenada. A lo
mejor lo está, y no somos conscientes de ello.
Pero
las evidencias nos indican –hasta donde alcanza nuestra consciencia- que no
somos objeto de vigilancia, de prejuicios, de castigos, de juicios, de
condenas…; más bien somos… entramados de un Universo llamado “vida”, que
continuamente es recreado, cuidado, ayudado…
Podríamos
decir que ese Misterio Creador es condescendiente.
Podríamos
decir que es aliviador.
La
generosidad de los recursos para el vivir es insondable. ¿Es acaso eso un signo
de juicio…?
Luego,
en correspondencia –sin esfuerzo-, salvo que se quiera suplantar a la mismísima
Creación, cualquier prejuicio, juicio o condena… “no es propio de”, ya que la
mentira campea por sus fueros, y busca “sus afines” para crear confusión,
contienda, con visos a ganar, triunfar, apoderarse, etcétera. Es un discurso ya
muy repetido, que anula y trata de anular las evidencias… y fácilmente convence
por sus pruebas, que cada vez más se ve que son elaboradas, manipuladas, y que
en la gran mayoría de los casos no tenemos acceso a ese procedimiento.
En
consecuencia, se tiene que recurrir a las evidencias perceptivas,
circunstanciales, ocasionales… que nos den un criterio de valor sobre el que
podamos indagar, sobre el que tengamos acceso… bajo la óptica de no-condena,
no-juicio, como así nos trata la Creación, como “vida”.
No
es difícil empezar ¡en algún momento!, en lo cotidiano, con el convivir que se
muestra esquivo, medroso, calificativo…
Muchas
veces se pierde el ser en los grandes acontecimientos, y no se da cuenta –o a
veces no quiere darse cuenta- de los pequeños aconteceres: esos que precisan de
ayuda, de consuelo, de comprensión, de escucha…
Como
ya podemos percibir, en el convivir de la información estamos en la mayor
desinformación que hayamos podido tener, puesto que todo puede ser manipulado,
orquestado… Y exige la situación que seamos especialmente alertados, que
estemos especialmente alarmados para poder distinguir la paja del grano, no
vaya a ser que nos alimentemos de paja… y perdamos la vitalidad. Y, en
consecuencia, sin ella, seamos pasto de cualquier tendencia, opinión o sentido.
El
sapiens, al corromper su sapiencia y administrarse bajo la violencia, y
encarnarse en “gestores de recursos, de economías”, busca sus rentas. Y, para
ello, las consciencias deben ser fácilmente manejables, manipulables.
El
Sentido Orante nos reclama una posición de Universo, una disposición de “sin
juicos”, una actitud de saber separar esa paja, del grano…; saberse referenciar
sin prejuicios, pero ¡atentos! Si no, es fácil caer en la… no solamente
“ignorancia” –que todos lo somos-, pero en una ignorancia manejable y
manipulable. Es fácil caer en los pasados, en los presupuestos que no
funcionaron, en las nostalgias que hicieron daño.
También
es fácil desentenderse y estar advertido de lo simplemente cotidiano: “carne de
cañón”, fácil para ser embaucada.
Numerosos
anillos del medio nos contornean. Y a su vez, si no se está alerta, podemos
también ser anillos que contornean a otros, y así sucesivamente. Y cada uno,
con su singular poder, constreñir la posibilidad de evidenciar, de descubrir
por sí mismo aquello que en verdad nos alerta, nos atañe, nos duele.
A
la vez que se vive un acontecer verdaderamente increíble, a la vez, esa
incredibilidad que nos recuerda a la ficción –pero que ya no es ficción, y en
ese sentido somos testigos excepcionales-, a la vez estamos en una caldera de
excitación, de dolor cercano al exterminio, de “gran hermano” globalizante que,
por una parte, tiene lo envolvente que nos hace vasos comunicantes, pero que a
la vez tiene la manipulación subsiguiente que trata de convertir todo en
vulgar, distinguiéndose unos pocos que manejan los medios que hacen posible esa
aparente universalidad.
A
pesar de pertenecer a una espiritualidad cristiana en la que se “esgrimía”
–como pasado- “no juzguéis y no seréis
juzgados”, “con la misma vara que
midiereis, seréis medidos”, a pesar de las evidencias de ese origen,
justamente se realiza ¡todo lo contrario!
El
miedo, como vehículo de represión, de ¡auto represión!, de justificación, ya se
ha convertido casi en un amparo.
Se
vale el propio miedo, cuando se instaura, de resquemores y desconfianzas.
Y
por supuesto, la Historia –¡ay!-, con sus falacias, con sus verdades a medias,
con sus mentiras sospechosas, con sus cambios radicales, con sus increíbles
manipulaciones, va configurando una trayectoria difícil de “aprehender”.
Porque, si se fijan –fíjense en un detalle muy simple-, si se fijan, cualquier historia
tiene “materia reservada”.
¡Qué
cosa!, ¿no? ¿Cómo se arreglan los historiadores para reconstruir una historia,
si los documentos, los hechos, las circunstancias que estaban implicadas, son “materia
reservada”? –por los gobiernos, por los Estados…-. ¿Qué historia nos van a
contar?
¡Pobres!
Algo se tienen que inventar, o algo, “oficialmente”, tienen que afirmar.
Hay
un juicio permanente en todo. Por ejemplo, ahora, después de 40 años de “desmocracia”, permiten que ciertos
documentos de la Guerra Civil –ocurrida en el 36: 1936-1939- y de los casi 40
años de dictadura, ahora dejan que se puedan consultar algunos documentos. Para
los historiadores, claro. Desclasifican algunos documentos. Luego, la mayoría
de las veces, esos documentos son de escasísimo interés.
Así
que, ¿qué Historia…? ¿Por qué ese secuestro del acontecer, de lo que acontece?
¿Y
qué tiene que hacer o qué hace el individuo? Pues aceptar lo… lo que más
prominentemente le dicen, o la versión que argumentalmente se estipule que debe
ser creída.
De
nuevo, la Historia la escriben los ganadores. Y los perdedores tienen la suya,
para que se dé el recíproco reclamo y se mantenga la disputa de manera
continuada.
¡Triste!
No es así como nos trata cada amanecer. No es así como nos muestra cada
estación, con sus fríos, sus primaveras…
No
es así como las olas llegan a la orilla.
No
es así como la criatura empieza sus primeros pasos y se asombra de sus primeros
dientes.
No
es así que la vida se hace arrebato… Ni lo fue ni lo es. Pero si nos quieren
“contar” los que secuestran lo evidente y lo transforman en irrelevante,
estaremos indefensos, pero a la vez… se gestarán egoísmos ‘propietaristas’,
egocéntricos y auto salvadores.
¡Ay!
Parece que no hay resquicio…
Pero,
cuando nos llaman a orar, todo es distinto. Además de hacernos ver, bajo la
perspectiva Creadora, lo que transcurre, nos recuerda –“la llamada”- que nos
llaman para guiarnos, para recordarnos, para insistir en nuestra naturaleza y
origen de Misterio, de enviados, de ¡intermediarios!…; de aliviadores
interpendientes que se hacen uno con todo…
La
Llamada Orante se hace refugio y remanso de… consciencias.
Suave,
se desliza el amanecer… con los silbidos del viento… despejando las oquedades,
las oscuridades, las obsesiones y los conflictos.
La
luz nos descubre…; nos alienta…; nos hace gestar el suspiro… viviente.
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