LA UNIDAD DE LA EXISTENCIA
11 de febrero de 2019
Y no es muy
descabellado pensar que… remontándonos en ideas, en modelos de Creación… –tanto
en lo creacionista como en lo evolucionista-, hubo una manifestación –¡una!-
que se expandió en multitud de manifestaciones. Se reprodujo en infinitas
formas.
Y en la medida en
que la Creación continuaba –como ocurre cuando investigan la estructura íntima
de la materia-, aparecen nuevos y nuevos componentes.
Y ocurrió y ocurre que,
en esos fractales de miles de caras, se fue ignorando poco a poco u olvidando
muy deprisa…; el caso es que cada una de las manifestaciones de esa Unidad, de
ese Big Bang… perdió la referencia de ese integrado momento y… y cada ser se
integró en su momento.
Y prácticamente se
conceptualizó, cada ser, en su
persona.
¿Era esa la idea de
la Creación? Bajo cualquier óptica.
El Sentido Orante
nos muestra cómo, en la mayoría de la mayoría de la mayoría de los casos, los
seres humanos han integrado el criterio de Unidad –de unidad del origen-, en su unidad, en su particularidad, en lo que se suele decir “lo mío”, en lo que se
suele decir “es que yo soy así”, en
lo que se suele decir “es mi problema”
o… “no es mi problema”, refiriéndose
a los demás.
Seguramente, la
pretensión Creadora –y no es difícil de imaginar; no es difícil de imaginar-
era conservar, fundamentalmente, el sentido original unitario, a la vez que,
simultáneamente, cada expresión del ser fuera original.
Pero ha aquí que
no. Se eclipsó la idea unitaria. Es lo mismo –para entenderlo inmediatamente-
es lo mismo que si… –como así ocurrió, pero sigue ocurriendo en la persona- que
si ignoro el movimiento de traslación del planeta alrededor del sol; ¡es como
si ignoro la luz!; es como si ignoro que soy una necesidad creadora, pero
referenciada “con”; es como si sólo estuviera pendiente de la rotación de mi
planeta sobre el propio eje, nada más. Nada más.
De ahí a la
egolatría, al egoísmo, a… No hay traslación, hay hegemonía del ser. Y cada uno
se contempla y se muestra, ignorando –en la mayoría de la mayoría de la mayoría
de los casos- la situación, la referencia… ¡no ya de los demás! –no-, sino de
su Primigenio Origen.
Y casi, casi –o sin
“casi”- resulta que cada ser se considera patrimonio personal de la Creación.
Es como el que se
define que es de Villajoyosa, y cuando se le dice:
.- Bueno, pero eso está en Europa, ¿no?
.- No. No, no. Yo soy de Villajoyosa.
.- Ya, pero… eso es Europa, ¿no?
.- No, no. No. Yo soy de Villajoyosa.
.- Pero vamos a ver. ¿Sabe usted lo que es Europa?
.- Sí, sí, Europa. ¿Y qué? Yo soy de Villajoyosa.
.- Permítame que le pregunte otra vez. Pero Villajoyosa
está en Europa, luego usted es de Europa.
.- No. Yo soy de Villajoyosa.
.- Vale. Vale, vale.
Y así sucesivamente,
podemos poner ejemplos interminables que justifica cada ser por su herencia,
por su apellido, por su convivencia, por su entorno, por su familia, etc., etc.,
etc.
Resulta que, a poco
que se haga un retroceso –de cálculo- de cada ser, finalmente terminamos siendo
todos hermanos y endogámicos. ¡Claro! No hace falta un gran esfuerzo de
comprensión para verlo.
Este “exclusivismo”
–porque se excluye de su fuente original- hace que el ser pierda su capacidad
cognitiva, realmente; su consciencia de comunión, su consciencia de
universalización. ¡No! Sólo ve por “su”…
Cada uno a lo suyo.
Sí. Y si nos
juntamos, es para que cada uno tenga lo suyo.
Sí. “La unión hace
la fuerza”, pero… sobre todo, lo que me interesa es la fuerza que yo pueda
tener.
Esta actitud de
especie, en este tiempo de siglo, indudablemente no… no genera alianza, ni
comunión, ni confabulación… Compartir, realmente tampoco, porque lo que
aparentemente se comparte es en razón al beneficio que cada uno pueda obtener.
Las malas noticias vuelan rápido, y las buenas tardan en llegar. ¡Qué cosas!,
¿no?
Las buenas se las
reserva cada uno para sí mismo, y las malas las comparte cuanto más mejor… para
que todos se perturben, se conmuevan. Y si viene un momento mejor, no… Mejor lo
disfruto yo solo.
Sí. Se dice… en
antropología, en las ciencias del hombre, que el ser humano es un ser “social”.
Hoy se podría decir que el ser humano es un ser sociópata.
Sí; la versión
original –¿verdad?- es: “Sí, es un ser
social. Pero… –se podría decir para aligerar- pero la vida convirtió a ese ser social, bueno, generoso, bondadoso, bello,
alegre, juguetón… lo convirtió en un sociópata”.
Podría decirse
también, alegremente: “en un metepatas”.
Pero el sociópata es algo más preocupante.
Tiene una cierta
tendencia a perturbar lo social y a crear malestar, para tener así un interés
personal, desarrollar una capacidad personal y, sobre todo, reclamar una
atención. Y, claro, dadas las circunstancias, se reclama una mayor atención
cuando se hace alguna… barbaridad. O barbaratija
–por no poner “barbaridad”, que parece que es una exageración-. Una barbaratija. Vale. Pero no se confía
suficientemente en lo bondadoso, en lo virtuoso… ¡no! Eso, parece ser que no
llama la atención.
Ya se hicieron
experiencias hace tiempo –y ya no se han vuelto a repetir, claro- en las que
había diarios que sólo publicaban buenas noticias –que las hay-. Fue un
fracaso. Salvo la curiosidad del principio, luego dejó de interesar. Interesaba
más lo que Tongo le hizo a Borondongo, o lo que Borondongo le hizo a Bernabé, o
lo que Bernabé le pegó a Buchilanga, o lo que Buchilanga le hinca los pies. Interesaba más eso, e
interesa más eso.
Como que hay una
tendencia a llamar la atención, y la forma más ostensible es creando una
perturbación.
Las cárceles y los
siquiátricos están llenos de personas que empezaron su sociopatía de esa
manera.
Y, sin duda, el
hecho de verse solamente centrípeto, y no ver lo centrífugo –que es lo que
verdaderamente hay-, crea un ambiente de permanente hostilidad… ignorancia…
desconocimiento… importancia personal… pérdida del respeto… y más y más.
La simple referencia
–¿verdad?- neurolingüística de: “yo y los demás”.
¿Los demás? Fíjense:
“los-de-más”. O sea, que sobran.
.- Hacemos esto y esto…
.- ¿Y “los de más”? Los que sobran, ¿qué hacemos con
ellos? ¿Les damos pipas, caramelos, chicles, chocolatinas, bombón helado? ¿Qué
les damos a los “de-más”?
Sería conveniente
corregir esa expresión, y quizás nos ayudaría –cuando se está en el sentido
comunitario- en, sin desconocer la función de cada uno, que simultáneamente
cada uno esté pendiente, ‘interpendiente’
–un concepto que queremos desarrollar una y otra vez-… ‘interpendiente’ de todas las demás cosas. ¡Y eso no supone ningún
esfuerzo especial! ¡El esfuerzo especial –y debe darse cuenta cada uno, si
quiere amplificar su consciencia, si quiere ser un ser cognitivo-, el esfuerzo
especial consiste en invaginarse sobre sí mismo! ¡Eso sí requiere un esfuerzo
especial!
El abrirse a
descubrirse como unidad… en comunión con todo lo creado ¡¡no requiere ningún
esfuerzo!! ¡Es evidente que necesitamos de la luz, es evidente que necesitamos
de las plantas, que necesitamos de los animales, que necesitamos de los seres
de nuestra especie!... Es evidente. ¡No necesito hacer ningún esfuerzo!
En cambio, necesito
hacer un enorme esfuerzo para aislarme de la planta, del lugar, de los
habitantes, de las ideas, de las propuestas… Necesito ¡un gran esfuerzo!
Se requiere un gran
esfuerzo para aprender cualquier cosa, cuando el sujeto va a aprender para él.
Pero cuando se comparte un bien, un pan, se comparte… ¡y todos comemos pan!
Y, sí, se piensa ¡todo
lo contrario!: “¡Ah! Si me tengo que
ocupar de…”. ¡No se tiene que ocupar! ¡No se proyecte en su egolatría
personal, hacia el dominio del entorno! ¡No! ¡Sienta el entorno! ¡Sitúese interdependientemente
de todo, porque necesita de todo!
Y necesitamos de
todo porque somos seres integrados, aunque aparentemente cada uno viva en su
casa, en su celda, en su ático, en su subterráneo o en su autobús.
¿Es que acaso el
aire que se respira está…? ¿Tiene usted un respirador especial para usted?
¿Tiene un aire especial para usted, o hay un aire disponible para todos? ¡Uno!
¿Tiene usted un
agua especial para usted? ¡Claro! Usted particularizará su agua y tratará de
independizarla y hacerla importante a diferencia de otras… Eso requiere un
esfuerzo, ¿eh? Es ir contra lo
evidente.
En cambio, si hay
agua, hay un pozo, hay un manantial de agua que todos disfrutamos…
Pues no. Todavía
–increíblemente- no se ha conseguido, a nivel universal, el asumir en
consciencia humana que el agua es un bien de todos. No.
El agua es un bien
sí, pero no de todos; cada uno tiene la suya.
Y así podríamos
poner otros ejemplos espeluznantes.
El Sentido Orante
nos clama… nos clama para que dejemos de ser clavos, clavos contra otros, ¡y
esclavos de nosotros! –de nosotros mismos-. Porque cuando un ser se invagina,
se ‘introspecciona’ hacia sí mismo, y desconoce su sociabilidad y se hace sociopatibilidad, ¡se esclaviza!… y
considera que todos son esclavos. ¡Se hace clavo de martirio! ¡Se hace clavo de
crucifixión!...
El buen carpintero
no admite clavos. El buen carpintero encaja las piezas. Hace sincronía entre lo
que sobresale y la oquedad. El buen ebanista no necesita pegamentos. Necesita
ajustes. Aspira a la comunión sin herrajes… sin seguros… con belleza…
Pero, claro, la
comodidad del clavo, la maravilla del martillo…
Si luego se pone
una hoz para callar a los que opinan de otra forma, tenemos los inventos ya más
significativos.
Más significativos
para describir la actitud del ser… en el presente: ¡hasta los versos golpean!
Ese volverse hacia
sí mismo conduce a una separación, a una individualización, a una soledad…
Al preámbulo de una
tristeza y rabia a la vez… que… entre la tristeza, la rabia y el solitario
argumento, el ser se repele a sí mismo. En principio se culpabiliza, y luego
salpica y culpabiliza a los demás.
Saber que esta
trayectoria, ganada a pulso con enorme esfuerzo, no es… no es expresión de Vida
Eterna; no es expresión de Vida Inmortal. Es expresión de vida terminal,
justiciera, impositora; que tiene las cosas tan claras, que no escucha ninguna
otra cosa. Y esa claridad le da pie para criticar, condenar, imponer…
Es verdaderamente
increíble el efecto destructor que es capaz de generar un solo ser humano. Es como si recogiera toda la fuerza del inicio…
y la explosionara. Y lo que estaba destinado a socializar, a equilibrar, a
compartir, a conjugar… se convierte –cada partícula- en otro nuevo Big Bang… y
dispara y dispara y dispara indefinidamente.
Pareciera que cada
uno quisiera ser el Creador, la Fuerza Creadora. En el fondo, cada cual se
siente que ha nacido por sí mismo; que se ha engendrado y que se ha instaurado.
Y no entiende cómo “lo demás” y “ los demás” no le obedecen, no le hacen caso,
no le aplauden, no…
Un día se oró bajo
el dicho de “No soy de mí”… Al no ser
de mí, no me pertenezco y no soy el núcleo central sobre el que gira todo lo
demás.
Podría recordarse.
Y al darse cuenta
de en qué se ha convertido esa unidad de origen: en un secuestro de expresiones
de ese Origen, tenemos que liberar nuestro propio secuestro y hacerle partícipe
en consciencia. Y así avanzará nuestra consciencia.
Hacer partícipe, a
nuestra consciencia, de nuestra permanente manifestación-origen.
Nuestra presencia,
como representante de esa Unidad; dotada de recursos para dar testimonio de
ello.
Y descubrir la
misión de cada ser, pero enmarcada –sin ninguna duda- en la Unidad de la
Existencia.
***